¿Por qué debería ir a la iglesia?
Es sábado por la noche. Si no asistes habitualmente a un servicio religioso durante el fin de semana, puedes estar pensando: ¿Por qué molestarme en ir a la iglesia este domingo? No conozco ni me gusta ninguna de esas personas. ¿Qué obtendría de pasar dos horas sentado en una banca? ¿No sería mejor ver el partido con los amigos, ayudar a alguien en necesidad o abogar por una causa?
Aunque conectarse con las personas, ayudar a los necesitados, luchar contra la injusticia y descansar son todas cosas necesarias, no debemos priorizarlas por encima de Dios Mismo. Solo Dios es preeminente (Colosenses 1:18). Estas actividades deberían fluir de una conexión vivificante con Cristo y su pueblo. Cuando hacemos que cosas buenas sean lo principal, les damos la posición de Dios y se convierten en ídolos.
Cinco razones para ir a la iglesia el domingo
Nuestra visión de Jesús y su iglesia a menudo se filtra a través de lentes históricos, políticos y de cultura pop. Muchos ven a la iglesia como una productora de personas de un solo molde que siguen estructuras de poder dominantes, en vez de ver un organismo vivo con discipulado y misericordiosa influencia en las comunidades que nos rodean.
¿Pero por qué deberías ir tú? Aquí hay cinco razones para reunirse con los creyentes este fin de semana.
1. Para recordarnos quiénes y de quién somos.
En un mundo que ofrece una multiplicidad de puntos de vista, hay un lugar donde la gente puede encontrar la verdad (Juan 8:26). La iglesia es un faro en una niebla ética (Mateo 5:14-16).
Mi padre, músico de jazz, a menudo decía de mi madre educadora de primaria: “Ella siempre me recuerda dónde están las 12:00”. ¿Quién nos ayudará a orientarnos cuando no estamos seguros de cómo navegar en un mundo cada vez más complejo? ¿Estamos tropezando a través de la vida, o tenemos una brújula firme y un ancla para nuestras almas (Hebreos 6:19)? Nos reunimos con otros santos para el discipulado, y luego somos esparcidos como la sal y la luz, como misioneros en el mundo donde habitamos (Mateo 5:13-16; 28:18-20).
2. Para recordarnos que las pruebas temporales que enfrentamos tendrán un final feliz.
Uno de los funerales más impactantes a los que he asistido fue para apoyar a un hermano cuya madre falleció repentinamente. Nuestro pastor predicó desde Eclesiastés 7:1-2:
Mejor es el buen nombre que el buen ungüento, y el día de la muerte que el día del nacimiento. Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete, porque aquello es el fin de todo hombre, y al que vive lo hará reflexionar en su corazón.
En esos sombríos momentos de reflexión sobre la Palabra de Dios, recordamos nuestra propia fragilidad: todos moriremos, y podría ser antes de lo que esperamos. Sin embargo, en esa meditación dulce y llena de gracia, también somos animados a vivir con propósito y con integridad, considerando la realidad final. No debemos vivir nuestra mejor vida ahora, como lo proclama el evangelio de la prosperidad, sino que vivimos sobria y prudentemente para maximizar nuestro breve tiempo en la tierra (Salmo 90:12; Efesios 5:16).
Para los cristianos, nuestra mejor vida está por venir (Salmo 16:11).
3. Para alentar el crecimiento y luchar contra el estancamiento.
Estamos ciegos a nuestra propia ceguera, y necesitamos la perspectiva de otros que están más avanzados en el camino hacia la semejanza a Cristo. Somos propensos a minimizar nuestras propias faltas y enfocarnos en las de los demás (Mateo 7:3-5). Una comunidad unida nos exhorta con amor hacia la madurez (Efesios 4:13-24; Juan 8:31-32).
4. Para pasar tiempo con la familia.
La iglesia no es principalmente un edificio o un conjunto de programas o estrategias. Es una familia, con padres e hijos espirituales (1 Corintios 4:14-17, Tito 2:1-2, 6-8, 1 Timoteo 1:1-2), madres e hijas (Tito 2:3-5). Es un cuerpo (1 Corintios 12, Efesios 4) cuyos miembros más necesitados encuentran ayuda (Hechos 2:42-47, Hechos 6:1-6, 1 Timoteo 5:9-16), cuyos miembros generosos contribuyen alegremente (2 Corintios 8; Filipenses 4:10, 15-18). En esta familia, la participación y los dones de cada miembro son esenciales para que todo el cuerpo prospere (Romanos 12:4-8, Efesios 4:11-16).
Cuando confié en Cristo a los 18 años, no era más que una asistente en serie a la iglesia. Después de mi graduación universitaria, me enfoqué en mi nuevo trabajo y en pasar tiempo con mis padres durante la batalla de mi madre con el cáncer terminal. Cuando mi madre falleció, una compañera de trabajo (que también era esposa de un pastor) me animó amablemente durante ese tiempo: “Necesitas una iglesia que sea tu hogar, Tiffany. Necesitas tías y tíos, madres y padres”. Sus palabras resonaron en mi alma.
Varios meses más tarde, fui bautizada en una iglesia local. Me recibieron con los brazos abiertos —con verrugas y todo. Algunos de mis recuerdos más valiosos, conmovedores y poderosos involucran a la familia que he encontrado en la iglesia. Crecí lejos de la familia extendida, pero ahora tengo una familia en mi iglesia.
5. Para recordarnos nuestra esperanza viviente.
Es cierto, algunas iglesias han caído cautivas en el vivir para el status quo en vez de vivir para el que sostiene y se entrelaza en la historia humana (Salmo 90:1; Juan 1:14). Sin embargo, este no es el camino de una iglesia saludable. Una familia de iglesia que está esforzándose por la misión de Jesús está obligada a confiar en Dios por su presencia, poder y provisión (Mateo 28:18-20). La iglesia se reúne como un recordatorio de que solo podemos experimentar una misión fructífera cuando estamos unidos y sacando sustento de la vid verdadera (Juan 15). Su Palabra es nuestro pan diario.
Hay un millón de cosas buenas que tú y yo podríamos hacer que nos impedirían unirnos en brazos con el pueblo de Dios. Si estás pasivo: ¿pondrás una alarma con el propósito de unirte a adorar a Dios junto con una iglesia local este fin de semana? Te prometo que como tantas razones que podrías tener para no ir, hay aún más razones para confiar en Dios, comprometerse e ir cada semana.