Gracia para el trabajo monótono
Me encanta el trabajo creativo y, en mi mundo, eso se traduce en realizar planificaciones estratégicas, diseñar productos e impulsar iniciativas nuevas y emocionantes. El trabajo me resulta vigorizante e intelectualmente estimulante.
El trabajo monótono... no tanto.
Desafortunadamente para mí, no todo el trabajo que hago a diario es creativo. De hecho, la mayor parte de nuestro trabajo es del tipo repetitivo y monótono, intercalado con oportunidades ocasionales de aplicar la creatividad. Este es el caso de mucho del trabajo que debemos hacer todos los días, tanto en la oficina como en casa.
Cómo glorificar a Dios en lo repetitivo
Los quehaceres domésticos se hacen solo para tener que volver a hacerlos en cuestión de días. Recoger la nieve y cortar el césped podría ser divertido, si no hubiera que hacerlo todo de nuevo, una y otra y otra vez. Lavar la ropa, trapear los pisos, lavar los platos: todo acarrea cierta sensación de repetición.
Y no es más sencillo en el mundo corporativo. Escribir informes de estado, asistir a reuniones, organizar sistemas de archivado: mucho de nuestro trabajo de oficina es igual de monótono. He aquí el reto que enfrentamos: ¿cómo abordamos la monotonía de nuestra vida laboral con un enfoque que glorifique a Dios y que satisfaga nuestras almas?
De alguna manera, nos parece más fácil ver nuestro trabajo como el reflejo de la gloria del Dios Creador cuando hacemos uso de nuestra creatividad. La creatividad es un reflejo del Creador. Pero ¿cómo glorificamos a Dios cuando tenemos que hacer un trabajo repetitivo que parece estar absolutamente desprovisto de creatividad? ¿Cómo glorificamos a Dios cuando estamos limpiando la bandeja de entrada de nuestro correo electrónico o cuando estamos organizando el papeleo?
El mundo nos ofrece muy poca ayuda en este sentido. Los trabajos que son repetitivos y monótonos no son apreciados en la cultura que nos rodea. Los premios abundan para la “clase creativa” pero no para la “clase repetitiva”. Sin embargo, esta desigualdad no refleja las prioridades de Dios.
“¡Hazlo de Nuevo!”
Hace poco me topé con una reflexión de G. K. Chesterton en el libro de John Piper Cuando no deseo a Dios: La batalla por el gozo. Sus palabras nos ofrecen una perspectiva diferente a la hora de pensar en la monotonía que enfrentamos en nuestro trabajo cotidiano.
[Los niños] siempre dicen: “Hazlo de nuevo”; y el adulto lo hace de nuevo hasta que está casi muerto del hartazgo. La razón es que los adultos no tienen suficiente fuerza para alegrarse en la monotonía. Pero quizá Dios sí tenga la fuerza suficiente para alegrarse en la monotonía. Es posible que Dios diga cada mañana al sol: “Hazlo de nuevo”; y cada noche a la luna: “Hazlo de nuevo”. Puede que no haya una necesidad automática de hacer a todas las margaritas iguales; aunque puede que Dios haga cada margarita por separado, pero nunca se haya cansado de hacerlas. Puede que Él tenga el eterno entusiasmo de la infancia; ya que nosotros hemos pecado y envejecido, y nuestro Padre es más joven que nosotros.
Detente y considera lo que esto dice acerca de en cuán alta estima Dios tiene la repetición. Él se gloria en la repetición monótona del universo en el que vivimos. El sol sale en la misma dirección todos los días y, cada vez que sale, Dios se regocija. Y el sol continuará saliendo reiteradamente, cada día, como un fiel reflejo de la soberanía de Dios hasta el día en que Él le diga: “¡Detente!”.
La luna y las estrellas viajan en su órbita, establecida por el ritmo repetitivo de la elección de Dios. Y Él se deleita en la repetición. Esto es en gran parte lo que dice Salmos 19:1-2:
Los cielos proclaman la gloria de Dios,
y la expansión anuncia la obra de sus manos.
Un día transmite el mensaje al otro día,
y una noche a la otra noche revela sabiduría.
Dios tiene fuerza suficiente para alegrarse en la monotonía.
Del cielo a nuestra bandeja de entrada
Día tras día tras día los cielos testifican del poder creativo de Dios, su fidelidad y su sabiduría. Aun así, la mayoría de nosotros estamos ciegos a este testimonio diario. Quizá Chesterton tenga razón y nuestra incapacidad de ver a Dios en nuestra diaria monotonía tenga menos que ver con la naturaleza de las tareas y tenga más que ver con los efectos del pecado sobre nuestro gozo infantil.
Pero ¿qué tiene que ver esto con nuestro trabajo cotidiano?
Necesitamos desesperadamente tener ojos y corazones nuevos para apreciar los aspectos monótonos de nuestro trabajo diario. Necesitamos ojos nuevos para ver nuestro trabajo a la luz del mandato de Dios a Adán y Eva: “llenad la tierra y sojuzgadla” (Génesis 1:28). Martín Lutero tuvo ojos para ver esto. Él escribió: “cuando una criada ordeña las vacas [monotonía repetitiva] o un obrero labra la tierra [monotonía repetitiva] —siempre y cuando ellos sean creyentes, a saber, que concluyen que este tipo de vida agrada a Dios y fue instituida por Dios—, ambos sirven a Dios”.
Esto mismo se traslada a la oficina.
Fuimos llamados a moldear el mundo en el que vivimos y a traer orden a nuestro entorno. Y en el mundo moderno esto quizá se manifieste en tareas como organizar el papeleo, archivar los informes y ordenar nuestros escritorios. Cuando hacemos estas tareas monótonas con gozo, ejercemos orden en un mundo que está entregado al desorden por el pecado y reflejamos la fidelidad de nuestro Padre. Somos los representantes de Dios en el cuidado de este mundo en el que vivimos.
Gracia para el aburrimiento
Debemos confiar en que recibiremos de Dios el gozo y la fortaleza necesarios para hacer bien este trabajo. Algunos trabajos son simplemente aburridos y en consecuencia son trabajos difíciles de enfrentar diariamente. Y por ello necesitamos fortaleza; de hecho, yo diría que necesitamos más fortaleza para las tareas monótonas que para el trabajo creativo.
Pero aquí está la buena noticia: “la alegría del Señor es vuestra fortaleza” (Nehemías 8:10). Dios puede darnos y nos dará el gozo y la fortaleza para llevar a cabo el trabajo que Él nos está llamando a hacer. Aun las tareas que no son creativas.