A los que justificó, a ésos también glorificó
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. 29 Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó.
Al finalizar esta serie permítanme nuevamente recordarles que la maravillosa confianza de que la tribulación, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada, y la mortandad y todo el gemido de nuestros cuerpos sin redimir, y toda la frustración de nuestros espíritus imperfectos, que esa maravillosa y profunda confianza de que todo esto obrará para nuestro bien está edificada sobre el sólido fundamento de la obra soberana de salvación de Dios que es descrita en Romanos 8:29-30. Y he predicado estos mensajes para fortalecerles e inundarles de felicidad en Dios en el momento en que pierden su salud, su cónyuge, su hijo, su trabajo, su amigo, y su sueño.
La promesa del Señor es verdadera;
Él es un escudo para todos los que se refugian en él.
¿Porque quién es Dios sino el Señor?
¿Y quién es la roca, sino nuestro Dios?
Vemos finalmente toda la extensión de esa Roca o fundamento en la última frase del verso 30: “y a los que justificó, a ésos también glorificó”. Tenemos tiempo para hacernos cuatro preguntas:
- ¿Qué sucede cuando Dios glorifica a un ser humano?
- ¿A quiénes glorificará Dios?
- ¿Cómo es esto un cumplimiento del Nuevo Pacto que Jesús certificó con su sangre?
- ¿Qué sucede cuando los creyentes tratan de aferrarse a la certeza de la glorificación mientras niegan la soberanía de la gracia?
1. ¿Qué Sucede Cuando Dios Glorifica A Un Ser Humano?
1.1. Les da una parte de su propia gloria y la gloria de su Hijo.
Romanos 8:17: “y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con El”.
Fíjese: “glorificados CON ÉL”. Cuando Dios glorifica a sus hijos les hace como hizo a Jesús cuando le exaltó a su diestra y sobre todo gobierno y autoridad. Nos permite compartir esa gloria.
Romanos 5:2: “por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”
1ra de Pedro 5:1: “Por tanto, a los ancianos entre vosotros, exhorto yo, anciano como ellos y testigo de los padecimientos de Cristo, y también participante de la gloria que ha de ser revelada”.
Cuando Dios glorifica a un ser humano, le otorga el privilegio de contemplar su belleza infinita y ser tanto como él (como Dios) como puede serlo una criatura. No le veremos como se ve un desfile en la televisión. Le veremos como se ve un huracán cuando se vuela sobre el ojo de la tormenta. “Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con El EN gloria” (Colosenses 3:4).
1.2 Más específicamente, cuando Dios glorifica a una persona le da un cuerpo nuevo y glorificado.
Romanos 8:21-23: “la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. 22 Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. 23 Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque en esperanza hemos sido salvos”.
Cuando Pablo habla, en el verso 21, de la “libertad de la GLORIA de los hijos de Dios”, se refiere a la liberación de los gemidos que viene con la posesión de nuevos cuerpos. Porque ahora gemimos esperando la redención de nuestros cuerpos. Pero entonces nuestros cuerpos serán gloriosos, como el cuerpo resucitado de Jesús.
Filipenses 3:20-21: “Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, 21 el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a sí mismo”.
O, como el apóstol Pablo lo expresó en 1ra a los Corintios 15:42-43:
“Así es también la resurrección de los muertos. Se siembra un cuerpo corruptible, se resucita un cuerpo incorruptible; 43 se siembra en deshonra, se resucita en gloria; se siembra en debilidad, se resucita en poder”
No más dolor. No más frustración con la debilidad y el agotamiento. No más incapacidad, o sillas de ruedas, o muletas, o tirantes, o alergias, o adicciones, o enfermedades. Todos seremos fuertes. Todos estaremos resplandeciendo con la belleza de Cristo (vea Romanos 8:29).
1.3 Cuando Dios glorifica a sus hijos, les da una belleza interior –llamada santidad. Comienza como un proceso en esta vida (llamado santificación) y termina cuando lleguemos a la presencia de Cristo (al morir, o en su segunda venida).
Creo que la razón por la que Pablo omitió la santificación en esta cadena en Romanos 8:29-30; la razón por la que no dijo: “a los que justificó, a ésos también santificó, y a los que santificó, a ésos también glorificó” es que él está pensando en la glorificación como en un camino que incluye la santificación. Así que la santificación es la obra de Dios con que hace que sus hijos sean gloriosos tanto espiritual como físicamente. Comienza ahora con un proceso de santificación, y culminará en la resurrección cuando recibamos nuestros cuerpos gloriosos.
2da a los Corintios 3:18: “Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”.
2da de Corintios 4:16-17: “Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. 17 Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación”.
