Mujeres con Valor para Los que No Cumplen las Promesas
Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres al observar vuestra conducta casta y respetuosa. Y que vuestro adorno no sea externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios. Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor.Y vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.
El texto de esta mañana es un llamado a las mujeres para que sean mujeres con valor – especialmente aquellas que están casadas con los que no cumplen las promesas. En el versículo 1, pueden ver lo que quiero decir por “los que no cumplen las promesas”. Allí, Pedro habla sobre esposas que están casadas con hombres que “son desobedientes a la palabra”. En el versículo 6, pueden ver lo que quiero decir con “mujeres con valor”. Las mujeres que están casadas con aquellos que no cumplen las promesas son llamadas hijas de Sara (la esposa de Abraham) y que no se sienten amedrentadas por ningún temor. Una mujer con valor no actúa por miedo. Ella conquista el miedo.
Las Siete Promesas del Cumplidor de Promesas
El texto se refiere a mujeres con valor para los que no cumplen las promesas. La mayoría de ustedes sabe que uso el término "cumplidor de promesas" por el extraordinario movimiento que reunió a 250.000 hombres este verano, en diferentes estadios de todo el país, para venerar juntos y para volver a comprometerse a ser lo que se supone que los hombres cristianos deben ser. La clase de hombre que se describe en el versículo 7: “Y vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas”. Este verano, diez mil de ellos hicieron siete promesas, como punto culminante del Ministerio de los Cumplidores de Promesas: 1
- Honrar a Jesucristo a través de la adoración, la oración y la obediencia a la Palabra de Dios en el poder del Espíritu Santo.
- Buscar relaciones vitales con algunos otros hombres, entendiendo que necesitan hermanos para que los ayuden a cumplir sus promesas.
- Practicar la pureza espiritual, moral, ética y sexual.
- Construir matrimonios y familias sólidas por medio del amor, la protección y los valores bíblicos.
- Apoyar la misión de la iglesia honrando y orando por este pastor, y dando activamente su tiempo y recursos.
- Llegar más allá de cualquier barrera racial y sectaria, para demostrar el poder de la unidad bíblica.
- Influir en su mundo, siendo obediente al Gran Mandamiento y a la Gran Comisión.
Esos son compromisos bíblicos buenos y sólidos. Y casarse con un hombre así sería algo bueno. O ser una persona soltera en una iglesia llena de esa clase de hombres, también sería una cosa maravillosa. Pero, la Biblia es muy realista. Algunas mujeres cristianas no van a casarse con hombres cumplidores de promesas. Van a casarse con los que no las cumplen.
El Realismo de la Biblia
Mientras el poder del reino avanza por el mundo convirtiendo gente – sacándolos de la rebelión y la incredulidad, para introducirlos en la sumisión y la fe – no siempre convierte juntos a la pareja casada. A veces uno se convierte y el otro no. Recuerden lo que dijo Jesús: “¿Pensáis que vine a dar paz en la tierra? No, os digo, sino más bien división. Porque desde ahora en adelante, cinco en una casa estarán divididos; tres contra dos y dos contra tres” (Lucas 12:51-52).
Y Pedro dice en este texto que, a veces, la esposa está en el grupo de los dos que se convirtieron y el marido está en el grupo de tres que no lo están. Están en lados opuestos. Este texto se refiere a la manera en que las esposas cristianas deben vivir en esa situación.
¿Qué Pasa con el 90% que No Está en Esta Categoría?
Sé que, al menos, el 90% de las personas en esta sala no están casadas con hombres que no cumplen las promesas, porque no están casadas en absoluto, o son hombres o mujeres que están casados con personas creyentes. La pregunta es: ¿ese 90% tiene que dejar de prestar atención, mientras hablo sobre las mujeres con valor para los incumplidores de promesas? No creo que esa fuera la intención de Pedro, cuando escribió 1 Pedro 3:1-6. Lo cual podría ser la razón por la que escribió de la manera que lo hizo. Lo escribió para que haya una guía específica para las mujeres que están casadas con los no creyentes; pero también lo escribió para que la base de su relación con su marido sea la misma base que podamos tener todos nosotros - y debemos tener – en todas nuestras relaciones.
Por eso, déjenme hablarles directamente a las esposas que están casadas con los incumplidores de promesas, para luego ampliar su aplicación a todos nosotros.
“Estad Sujetas a Vuestros Maridos”
En el versículo 1, lo primero que Pablo le dice a las esposas que están casadas con no creyentes es: “Estad sujetas a vuestros maridos”. Luego lo repite en el versículo 5: “Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos”.
Es una gran tristeza que, en nuestra sociedad moderna, los roles complementarios de autoridad para el marido y la sumisión para la esposa, de acuerdo a la Biblia, son despreciados o simplemente no se consideran por miedo a ser insultados. Algunos simplemente los descartan como restos culturales sub-cristianos del siglo primero. Otros los distorsionan o hacen un uso erróneo de ellos – de hecho, una vez, yo estuve sentado en mi oficina con un marido que creía que la sumisión significaba que su esposa no debía ir de una habitación a otra de la casa sin pedirle permiso.
