Todo lo que no Proviene de la Fe es Pecado
El Antiguo Testamento (Salmos 32: 1,2) y el Nuevo Testamento (Romanos 4:7.8) coinciden. “Bienaventurado (o afortunado) es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto”. “Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta”. Por consiguiente, ambos coinciden en que la persona cuya transgresión Dios no perdona y cuyo pecado no es cubierto, sino expuesto en toda su forma ofensiva, ante un Dios Santo y a quien el Señor le imputa iniquidad – esta persona no es bendecida, sino que es muy, muy desafortunada. Aún si el que no se arrepiente y no es perdonado prospera en esta era, podemos confiar en la autoridad de la Palabra de Dios que no escapará al juicio. Porque en Romanos 2:4,5 (LBLA) dice: “¿Tienes en poco las riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido estás acumulando ira para ti en el día de la ira, y de la revelación del justo juicio de Dios”.
El engaño del pecado
Si esto es cierto y si nuestras peores imaginaciones de lo que podría ser la efusión de la ira de un creador infinito son solo una sombra del auténtico horror, entonces no hay nada más importante para cualquier persona en este edificio o en el mundo que reconocer su pecaminosidad y encontrar un camino de perdón ante Dios. Pero, una de las características del pecado es que es engañoso. Hebreos 3:12-13 dice:
Tened cuidado, hermanos, no sea que en algunos de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice ´hoy´, para que ninguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado
En el corazón de todo pecado hay una mentira. La mentira en nuestro pecado nos dice a todos nosotros: “El acto que estás haciendo ahora, el deseo, la actitud que estás sintiendo ahora, no son tan malos porque hay muchas cosas peores, porque todos experimentan las mismas cosas, porque no los puedes evitar, porque no hay Dios; o si eso no funciona, Dios sabe que eres frágil y débil y Él lo va a tolerar y tendrá compasión de tu pecado”. Hay cientos de distorsiones de la verdad que el pecado lleva consigo hacia el interior del corazón humano, por eso, Jeremías clama: “Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?” (17:9).
A veces me desespero ante la sutileza del pecado en mi vida. Como se las arregla para distorsionar la realidad, esconder la verdad y desencadenar inclinaciones insensatas y malvadas. Y cuando veo el mundo, el pequeño mundo alrededor mío, con sus robos, su ebriedad y su promiscuidad sexual, o el mundo más global con historias de tortura horribles de García Meza en Bolivia, o los Gary Hasting matando a sus esposas y luego tratando de hacer explotar su cerebro con una escopeta, pero quedando vivos y sin cara – como si esto fuera un símbolo del horror del pecado en el mundo – cuando veo la sutileza del pecado en mi propia vida y el agarre blindado de su engaño sobre el mundo en general, a veces me pregunto qué esperanza hay de abrir los ojos de alguien a la fealdad del pecado y al horroroso peligro de la condenación, si no logramos arrepentirnos y ser perdonados.
Pero, entonces me acuerdo de la promesa concerniente al poder de la Palabra de Dios en Hebreos 4:12-13:
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Nada expone nuestra pecaminosidad como la Palabra de Dios. Elimina la espesa niebla del engaño y nos permite ver al pecado por lo que realmente es. No para que nos complazcamos en él, sino para que huyamos de él.
Por consiguiente, hoy mi objetivo es dejar que la Palabra nos muestre qué es el pecado y por qué es pecado. Raramente hay cura para cualquier enfermedad sin un diagnóstico. Esto es lo que quiero proponer hoy: El diagnóstico de Dios sobre nuestra enfermedad llamada pecado. Si no sabemos lo que es, tendrá mucho más poder sobre nosotros. Si sabemos lo que es, entonces nos podemos valer del Mejor Médico, que es especialista en pecado, y de sus medicinas, las cuales se necesitan para mantener controlada la enfermedad.
¿Qué es el pecado?
La definición más penetrante y devastadora de pecado que conozco en las Escrituras está en la última parte de Romanos 14:23: “Lo que no procede de fe, es pecado”. La razón por la cual es penetrante es porque va hasta la raíz de todas las acciones y actitudes pecaminosas, esto es, el fracaso a la hora de confiar en Dios. Y la razón por la que es devastadora es que borra todas nuestras listas de lo que se debe hacer y lo que no, y convierte cualquier cosa, desde predicar a pintar casas, en candidata para el pecado. En el lenguaje original esto se enfatiza aún más que en nuestras versiones. Dice: “Todo lo que no proviene de la fe es pecado”. Todo, absolutamente todo acto o actitud, que sean debidos a una falta de confianza en Dios, son pecado, no importa cuán moral pueda parecerle a los hombres. Dios mira el corazón.
