Lo mejor que puedes hacer hoy
Imagina que estás escalando una montaña solo. Pero no es cualquier montaña. La tierra debajo de ti tiembla y toda la montaña está cubierta de humo. En la cumbre hay una nube densa con relámpagos y truenos. Dios desciende con fuego sobre la montaña y cada vez que tratas de hablarle, él responde con truenos. Eso es lo que vivió Moisés en Éxodo 19.
Ahora compara esta experiencia con la última vez que oraste.
Distraído, obligatorio, cotidiano. Dudo que alguna de esas palabras haya pasado por la mente de Moisés mientras subía la montaña. Pero unos tres mil años después, rara vez nos maravillamos de que Dios permita estar en su presencia a humanos imperfectos.
¿Cómo fue que lo impactante se convirtió en algo tan cotidiano? ¿Acaso es posible que nuestras experiencias con Dios sean así de fascinantes?
Subir la montaña
Uno de mis mentores vive en la India. El año pasado me llamó llorando, preocupado por la situación de la iglesia en Estados Unidos. “Parece que la gente en Estados Unidos se conforma con tomarse una selfie con Moisés. ¿Acaso no saben que ellos mismos pueden subir la montaña? ¿Por qué no quieren subir la montaña?”.
¿Cuándo fue la última vez que pasaste un tiempo agradable y significativo con Dios? Un tiempo tan agradable que no querías irte. Estabas tú solo, leyendo la palabra de Dios, en su santa presencia.
Tenía quince años cuando mi pastor de jóvenes me enseñó a orar y a leer la Biblia a solas. Ahora, más de treinta años después, todavía no encuentro una mejor forma de empezar mis días. No puedo imaginar cómo sería mi vida si no subiera a la montaña diariamente para reorientarme.
Es estando a solas con él cuando me libero del orgullo, de las mentiras y del estrés:
- Orgullo: estar ante una Persona que habita en una luz inaccesible de alguna manera te hace más humilde (1 Timoteo 6:16).
- Mentiras: hablarle al Juez omnisciente tiende a incentivar la honestidad (Hebreos 4:13).
- Estrés: arrodillarse ante el Dios que hace a los hombres fracasar o tener éxito reemplaza la ansiedad por paz (Salmo 127:1).
Expertos en reuniones cristianas
Con frecuencia invertimos mucho tiempo y esfuerzo reuniendo creyentes. Nos hemos hecho expertos en reunir a los cristianos alrededor de bandas de música, oradores y eventos importantes. En lo que hemos fallado es en enseñar a los creyentes a estar solos con Dios. ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste a alguien hablar encantado del momento que pasó solo con Jesús en su palabra? Reunir a creyentes que no pasan tiempo a solas con Dios puede ser algo peligroso.
En su libro Vida en comunidad, Dietrich Bonhoeffer escribe:
El que no sepa estar solo, que tenga cuidado con la comunidad. No podrá sino hacerse daño a sí mismo y a los demás. Solo estabas ante Dios cuando él te llamó y solo estabas cuando respondiste en obediencia a su llamado; solo tuviste que cargar tu cruz, luchar y orar, y solo morirás y darás cuentas a Dios de tu vida. No puedes huir de ti mismo, porque es Dios mismo quien te ha apartado. Al rehusarte a estar solo, rechazas el llamado que Cristo te hace personalmente y no podrás tener parte en la comunidad de los que fueron llamados.
Hoy en día, la palabra comunidad se utiliza con frecuencia en los círculos cristianos. Pero nuestras reuniones pueden ser tóxicas si no pasamos tiempo a solas con Dios. He estado en muchos grupos donde la gente comparte sus puntos de vista. El problema no es solamente que nuestros puntos de vista no son tan profundos como creemos que son, sino que estamos muy ansiosos de compartir pensamientos que se originan en nuestra propia mente, cuando tenemos un Dios que nos dice:
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos mis caminos, declara el Señor.
Porque como los cielos son más altos que la tierra,
así mis caminos son más altos que vuestros caminos,
y mis pensamientos más que vuestros pensamientos (Isaías 55:8-9).
Quiero conocer los pensamientos de Dios. Quiero reunirme con gente que ha estado leyendo la Palabra de Dios, gente que ha orado e interactuado con Él. Quiero estar en comunión con quienes tienen comunión con Dios. No me importa en lo absoluto si tienes un doctorado en teología o sesenta años de experiencia de vida. Prefiero hablar con alguien de quince años que ha estado en la presencia de Dios.
¿Pueden gustarte demasiado los sermones?
Se habla mucho de los libros, los sermones y las conferencias. No estoy en contra de ellos. Al fin y al cabo, he dedicado gran parte de mi vida a predicar sermones, escribir libros y asistir a conferencias. Pero a veces me pregunto si no es hora de cambiar nuestro enfoque.
Debemos observar los hechos. Los cristianos en Estados Unidos consumen más sermones y libros que ningún otro grupo en la historia del mundo, pero tengamos en cuenta la situación de la iglesia. El aumento de recursos, ¿ha llevado a un mayor nivel de santidad? ¿Hay más intimidad con Jesús?
Puedes argumentar que la situación de las iglesias sería aun peor sin estos recursos. Tal vez ese sea el caso. O puede que estos recursos (incluso este artículo) tengan el potencial de distraer a la gente de la Fuente misma. Tal vez todos estos libros y sermones sobre Jesús en realidad hayan mantenido a las personas alejadas de la interacción directa con él. Puede sonar a blasfemia sugerir que nuestra vida de oración puede verse debilitada por todo el consumo de material cristiano. De todos modos, quería mencionarlo.
Vivimos en una era en la cual la mayoría de las personas tienen dificultades para concentrarse en cualquier cosa. Estamos buscando constantemente la forma más fácil de hacer las cosas y la solución más rápida. Así que la idea de sentarse tranquilo a meditar acerca de las Escrituras y orar profundamente en silencio puede ser reemplazada con facilidad por la idea de escuchar un sermón mientras manejamos al trabajo. Aun cuando definitivamente es mejor que nada (teniendo en cuenta todos los demás mensajes con los cuales nos bombardean a diario), el punto de este artículo es explicar que nada sustituye el tiempo a solas con Dios.
Debemos aprender a estar quietos en su presencia otra vez.
Algo debe irse
Para Pablo era muy sencillo. Él amaba estar con Jesús. “El vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).
El deseo de conocer a Cristo lo consumía profundamente (Filipenses 3:8). No hay sustituto para el tiempo a solas con Dios. Si no tienes tiempo, necesitas renunciar a algo para darle espacio. Omite una de las comidas. Cancela una reunión. Pon un punto final a algún compromiso cotidiano. Literalmente, no hay nada más importante que puedas hacer hoy.
Dios, literalmente, determina si seguirás respirando o no. “Él da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:25). ¿Puede haber algo más importante que encontrarte con el Único que decide si sobrevives al día de hoy? ¿Puede haber algo mejor? ¿Cómo podemos no hacernos el tiempo para estar con el Creador del tiempo?
¿Qué planes tienes hoy que consideras tan importantes que pasarás corriendo delante del Creador y seguirás de largo para alcanzarlos?