Seis Cosas que No Significan Sumisión
La verdad yace entre estos dos extremos, y 1 Pedro 3:1-6 es tremendamente eficiente al explicar qué es sumisión y qué no lo es. Consideren seis cosas que no significan sumisión.
1. Estar de Acuerdo en Todo
Sumisión no significa estar de acuerdo en todo lo que dice su esposo. Lo pueden ver en el versículo 1: ella es cristiana y él no. Él tiene un conjunto de ideas de la realidad primordial. Ella tiene otro. Pedro la convoca a ser sumisa, al mismo tiempo, asume que ella no se someterá al punto de vista de su marido sobre lo más importante del mundo – Dios. Por lo tanto, la sumisión no significa estar de acuerdo con todo lo que el marido cree.
2. Dejar el Cerebro o la Voluntad en el Altar
La sumisión no significa dejar el cerebro o la voluntad en el altar de la boda. No es la incapacidad o la falta de voluntad de pensar por sí misma. Aquí hay una mujer que escuchó el evangelio de Jesucristo. Reflexionó sobre él. Valoró las demandas de Jesús. Asimiló en su corazón su belleza, valoró a Cristo y a su obra, y lo eligió. Su marido también lo escuchó. De otra manera, Pedro no hubiera dicho que él “desobedeció la palabra”. Él escuchó la Palabra y reflexionó sobre ella. Y no eligió a Cristo. Ella pensó por sí misma y actuó. Pedro no le dice a ella que se retracte de ese compromiso.
3. Evitar Todo Esfuerzo para Que un Marido Cambie
Estar sujeta no significa evitar todo esfuerzo para que el marido cambie. Todo el sentido de este texto es decirle a la esposa como “ganar” a su marido. El versículo 1 dice: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados”. Si no le prestaron atención al contexto bíblico, podrían decir: “Sumisión tiene que significar aceptar al marido tal como es y no tratar de cambiarlo”. Pero, si consideran el contexto, van a llegar a la conclusión que la sumisión, paradójicamente, es una estrategia para cambiarlo.
El objetivo de este texto es ayudar a las esposas a producir el cambio más profundo en sus maridos que se puedan imaginar – la transformación de ser un incrédulo espiritualmente muerto a ser un creyente espiritualmente vivo. La sumisión no expresa: “Renuncio a todos los esfuerzos para cambiar a mi marido”. Lo que expresa lo vamos a ver en un momento.
4. Poner la Voluntad del Marido por sobre la de Cristo
La sumisión no significa poner la voluntad del marido por sobre la de Cristo. Claramente, el texto enseña que la esposa es una seguidora de Jesús, antes que y por encima de ser una seguidora de su marido. Él va por el camino de la incredulidad. No lo sigue a él en eso, porque ella ha sido llamada a ser una discípula de Jesús. La sumisión a Jesús relativiza la sumisión a los maridos – y a los gobiernos, empleadores y padres. Cuando Sara llama “señor” a Abraham, en el versículo 6, es “señor” con letra “s” minúscula. Es como “sr.”. Y la obediencia que le presta es una obediencia secundaria, por debajo, a causa de, y filtrada a través de la obediencia al SEÑOR, con letra “L” mayúscula.
5. Recibir del Marido Fuerza Personal y Espiritual
La sumisión no significa que una esposa recibe fuerza personal y espiritual de su marido. Ciertamente, un buen marido debería desde luego fortalecer, alentar y sustentar a su esposa. Debería ser una fuente de fuerza. Hay maneras en las que la esposa es un “vaso más frágil”, como dice el versículo 7. Pero lo que este texto muestra es que, cuando le falta el apoyo espiritual y el liderazgo del marido, una esposa cristiana no carece de fortaleza. La sumisión no significa que ella depende de él para suplir su fuerza de fe, de virtud y de carácter. El texto considera justamente lo opuesto. Es convocada a desarrollar su solidez en la fe, la virtud y el carácter, no de su marido sino para su marido. El versículo 5 dice que tiene puesta su esperanza en Dios, no en su marido.
6. Actuar por Miedo
Finalmente, la sumisión no significa que una esposa tiene que actuar por miedo. El versículo 6 dice: “Vosotras habéis llegado a ser hijas de ella [de Sara], si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor”. En otras palabras, la sumisión es libre, no obligada por el miedo. La mujer cristiana es una mujer libre. Cuando se somete a su marido – sea éste creyente o no – lo hace en libertad, no por miedo.