En Romanos 14, Pablo aborda una situación en la cual algunos creyentes pensaban que no estaba bien comer carne (eran vegetarianos), mientras que otros pensaban que todos los alimentos eran puros (comían de todo). Algunos eran abstemios; otros bebían vino. Pablo estaba de acuerdo con aquellos que veían las cosas como puras en sí mismas, pero algo era más importante para Pablo que hacer que todos los creyentes comieran carne o bebieran vino. Quería que ambos grupos se condujeran en el amor y que no hicieran nada que hiriera la fe del otro. Observen los versículos 2 y 3:
Uno tiene fe en que puede comer de todo, pero el que es débil sólo come legumbres. El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios lo ha aceptado.
Luego los versículos 14 y 15:
Yo sé, y estoy convencido en el Señor Jesús, de que nada es inmundo en sí mismo; pero para el que estima que algo es inmundo, para él lo es. Porque si por causa de la comida tu hermano se entristece, ya no andas conforme al amor.
Después el versículo 21:
Es mejor no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tu hermano tropiece.
Por consiguiente, lo que Pablo está haciendo en este capítulo es redefinir el pecado para estas personas. El pecado no puede ser definido en términos de simples actos como comer y beber, debe definirse por su raíz. El acto de comer carne puede ser o no pecaminoso, conforme a si brota del amor o no (Versículo 15). Pero, hay una raíz aún más profunda que el amor o la falta de amor y eso aparece en los versículos 22, 23: “La fe que tú tienes, tenla conforme a tu propia convicción delante de Dios”. Creo que aquí Pablo quiere decir que si tu fe te libra de sentirte culpable por comer carne, por ejemplo, no pienses que debes presumir de tu libertad a expensas de herir a otros.
Luego continúa: “Dichoso el que no se condena a sí mismo por lo que aprueba”. En otras palabras, es una alegría tener una conciencia clara y no sentirse culpable por lo que elegimos hacer o no hacer. Luego concluye: “Pero el que duda, si come se condena, porque no lo hace por fe; y todo lo que no procede de fe, es pecado”.
Lo que Pablo está diciendo aquí es que si uno no está seguro de si comer carne no está bien y piensa que podría ser así, pero sigue adelante y come carne de todas maneras en vez de negarse a evitar lo que uno piensa que es pecado, entonces se condena, es decir, es culpable de pecado. La razón que él da es que tal comida no proviene de la fe y todo lo que no provenga de la fe es pecado. Aquí la suposición es que si uno sigue adelante y come carne, cuando piensa que está mal, es un comer que no proviene de la fe. ¿Por qué? ¿Por qué tal comida no puede provenir de la fe?
La naturaleza de la fe salvadora
Si podemos responder esta pregunta, podremos saber más precisamente a qué llama Pablo fe en el versículo 23, y a su vez cuál es la naturaleza del pecado. ¿Por qué es que no actuamos desde la fe cuando seguimos adelante y hacemos algo que creemos que podría no estar bien? Creo que la respuesta salta a la vista cuando formulamos otra pregunta, concretamente: “¿por qué seguimos adelante y hacemos algo que pensamos que puede ser malo o dañino para otros?” ¿No es la respuesta que sentimos que si no lo hacemos no seremos tan felices? Estamos dispuestos a arriesgarnos a herir a alguien o hacer algo que sentimos que puede estar mal, porque ese curso de acción parece ofrecernos la mayor felicidad. Hacemos lo que hacemos porque creemos que hacerlo hará que nuestra vida sea más placentera o, al menos, tolerable. Pero si eso es así, es fácil ver cómo nuestro comportamiento no proviene de la fe. La fe vería el posible mal o daño que nuestra acción puede causar y no sentiría la necesidad de ese riesgo para que nuestro futuro sea más feliz, porque la fe es la confianza en que Dios va a construir un futuro para nosotros que es enormemente preferible al que podemos construirnos nosotros mismos. Por consiguiente, es obvio que cuando tratamos de construir un futuro más feliz a riesgo de hacer mal o daño, ciertamente no estamos actuando desde la fe, ya que la fe reside en que Dios va a crear el mejor futuro para nosotros.
