¿Dónde está la Promesa de su Venida?
"Amados, esta es ya la segunda carta que os escribo; en ambas, como recordatorio, despierto en vosotros vuestro sincero entendimiento, para que recordéis las palabras dichas de antemano por los santos profetas y el mandamiento del Señor y Salvador declarado por vuestros apóstoles. Ante todo, sabed esto: que en los últimos días vendrán burladores, con su sarcasmo, siguiendo sus propias pasiones y diciendo: '¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde que los padres durmieron, todo continúa como estaba desde el principio de la creación. Pues, cuando dicen esto no se dan cuenta de que los cielos existían desde hace mucho tiempo, y también la tierra surgida del agua y establecida entre las aguas por la palabra de Dios, por lo cual el mundo de entonces fue destruido, siendo inundado con agua; pero los cielos y la tierra actuales están reservados por su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos. Pero, amados no ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. Pero, el día del Señor vendrá como un ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo y los elementos serán destruidos con fuego intenso y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas"
En el segundo capítulo de esta carta, Pedro nos ha dado una descripción gráfica del libertinaje sexual, el amor por el dinero y el rechazo a la autoridad, por lo cual los falsos maestros estaban negando al Maestro que los compró, Jesucristo. Está advirtiendo vívidamente a las iglesias que, si estas se sienten persuadidas de salirse del camino de la justicia y abandonar la obediencia a Cristo, en el juicio final esto será peor para ellas que no haber conocido nunca el camino. Es una palabra muy seria para los que se sientan bajo la predicación del evangelio, pero que rehúsan entregarse completamente al Salvador.
En el capítulo 3, Pedro vuelve en parte al tema del capítulo 1, es decir, que Dios le ha dado a su pueblo sus valiosas y grandes promesas, para que, al permanecer y confiar en ellas, tengamos poder para resistir a la tentación y continuar en el camino de la justicia. En los versículos 13-14, se puede ver la conexión entre la esperanza que inspiran las promesas y el poder para la santidad que da esta esperanza. "Según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia. Por tanto, amados, puesto que aguardáis estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por Él en paz, sin mancha e irreprensibles". La expectativa segura de un mundo nuevo de justicia nos fortalece para vivir en este mundo por la paz y en la pureza.
La Negación de la Segunda Venida
Pero, si la promesa de la segunda venida de Cristo y el nuevo mundo de gozo y justicia nos va a llenar de esperanza y poder para la santidad, tenemos que creer realmente que va a suceder. Y las iglesias a las que Pedro les escribía estaban siendo infiltradas por falsos maestros (2:1), quienes no creían que iba a pasar. Probablemente, estos maestros eran como Himeneo y Fileto (2 Timoteo 2:17-18) que enseñaban que la resurrección de los creyentes ya había pasado. Es decir, que no habrá resurrección del cuerpo, solo espiritual, otra vez distorsionando las cartas de Pablo, que decía : "Habiendo sido sepultados con Él en el bautismo, en el cual también habéis resucitado con Él por la fe" (Colosenses 2:12). Y como hemos ya sido resucitados como Cristo, entonces Cristo realmente no experimentó una resurrección del cuerpo, sino espiritual; y, por lo tanto, esta noción de un retorno corporal poderoso y glorioso es un mito ingeniosamente inventado. Con el rechazo del glorioso advenimiento corporal de Cristo, los falsos maestros eliminaron la realidad del juicio por cosas hechas en el cuerpo. De esta manera, ellos proveyeron la base teológica para su indiferencia a la moral sexual. El cuerpo queda fuera de toda consideración moral, excepto cuando uno demuestra su libertad espiritual al desafiar las restricciones físicas y sexuales.
