El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, parte 2
Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. 26 Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; 27 y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.
La semana pasada respondimos tres preguntas: 1) ¿Qué ora el Espíritu por nosotros? 2) ¿Cómo ora el Espíritu por nosotros? 3) ¿Por qué ora el Espíritu por nosotros?
¿Qué ora el Espíritu por nosotros?
Traté de responder solamente la primera pregunta. Lo que el Espíritu ora por nosotros es que Dios cumpla las decisiones y circunstancias que más magnifiquen a Cristo en nuestras vidas cuando estamos perdidos respecto a cuál es la voluntad específica de Dios, a causa de nuestra debilidad. Argumenté que la “debilidad” del verso 26 es la misma que los sufrimientos y decaimiento y futilidad de los versos 18-25. En otras palabras, las enfermedades y calamidades y planes truncados y persecuciones nos ponen en situación en las que simplemente nos perdemos al decidir entre si debiéramos huir del peligro o resistir, ser curados o soportar la enfermedad, tomar un riesgo o permanecer seguros.
No sabemos. Lo que sí sabemos es que queremos que Cristo sea exaltado en nuestros cuerpos ya sea en vida o en muerte – como Pablo dijo en Filipenses 1:20. Esto es lo que significa ser un “santo” – un cristiano – y éstos son aquellos por los que el Espíritu ora, de acuerdo al verso 27, santos. Así que esto es lo que el Espíritu Santo le pide al Padre, pero Él conoce la voluntad del Padre y Él pide que las decisiones y circunstancias particulares pasen de manera que efectivamente magnifiquen más a Cristo.
Dije que esto es relevante a cada uno de ustedes, conforme luchan con distintas clases de enfermedades y sufrimientos, y que será de una relevancia en incremento según el precio de ser cristiano aumente. Es un tema absolutamente urgente para algunos misioneros ahora mismo. ¿Debería un misionero dejar la India? ¿Qué de las hostilidades en otros países? Por ejemplo, aquí está parte de un correo electrónico que recibimos esta semana que pasó:
Nuestros libros confiscados están siendo ahora objeto de escrutinio por contenido subversivo. Mientras tanto, hemos sometido una noticia a las autoridades anunciando nuestra intención de recomenzar nuestras reuniones públicas. Cuando nuestro abogado entregó los papeles, le fue dicho que hubiera sido mejor recibido si hubiera entrado y les hubiera insultado. Tal es nuestra bienvenida entre las autoridades. Por favor, oren por nosotros para tengamos mucha sabiduría. No es el mejor tiempo para finalmente haber sometido estos papeles . . . Mientras nos sentamos y consideramos quién de entre nuestros hermanos y hermanas locales podría estar capacitado para resistir con nosotros, estamos conscientes que cada uno tiene una muy válida razón por la cual no sería una buena idea para ellos el ser arrestados en el presente. ¿Hay algún tiempo conveniente para ser arrestado? Quizá no, pero algunas circunstancias definitivamente lo hacen incluso más un problema. Necesitamos oír del Señor cómo proceder . . .
Sí, sería muy provechoso escuchar del Señor o tener la gracia de completa sabiduría. Y ciertamente es correcto orar por ello. Pero podría ser que esta situación sea uno de esos momentos en los que “no sabemos cómo debemos orar” y, en cambio, gemimos por nuestra debilidad. ¿No es maravilloso que Dios no está condenándonos o criticándonos aquí por no tener la fe (como algunos dirían) para discernir su voluntad?
El punto de Pablo es para estimularnos y ayudarnos. Aún cuando no sabemos lo que quisiéramos saber, y no podemos orar con mayor especificidad y seguridad de la voluntad de Dios, no debemos descorazonarnos, sino confiar en que Dios tiene sus propósitos en esto y que ha provisto para nosotros en nuestra debilidad. El Espíritu ora por nosotros.
¿Cómo ora el Espíritu Santo por nosotros?
Ahora, aquí está la segunda pregunta que formulé la semana pasada: ¿cómo ora el Espíritu Santo por nosotros?
En la última parte del verso 26, Pablo dice “el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. ¿Qué significa esto: “con gemidos indecibles”? Literal y simplemente dice, “con gemidos sin palabras”. ¿A qué se refiere? ¿Se refiere a gemidos que hacemos? ¿O a gemidos que no hacemos pero que el Espíritu Santo hace? ¿O es una tercera alternativa – por la que quiero argumentar, dígase, estos gemidos son nuestros gemidos que también son los gemidos del Espíritu porque Él los inspira y dirige en nosotros?
