¿Piensas En Tu Muerte?
Ayer visité a un hombre en su lecho de muerte. Me fui confundido.
Este hombre no tenía ninguna relación con Jesús, no tiene interés en el evangelio, y aun así no tenía miedo a la muerte. Su único deseo era aliviar su dolor físico y morir sin más inconvenientes. No pude entenderlo. ¿En serio? ¿Sin miedo a la muerte?
La primera vez que recuerdo haber visto un cadáver era cuando tenía ocho años. ¡Estaba aterrado! Era el cuerpo de mi madrastra en un ataúd. Mi madre murió al darme a luz, así que esta era la mujer que conocía como madre. Ver su cuerpo sin vida me dio miedo. Todo el concepto de muerte me confundió y me dio una sensación de enfermedad. Entendí que esto no debía ser tomado a la ligera.
Ver a mi padre en un ataúd, cuatro años más tarde, trajo el mismo tipo de miedo y sobriedad.
Cuarenta años han pasado y todavía me incomodo profundamente en los funerales. Cada vez que veo un cuerpo muerto inevitablemente pienso: “Ese pronto seré yo”.
Es sabio meditar en la muerte
Yo entiendo que los cristianos no deben temer a la muerte. Jesús murió y resucitó de la tumba, por lo tanto, la muerte ha perdido su “aguijón” (1 Co. 15: 55-56). Pero sólo porque el miedo desaparece, no significa que nos sintamos indiferentes. La muerte tiene una manera de empujarnos a ser más sobrios. ¿No sientes aún una sensación extraña o incluso enfermiza cuando piensas acerca de tu propia muerte?
Parte de ella está tratando de captar algo tan ajeno a nosotros: la separación del alma del cuerpo. No somos capaces de desligar la parte existente del único cuerpo que hemos conocido. El otro misterio inquietante es tratar de imaginar lo que primero vamos a ver y experimentar después de la muerte. ¿Cómo será cuando veamos por primera vez un ser celestial o al mismo Hijo de Dios?
No es nada fácil meditar acerca de la muerte, pero la persona sabia pensará con frecuencia en la muerte.
“Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).
¿Cuándo fue la última vez que hiciste esta oración? Un hombre sabio piensa en su muerte con frecuencia, y el tonto la ignora. Es por esto que el enemigo nos impide pensar y hablar acerca de la muerte. Y es por esto que debemos trabajar para siempre meditar en la brevedad de la vida.
La próxima semana, uno de mis amigos va a la corte. Existe la posibilidad de que sea condenado a varios años de prisión. Como puedes imaginarte, es difícil para él pensar en otra cosa. Por mucho que trate de tener una semana “normal”, estoy bastante seguro de que su mente estará preocupada por lo que el juez va a decir.
¿No debemos también preocuparnos por nuestro día ante el tribunal de Dios? La Biblia dice que un día estaremos delante de un juez a quien se le refiere como un “fuego consumidor” (He. 12:29). Increíblemente, algunos pasan toda su vida sin siquiera considerar cómo será este momento.
Ignorar la muerte lleva a la ignorancia
Sólo puedo imaginar cómo tú, como lector estás reaccionando a este punto. Esta puede ser la primera vez que alguien te ha animado a pensar profundamente acerca de la muerte y el juicio. No estamos acostumbrados a las conversaciones sobre la muerte. Nuestra sociedad llega a extremos increíbles para ocultarnos la realidad inevitable de la muerte. Se considera intrusivo o incluso grosero pedir a los demás que piensen en sus muertes. Inevitablemente alguien va a cambiar rápidamente de tema cuando se pone la conversación muy seria o solemne. Pero ¿deberíamos?
“Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete, porque aquello es el fin de todo hombre, y al que vive lo hará reflexionar en su corazón” (Ec. 7:2).
¿Es mejor ir a un funeral que a una fiesta? El hecho de que nunca hayas escuchado esta expresión en conversaciones revela hasta qué punto nuestra sociedad está lejos de la sabiduría bíblica.
He presidido muchos funerales. No es raro ver a la gente salir a tomar bebidas alcohólicas inmediatamente después del servicio. Es su manera de “seguir adelante” y no vivir en la gravedad de la situación.
Otros no se van a emborrachar, sino que encuentran otras maneras de intoxicarse a sí mismos — volviendo al trabajo, yendo al cine, riendo, hablando, enviando mensajes de texto, estando en las redes sociales. La gente va a hacer de todo para evitar pensar en lo único que importa. La realidad está ahí delante de sus ojos, pero perseguirán desesperadamente cualquier alternativa para evitar hacer frente a los hechos.
La Biblia muestra que ignorar la muerte conduce a la ignorancia.
“El corazón de los sabios está en la casa del luto, mientras que el corazón de los necios está en la casa del placer” (Ec. 7:4).
El sabio no “supera” rápidamente los funerales. Su corazón permanece en duelo. El tonto cuenta chistes tan pronto como termina el funeral, sin darse cuenta del daño que hace a su alma. Los tontos hacen lo que es más fácil.
Comer pastel es fácil, pero comer ensalada requiere esfuerzo. Las cosas que nos edifican requieren intencionalidad y trabajo. Contemplar la muerte requiere trabajo; ver una película no. El sabio aparta tiempo para pensar acerca de los problemas graves. El duro trabajo del duelo construye la sabiduría del corazón.
Permaneciendo en luto
En el seminario aprendí que cuando la Biblia habla del “corazón” se refiere al centro de control de misión de nuestro cuerpo. Es el asiento de la toma de decisiones. Esta es la razón por la que usted y yo tomamos mejores decisiones después de que nuestros corazones pasan tiempo de luto. Tiendo a tomar buenas decisiones en los funerales y no tan buenas en los restaurantes. He tomado sabias decisiones financieras al estar rodeado de niños que están desnutridos y muriendo de hambre, y las malas decisiones en lugares donde la comodidad abunda. Tenemos que mantener nuestro corazón cerca del luto para evitar decisiones que vayamos a lamentar.
Por difícil que sea, tenemos que estar conscientes de la muerte. Debemos tomar decisiones teniendo en mente el día de nuestra muerte. Por favor, por favor, considera pasar sólo diez minutos en soledad hoy, meditando acerca de tu propio funeral. Imagínate de pie ante un Dios que “habita en luz inaccesible” (1 Ti. 6:16).
Pero no te detengas allí. Reflexiona sobre algunas decisiones importantes que tienes que tomar en esta vida después de meditar sobre la muerte. Tu corazón, el asiento de la toma de decisiones, estará entonces en mejor condición para decidir dónde vivir, qué conducir y qué zapatos comprar.