Pablo dice claramente que la glorificación ha comenzado en nuestro interior a medida que ofrecemos nuestra atención a Cristo. La máxima bíblica no es: «ver es creer», sino «ver es convertirse».
Mire a Cristo con la vista fija, y se volverá como él, de un nivel de gloria, a otro. Su naturaleza interior será renovada cada día -¡ese es el proceso! Y todas las adversidades de la vida le estarán preparando para un eterno peso de gloria que está más allá de cualquier comparación -¡esa es la consumación!
Resumiendo entonces, cuando Dios nos glorifica, nos hace participantes de su propia gloria, nos da un cuerpo nuevo y glorificado, e imparte sobre nosotros la belleza interior de la santidad (parcialmente en esta vida, y completamente cuando volvamos a la presencia del Señor).
2. ¿A quiénes glorificará Dios?
La respuesta en el texto está clara: “a los que de antemano conoció, también los predestinó [...] a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó” ¿Ha comprendido ya lo que significa esta cadena? Significa que ninguno que es conocido de antemano deja de ser predestinado, y ningún predestinado deja de ser llamado poderosamente. Y ninguno que es llamado, deja de ser justificado. Y ninguno que es justificado, deja de ser glorificado.
El objetivo de esta cadena es la certeza, y la confianza, y la seguridad, y la convicción. La idea es que Dios no solo ofrece salvación, sino que ¡SALVA! “y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). ¡Los predestinados son SALVOS! Es algo completamente terminado –es por eso que la obra futura de Dios al glorificar a su pueblo está en pasado en el verso 30: “a los que justificó, a ésos también glorificó”.
La glorificación de los predestinados de Dios, de los llamados y justificados es algo absolutamente cierto. Ninguno puede perderse. La cadena es inquebrantable, porque el vínculo ha sido forjado en el horno del propósito eterno de Dios. Todas las vertientes y distorsiones de la fe cristiana que niegan la realidad de la seguridad eternal y niegan la posibilidad de la completa convicción de la salvación se despedazan contra la roca de Romanos 8:30. Está tan claro que es innegable en las Escrituras, los justificados SERÁN glorificados.
La respuesta entonces a la segunda pregunta es que todos los que son llamados poderosamente, a saber, todos los que han sido motivados y capacitados para creer y, por tanto, han escuchado la voz del perdón (la justificación) SERÁN GLORIFICADOS. Esto ya está hecho en la mente de Dios.
3. ¿Cómo Es Esto Un Cumplimiento Del Nuevo Pacto Que Jesús Certificó Con Su Sangre?
Cuando Jesús dijo en la última cena: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (1ra a los Corintios 11:25), o “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos” (Marcos 14:24) ¿A qué se refería? Se estaba refiriendo a una promesa hecha por los profetas Jeremías y Ezequiel de que un día Dios haría un nuevo pacto con su pueblo que sería mejor que viejo pacto hecho en el monte Sinaí.
Jeremías 31:31-34:
He aquí, vienen días—declara el Señor—en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto, 32 no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, mi pacto que ellos rompieron, aunque fui un esposo para ellos—declara el Señor; 33 porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días—declara el Señor—. Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34 Y no tendrán que enseñar más cada uno a su prójimo y cada cual a su hermano, diciendo: “Conoce al Señor”, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande—declara el Señor—pues perdonaré su maldad, y no recordaré más su pecado.
Ezequiel 36:26-27:
Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. 27 ‘Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas.
Así que la razón por la que el nuevo pacto es mejor que el viejo (Hebreos 8:6), es que el nuevo pacto contiene una promesa de Dios no solo para bendecir a aquellos que obedecen, ¡sino para hacer que obedezcan! “haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas”. Dios no asegura nuestra salvación separándola de la obediencia, lo hace garantizando nuestra obediencia.
La seguridad eterna que es tan claramente enseñada en la última frase de Romanos 8:30 (“a los que justificó, a ésos también glorificó”) no está basada en el hecho de que la obediencia es innecesaria para la salvación, de manera que usted se pueda sentir seguro si no la tiene. ¡Oh no! La obediencia ES NECESARIA: “[Jesús es la] fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen [...] Buscad [...] la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 5:9; 12:14). La seguridad eternal está fundamentada sobre el nuevo pacto jurado por Dios de qué producirá la obediencia que él exige en los que ha llamado y justificado.
