El don no deseado de la soltería
Deseaba conseguir marido en la universidad. En vez de eso, conseguí una licenciatura en Ciencias Políticas.
Nunca fui el tipo de chica que soñaba con casarse. Ingresé a la universidad soltera, lista para conquistar el mundo. Tenía a Cristo, estaba recibiendo una buena educación y me sentía contenta. Los deseos de formar una familia vivían en algún lugar allá afuera, en la tierra de los treinta y tantos años.
En algún punto de la carrera universitaria, mis amigos de la infancia comenzaron a comprometerse, casarse y luego embarazarse. Muy rápidamente, empecé a sentirme identificada yo también con la expresión “no es bueno que el hombre esté solo”.
Una mañana, vi una publicación de otra amiga más que anunciaba que se había comprometido. Era una buena amiga y estaba feliz por ella. Empecé a llorar. Sin embargo, me di cuenta de que las lágrimas que brotaban de mis ojos no eran por la felicidad que sentía por ella. Eran porque deseaba ser yo quien estaba anunciando su compromiso, y no ella.
En ese momento, me di cuenta de que todo lo que deseaba era casarme y formar una familia. La descripción del empleo de esposa y mamá de repente se veía mejor que cualquier otro empleo que mi diploma pudiera valerme.
Así comenzó mi batalla con el descontento y la soledad.
La batalla con la soledad
Más pronto de lo que esperaba, conocí a alguien. Por un año y medio, nuestra amistad fue creciendo y haciéndose cada vez más profunda, y parecía que nos encaminábamos a una relación seria. Comencé a poner mis esperanzas en él, creyendo que él era el cumplimiento de mis nuevos deseos. Luego, dentro del plazo de una semana, ambos confesamos nuestros sentimientos el uno por el otro... y días después, terminamos con nuestra amistad y con toda posibilidad de avanzar como pareja.
Batalla con el descontento y la soledad, segundo round.
Las mujeres mayores me aconsejaban que sacara provecho de mi tiempo de soltera. No fue un consejo inoportuno, aunque fue un consejo confuso para procesarlo emocionalmente. Siendo una persona que hacía poco tiempo veía pocas desventajas en la soltería, ahora me estaba costando ver alguna ventaja en seguir soltera.
El regalo de la soltería es Dios
En su libro Let Me Be a Woman (Déjenme ser mujer), Elisabeth Elliot habla del don de la soltería y escribe:
Habiendo pasado ya más de 41 años soltera, he aprendido que en verdad es un don. No uno que yo elegiría. No uno que muchas mujeres elegirían. Pero recuerden: nosotros no elegimos nuestros dones. Nos son otorgados por un Dador divino que sabe cómo va a ser el fin desde el comienzo, y quiere, por encima de todo lo demás, darnos el don que es Él mismo.
La valoración y la exhortación honesta de Elliot sobre el don de la soltería es un bálsamo para el alma de la mujer que tampoco desearía ni elegiría permanecer soltera.
Ella concluye sus pensamientos diciendo: “Es dentro de la esfera de las circunstancias donde Él elige que nosotras —solteras, casadas y viudas— lo recibamos a Él. Es en ese lugar y no en ningún otro donde Él se da a conocer a nosotras. Es allí donde tenemos la posibilidad de servirlo”.
La perspectiva de una mujer soltera
Elisabeth Elliot y el apóstol Pablo tuvieron una forma similar de abordar el don de la soltería. En un pasaje muy conocido, Pablo exhortó a los solteros que usaran sus dones de soltería como una plataforma para el servicio, con el fin de “promover lo que es honesto y para asegurar [nuestra] constante devoción al Señor” o, como dice la Biblia Dios Habla Hoy, “para que vivan de una manera digna, sirviendo al Señor sin distracciones” (1 Corintios 7:35).
En la práctica, vivir soltera sin distracciones me parecía una paradoja. Estaba distraída por la mentira de que lo mejor de la vida nunca llegaría. Estaba distraída por los pensamientos de que solamente podría alcanzar la cumbre de mi felicidad del otro lado del matrimonio, y que yo quizás nunca llegaría allí. Comencé a prescribir para mí misma una forma de pensamiento sutil pero peligrosa que decía que la felicidad completa en la vida de cualquier persona sólo podía venir en forma de matrimonio.
Sin embargo, Salmos 16:11 no dice que en el matrimonio está la plenitud de gozo. En vez de eso, el salmista dice: “En tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre”.
Las formas inesperadas de los dones de Dios
Este pasaje y su promesa de gozo es la razón por la que Elisabeth Elliot puede asegurar a las mujeres solteras que la soltería es realmente un regalo. En vez de ver la soltería como un recordatorio flagrante de que carezco de algo, veo que el don es bueno porque el Dador de los dones es bueno. Si ser soltera me permite tener el don que es Él, y si en Él hay plenitud de gozo, no puede negarse de ninguna manera que la soltería es un don.
Entender el don de la soltería es entender la relación entre el servicio y la felicidad; que cuando una vida está dedicada al servicio de un Dios santo, hay felicidad; que cuando hallamos la felicidad en la presencia de un Dios santo, el servicio se desborda. Como en el matrimonio, estas verdades son dos experiencias distintas que se juntan diariamente para hacerse una.
Cuando el servicio y la felicidad se fusionan, hay menos espacio en mi corazón para el descontento o la soledad, porque la mirada de mi corazón está puesta afuera y arriba. Cuando el servicio a Cristo y el gozo en Cristo están casados en mí, soy capaz de ver que todo don que Él da es bueno, incluso cuando no viene en forma de anillo de diamantes.