¿Quién es este hombre dividido? parte 5
Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 21Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24¡Miserable de mí! 25Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
¿Es la experiencia de este hombre dividido En Romanos 7:14-25, la experiencia de Pablo, su renacimiento como cristiano—y por tanto una ilustración de parte de nuestra propia experiencia cristiana—o es este hombre dividido una descripción de Pablo antes de su conversión? Hemos respondido que: Es una experiencia cristiana. Y por lo tanto, aquí hay mucho que aprender acerca de quienes somos como cristianos. ¡Y Oh, cuán crucial es que nos conozcamos verdaderamente, no sea que nos volvamos orgullosos con la presunción de que en esta vida podemos alcanzar la perfección, o desesperanzados con la idea de que es imposible alcanzar la perfección en esta vida! Pastoralmente, el gran objetivo de este mensaje de Romanos 7, es alejarle de la presunción para acercarle a la humildad; y alejarle de la desesperación para acercarle a la esperanza.
Les he dado siete razones, hasta aquí, para que puedan ver el pasaje de este modo. Hoy les daré dos argumentos más, y entonces terminaremos con Romanos 7 el domingo próximo—al menos ese es mi plan. Y, como siempre, el objetivo no es meramente argumentar a favor del punto de vista de que este pasaje trata sobre una experiencia cristiana, sino explicar el punto de vista, y mostrar su relevancia para todos nosotros. Usualmente las razones para creer en algo explican mejor aquello en lo que se está creyendo. Mi esperanza es que ocurra eso en el día de hoy—con un efecto de humilde esperanza y esperanzadora humildad en nuestras vidas.
8. Este Cuerpo de Muerte
Alguien podría preguntar, «¿Puede un verdadero cristiano clamar a viva voz las palabras del versículo 24b?: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”». Mi respuesta a esto es: «¿Es posible que un verdadero cristiano NO grite, “Quién me librará de este cuerpo de muerte”?».
Por supuesto el grito debe ir acompañado por la respuesta que se da al mismo, en las siguientes palabras del versículo 25, “¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!”. En otras palabras, Dios me librará de este cuerpo de muerte. Y lo hará por medio de Jesucristo Señor nuestro.
Pero debemos preguntarnos, ¿Qué significa el hecho de que no seamos liberados ahora de este cuerpo de muerte? Eso es lo que hace que algunos se detengan vacilantes a considerar el hecho de que un creyente debe pensar de sí mismo como un ser que no es libre, o que está cautivo en un “cuerpo de muerte”. ¿Qué significa eso? ¿Y qué quiere decir Pablo con ser liberado de este cuerpo de muerte?
Primero, asegurémonos de dejar claro que es lo que Pablo no quiere decir con esto. Alguien podría escuchar a Pablo hablar de querer ser liberado de ese cuerpo de muerte, y pensar que Pablo considera al cuerpo como malo y al espíritu como bueno, y que la salvación consiste en que el espíritu salga volando libre del cadáver. Hay muchas filosofías que piensan así acerca del cuerpo y el espíritu, el mundo material y el mundo inmaterial. El espíritu es bueno. El Cuerpo es malo. Lo material del universo es irreal y gravoso. Pero lo inmaterial—el espíritu—es real y bueno. La salvación consiste en despojarse de la materia para ser agarrado y unido al Espíritu universal.
Esto es precisamente lo que el cristianismo no enseña. Pablo se enfrentó a esa clase de enseñanza acerca del mundo material y el cuerpo. Él fue enfático al negar esta enseñanza. Por ejemplo, cuando algunos en Corinto dijeron que ciertos alimentos eran impuros, Pablo dijo en 1ra a los Corintios 10:25-26: “Comed de todo lo que se vende en la carnicería sin preguntar nada por motivos de conciencia; 26 porque del Señor es la tierra y todo lo que en ella hay”. En otras palabras, Dios lo hizo, Dios es el dueño de ese alimento, y por ende es bueno. Ustedes son libres de comerlo.
¿Pero qué hay del cuerpo? En 1 Corintios 6:13 Pablo dijo, “el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo”. El cuerpo no es un pedazo de junco del que nos gustaría deshacernos al morir. El cuerpo está diseñado por Dios, y para Dios: “el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo”. En 1 Corintios 6:19b-20, Pablo dice, “y que no sois vuestros? 20 Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Cristo murió para comprar nuestro cuerpo. ¿Para qué? El cuerpo no es nuestro. Lo tenemos como una inversión para un propósito postrero: para usarlo de modo que mostremos a Dios como el tesoro que todo lo satisface —para glorificar a Dios. Para eso es el cuerpo. (ver Filipenses 1:20; Romanos 6:13, 19).