He aquí por qué pienso esto y por qué importa.
Si el Espíritu Santo está simplemente comunicándose con el Padre sobre qué necesitamos, no puedo imaginarme por qué tendría gemidos indecibles. Él conoce exactamente lo que Él tiene que pedir. No hay la más mínima confusión en su mente y Él nunca está perdido sobre cómo comunicarse con el Padre. Así que dudo que estos gemidos son gemidos que el Espíritu manda al Padre que no son nuestros.
Una segunda razón para pensar esto es que de Aquel que oye y entiende y contesta estos gemidos se dice en el verso 27 que escudriña nuestros corazones. Creo que eso apunta al hecho de que los gemidos están en nuestros corazones. Ahí es donde son experimentados como gemidos y oídos. “El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; (27) y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu”. En otras palabras, el Espíritu no envía sus gemidos al Padre en el cielo directamente. Él los registra en nuestros corazones. Ahí es donde son experimentados como gemidos – en nuestros corazones. Creo que esto sugiere que son nuestros gemidos, no solo los gemidos del Espíritu.
Un tercer argumento es que ese gemir en este contexto es algo que marca el mundo caído, y el Espíritu no está caído y no necesita gemir como la creación y los santos. En el verso 22 Pablo dice “la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora”. Y en el verso 23 dice “y no sólo ella , sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior”. Así que gemir es parte de la debilidad y futilidad y dolor y decaimiento de este mundo caído. Eso sugiere que los gemidos del verso 26 también son parte de esta debilidad y caída. Son nuestros gemidos, inspirados y dirigidos por el Espíritu Santo.
El cuarto argumento viene de la analogía del testimonio del Espíritu en los versos 15-16, “pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios”. ¿Quién dice “¡Abba, Padre!” aquí? Bueno, nosotros. Pero no solo nosotros. Este es el testimonio del Espíritu. Este lloro sentido en el corazón de que Dios es nuestro Padre está inspirado y dirigido por el Espíritu. ¡Es su testimonio!
De modo que aquí tenemos una útil analogía paralela al gemir del Espíritu en el verso 26. El Espíritu gime de la misma manera en que testimonia: Él inspira el gemir y Él inspira el testimonio. El gemir es su gemir, y el testimonio es su testimonio. Pero nosotros experimentamos el testimonio del Espíritu como el auténtico lamento que sentimos en el corazón y que mana gritando “¡Abba, Padre!”. Y experimentamos el gemido del Espíritu en el manar de los gemidos por la gloria de Cristo en nosotros, pero en formas y maneras que no conocemos.
Así que mi respuesta a la pregunta, ¿cómo ora el Espíritu por nosotros?, es que Él se mueve poderosamente en nuestros corazones para crear gemidos – sus gemidos experimentados como nuestros gemidos – que están basados en dos cosas: 1) un profundo deseo y dolor en el corazón de que Cristo sea magnificado en nuestras vidas, y 2) una debilidad que nos deja confundidos e ignorantes sobre cómo ocurrirá esto o debiera ocurrir. Por tanto, nosotros no estamos seguros de cómo debemos orar, pero sí estamos seguros de que queremos que Cristo sea magnificado en nuestros cuerpos.
El Padre escudriña nuestros corazones y escucha este gemido. Él escucha el anhelo que exalta a Cristo y que está presente en el corazón, y escucha la clara intención del Espíritu de que determinadas decisiones y circunstancias ocurran de la manera exacta en que traigan más gloria a Jesús.
Una de las razones por las que esto importa tanto es que significa que en el mismísimo momento de algunas de nuestras más profundas frustraciones, nuestros gemidos son la propia obra del Espíritu de Dios POR nosotros y no contra nosotros. Recordemos, Pablo está ayudándonos a soportar el sufrimiento y la futilidad y el decaimiento y el gemido en este mundo - ¡ese es el punto de todos estos versículos! Y aquí él nos estimula al decir que nuestra debilidad en este mundo siempre incluirá alguna ignorancia sobre cuál es la voluntad de Dios y sobre cómo orar. Sí, debemos hacer lo posible para conocer cuál es la voluntad de Dios (Romanos 12:1-2; Efesios 5:17). Pero, no, no debemos esperar conocerla siempre o conocerla infaliblemente. Somos débiles y pecadores, y Pablo nos ayuda a entender cómo Dios es por nosotros incluso en esos momentos.