Aquí tenemos un vistazo de lo que Pablo quiere decir por fe salvadora y por qué es que la fe genuina siempre cambia las vidas. Lo que surge del versículo 23 es que la fe es la confianza en que Dios obrará en los sucesos de nuestras vidas para que solo suceda lo que es mejor para nosotros. ¡Qué poder se desencadenaría en nuestra vida y mente si realmente creyéramos que Dios Todopoderoso, cuyo consejo no puede ser frustrado, está en este mismo momento mientras predico obrando afanosamente para asegurarse de que lo que nos pase esta tarde y mañana, en nuestros hogares y en el trabajo, sea solo lo mejor para nosotros!
En la actualidad, existe un grave error en la iglesia al decir que la fe salvadora se centra principalmente en lo que Dios no nos hará, es decir, no recriminarnos los pecados. Este es un error grave, porque en el Antiguo y Nuevo Testamento, un elemento esencial de la fe (no opcional, sino esencial) se centra en lo que Dios hará por nosotros ahora y en la era por venir. La fe salvadora confía, no solo en que Dios ha perdonado nuestros pecados a través de la muerte de Cristo, sino también que Dios está obrando en los asuntos diarios de nuestra vida para hacernos el bien. Según Romanos 8:32: “El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?” Sí, lo hará, y la fe salvadora confía en esto. Por supuesto, “todas las cosas” significa todas las cosas que son lo mejor para nosotros, incluyendo toda clase de tribulaciones. Y es por eso que Pablo dice en Romanos 5:3-4: “Gloriémonos en el sufrimiento, sabiendo que el sufrimiento produce paciencia; y la paciencia carácter probado; y el carácter probado esperanza”. La fe salvadora se orienta principalmente al futuro. Y no quiero decir que se centre en el Cielo solamente, sino también en mañana por la mañana y confía en que Dios va a resolver esa situación preocupante.
Abraham fue justificado por su fe. Estaba limpio ante Dios. Pero, ¿cuál era su fe? Romanos 4:20-21 dice: “Respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, y estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo”. La fe salvadora significa descansar en las promesas de Dios. ¿Qué promesas? Todas las promesas, incluyendo que Dios organiza todo por el bien de aquellos que lo aman (Romanos 8:28); Él te seguirá con el bien y la misericordia todos los días de tu vida (Salmo 23:6); no te dejará ni te desamparará (Hebreos 13:5). La fe salvadora tiene confianza en las promesas y en el poder de Dios. Por consiguiente, no está angustiada por el mañana, sino que tiene fe y paz al tomarle la palabra a Dios. Por eso, Pablo dice en Romanos 15:13: “El Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. Confiar en el Dios de la esperanza da gozo y paz. Y la razón por la que es así es porque nuestra esperanza segura es que Dios está obrando ahora mismo y mañana en todos los asuntos diarios de nuestras vidas, para que solo nos suceda lo que es mejor para nosotros.
Creo, que esto es lo que encierra Romanos 14:23. El pecado es todo, todo acto, emoción o actitud que no brota del terreno de esa confianza en el Dios de la esperanza. “Todo lo que no proviene de la fe es pecado”.
Incredulidad: La raíz del pecado
Hay tres inferencias de esta definición de pecado que quiero tratar de enfatizar. Primero, la falta que está siempre presente en todo pecado es su carácter de incredulidad. No nos confundamos. Por incredulidad no quiero decir la negación a aceptar las verdades de la Biblia. No nos salvamos por estar de acuerdo mentalmente con que las promesas de Dios son verdaderas. Nos salvamos si tenemos esperanza de corazón en esas promesas. El fracaso del corazón a la hora de tener confianza en las promesas de Dios y de regocijarnos y encontrar placer en su provisión para el futuro es la raíz y la esencia de todo pecado. Lo que desagrada a Dios en todo acto pecaminoso, es principalmente la incredulidad. Como dice Hebreos 11:6: “Sin fe es imposible agradar a Dios”.
Y con razón entonces, porque la incredulidad es un insulto terrible. Si un amigo se ofrece a hacerte un favor y promete por su honor llevarlo a cabo, pero te rehúsas y dices: “No, amigo, he decidido que ya no puedo confiar más en ti” – si esa es tu respuesta a su promesa, se termina la amistad. Has insultado su integridad y lo has despojado de su honor. Y hay una justa causa para que se eleve en su corazón una animosidad contra ti. Además, la ofensa de tu insulto se incrementará en directa proporción a la dignidad de tu amigo. En otras palabras, Cuanto mayor sea su sabiduría, su honor y su confiabilidad, más desagradable y más inexcusable será el insulto de tu fracaso en creer en su palabra.