Resurrección, no es Deshacerse Del Cuerpo
Es por eso que la esperanza del cristiano está en la resurrección del cuerpo, no en deshacerse del cuerpo. Usted tendrá un cuerpo por siempre y para siempre. Si la esperanza del los cristianos radicara en ser liberados de la maldición del cuerpo, entonces Pablo no nos hubiera enseñado que nuestros cuerpos serán levantados de la muerte. En Filipenses 3:21 Pablo dice, “el cual [Cristo] transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria”. Usted tendrá un cuerpo en la resurrección por siempre y para siempre—ya sea un cuerpo glorioso y satisfecho en el reino de Dios, o un horrible cuerpo de sufrimiento en el infierno.
Así que cuando Pablo dice en Romanos 7:24b “¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?” no quiere decir que el cuerpo es malo y que la salvación está en deshacerse del mismo, como una mariposa se despoja del capullo ¿A qué se refiere Pablo? ¿A qué hace referencia “este cuerpo de muerte”?
Pablo quiere decir, por lo menos, dos cosas: Primera, el cuerpo va a morir por que todos heredamos la maldición de Adán (Romanos 5:12); y segunda, el cuerpo une fuerzas con el pecado y lleva fruto para muerte (Romanos 7:5). El cuerpo va a morir porque todos somos criaturas caídas; y el cuerpo va a morir porque es traidor. El cuerpo se asocia con el pecado para llevarnos a la esclavitud una y otra vez (Romanos 6:13). Así que el cuerpo es un “cuerpo de muerte” no porque intrínsicamente sea malo, sino porque está caído y se vende al mal.
Pablo explica este término de “cuerpo de muerte” unos versículos después, en Romanos 8:10. Dice, “Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia”. Este cuerpo es tan bueno como la muerte. El cuerpo va a morir. Ese es el efecto de la maldición.
Entonces qué es lo que está pidiendo Pablo a gritos cuando dice en Romanos 7:24, “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”. Él no está pidiendo la separación del cuerpo y el espíritu. Eso lo podría lograr con un suicidio. Pablo está pidiendo ser librado de las tentaciones de este cuerpo, ahora; y finalmente, la redención de su cuerpo en la resurrección. Romanos 8:11 continúa para decir, “Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros”. Nuestro cuerpo será resucitado. Eso es lo que Pablo anhela—un cuerpo de resurrección redimido.
En otras palabras, la redención —la liberación— que Cristo compró en la cruz nos es aplicada por etapas, no de una sola vez. Lo vimos en Romanos 8:10, el espíritu esta vivo y nunca morirá, pero el cuerpo está condenado a muerte. Vea la forma en que Romanos 8:23 lo dice: “Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo”. Nuestra redención llega a nosotros por etapas: Ahora, ya tenemos el Espíritu Santo. Y ahora, ya tenemos nuestros espíritus vivos debido a la justicia de Cristo. Pero aún gemimos. ¿Por qué? Porque tenemos que esperar a que nuestros cuerpos sean redimidos. ¿Cuándo ocurrirá? En la resurrección.
“¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”. Ese es el verdadero clamor de un santo cristiano. No porque no estemos redimidos, sino porque la redención que Cristo compró para nosotros es en etapas. Primera, la vida en el espíritu, la justificación, y la santificación progresiva; después en la resurrección, la redención del cuerpo. Hasta entonces, es un cuerpo de muerte, y gemimos. Gemimos por sus enfermedades y gemimos por su traicionera complicidad con el pecado. Romanos 7:24 es un clamor cristiano.
9. Ley del Pecado y de la Muerte
¿Cómo debemos responder al antagonismo de que Romanos 8:1-2 parece señalar que en Cristo las fallas de Romanos 7 son dejadas atrás? Pablo comienza Romanos 8 con estas palabras: “Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte”. Muchos comentaristas interpretan la experiencia de Romanos 7 como un hecho pasado y terminado.
Específicamente note el término “ley del pecado y de la muerte” en el versículo 2 y compárelo con Romanos 7:22-23, “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”. Ahí se ve el término, “Ley del pecado”. Es una especie de principio, o poder, o dominio del pecado obrando mediante el cuerpo (justo como ya hemos visto—haciendo del cuerpo un “cuerpo de muerte”), y tomando cautivo a Pablo para que haga aquello que no quiere hacer.
Pero en Romanos 8:2 el versículo dice, “Ahora…la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado”. Entonces aquellos que están en el otro lado de este debate dicen, “Ven, Romanos 7 está describiendo la experiencia de una persona antes de estar en Cristo —antes de ser una persona cristiana. Es antes de ser cristianos y tener el Espíritu Santo, que la ‘Ley del pecado’ nos toma cautivos. Y después de convertirnos en cristianos y tener el Espíritu Santo, somos liberados de la Ley del pecado”.