En el versículo 16 del capítulo 1, Pedro ya había tomado la ofensiva contra la negación del segundo advenimiento. Dijo: "No seguimos fábulas ingeniosamente inventadas, sino que fuimos testigos oculares de su majestad". Es decir, Cristo nos certificó que realmente iba a volver en gloria física, al revelarnos la gloria de su cuerpo transformado en la presentación en el monte de la transfiguración. Por consiguiente, tenemos la palabra profética de la segunda venida más asegurada y debemos guardarla enfrente nuestro, como una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta el día que ocurra su advenimiento y el lucero de la mañana asome en nuestros corazones.
En el capítulo 3, versículos 1-9, Pedro confronta la negación del segundo advenimiento de forma frontal. En los versículos 1 y 2, dice que quiere que los creyentes tengan una memoria sincera y vivaz (cf. 1:13) de lo que predicaron los profetas y de lo que ordenó Jesús. Probablemente, tenga en mente palabras proféticas como Malaquías 4:1,2: "He aquí, viene el día, ardiente como un horno en donde todos los soberbios y todos los que hacen el mal serán como paja; y el día que va a venir les prenderá fuego...Mas para vosotros que teméis mi nombre se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas; saldréis y saltaréis como terneros del establo". Cuando habla del mandamiento del Señor y Salvador (en el v.2), probablemente tenga en vista palabras como Mateo 24:42: "Por tanto, velad, porque no sabéis en que días vuestro Señor viene".
En los versículos 3 y 4, él presenta a los falsos maestros nuevamente. Ellos mismos son parte del cumplimiento profético y su presencia demuestra que los últimos días han llegado (cf. Hebreos 1:1,2). En el versículo 4, Pedro deja que ellos argumenten: "¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde que los padres se durmieron, todo continúa tal como estaba desde el principio de la creación". Este es un argumento sorprendentemente moderno para rechazar el sobrenatural segundo advenimiento físico. Simplemente dice, las leyes de la naturaleza son constantes e invariables. El sol ha salido y se ha puesto, las estaciones se han sucedido unas a otras, las mareas han subido y bajado por miles de años en perfecto orden. Por lo tanto, debemos esperar esta constancia para el futuro, y cualquier pensamiento de que el cielo se enrollaría como un pergamino y que la tierra sería purgada, con un juicio global de fuego por el Cristo que regresa, es inimaginable e indeseado. Esta es exactamente la posición de la mayor parte de la ciencia moderna y, en la actualidad, hay cientos de pastores y teólogos en las iglesias y seminarios que rechazan un segundo advenimiento físico y juicio futuro por la misma razón (por ej. Ernest Best en su comentario sobre 1 y 2 Tesalonicenses, 1972, pág. 363 y 367).
Dios Crea y Sostiene con su Palabra
Pedro responde a este escepticismo de tres maneras. Primero en los versículos 5-7: "Cuando dicen esto, no se dan cuenta de que los cielos existían desde hace mucho tiempo y también la tierra, surgida del agua y establecida entre las aguas por la palabra de Dios, por lo cual el mundo de entonces fue destruido, siendo inundado con agua; pero los cielos y la tierra actuales están reservados por su palabra para el fuego, guardado para el día del juicio y la destrucción de los impíos". Lo primero que ignoran los falsos maestros es que el mundo fue hecho por Dios y que su orden depende de su palabra. Si hubieran pensado en esto, se habrían dado cuenta de que el curso de los fenómenos naturales no está más amoldado a un patrón que lo que Dios lo está. Si Dios es libre de pronunciar una nueva palabra, entonces la naturaleza es libre de cambiar. Tenemos que resguardarnos de la noción pseudocientífica de que la naturaleza es una ley en sí misma. No lo es. Las leyes de la naturaleza son los susurros incansables del Todopoderoso. Y si Él eligiera levantar su voz, vendría el cataclismo.