Esto me ayuda un poquito a entender lo horroroso que es el pecado, porque Dios es infinitamente sabio, infinitamente honorable e infinitamente confiable y ha pagado un precio infinito para poner todo esto a nuestra disposición por nuestro bien. Qué ofensa intolerable es para un pobre débil hombre, absolutamente dependiente de esta gracia de Dios en cada aliento, decir con su comportamiento a Dios: “No creo realmente que pueda contar contigo para hacer un futuro mejor para mí del que yo pueda construir a mi manera”. Si la incredulidad persiste habrá juicio (de lo cual quiero hablar la próxima semana). Fracasar en deleitarse y confiar en las promesas de Dios es el mayor insulto que se pueda proferir a Dios y en consecuencia la principal ofensa en todo pecado.
El pecado no es una lista
La segunda enseñanza en Romanos 14:23 es que no podemos seguir viendo al pecado simplemente como el incumplir los diez mandamientos o transgredir una lista de qué hacer y no hacer. “Todo lo que no proviene de la fe es pecado”. Ir a la iglesia puede ser pecado, quedarse en casa puede ser pecado. Comer carne puede ser pecado y no comer carne puede ser pecado. Tener relaciones sexuales con la propia esposa puede ser un pecado y rehusarse a tener relaciones sexuales puede ser pecado. Una de las más exitosas mentiras de Satanás es que el pecado se puede limitar a una lista manejable de qué hacer y qué no. La razón de que esto sea tan satánico es porque hace que miles de feligreses crean que las cosas entre ellos y Dios están bien, porque evitan una la lista de lo que no hay que hacer y practican otra (mucho más corta) de cosas que hay que hacer; pero, en realidad pueden estar pecando todo el día, provocando la ira de Dios porque sus actitudes y acciones no provienen de la fe en las promesas de Dios.
Por favor, no piensen que esto no puede sucederle a las personas en la iglesia, en nuestra iglesia. Pablo escribió a los Tesalonicenses: “Cuando ya no pude soportar más, envié para informarme de vuestra fe, por temor a que el tentador os hubiera tentado y que nuestro trabajo resultara en vano”. Entre los feligreses, Satanás se dedica a reemplazar la fe vital con simple moralidad. Le encanta tomar una vida que fluye de la alegre confianza en Dios y convertirla en un régimen religioso superficial. ¡No dejen que lo haga! Pues “todo lo que no proviene de la fe es pecado”, incluso la religión.
La verdadera batalla de la vida no se pelea en el bajo delta donde el río de nuestras inclinaciones fluye en acción, sino en el alto y menos accesible manantial de fe. Si el flujo no empieza en el manantial de la fe, no importa adonde fluya, emanará pecado. Por consiguiente, como dice Proverbios: “Cuida tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida” (4:23).
Todas las cosas son pecado para los no creyentes
La tercera y última inferencia en Romanos 14:23 es una advertencia a aquellos que no han buscado el perdón de Cristo o no han puesto sus esperanzas en Él. Si hay alguno así entre ustedes no se digan a sí mismos: “Mis pecados son leves o son pocos”. Porque según Romanos 14:23 todo lo que hacen es pecado. Si no confían en Cristo para ser perdonados y en su obra diaria para el bien de ustedes, entonces ninguna de sus acciones proviene de la fe, sino que cada una de ellas (aún la más noble) es pecaminosa y un insulto al Dios infinitamente digno de confianza. Si no han recibido a Cristo con todo su perdón y toda su esperanza, espero que esta semana no puedan librarse del pensamiento de que todo lo que hacen es pecado a los ojos de Dios, pues es pecado cualquier cosa que no proviene de la fe.
Tengo una sugerencia mejor para ustedes que no se han confiado a Cristo o lo han recibido como Salvador y Señor de sus vidas. Háganlo ahora mismo y pueden empezar la semana sin condena.
Voy a elevar una oración que espero que todos los que están en esta sala oren conmigo. Si ya son de Cristo, la oración lo va a confirmar. Si no lo son y ahora quieren serlo, este es el momento para la conversión. Oren conmigo en silencio si tienen la intención.
Dios Todopoderoso, no puedo escapar a tu búsqueda. Me has encontrado y has predispuesto mi corazón para que crea en ti. Confieso mi gran pecado y sé que merezco ser condenado por insultarte con mi falta de fe. Pero, ahora creo en Jesús, que como Hijo tuyo murió por mis pecados y castigo, para que pueda vivir para siempre y caminar en una vida renovada. Lo tomo como mi única esperanza y lo reconozco como mi Señor. Gracias Padre por tu perdón y tu promesa de estar conmigo. Cuídame ahora del malvado. Amén