La cocina de la gracia y la Gran Comisión
En Indonesia existe una historia acerca de la predicación del Evangelio a los nativos. Cada día los misioneros llegaban a la aldea y trataban de reunir a la gente para predicarles las buenas nuevas. No muchos de los aldeanos escuchaban. La mayoría ni prestaba atención.
Pasaron algunos meses hasta que se dieron cuenta de que cada vez que el jefe de la tribu quería hablarles o anunciarles algo, él se colocaba junto a una hoguera donde los nativos cocinaban batatas durante horas.
La gente se juntaba alrededor del fuego a comer las batatas mientras escuchaban a su líder hablar. Notando esta tendencia, los misioneros decidieron juntar algunas batatas y cocinarlas alrededor del fuego. Luego, con gran autoridad y rodeados de batatas, Don Gibson y Gordon Larson se arrimaron al círculo de fuego y comenzaron a predicar el Evangelio. Los aldeanos escuchaban con atención mientras comían, sus corazones cambiaban, y no pasó mucho tiempo hasta que el jefe de la tribu llamo a destruir los ídolos sagrados de sus ancestros.
La simpleza del sustento
¡Qué simple es esto! No fue una nueva explicación de un texto o una señal milagrosa de los cielos, o una secreta táctica para traspasar culturas, simplemente batatas. Se pueden comprar batatas por menos de un dólar en el mercado.
El comer es una de las necesidades más básicas. Todos necesitamos comer para vivir. Los alimentos tienen la habilidad única de juntar a la gente porque no podemos evitarlo. Por esta razón, la comida es la manera más simple de hospitalidad. Juntarse alrededor de la comida no es un concepto nuevo. Ha estado cerca de nuestra idiosincrasia juntos desde la iglesia primitiva. Nuestro Salvador alimentó a las masas, no sólo con la buena enseñanza, sino también con pan físico y real. Y en la noche antes de su muerte –el día más importante de la historia— Él presenta la cena del nuevo pacto, la cual la iglesia ha compartido desde entonces.
El lenguaje comestible y efectivo del amor
Cuando compartimos la comida con alguien, estamos compartiendo vida con ellos. Todos debemos comer. La comida nos pone a todos al mismo nivel. Desde los de sangre azul, los constructores, los empresarios que visten trajes con chaleco y cierran negocios multimillonarios, hasta los desamparados que están por las calles —todos necesitan alimentos. La comida tiene el poder de derribar los muros de división y crear lazos de amor y unidad.
Lo que Gibson y Larson hicieron no fue revolucionario. Fue simple. Ellos notaron que las batatas eran un medio de conversación. Y la misma clase de interacción que transforma vidas podría empezar con solo ofrecer a un amigo ir a almorzar. Un sándwich, una ensalada o un burrito podría ser la moneda que abra la puerta del corazón de alguien, y con una puerta abierta tenemos la oportunidad de ofrecerles también El Pan de Vida.
Encuentra la hoguera en tu vida, invita a tus amigos, vecinos, compañeros de trabajo, y se valiente para hablarles del evangelio mientras comen juntos. Las comidas compartidas con intención tendrán su lugar en el cumplimiento de la Gran Comisión.