La otra cosa que ignoran los falsos maestros es que las cosas no han continuado como eran desde el comienzo de la creación. Pedro argumenta aquí como lo hizo en 2:5-9. Dios condenó al mundo en el día del diluvio de Noé con una gran agitación en el flujo natural de sucesos. Por consiguiente, Dios ha demostrado que puede cambiar y cambiará el curso de la historia en el juicio. En el pasado lo hizo con agua. En el futuro será con fuego en el advenimiento de Jesucristo. Si los falsos maestros no estuviesen cegados por sus deseos (v.4), podrían ver que es una completa insensatez negar el futuro cataclismo de la venida de Cristo, solo por el hecho de que el curso del mundo ha sido muy constante durante mucho tiempo.
Un Día es Como Mil Años
La segunda respuesta a los falsos maestros está en el versículo 8: "Pero, amados, no ignoréis que para el Señor un día es como mil años y mil años es como un día". Aquí, Pedro está respondiendo a la crítica de que Cristo ha demorado tanto que, realmente, no podemos creer que vuelva. La respuesta de Pedro es que desde la perspectiva de tiempo de Dios no ha sido demasiado. Dudo que sea una noción bíblica que Dios esté fuera del tiempo. Pero como es inmortal, no envejece, no olvida, ve toda la historia de una sola mirada y nunca se aburre, claramente Él no experimenta el tiempo como lo hacemos nosotros. Aún así, como estamos hechos a semejanza de Dios, hay algo en nosotros parecido a la experiencia de tiempo de Dios. Cuanto más envejecemos más rápido parece pasar el tiempo. Cuánta gente mayor dice: "Parece que fue ayer que iba a la escuela". "Parece que fue ayer que nos casamos". "Parece que fue ayer que nuestros hijos eran jóvenes". No solo la edad, sino la alegría nos hace sentir el tiempo como Dios. Si uno está aburrido con un plan de acción, parece que este no termina nunca. Pero si uno se va de vacaciones por un par de semanas y pasa un tiempo espectacular, cuando termina dice: "Parece que recién hubiéramos llegado". Cada momento fue rico y pleno de vida, sin conciencia propia (como si fuesen miles de momentos encerrados en uno) y ustedes estaban tan llenos de alegría, belleza y amor en esas semanas que nunca tuvieron conciencia del paso del tiempo. Y al final de esas semanas, les pareció que habían llegado el día anterior. Cuando Jesús vuelva y se pare sobre esta tierra para hacerla suya, dirá: "Parece que fue ayer que estuve acá". No se decepcionen. No es un argumento contra la segunda venida de Cristo que hayan pasado 1950 años desde su partida. Desde la perspectiva de Dios es como si Cristo hubiese llegado a su diestra anteayer.
La Paciente Misericordiosa de Dios
Finalmente, Pedro responde al problema de la demora de Cristo en el versículo 9 con estas palabras: "El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento". En Romanos 11:25, el apóstol Pablo habla de "la totalidad de los gentiles" que tienen que entrar al reino antes de que llegue el fin. Por consiguiente, debemos considerar la demora de la llegada de Cristo como un acto de misericordia y paciencia hasta que todas las ovejas estén en el redil y ninguna esté perdida (Juan 10:16; 26:30). La ironía trágica es que los falsos maestros toman la paciencia de Dios, que les está dando una oportunidad para arrepentirse, y la vuelven en contra de Dios como una evidencia de que Cristo no va a volver. El día del juicio, será una condena incontestable cuando Dios le pregunte a los falsos maestros de la época de Pedro y de la nuestra: "¿Por qué tomaron el tiempo que les regalé para que se arrepientan para usarlo como argumento de incredulidad?".
El Señor es bondadoso con nosotros hoy para que abordemos las dudas de nuestro siglo XX de esta manera. No nos desanimemos ni nos aburramos. Cristo va a volver. La demora está predestinada a conducir al arrepentimiento, no a la incredulidad. En la mente de Dios solo ha sido un par de días. Si este orden del mundo depende de la palabra de Dios, Él puede juzgar y juzgará a los que no se arrepientan, tan ciertamente en el futuro como lo hizo en los días de Noé. Pero, para los que se arrepientan significará gloria, honor e inmortalidad.