Lo que la ley no pudo hacer, Dios lo hizo, enviando a Cristo, parte 1
Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, 4 para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
El versículo 1 declara que en Cristo Jesús no hay condenación. Si estamos en Cristo Jesús, Dios no nos condena por nuestros pecados. Jesús es refugio seguro contra el huracán de la justa y santa ira de Dios. El versículo 2 declara que en Cristo Jesús hay liberación del poder del pecado. Libertad que todavía no es perfecta ni completa, pero libertad infalible e irrevocable. Esto significa que se dio el golpe de triunfo, se rompió el dominio del pecado, y es segura su derrota final .
La realidad del versículo 1 se llama justificación, y la realidad del versículo 2 se llama santificación. Y la relación entre ambas es que la libertad del versículo 2 proporciona evidencia de la absolución del versículo 1, pero no es la causa. No somos justificados porque nuestras vidas hayan cambiado. Nuestras vidas cambian porque hemos sido justificados. Eso fue lo que vimos la semana pasada.
Ahora veamos el versículo 3: “Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne.” Encontramos cuatro declaraciones en este versículo: 1) Dios condenó al pecado en la carne. 2) Dios hizo esto al enviar a su Hijo en semejanza de carne de pecado y por el pecado. 3) La ley no era capaz de hacer esto. 4) La razón de la incapacidad de la ley fue nuestra carne.
“Dios… condenó al pecado en la carne”
Extraeremos algunas maravillas de estas declaraciones. En primer lugar, “Dios condenó al pecado en la carne.” Observa tres cosas maravillosas sobre lo que declara este versículo.
1. El pecado ha sido condenado, no solo se muestra condenable
En primer lugar, el pecado ya ha sido condenado. ¿Qué significa esto? No significa que el pecado ha sido criticado y llamado condenable – como cuando decimos que el Presidente Bush “condenó” los ataques terroristas del World Trade Center. Sabemos que no significa esto porque es algo que la ley podía hacer y que de hecho hizo muy bien. La ley criticó al pecado y lo llamó condenable. Por ejemplo, la ley dice, “no codiciarás” (Éxodo 20:17). Y la ley pronuncia castigo sobre los que rompen la ley (Deuteronomio 28:15). Así que la ley “condenó” claramente al pecado en este sentido.
Pero Romanos 8:3 dice, “Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo.” Dios hizo algo más que solo criticar el pecado y llamarlo condenable. Entonces ¿Qué quiere significar Pablo cuando dice, “Dios condenó al pecado en la carne”? Quiere decir que en la carne de Jesús – en su cuerpo sufriente y moribundo en la cruz – Dios ejecutó la sentencia final de condenación sobre el pecado de todo aquel que está en Cristo. En otras palabras, “Dios condenó al pecado” quiere decir que Dios declaró culpable al pecado y lo sentenció a ser castigado finalmente, y cumplió la condena de sufrimiento en la muerte de Su Hijo. Esta es la primera cosa maravillosa del enunciado “Dios condenó al pecado” –en la muerte de Cristo, no solo se mostró al pecado como condenable sino que fue condenado, recibió total y justa sentencia y pago –para todos los que están en Cristo Jesús.3
2. Nuestro pecado fue condenado en el sufrimiento y muerte de Cristo, dado que él no tenía pecado para ser condenado
La segunda cosa maravillosa en esta declaración es esta: No había pecado que condenar en Cristo Jesús. Pablo lo dice aquí de modo indirecto, y lo expresa directamente en otra parte. Aquí dice, “enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne.” Noten la palabra “semejanza.” Pablo dice “semejanza de carne de pecado” porque él no era pecador. Jesús no tenía pecado. Su carne era humana, y era como carne de pecado. Pero no tenía pecado. ¿Cómo podría Dios condenar al pecado en Su carne? No había ahí nada qué condenar. La respuesta más clara la encontramos en 2 Corintios 5:21, “[Dios] al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.” Ahí está. Pablo lo dice de la manera más clara que pueda ser dicho. “Él no conoció pecado.” Jesús nunca pecó. De todas las personas que han vivido Él ha sido el único que no merecía morir. Jesús es la única persona que ha vivido que no merecía sufrir. Pero Él murió y sufrió…
Así que la pregunta obligada es ¿a quién pertenecía el pecado condenado cuando la carne de Jesús fue torturada y muerta? Dios condenó al pecado en la carne de Su Hijo completamente inocente. ¿El pecado de quién? La respuesta es muy clara. Romanos 4:25 dice “El… fue entregado a causa de nuestras transgresiones.” 1 de Corintios 15:3 “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras.” Gálatas 1:4, “[Él] se dio a sí mismo por nuestros pecados.” 1 Pedro 2:24, “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz.” 1 de Pedro 3:18, “Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos.” Isaías 56:5-6, “Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el SEÑOR hizo que cayera sobre El la iniquidad de todos nosotros.”
