Para ser mejor mamá es necesario el humilde quebrantamiento
"Señor, ayúdanos a dormir esta noche así podremos ser mejores padres para nuestra hija mañana".
He repetido esta oración muy a menudo últimamente. No hace mucho, tuvimos nuestra primera hija y dormir se transformó en un desafío. Pero dormir no fue lo único difícil esos días. Anhelo tomar una ducha caliente sin prisas, leer un libro sin ser interrumpida y alguna apariencia de rutina.
Básicamente, quiero tener el control. Y cuando las cosas no suceden como quiero, me cuesta. Me cuesta porque dormir me hace una mejor mamá, ¿no? ¿No?
¿O sí?
Esas cosas tan simples como dormir, ducharse y estar tranquilo ciertamente no son el mal en sí mismas, son regalos buenos del Padre que sabe precisamente cuándo los necesito. Son dones que debo desear. Pero a menudo, pienso que esos dones por sí mismos me harán una mejor mamá, una mamá más fuerte, más feliz y más confiable. Para mi hija. Para mi esposo. Para Dios.
Pero mi amoroso Padre del cielo sabe que hay algo mejor para mí en sí mismo: Eso "mejor" equivale a quebranto. Equivale a humildad. Porque el quebrantamiento, un corazón vulnerable, desesperado por la dependencia de Jesús, es lo que me hace una mejor mamá.
Interrupciones de la gracia
Considera la siguiente imagen. Acosté a nuestra hija para la siesta, emocionada de tener al menos treinta minutos para mí misma. ¡Ah... todas las posibilidades! Podría lavar la ropa, limpiar el baño, escribir, leer. . . .
O podría también hacer la siesta. Sí, definitivamente podría tomar una siesta.
Bajé las persianas, me acomodé en el sofá y cerré los ojos. Esto es glorioso, pensé mientras calculaba los pocos y necesitados minutos de descanso y me empezaba a dejar caer en el sueño. . . .
Pero tras dos minutos, la bebé empezó a llorar.
Mi gloriosa y muy necesitada siesta terminó abruptamente incluso antes de empezar. Me levanté del sillón con un suspiro para cuidar de mi bebita. Mi corazón se vio tentado a la auto compasión, incluso a la angustia, mientras pensaba en el descanso que desesperadamente necesitaba.
¡Sería una mejor mamá si tuviera quince o treinta minutos para recargar energías! ¿No?
Estoy empezando a ver cómo la respuesta de gracia de Dios es no (no necesariamente).
Conocer a Jesús es mejor
El apóstol Pablo tenía todas las razones para confiar en su rendimiento y apariencia, sin embargo deseaba algo más, algo mejor.
Si algún otro cree tener motivo para confiar en la carne, yo mucho más: circuncidado el octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible. Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo. (Filipenses 3:4-8, LBLA)
Los logros religiosos y culturales de Pablo lo condujeron a la apariencia de rectitud. Similarmente, nuestra lista diaria de logros (que incluyen a las siestas) puede hacernos sentir bien, tan exitosos como si hubiéramos descubierto el secreto de ser mejores mamás, como si lo hubiésemos "logrado".
Pero la realidad es que cualquier apariencia de rectitud, o sentirse bien en la maternidad, aparte de la sabiduría y el poder de Cristo es pérdida. Pablo sabía que sus ganancias terrenales no significaban nada si no conocía a Jesús. Y nuestras ganancias terrenales y maternales no significan nada si nosotras descansamos en nuestras propias fuerzas y no en las de Él.
A menudo nos comparamos con otras mamás que parecen hacerlo todo bien (especialmente en las redes sociales), y no sentimos que estemos a la altura. Por lo tanto, favorecemos el autocuidado y las comodidades transitorias y fugaces que nos engañan y nos hacen pensar que tendremos éxito: que seremos mejores madres como resultado de tener estas "ganancias". Pero aparte de un espíritu quebrantado que ve cuánto necesitamos a Cristo en primer lugar, estas mejoras son inútiles.
Son una pérdida en comparación con conocerlo mejor.
Cuando mejor significa quebrantado.
Buscando al Señor acerca de esto, me he preguntado... ¿Cómo es, entonces, el humilde quebrantamiento? ¿Significa que descuide las siestas y resista al descanso y no me importe más tomar una ducha? ¿Significa que no puedo estar decepcionada?
No. Puedo lamentar estas pérdidas por completo, ya que la maternidad es una gran vocación que requiere autosacrificio diario: morir a uno mismo. Y morir nunca se siente bien. Se siente la muerte misma.
Pero no nos lamentamos sin esperanza, porque no moriremos a nosotros mismos apartados de la esperanza de la resurrección de Cristo. Sufrimos la pérdida de todas las cosas, incluso de nuestra independencia y comodidad para ganar más de Jesús. Su cuerpo fue quebrantado y luego levantado por nosotros, para que pudiéramos conocerlo y desearlo. Esto es lo mejor de Dios para nosotros, una eternidad en la presencia de Jesús, que es mucho mejor que nuestras ideas terrenales de lo que es "mejor". "Por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo".
Mientras menos soy yo, más de su vida de resurrección puede hacerse cargo de mi maternidad, haciéndome más parecida a Él, cambiando mis deseos, dejando de aferrarme a las cosas mundanas y satisfaciéndome con Él. Ser una mamá quebrantada significa dejar mi idea de "mejor" para remitirme a mí misma a lo "mejor" de Dios para mí.: mi santificación.
Y a medida que Él me hace más parecida a su Hijo a través de la humilde y quebrantada dependencia de Él, no sólo me parezco más a Jesús. Amo más como Jesús. Como resultado, lo amo a Él y a mi hija de mejor manera.
Mamás, todo dentro de ustedes les dirá que necesitan ciertas "ganancias" para llegar al final del día, para ser mejor madre de sus hijos. El mundo les dirá que el quebrantamiento significa fracaso. Pero solo una ganancia es la que verdaderamente nos satisface y mejora nuestros corazones ahora y por la eternidad: el valor supremo de conocer a Cristo Jesús nuestro Señor. Y sólo llegamos a Él a través del quebrantamiento.