¿Quién es este hombre dividido? parte 1
Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado. 15Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. 16Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena. 17Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. 18Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. 19Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. 20Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. 21Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. 22Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, 23pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. 24¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? 25Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado.
¿Cristiano o No Cristiano?—Continuará
Este texto es uno de los más famosos y más controversiales del libro de Romanos. Aquí tenemos las bien conocidas palabras del versículo 19: “Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico”. Aquí vemos a un hombre dividido, o a un hombre con la voluntad dividida, o con el corazón dividido. Hay una parte de este hombre (el “Yo”) que quiere hacer el bien y no el mal. Y hay otra parte de él (el otro “Yo”) que no hace el bien que quiere, sino el mal que no quiere.
Entre las interrogantes más grandes acerca de este texto, tenemos: ¿quién es este hombre? ¿De quién es la experiencia que está describiendo Pablo? ¿Es la experiencia de Pablo, el creyente, o la experiencia de Pablo, el incrédulo? ¿Es la experiencia de Pablo cristiano o de Pablo no cristiano? O debemos plantear las preguntas con más precisión: ¿Es Pablo un hombre instruido moralmente, pero no convertido? ¿Es este Pablo, convertido repentinamente al cristianismo, un hombre nuevo e inmaduro en la fe? ¿O pudiera ser el Pablo cristiano ya maduro, pero en una período de debilidad en la fe y la vigilia? No creo que hoy diga cuál es la respuesta que considero. Me gustaría que meditaran y estudiaran este pasaje por ustedes mismos, sin saber cuál es mi parecer.
Considero que podemos llegar a respuestas, más o menos razonables, para todas estas interrogantes; y que al final estas conclusiones, no necesariamente, tienen que llevarnos a una falsa enseñanza, principalmente, en vista de la santificación. En otras palabras, es posible estar equivocados en nuestras interpretaciones del texto, pero podemos estar en lo cierto respecto a nuestros criterios sobre la vida cristiana. Usted podría decir: «Este texto no habla acerca de la experiencia cristiana»; y aún así, podría creer que los cristianos tenemos experiencias como esta donde experimentamos el conflicto donde a veces hacemos lo que no queremos hacer. O podría decir: «Este texto habla sobre la experiencia cristiana»; y sin embargo, creer que en la vida cristiana podemos alcanzar una mayor victoria sobre el pecado.
Así que nuestra conclusión (acerca de si Romanos 7:14-25 se refiere o no a la experiencia cristiana) no determina todos nuestros criterios sobre la experiencia cristiana. Existen otras docenas de textos importantes en el Nuevo Testamento, que debemos añadir a este grupo, para tener una concepción más grande de la vida cristiana. Cuídese de aquellos que basan sus opiniones en pasajes aislados de la Escrituras. Es de ahí de donde surgen la mayoría de las sectas religiosas y las falsas interpretaciones.
Pero antes de que hablemos de los pros y los contras de las diversas opiniones, veamos cual es el propósito principal del texto. Puede que le parezca sorprendente, pero pienso que el propósito principal de este texto permanecerá claro e irrebatible, en cualquiera de estos puntos de vista que acabo de mencionar (acerca de si este hombre dividido es un cristiano o no). Ahora bien, ¿cuál es el propósito principal del texto? ¿Cuál es la intención de estos versículos? ¿A dónde quiere llegar Pablo?
La Justicia de Otro, Acreditada a Nosotros Mediante la Fe
Permítame intentar hacerle un resumen del contenido del libro de Romanos.
El libro de Romanos trata de cómo los seres humanos pecadores –es decir, todos los seres humanos (3:9), quienes estamos destituidos de la gloria de Dios (3:20), que deshonramos a Dios con nuestra forma de vida (1:21) y que, por tanto, merecemos su ira (1:32; 2:5)- somos justificados ante Dios; o sea, somos justificados sobre la base de lo que Jesucristo ha hecho por nosotros en su vida, muerte, y resurrección (3:24-25; 5:18-19).
La respuesta de Pablo al problema más grande de los seres humanos (específicamente, nuestra culpa como pecadores ante un Dios Santo y Justo), es que el propio Dios, por medio de su Hijo Jesucristo, nos ha provisto de una justicia que no es la nuestra, pero nos la ha atribuido y la ha dado a conocer como nuestra, por medio de la fe y no por las obras. Esta gran verdad la podemos encontrar específicamente en Romanos 4:5-6: “mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia. 6Como también David habla de la bendición que viene sobre el hombre a quien Dios atribuye justicia aparte de las obras”. Aquí tenemos esas palabras tan importantes: “cuenta”, “atribuye”, (o imputa). Al final del versículo 5: “su fe se le cuenta por justicia”. Y al final del versículo 6: “Dios atribuye justicia aparte de las obras”.
