Cuando el mal cavó su propia tumba
Cuando nos encontramos en medio de un sufrimiento intenso, es fácil perder nuestros puntos de referencia.
Preguntas surgen reflexivamente: ¿Está Dios realmente en control? ¿Cómo un Dios bueno puede permitir tanto dolor? ¿Es Dios bueno?
El dolor que sentimos puede hacer difícil incluso pensar correctamente. Necesitamos anclas que nos mantengan atados a la verdad para no irnos a la deriva cuando nos encontremos con el sufrimiento.
Dios controla todas las cosas, incluyendo el mal.
Cuando estamos experimentando dolor, uno puede verse tentado a exculpar a Dios diciendo que Él no tiene el control. El problema es que Dios no necesita ni quiere ser exculpado. La Escritura es clara con respecto a la soberanía de Dios sobre todas las cosas:
Acordaos de las cosas anteriores ya pasadas, porque yo soy Dios, y no hay otro; yo soy Dios, y no hay ninguno como yo, que declaro el fin desde el principio y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: “Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré”. (Isaías 46:9-10, LBLA)
Y la Escritura es clara acerca de la soberanía de Dios sobre el mal. “Si se toca la trompeta en la ciudad, ¿no temblará el pueblo? Si sucede una calamidad en la ciudad, ¿no la ha causado el Señor?” (Amós 3:6). E Isaías 45:7 dice: “el que forma la luz y crea las tinieblas, el que causa bienestar y crea calamidades, yo soy el Señor, el que hace todo esto”.
La fe cristiana no es un yin y yang dualista en el cual Dios y Satanás están luchando, casi igualados, sin saber quién va a ganar. No, Satanás es una criatura. Él no tiene poder en y de sí mismo, y todas sus obras existen bajo el poder y los propósitos de Dios. Aun cuando el mal pueda parecer aleatorio en su irracionalidad, y nos sintamos como que éste podría estar fuera del control de Dios, Dios no nos deja eximirle en cuanto a quién es quien tiene finalmente el control. La soberanía de Dios se extiende sobre todas las cosas, incluyendo el mal.
La soberanía de Dios sobre el mal no destruye nuestra responsabilidad moral por el mal que cometemos. Somos responsables por nuestras acciones, y Dios es soberano sobre ellas. La analogía de Dios como un autor es útil al explicar cómo la soberanía de Dios y la responsabilidad humana se relacionan, como Joe Rigney resume: “Dios es un Autor. El mundo es su historia. Nosotros somos sus personajes” (“Confronting the Problem(s) of Evil”).
Dios es bueno en todo lo que hace.
Así que, si Dios es soberano sobre el mal, ¿significa esto que Él no es bueno? Esto es una pregunta urgente debido al hecho del inmenso sufrimiento humano alrededor del mundo. Como todos sabemos, esto no es una pregunta hipotética para muchos de nosotros, sino intensamente personal.
La Escritura claramente dice que Dios es perfecto en todo lo que hace: “¡La Roca! Su obra es perfecta, porque todos sus caminos son justos; Dios de fidelidad y sin injusticia, justo y recto es Él” (Deuteronomio 32:4). Y Jesús dijo: “Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48).
La Escritura afirma la bondad de Dios en medio de un mundo caído. Al mismo tiempo, no hace la vista gorda a la maldad del mal. También afirma la soberanía de Dios sobre todas las cosas, incluyendo el mal y la bondad de Dios en todo lo que Él hace.
Nuestro Campeón supremo.
No es sorpresa que muchos sostengan que el problema del mal es un misterio. Y con razón. Hay mucho que no sabemos y no podemos saber. Pablo escribe: “¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).
Sin embargo, el mal no tiene la última palabra. De hecho, Dios ha hecho que el mal cave su propia tumba. Henri Blocher lo explica:
El mal es conquistado como mal porque Dios vuelve el mal contra sí mismo. Él hizo del crimen supremo, la muerte de la única persona justa, la mismísima operación que suprime el pecado... [Dios] atrapa al engañador en sus propias artimañas. El mal, como un judoca, aprovecha el poder del bien, el cual perfecciona; el Señor, como el supremo campeón, responde utilizando el mismo agarre del oponente (Evil and the Cross, 132).
Una razón por la cual el mal existe es para que Dios pueda redimir a un pueblo que le ame para su propia gloria. Y el acto más malo de la historia es paradójicamente el evento donde la redención es comprada y la esperanza es encontrada. Blocher explica:
En la cruz, Dios volvió el mal contra el mal y trajo consigo la solución práctica al problema [del mal]. Él ha hecho expiación por nuestros pecados, Él ha conquistado la muerte, Él ha triunfado sobre el maligno. Él ha sentado las bases para la esperanza (104).
La cruz muestra perfectamente la bondad de Dios y su soberanía sobre el mal. Y sólo en la cruz el mal ha sido conquistado.
Si dudamos acerca de su soberanía sobre el mal, miremos a la cruz (Hechos 4:27-28). Si dudamos acerca de su bondad, miremos a la cruz (Romanos 8:32). Y si nos sentimos sobrecogidos por la pena y el dolor, miremos a la cruz (Romanos 8:37). Hay esperanza.