La respuesta es que nuestro pecado fue condenado en el sufrimiento y la muerte de Cristo, no los suyos. Él no tenía ninguno. En la práctica ¿qué significa esto? Dejemos que Pablo lo diga de la forma que le gusta decirlo en Romanos 8:33-34, “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió.” Cuando surge la pregunta, “¿Quién puede condenar a los elegidos de Dios?” la respuesta que se entiende aquí es, “Nadie”. Nadie en el cielo o en el infierno o en la tierra. ¿Por qué? Porque “Cristo Jesús es el que murió.”
Y ahora sabemos por qué la muerte de Jesucristo nos libra de toda condenación. Porque cuando Él murió Dios estaba condenando al pecado, sentenciándolo, y castigándolo entera, completa y finalmente para todos los elegidos de El –todos los que están en Cristo por de. Por tanto fue mi pecado el que fue condenado y sentenciado y castigado por completo y total y finalmente cuando Cristo murió. Y si mi pecado fue castigado completa y finalmente allí, no seré castigado más por él.
Hermanos y hermanas, no hay otro agente de limpieza en todo el universo que pueda lavar nuestra conciencia, aparte de éste. No existe ningún otro escudo que pueda protegerte de la blanca y ardiente ira de Dios, aparte de este escudo. No existe ningún otro argumento que prevalezca en la corte final del cielo que este argumento: Cristo murió por mis pecados. Cristo cargó con mi condenación. Cristo absorbió todo la ira divina que hubiera venido y debido caer sobre mi.
No necesito otro argumento,
No necesito otra súplica,
Es suficiente que Jesús murió,
Y que él murió por mí.
Esa es la segunda cosa maravillosa acerca de esta declaración que “Dios condenó al pecado en la carne.” La primera es que el pecado ya ha sido condenado, sentenciado, castigado y ejecutado en Jesús. La segunda es que Jesús no tenía pecado qué condenar. Fue nuestro pecado el castigado. “[Dios] al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros.”
3. Dios condenó al pecado en la carne
La tercera cosa maravillosa acerca de esta declaración es que Dios lo hizo. “[Dios] condenó al pecado en la carne.” Dos cosas son poderosamente relevantes para nosotros aquí.
El amor de Dios nos rescató de la ira de Dios
3.1 La primera es que Jesucristo no se colocó a sí mismo entre Dios y el hombre para reconciliar uno con el otro. No es como si Dios solo estuviera airado con pecadores, y los pecadores son hostiles a Dios, y Jesús ama a los pecadores y se coloca él mismo entre su airado Padre y el hombre pecador para rescatar al hombre de la ira de Dios. Eso no es lo que enseña el cristianismo. Esto no es lo que pasó.
El texto dice – y toda la Biblia se fundamenta en esta visión – que Dios lo hizo. “Enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, [¡Dios!] condenó al pecado en la carne.” Jesús no se colocó a sí mismo entre Dios y el hombre; Dios puso a Jesús entre Dios y el Hombre (Romanos 3:25). Dios “envió a Su propio Hijo”. Dios dispuso todo para que el eterno, increado Hijo de Dios tomara “semejanza de carne de pecado”. Dios derramó su ira sobre el Hijo como condenación y castigo por nuestros pecados. Jesús no se interpuso, no se atravesó para salvarnos de Dios. Dios lo envío a él para salvarnos de Dios. Dios mismo nos salvó de la ira de Dios.
Cuando valores la cruz, no valores solamente el amor de Jesús salvándonos de la ira de Dios. Pondera el amor de Dios rescatándonos de la ira de Dios. Si conoces a Jesús, conoces al Padre. El corazón de Jesús es el corazón del Padre. Jesús está tan airado con el pecado como el Padre lo está. Y el Padre es tan amoroso por los pecadores como Jesús lo es.