La gloriosa verdad evangélica de Romanos, es que Dios nos provee una justicia que no es la nuestra, y nos la acredita mediante nuestra fe. La fe nos aparta la visión de nuestras propias acciones y de nuestra obediencia a la Ley como una vía rápida para alcanzar la justificación. La fe confía solo en Jesucristo como la base por la cuál se nos acredita una justicia que no es la nuestra. Entonces, ¿de quién es esta justicia? Romanos 3:21-22 nos dice: “Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; 22es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen”. La justicia que se nos ha acreditado por medio de la fe es “la justicia de Dios”. Es la propia justicia de Dios y no la nuestra (ver Filipenses 3:9).
En Romanos 10:3-4 podemos distinguir claramente de quién es esta justicia que nos justifica: “Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios”. En la actualidad, ¿qué apariencia tiene nuestra sumisión a la justicia de Dios, que difiere tanto de procurar “establecer la [nuestra] propia”? Pablo da la respuesta en el versículo 4, que literalmente dice: “Porque Cristo es el fin [o el propósito] de la ley para justicia a todo aquel que cree”.
Someternos a la justicia de Dios, en lugar de establecer nuestra propia justicia, es darnos cuenta de que la Ley estaba destinada a llevarnos a “Cristo para justicia”. Y que tenemos a “Cristo para justicia” mediante la fe. Esta verdad es para todo aquel que cree. De modo que cuando Pablo dice en Romanos 5:19: “Porque así como por la desobediencia de un hombre [específicamente, Adán] los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos”. Considero que Pablo, con este versículo, nos quiere decir que Cristo obedeció tanto a Dios y a la Ley, que por medio de su fe en Dios y por la unión con él, su obediencia, o su justicia, se convierten en nuestra. Y esta justicia es la justicia de Dios porque consiste en guardar perfectamente la voluntad de Dios, y es hecha posible por Dios, es aceptable para Dios, y es un regalo de Dios para nosotros en Jesucristo.
Luego, Pablo dice en 2da a los Corintios 5:21: “[Dios] Al que no conoció pecado [Cristo], le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en él”. Esta justicia de Dios cumplida por Jesucristo, nos fue acreditada de la misma manera que nuestros pecados fueron acreditados a Cristo. La gloria del evangelio es esta: la justificación es solo por gracia, es solo mediante la fe, basándose solamente en Cristo, y solo para la gloria de Dios. Este es el mensaje principal del libro de Romanos.
El evangelio es una noticia tremendamente buena para los pecadores. ¡Oh! ¡Cuánto anhelo que usted sienta, en esta mañana, la maravilla y belleza de este evangelio! ¿Puede usted verla y saborearla? Le imploro, en nombre de Cristo: Reconcíliese con Dios en esta mañana; aparte la vista de sus propias obras y busque a Jesucristo como la única y verdadera justicia, como el tesoro de su vida.
La Ley es un Gran Problema en la Reconciliación con Dios
Pero, ¿cuál es el propósito del capítulo 7? ¿Cómo se ajusta este propósito al mensaje principal de Romanos?
Aquí está el problema. A lo largo del libro Pablo argumenta apasionadamente en contra de la justificación por las obras de la Ley. No podemos justificarnos con Dios guardando la Ley, sino solo por fe. Pablo, en su discurso, incluso parece decir que la Ley es parte de nuestro problema, y no parte de nuestra redención. Por ejemplo: Romanos 3:20: “porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; pues por medio de la ley viene el conocimiento del pecado”. O Romanos 3:28: “Porque concluimos que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la Ley”. O más curioso aún, Romanos 5:20: “Y la ley se introdujo [Dios dio la Ley en el monte Sinaí] para que abundara la transgresión”. De este modo tal parece que la Ley fuera cómplice del pecado.
De hecho, Pablo llega al punto de decir que si usted quiere llevar fruto para Dios—o sea, si quiere ser santificado y justificado—tiene que morir a la Ley. Romanos 7:4 dice: “Por tanto, hermanos míos, también a vosotros se os hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que seáis unidos a otro, a aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios”. Usted no puede llevar fruto para Dios si no muere a la Ley. Guardar la Ley no es la manera inicial y decisiva de llevar fruto para Dios. La manera inicial y decisiva de llevar fruto para Dios es permanecer unidos al Cristo resucitado. Si los cristianos terminamos cumpliendo la Ley de Dios (como la Ley de Cristo) será solo porque primero hemos muerto a la Ley, y por tanto, buscamos la obediencia de otra manera, específicamente, mediante la unión con el Cristo resucitado, en quien somos completamente justificados, antes de haber logrado un progreso en el cumplimiento de la Ley.