Lo que la Sumisión Significa
¿Qué es, entonces, la sumisión? Es la disposición para aceptar la autoridad del marido y la inclinación a rendirse a su liderazgo. Es la actitud que expresa: “Me agrada que tomes la iniciativa en la familia, cuando tomas responsabilidades y nos guías con amor. No prospero cuando eres pasivo y me tengo que asegurar que la familia funcione”. Pero, la actitud de la sumisión cristiana también dice: “Me aflige cuando te atreves a cometer actos pecaminosos y quieres que yo también lo haga. Sabes que no lo puedo hacer. No quiero oponerme a ti. Por el contrario, prospero más cuando puedo reaccionar creativamente y alegremente a tu dirección; pero no puedo seguirte en el pecado, por más que me encante honrar tu liderazgo en nuestro matrimonio. Cristo es mi Rey”.
La Base de Todas las Relaciones
Lo que hace que todo esto sea relevante para todos nosotros es que la base que Pedro da a todas estas esposas es la que puede y debe existir en todas nuestras relaciones – especialmente con los no creyentes. Lo voy a mencionar rápidamente.
1. Dios como Fuente de Fuerza
El origen de la fuerza de ella y de la nuestra no somos nosotros mismos o nuestra familia, sino Dios. Versículo 5: “Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos”.
El secreto de prosperar en relaciones difíciles no es recibir la fuerza de esas relaciones, sino de Dios. Tener esperanza en Dios. Encomendar a Dios todo el amor, la seguridad y la alegría que se anhela. Entonces, podemos obtener la fortaleza para otros – creyentes o no creyentes en nuestra vida.
2. Convertirse en Personas Amables, Tranquilas y Sin Miedo
Dejen que la esperanza en Dios obre en su interior y los convierta en personas amables, tranquilas y valientes. Les estoy hablando a hombres y mujeres. Tendrá una expresión y forma distintas y complementarias en hombres y mujeres, pero existirá en ambos, si tienen esperanza en Dios y no en sí mismos o en otras personas o circunstancias. Los versículos 3 y 4 nos muestran el camino: “Y que vuestro adorno no sea externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios.”
En otras palabras, cuando tienen esperanza en Dios, no están inmersos en las apariencias, como el maquillaje, los peinados, los aros y la ropa. Están concentrados en convertirse en personas profundas, decididas, fuertes, tranquilas, amables y valientes – lo que yo llamo una mujer con valor. O un hombre con valor. Eso es lo que empieza a suceder cuando fijan la esperanza en Dios y no en los hombres.
3. Un Comportamiento Encantador
Las personas que tienen esperanza en Dios, y se convierten en personas profundas, tranquilas, fuertes, amables y valientes en su interior, comienzan a actuar exteriormente con pureza, reverencia y humildad, sirviendo a otros de una forma que es visiblemente encantadora.
Pueden ver que eso es lo que persigue Pedro en los versículos 1b-2. Quiere que el marido se convenza. Quiere que se salve – para ser un co-heredero, junto con su esposa, de la gracia de vida (como dice el versículo 7). Observen cómo espera que esto suceda: “[Para que] puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres,2 al observar vuestra conducta casta y respetuosa”. El “yo interno”, del versículo 4, se hace visible. Aquello en que se convierten en su interior, al tener esperanza en Dios, se demuestra con una conducta que es pura, respetuosa y encantadora.
Seamos Todos como las Mujeres Santas de Antaño
Algunos están casados con incumplidores de promesas. Todos conocemos o nos relacionamos con algunos de ellos. Cada vez más, la responsabilidad y la pasión de nuestro corazón debe dedicarse a ganarlos para Dios y para que tengan alegría eterna.
Para ese fin, convoco a todos a que seamos como la mujer santa de antaño y a tener esperanza en Dios, no en el marido, la esposa, los hijos, el empleo, el seguro, la inversión o el gobierno, sino en Dios.
Y de esa gran seguridad en Dios, cultivar un interior inmarcesible como personas profundas, tranquilas, estables, calmas, fuertes y valientes, lo cual Pedro dice que es tan valioso para Dios. Sean hombres y mujeres de santidad, de valor centrado en Dios.
Y de esa persona interior, dejen que su conducta sea cada vez más pura, reverente y servidora- por si, de alguna forma, podamos ganar a algunos incumplidores de promesas para Cristo y su Reino.
1 Estas promesas fueron tomadas de Seven Promises of a Promise Keeper [Las siete promesas del cumplidor de promesas], de Al Janssen y Larry K. Weeden, eds. (Colorado Springs, Focus on the Family Publishing, 1994), p.8.
2 Sabemos que Pedro se refiere a los maridos no creyentes en 3:1, puesto que “desobedientes a la Palabra”, en 1 Pedro, no significa que no son buenos maridos, significa que no son cristianos. Lo sabemos porque, en 1 Pedro 2:8, aparece la misma frase “desobedientes a la Palabra”, y podemos ver en 2:7 que a estas personas se las denomina “los que no creen”. Vean también 1:23 y 4:17.