Si alguien –dice un Testigo de Jehová- le pregunta cómo sabe si va al cielo cuando muera (que es lo mismo que preguntar cómo sabemos que todas las cosas ayudan para nuestro bien), tengo la esperanza de que después de esta serie de mensaje usted no se contentará con responder: «Sé que voy al cielo porque oré una vez y le dije a Jesús que viniera a mi corazón». En lugar de eso, espero que respondamos algo como esto: «Sé que iré al cielo porque Dios me escogió para sí, y me predestinó para gloria. Él ha dado testimonio a mi vida llamándome poderosamente para sacarme de la rebelión y la incredulidad y para perdonarme en su Palabra. Estoy justificado –mi pecado fue hacia Jesús, su justicia vino a mí».
Y ahora, mi confianza descansa en el pacto jurado de Dios de que él me hará caminar en su voluntad. El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por mí, ¿no hará que yo sea agradable a su vista (Romanos 8:32)? Por su Espíritu me hará satisfacer los justos requerimientos de la ley (Romanos 8:4), el pecado no tendrá más dominio sobre mí, porque ahora estoy bajo el gobierno de la gracia soberana (Romanos 6:14) y esa gracia reinará a través de la justicia hasta la vida eterna (Romanos 5:21).
El Padre lo planeó desde la eternidad. El Hijo lo adquirió hace siglos. El Espíritu lo está logrando hoy en mi corazón. Es él quien obra en mí el querer como el hacer para su beneplácito (Filipenses 2:13). Y el que comenzó esta obra en mí la completará hasta el día de Cristo Jesús (Filipenses 1:6). Esto es tan cierto como la promesa y el poder del Dios Soberano. Y, por tanto, sé que voy al cielo, porque A LOS QUE JUSTIFICÓ, A ÉSOS TAMBIÉN GLORIFICÓ.
4. ¿Qué Sucede Cuando Los Creyentes Tratan De Aferrarse A La Certeza De La Glorificación Mientras Niegan La Soberanía De La Gracia?
Hago esta pregunta porque la respuesta es una realidad presente a todo nuestro alrededor, y es trágica. Quiero salvarles de ella, y quiero alistarles para enfrentarla.
Permítanme tratar de responder la pregunta contrastándola con dos teologías diferentes. Describiremos una teoría como: “Gracia soberana –santos confiados”. Y describiremos la otra teología como “Gracia asistente –santos soberanos”. Miremos seis diferencias y similitudes entre estas dos teologías.
4.1. Lo que quiero decir con “gracia soberana –santos confiados” es que la gracia es un poder soberano que se encarga de todo lo referente a la salvación venciendo la resistencia de nuestra voluntad haciéndonos amar a Jesús y confiar en él.
Por otro lado, cuando hablo de “gracia asistente –santos soberanos” me refiero a una teología que dice que el papel de Dios en la conversión es dar un poco de convicción y luz, pero no vencer toda la resistencia y no llamar poderosa y creadoramente, sino dejar la decisión final al poder de autodeterminación individual. Dios asiste. A él le toca comenzar el juego. Pero el individuo es soberano en la conversión, la conversión es decisivamente (no totalmente, quizás ni siquiera fundamentalmente), pero DECISIVAMENTE su propia obra humana. Dios da una asistencia general a las personas para permitirles tomar la decisión. Así que lo que distingue a una persona por encima de otra no es la obra de Dios, sino la sabiduría, o valor, o virtud, o cualquier aptitud personal que hizo que una persona aceptara a Cristo mientras que otros que tuvieron la misma asistencia no lo hicieron.
4.2. Las dos teologías están de acuerdo en que por medio de la fe una persona escucha la voz de perdón y es, por tanto, justificada.
4.3. Las dos teologías están de acuerdo en que aquellos a quienes Dios justificó, a ésos Dios ciertamente llevará hacia una gloria final. En otras palabras, las dos teologías creen en la seguridad eternal del creyente justificado. Ninguno que haya creído en Cristo y haya disfrutado la justificación se perderá nunca.
4.4. Pero ¿qué podemos decir acerca del proceso de santificación que relaciona el evento inicial de justificación y la experiencia final de la glorificación? Bien, la teología de la “gracia soberana –santos confiados” dice que este proceso es obra de Dios como también la conversión fue obra de Dios.
“El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6). “Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito” (Filipenses 2:13). “He trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”. (2da a los Corintios 15:10). “Ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). La santificación es la obra de Dios venciendo mi propia inclinación que permanece insistiendo en pecar.
Pero la teología de la “gracia asistente –santos soberanos” no le da a Dios el derecho de vencer la resistencia en la conversión, ni tampoco le da ese derecho en la santificación. Dios asistió proveyendo convicción de pecado y alguna iluminación, pero no trasgredió el territorio soberano de la autodeterminación humana. Por tanto, este es también su papel en la santificación. Él puede asistir con una especie de codazo, haciendo recordar, u otras cosas por el estilo, pero la causa final y decisiva de la santificación progresiva es el poder de autodeterminación de la voluntad humana.