Bien, pudiéramos continuar diciendo sobre Romanos 7:5-6, que Pablo percibe la Ley de Dios como gran parte de nuestro problema en la reconciliación con Dios. De modo que la gran pregunta que Pablo tiene que responder está en Romanos 7:7: “¿Qué diremos entonces? ¿Es pecado la ley?” O, un poco diferente, en el versículo 13: “¿Entonces lo que es bueno vino a ser causa de muerte para mí?” Aquí tenemos dos grandes preguntas, planteadas en el evangelio de Pablo, acerca de la justificación que es por fe sin las obras de la Ley: ¿Es pecado la Ley? ¿Vino la Ley a ser causa de muerte para mí? O para ser más específicos: Si usted tiene que apartarse del cumplimiento de la Ley y acercarse a la justicia de Cristo para ser justificado, y si tiene que morir a la Ley y unirse a Cristo para ser santificado, entonces, ¿la Ley es pecado? ¿Viene a ser causa de muerte para mí?
Si la respuesta a estas dos preguntas es sí (la Ley es pecado y viene a ser muerte), entonces, Pablo sabe que su evangelio está fracasado. No hay futuro para un evangelio que convierte a la Ley de Dios en pecado y muerte.
Pero la Ley no es Pecado
Así que con todas sus fuerzas Pablo dice en los versículos 7 y 13: “[No] ¡De ningún modo!”. La Ley no es pecado; el pecado explota a la Ley y la utiliza. La Ley es santa, justa, y buena (versículo 12). La Ley no causa la muerte; el pecado causa la muerte a través de lo que es bueno: la Ley (versículo 13).
Romanos 7:7-25 se escribió con el propósito de explicar y defender la respuesta de que la ley no es pecado. No pierda de vista este propósito. Todo el texto trata de la justificación por la fe y de la santificación por la fe. Si estas dos doctrinas básicas implican que la Ley de Dios es pecado y deviene en muerte; entonces están arruinadas y no pueden ser verdaderas.
Así que, cuando Pablo termina de escribir Romanos capítulos 1-7, él logra dejarnos dos grandes enseñanzas: por un lado, nos enseña que tenemos que morir a la Ley para ser aceptados por Dios (justificación, 3:28) y que debemos morir a la Ley para llevar fruto para Dios (santificación, 7:4-6). Y por otro lado, nos enseña que esta necesidad de morir a la Ley para ser justificados y santificados, no quiere decir que la Ley sea pecado o veneno; quiere decir que por nuestra mortal condición de pecadores, debemos tener a Cristo como base para nuestra justificación, y para el poder de nuestra santificación. La Ley no puede justificarnos ni santificarnos, solo Cristo puede.
Soy Pecador y mi Pecado es Mortal
Ahora estamos en disposición de comprender porqué la identidad de este hombre dividido en Romanos 7:14-25 no altera el mensaje principal del texto. Si este hombre es cristiano o no, en todo caso su miseria (“!Miserable de mí!”, versículo 24), es causada por el pecado que mora en él, no por la Ley. La Ley no es pecado y la Ley no es veneno. Yo soy el pecador, y mi pecado es veneno mortal.
Por lo menos tres veces Pablo deja bien claro este principio. Versículo 14: “La ley es espiritual, pero yo soy carnal”. Versículo 16: “Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena”. Versículo 22: “Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios”. Así que la mandamiento es “espiritual”, “bueno”, y “santo”.
Este principio es tan cierto como decir que este hombre dividido es un creyente que está luchando, o que es un incrédulo ligeramente consciente. En cualquier caso, el mensaje principal de Pablo es el mismo: La doctrina de la justificación por la fe sin las obras de la Ley (3:28) permanece, porque no implica que la Ley sea pecado o veneno. Y la doctrina de la santificación por la fe muriendo a la Ley (7:4) permanece, porque no implica que la Ley sea pecado o veneno.
Hasta aquí llegaremos en el día de hoy.
Usted no debe sentir el temor de que al recibir el regalo de la justificación que es solo por fe, empañará la Ley de Dios. Por el contrario, cuando usted se dirija a Cristo para obtener justificación, cuando se dirija a Cristo para obtener santificación, honrará la Ley de Dios. Porque el fin de la Ley es Cristo “Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (10:4). Y el fruto de amor inspirado por Cristo (7:4) es el cumplimiento de le Ley (13:10).
¡Oh, cuán completa y profunda es la salvación que Cristo ha provisto para nosotros en su vida y en su muerte! Venga a Cristo. En él está todo lo que necesita.