Jesús dijo en Juan 14:7-9, “Si me hubierais conocido, también hubierais conocido a mi Padre; desde ahora le conocéis y le habéis visto. 8Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. 9Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"?.”
Ten suma claridad en esto: la obra de Jesús el Hijo de Dios es la obra de Dios el Padre. Si conoces a Jesús, el Hijo de Dios, conoces a Dios el Padre. Si amas a Jesús, el Hijo de Dios, amas a Dios.
Dios lo hizo. Dios condenó al pecado en la carne. Y la primera cosa de gran relevancia para nosotros es que nos previene de querer jugar a poner a Jesús contra Dios. Nos ayuda comprender que el Padre y el Hijo tienen un mismo corazón y mente al adoptar sus roles diferentes en salvarnos de nuestro pecado.
La exclusividad del Evangelio de la Gloria de Dios en Cristo.
3.2 La otra cosa tan relevante sobre este tercer punto (que Dios mismo fue quien condenó al pecado en la carne del Hijo de Dios), es que no encaja con las demás religiones mayoritarias, como el Islam o el Judaísmo o el Hinduismo o el Budismo. El punto aquí no es ser inflamatorio en la de por sí tensa situación global. El punto es preservar el evangelio de la gloria de Cristo (2 Corintios 4:4), el divino Hijo de Dios y único mediador que carga el pecado entre Dios y el hombre, en medio de la estampida cultural hacia el inclusivismo.
Lo que quiero decir con inclusivismo es la enseñanza de que todas las religiones son caminos válidos hacia Dios. Hay temor en la actualidad para hablar del exclusivismo del evangelio de Jesús – de que él es el Camino, la Verdad y la Vida y que nadie viene al Padre sino por él (Juan 14:16). Pero esto es lo que Pablo dice aquí en Romanos 8:3. Dios – El único y solo Creador del universo – envió a Su Hijo (su pre-existente, divino, eterno Hijo) en carne humana para cargar con todo el derrame de su furor y condenación del pecado. ESO es Dios lo que Dios es. Si dices, “Dios no hizo eso” entonces el Dios que adoras no es Dios.
¿Quién es el único y verdadero Dios? El único y verdadero Dios es el Dios y Padre de Jesucristo quien existía en “forma de Dios” e “igual a Dios” (Filipenses 2:6) y tomó la forma de siervo en semejanza a la carne pecadora, para que en El residiera corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Colosenses 2:9). El único y verdadero Dios envió esta Persona divina al mundo y en su carne condenó al pecado – lo sentenció, lo castigó, lo ejecutó. El pecado tuyo y el mío. Y el de todo el mundo, que por fe está en Cristo Jesús.
Este es el evangelio que predicamos a todo el mundo – a cada religión. Hay un solo Dios, el Padre de nuestro Señor, Jesucristo, el increado, eterno, divino Hijo de Dios, a quien Dios envió en semejanza de carne pecadora, y de pecado, para morir por pecadores, para que todos los que crean pudieran ser salvos – de su ira y para su gloria. Lo más amoroso que podemos hacer con los musulmanes es proclamarles el evangelio de Jesucristo de forma pacífica, humilde y sacrificial, sin el cual nadie será salvo.
Para amar personas como éstas se requiere de ti que llegues a comprender Romanos 8:3 como el evento más precioso de la historia mundial. Dios lo hizo. Dios condenó al pecado en la carne de Su propio Hijo. No existe otra limpieza para la conciencia. No existe otra protección de la ira. No hay ningún otro argumento para el juicio final. Creámoslo, construyamos sobre esto, vivámoslo, y cantémoslo.
Mi fe ha encontrado un lugar de descanso,
No en instrumento ni en credo
Yo confío en el siempre vivo Dios
Sus heridas por mí imploraránNo necesito otro argumento
Ni ninguna otra plegaria
Es suficiente que Jesús haya muerto,
Y que él murió por mí.Me es suficiente que Jesús salva,
Esto termina mi duda y temor;
Como alma pecadora, voy a él,
Él nunca me echará fueraMi corazón se apoya en la Palabra,
La Palabra escrita de Dios,
Salvación en el nombre de mi Salvador,
Salvación mediante su sangre.Mi gran Médico cura al enfermo,
Al perdido Él vino a salvar;
Vertió su preciosa sangre por mí,
Su vida dio por mí.