En la primera teología Dios me hace caminar decisivamente en sus estatutos. Y en la otra teología él me sugiere caminar en sus estatutos pero yo soy quien siento la urgencia decisiva que proviene de mi propio poder de autodeterminación.
4.5. Por tanto, la teología de la “gracia asistente –santos soberanos” solo puede ver la santificación como algo posible, pero no seguro. La santificación es dejada en las manos de la autodeterminación del santo, y a Dios se le niega el derecho de vencer la rebelión del santo. Así que no hay certeza de que la autodeterminación del santo tendrá voluntad suficiente como para llevarle hacia la santificación. Como Dios no hace que el creyente desee y actúe para Su beneplácito, no hay garantía de que el santo progresará en la santidad. Por tanto, en esta teología no hay seguridad de que el cristiano convertido vivirá una vida santa. Él es quien imparte el impulso decisivo para su propia conversión. Ahora queda por ver si él utilizará su poder de autodeterminación para ser santo.
Por otro lado, la teología de la “gracia soberana-santos confiados” dice que la santificación es algo absolutamente cierto para todos los llamados, porque Dios mismo ha jurado por la “sangre del pacto eterno” de que obrará “en nosotros lo que es agradable delante de Él” (Hebreos 13:20-21), y escribirá sus leyes en nuestros corazones (Hebreos 8:10 = Jeremías 31:33) y pondrá su Espíritu en nosotros y nos hará caminar en sus “estatutos, y [cumplir] cuidadosamente [sus] ordenanzas” (Ezequiel 36:27). “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1ra a los Tesalonicenses 5:10; 1ra a los Corintios 1:8-9; 1ra de Pedro 5:10; 2da a los Tesalonicenses 2:13-14).
En una teología, después de la conversión, la vida de santidad es incierta porque la santidad es, en última instancia, la obra del hombre. En la otra teología, después de la conversión, la vida de santidad es segura porque es, en última instancia, la obra de Dios (un Dios cuyo pacto jurado es que nos hará actuar para Su beneplácito).
4.6. Ahora estamos preparados para ver el terrible resultado de la teología de la “gracia asistente –santos soberanos”. Como la verdadera santidad es incierta en el cristiano converso, pero la glorificación es cierta, se deduce que la santidad no es el camino necesario para la glorificación. Si la gloria es asegurada sobre la base de un acto inicial de fe, pero la santificación no está garantizada, entonces la única forma en que usted puede mantener su seguridad en la salvación es creyendo que la santidad no es necesaria para la salvación final.
Y eso es, de hecho, lo que miles de cristianos profesantes creen hoy. Ellos se agarran de la doctrina de la seguridad eternal pero rechazan la soberanía de la gracia que garantiza la santidad de vida. Rechazan, por ende, la necesidad de la santidad poniendo en peligro sus almas, porque la Escritura dice que sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14; cf. Gálatas 5:21; 1ra a los Corintios 6:10).
Si esa santidad no es la obra de Dios, si no es una seguridad para el creyente como resultado del pacto jurado de Dios quien nos hará caminar para Su beneplácito, entonces no hay seguridad.
Lo que estoy tratando de señalar es que muchas personas quieren la altísima promesa de Romanos 8:28, muchos quieren la preciosa realidad de la seguridad eterna. Pero no la quieren en los términos de Dios. Quieren su propia seguridad Y su propia soberanía. Ellos quieren que Dios intervenga al final de sus vidas con poder soberano y les glorifique, pero no quieren que él intervenga ahora con su gracia soberana y les haga santos.
¡Oh cuántas personas no regeneradas se sienten tranquilas en Sión pensando que están seguros sin santidad! ¿Por qué? Porque por generaciones los maestros y pastores han estado diciendo que usted puede tener la seguridad de la glorificación sin la necesidad de la santidad.
Y ellos han estado diciendo estas cosas porque han rechazado la enseñanza bíblica de la gracia soberana. Esta doctrina es la única que explica cómo el Nuevo Testamento puede dar, por un lado, la seguridad eterna de gloria; y sin embargo, por otro lado puede hacer que esa gloria dependa de la santidad práctica. Si la gracia de Dios es soberana, no solo satisfará las promesas de glorificación, también satisfará las condiciones prácticas de esas promesas.
Si solo por el camino de la obediencia se llega hasta la glorificación, entonces la gracia soberana de Dios infaliblemente guardará a su pueblo sobre el camino en que ellos podrán obtener la glorificación prometida. A los que justificó, también santificó y POR TANTO glorificó.
Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén.