A las hijas que han vivido en hogares quebrantados
Este mundo no es íntegro. Esta realidad desfiló dolorosamente delante de mí en el hogar quebrantado de mi infancia. Quizás ocurrió lo mismo en tu hogar.
Los padres cargan muchas responsabilidades en las espaldas de los niños; más allá de los límites sanos de lo que un niño puede aguantar. Nos celebran por ser "más sabios de lo que nuestra edad indicaría", pero nosotros conocemos el secreto: se debe a que nunca tuvimos la oportunidad de ser niños.
Algunos jovencitos aprenden —bajo las enseñanzas de hombre adultos— que las mujeres son objetos que se utilizan para el placer. Algunas jovencitas aprenden —bajo la enseñanza de mujeres adultas— que los hombres son escoria sobre la que escupir. Los miembros de la familia abusan y manipulan a los niños física, verbal o emocionalmente. Las mismas personas que deben protegernos nos ignoran y lastiman. Es la confianza la que se rompe fundamentalmente y nosotros luchamos para sobrevivir. Solos.
Padres que pelean violentamente. Padres y madres que se abandonan mutuamente. Padres que mueren. Los niños son culpados por circunstancias que les son totalmente ajenas. Nos convertimos en una esponja de la vergüenza y la repugnancia y absorbemos cada insulto y golpe.
No existe otro modo que no sea el de supervivencia.
Nada está oculto a Dios
Existen realidades desgarradoras para las hijas que quedan. Pero Dios está íntimamente familiarizado con cada momento de nuestro pasado, tanto de nuestros propios pecados como de la forma en que otros han pecado contra nosotras. Nada está oculto a sus ojos, ni nuestros deseos ni nuestros miedos en medio de la noche.
Debido a nuestro pasado, a menudo nos sentimos como "mercadería dañada". No actuamos según el guión estándar. No tuvimos la educación "correcta" o no participamos en el grupo de jóvenes "correcto" o no tuvimos la oportunidad de desarrollar las aptitudes o modales "correctos".
Los versos de la Biblia que se supone han de fortalecernos nos hacen sentir inseguras: "La mujer virtuosa es corona de su marido, mas la que lo avergüenza es como podredumbre en sus huesos" (Proverbios 12:4, LBLA). ¿Qué pasa si no tienes a uno o a los dos de tus padres? Satanás susurra que la excelencia significa la familia correcta, el estado social correcto, un pasado correcto.
Hermana, cuando Satanás miente en tus oídos, recuérdale a Rut.
Recuerda a Rut
Si la identidad y el valor de una mujer se basan en su familia y antecedentes, Boaz nunca hubiera considerado a una mujer de cultura pagana, especialmente una que estaba en la completa miseria. Y se hubiera perdido una joya. En cambio, el vio su fidelidad, el corazón de servicio por su suegra (por quien técnicamente no tenía ninguna obligación) y su persistente ética de trabajo. Era excelente en piedad.
En un acto impregnado del aroma anticipado de Jesus, Boaz vio a una pobre niña, quien probablemente había adorado a muchos ídolos durante su juventud en un país de paganos y que tenía poco que ofrecerle como novia, salvo su devoción por el Señor.
En lugar de repugnancia, vemos gracia y búsqueda. Lo vemos arroparla y redimir su honor cuando la toma como novia. Vemos a Cristo haciendo lo mismo con una iglesia que no podría encontrar, edificiar, trabajar, o labrarse un camino de buenas obras hacia Él, por ello Él la buscó y la arropó.
Hermana, no niegues tu trauma. Está bien admitir las heridas. Pero no está bien revolcarse en ellas cuando hemos sido sanadas por las heridas de nuestro Salvador.
No niegues las lágrimas que derramaste en silencio en la noche para que nadie te escuche. No niegues la frustración porque no recuerdas lo que es sentirse a salvo, la seguridad de ser amada y protegida. Pero sí, niega la creencia de que las cargas que acarreas son más fuertes que las palabras de tu Salvador: "Consumado es" (Juan 19:30).
Tú no eres menos
El amor de Dios no es como el amor humano, hermana (Romanos 8:38-39). Él ve nuestras heridas con más claridad que nosotros. Y él quiere remover el veneno de la desconfianza y la vergüenza y del miedo de nuestras heridas, que duelen con frecuencia, a veces mucho.
A lo único a lo que debemos temer es al Señor, quien puede destruir el cuerpo y el alma (Mateo 10:28), no a las percepciones de las personas (incluso creyentes) o de nuestros propios corazones. Si "el temor del Señor" es realmente el principio de nuestra sabiduría y belleza (Proverbios 9:10; 31:30), y si Dios es fiel, entonces aquellas de nosotras que emergemos de hogares quebrantados, que tememos, amamos y buscamos al Señor seremos llevadas por su Espíritu a cualquier lugar en que nuestros padres se quedaron cortos.
Los hogares cristianos no hacen buenos cristianos; nuestro buen Dios hace que los muertos vivan. Nadie, de un hogar quebrantado o no, nace de nuevo sin Él.
Hermana, ni por un minuto creas que eres menos en Cristo debido a tu historia. Todas somos nuevas creaciones, no importa nuestro pasado (2 Corintios 5:17). Tú eres vista. Eres amada. Eres valorada. Un día, todas las cosas que han causado tus lágrimas parecerán como aflicciones efímeras y livianas (2 Corintios 4:17). Un día, serás completa, como Él y con Él.