¿Pero es así de sencillo? ¿Necesariamente, Romanos 8:2 tiene que significar que después que usted se vuelve un cristiano, este principio, o dominio, o autoridad del pecado, nunca consigue la ventaja? Hasta ahora he tratado de mostrar, durante varios sermones, que esto no es lo que Pablo enseña. De hecho, enseña justo lo opuesto. El pecado amenaza constantemente—con conseguir ventaja en la vida cristiana, y nosotros tenemos que luchar contra ello. El versículo 13 del capitulo 8 dice, que debemos “hacer morir las obras de la carne”. Romanos 6:13 dice, “ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad”. La batalla es real. La derrota temporal es posible.
¿Entonces cual es el significado de la libertad de Romanos 8:2 cuando se dice, “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”? Pienso que el significado es exactamente el mismo de Romanos 6:14 cuando dice, “el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Realmente nadie toma eso como que quiere decir que en el momento en que usted es justificado, ya se convierte en un ser perfecto y libre de pecado. La mayoría de las personas concuerdan en que esto significa que: el poder definitivo y final del pecado, para dominar y destruir, queda eliminado. Usted entra a una nueva libertad. Con el poder del Espíritu usted puede derrotar al pecado.
De modo que cuando Pablo dice en Romanos 7:23 que la “ley del pecado” lo lleva cautivo, y después dice en Romanos 8:2 que el Espíritu de vida en Cristo Jesús lo ha liberado de la Ley del pecado, pienso que se refiere a que la derrota y cautividad de Romanos 7:23 no es su condición suprema o final. El Espíritu lo ha liberado del poder final y decisivo que tenía la “Ley del pecado” para derrotarle y destruirle. El espíritu a menudo le da la victoria. Y al final le dará la victoria decisiva. Y Pablo no puede ser destruido por la ley del “pecado” porque la espalda del enemigo ha sido quebrantada. Su cabeza ha sido separada de su cuerpo. Combatimos el pecado como se combate a un enemigo derrotado. Y en Jesucristo, que ha comprado la victoria, ganaremos. Permítanme concluir con esta aplicación. Teniendo en cuenta la descripción bíblica de nuestra condición humana—que existe una “Ley del pecado y de la muerte”, que el cuerpo esta bajo maldición y que se vuelve la base de operaciones para esta “ley del pecado”, que por tanto es un cuerpo de muerte; y tomando en cuenta el hecho de que nuestra redención en Cristo Jesús, de la “Ley del pecado” y de este cuerpo de muerte, viene progresivamente y por etapas —todo debe prepararnos para no sorprendernos o estremecernos cuando veamos en nosotros mismos, y en otros, deseos del cuerpo, excesivos y distorsionados, que nos tientan a pecar.
Deseos Excesivos y Distorsionados
Vemos un excesivo deseo por el ocio tentándonos a caer en la holgazanería. Vemos un excesivo deseo por la comida tentándonos a caer en la glotonería. Vemos un excesivo deseo por la bebida tentándonos a caer en el alcoholismo. Vemos un excesivo deseo por el sexo tentándonos a caer en la concupiscencia. Y en cima de eso, la Ley del pecado no solo incita a sucumbir ante el deseo excesivo, sino que produce deseos distorsionados. Vemos deseos distorsionados por la comida, tentando a las personas a comer barro gris de río en algunos estados sureños; o a comprar bolsas de confituras desenfrenadamente. Vemos deseos distorsionados por el sexo tentando a las personas a buscar la satisfacción con personas del mismo sexo. Vemos personas con deseos distorsionados por el placer, tentando a otras personas para que usen marihuana, speed, cocaína, o LSD.
Y lo que quiero hacer, como siempre, es mostrarle la realidad bíblica en Cristo Jesús. Por medio de la fe en Cristo somos unidos a él. Él se vuelve nuestro perdón y nuestra justicia. Y su Espíritu nos es entregado. Y la cuestión no es: «si se tienen deseos excesivos o distorsionados». La cuestión es: ¿Seguirá usted peleando, para gritar junto con Pablo “¡Miserable de mí!”? ¿Y dejará de mirar hacia usted para dirigirse a Cristo como su única esperanza? ¿Y luchará con el poder del Espíritu y hará morir las obras de la carne (Romanos 8:13)? ¿O se rendirá y venderá definitivamente a un amo nefasto, y hará las paces con este cuerpo de muerte y con la Ley del pecado?
Jesucristo, quien murió para comprar nuestro cuerpo para gloria su gloria, es digno de nuestra total alianza. Solo Cristo puede salvar. Nadie más. No lo abandonemos por los placeres efímeros que ofrecen la Ley del pecado y este cuerpo de muerte.