Deténganse y disfruten de lo ordinario
Es viernes por la tarde. Dios nos ha ayudado a sobrellevar otra semana de trabajo y nos espera un nuevo fin de semana. Para muchos de nosotros estos dos días están libres de compromisos laborales. Es la oportunidad de descansar y disfrutar del ocio y de utilizar el tiempo para pensar acerca de nuestras vidas en la historia soberana de Dios.
Afortunadamente, no estamos a merced de nuestra propia especulación. Dios escribió un libro y dentro de ese libro hay otro libro, el libro de Eclesiastés.
Eclesiastés es realista. Nos enseña que la vida bajo el sol suele ser vacía, inútil y absurda, y, aun así, tampoco nos lleva al abismo de la desesperación. La conclusión del libro funciona como una lente, la perspectiva, bajo la cual debe ser leído todo el libro. “La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo”. (Eclesiastés 12:13-14, LBLA). Cuando entendemos que este mundo no es el paraíso terrenal, recordamos que nada es más importante que una buena relación con Dios.
Eclesiastés nos recuerda nuestras limitaciones y que no somos infinitos. En Eclesiastés 3:11 leemos, Dios “ha hecho todo apropiado a su tiempo. También ha puesto la eternidad en sus corazones; sin embargo, el hombre no descubre la palabra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin”.
El gozo de la belleza
La vida es una combinación de belleza y misterio. Vemos la belleza de la vida en las olas del océano golpeando la orilla, en la lluvia cayendo en cascada durante una tormenta y al ver los rayos del sol atravesar los árboles mientras vamos de excursión por el bosque. Vemos la belleza del mundo creado, pero al mismo tiempo anhelamos la eternidad. Deseamos algo que va más allá del tiempo. Sentimos que hay algo más que esta vida.
Este año observaba un lirio de color morado intenso y pensé en lo indescriptiblemente hermoso que era. Deseaba que la belleza de la flor estuviese en mí. Nos damos cuenta que esa belleza es encontrada solo en el mismo Dios, en Jesucristo. Él es hermoso y nos brinda belleza en el agua viva de unión con él, la cual detendrá la sed de nuestras almas (Juan 4:14).
El misterio de la vida
Notemos que aun cuando Dios ha puesto en nuestros corazones el deseo por la eternidad y por la belleza, nuestras vidas tienen muchos misterios que no podemos entender. Sentimos la belleza en el mundo que Dios ha creado; no podemos dominar nuestras vidas.
Por lo general, no podemos seguir el tejido de la obra de Dios. La vida no siempre tiene sentido. No podemos enderezar lo que está torcido (Eclesiastés 7:13). La vida está llena de muchos rompecabezas, misterios y sufrimientos que no podemos resolver.
No podemos explicar por qué mueren bebés, por qué sufren los devotos, mientras los malos se salvan. Muchas de las preguntas más profundas de la vida van más allá de nuestra compresión. Ninguno de nosotros puede expresar lo que Dios está haciendo de principio a fin.
Sabemos que Dios hace todo por su gloria. No siempre podemos entender cómo ciertos eventos en nuestras vidas le traen gloria al final. Como dijo Pascal, “El último paso de la razón, es el de reconocer que existen una infinidad de cosas que la superan”.
El gozo de la vida
Eclesiastés nos enseña que la vida en la tierra está llena de sufrimientos y tragedias. Pero al mismo tiempo nos llama a disfrutar la vida diaria. El llamado a disfrutar la vida es un tema recurrente en el libro (Eclesiastés 2:24–26; 3:12–13, 26; 5:18–20; 7:14; 8:15; 9:7–10; 11:9–10). En el capítulo 3, encontramos las siguientes palabras, “Sé que no hay nada mejor para ellos que regocijarse y hacer el bien en su vida; además, que todo hombre que coma y beba y vea lo bueno en todo su trabajo, eso es don de Dios” (Eclesiastés 3:12-13). No se nos está diciendo que comamos, bebamos y seamos felices, porque mañana moriremos (cf. 1 Corintios 15:32). En lugar de eso, nos dice cómo vivir nuestras vidas en esta era actual llena de maldad.
Dios nos da tiempo para disfrutar del fruto de nuestro trabajo, así seamos trabajadores asalariados activos o amas de casa ocupadas de los hijos durante toda la semana. Cualquiera que sea nuestra etapa de vida, Dios intenta que sintamos gozo por nuestro trabajo.
El gozo de la humildad
La clave para el gozo es la humildad. Dios nos llama a tener contentamiento como criaturas. El orgullo nos lleva a querer ser dioses, pero la humildad acepta la verdad de que no podemos dominar el tiempo. Somos criaturas de carne y sangre, somos hechas de polvo. Así que todos los días aceptamos nuestro trabajo de parte de Dios. Ser una criatura significa que no podemos descifrar todos los misterios del universo, pero podemos vivir, trabajar y descansar en Dios.
Le damos gracias a Dios por lo que nos ha llamado a hacer. Le damos gracias por los trabajos que tenemos. No dominamos la vida y no sabemos qué traerán los días que vienen. Pero depositamos nuestra confianza en Dios y comemos y bebemos todos los días con alegría. Damos gracias por el pan de cada día. Encontramos felicidad en las cosas simples de la vida: en caminar, hacer ejercicio, ir a la iglesia con regularidad y en reunirnos con amigos. Si nuestros días son buenos, si nos libramos del sufrimiento, es un regalo de Dios. Los días simples tienen su propia gloria. Cada trozo de pan con mermelada es un regalo de Dios. Cada manzana dulce y cada clementina deliciosa. Cuando recibimos la vida como un regalo de Dios, vemos la gloria en lo ordinario.
Gozo extraordinario en lo ordinario
A los esposos les leemos “Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida fugaz que Él te ha dado bajo el sol, todos los días de tu vanidad, porque esta es tu parte en la vida y en el trabajo con que te afanas bajo el sol” (Eclesiastés 9:9).
Como escribiera G.K. Chesterton, “Lo más extraordinario en el mundo es ver a un hombre ordinario y su esposa ordinaria y su hijos ordinarios”.
Hay gloria y felicidad en las cosas ordinarias.
Eclesiastés dice, “No intenten descifrar y entender la razón de todo lo que pasa en el mundo”. Va más allá de nuestras habilidades, “las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios” (Deuteronomio 29:29). Cuando los días son buenos, disfrútenlos. Disfruten con sus esposas, familias y amigos los días que Dios les ha dado.
Recíbanlos como un regalo de Dios y vean la bondad de Dios en esos días.