¿Por qué el Espíritu Santo ora por nosotros de esta manera?
Ahora, la última pregunta: ¿por qué ora el Espíritu Santo de esta manera por nosotros? Recuerdas que dije que esto es muy extraño: Dios orándole a Dios conforme a la voluntad de Dios. ¿Cuál es el punto? Dios el Padre sabe cuál es su voluntad antes que el Espíritu le pida que la lleve a cabo.
La respuesta a esto es parte de una pregunta mucho mayor: ¿por qué quiso Dios que debiera existir algo como la oración? ¿Por qué decidió diseñar el universo de manera tal que Él haría cosas en respuesta a las oraciones de sus criaturas finitas? Para responder esto, aventuro cinco enunciados como un resumen teológico de oración. Asumo que conocer más del propósito de Dios profundizará nuestro compromiso con la oración y nos ayudará a glorificar a Dios por la razón por las que hace las cosas que hace.
Dios creó el universo y todo lo que hay en Él para mostrar las riquezas de la gloria de su gracia.
Isaías 43:6-7: “Trae a mis hijos desde lejos, y a mis hijas desde los confines de la tierra, 7 a todo el que es llamado por mi nombre y a quien he creado para mi gloria, a quien he formado y a quien he hecho”.
Efesios 1:6, 12, 14: “para alabanza de la gloria de su gracia…seamos para alabanza de su gloria…para alabanza de su gloria”.
Romanos 9:23: “…para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano El preparó para gloria”.
Por tanto, todas las personas deberían actuar de manera que se llame la atención a la gloria de la gracia de Dios.
Mateo 5:16: “Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
1 Corintios 10:31: “Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.
La obediencia y el servicio del pueblo de Dios lo glorificarán más cuando ellos conciente y manifiestamente dependen de Él por la gracia y el poder para hacer lo que hacen.
1 Pedro 4:11: “El que habla, [debe hacerlo de modo] que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén”.
2 Tesalonicenses 1:11-12: “Con este fin también nosotros oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os considere dignos de vuestro llamamiento y cumpla todo deseo de bondad y la obra de fe, con poder, 12 a fin de que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en El, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo”.
La oración por la ayuda de Dios es una manera en que Dios preserva y manifiesta la dependencia de su pueblo en su gracia y poder. La necesidad de oración es un recuerdo constante y un despliegue de nuestra dependencia de Dios en todo, de modo que Él reciba la gloria cuando nosotros obtengamos el auxilio.
Salmos 50:15: “Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás”.
Juan 14:13: “Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”.
Cuando el Espíritu inspira y dirige los gemidos en nuestros corazones, el propósito final del universo ocurre: Dios recibe la gloria porque Dios el Espíritu crea los gemidos en nosotros; Dios recibe la gloria porque Dios el Padre es quien escucha y lleva a cabo lo que el Espíritu pide; Dios recibe la gloria porque Dios el Hijo compró para los pecadores cada bendición que ellos alguna vez puedan recibir; Dios recibe la gloria porque nuestros corazón se convierten en el teatro de esta actividad divina, para que conozcamos y experimentemos la intercesión llena de gracia que Dios hace por nosotros y para que conscientemente, le demos gracias y alabanzas.
Conclusión
Cuando te sientes muy débil a causa del sufrimiento o el decaimiento o la enfermedad o la futilidad o la persecución o los planes fallidos o decisiones confusas, no desesperes cual si Dios estuviera airado contigo o por tu inhabilidad para conocer qué hacer o qué orar. En ese preciso momento, experimenta los gemidos indecibles de tu corazón como gemidos por la gloria de Cristo. Y confía en el Espíritu de Dios para que interceda por ti por lo específico. Confía en Él porque por cuanto Él ora por ti, tu Padre traerá a ejecución decisiones y circunstancias que magnificarán a Cristo en la mejor manera – en el mismo medio de tu ignorancia y gemir.
Qué Dios tan misericordioso y lleno de gracia tenemos. ¡Él ha planeado para toda nuestra debilidad y nada nos podrá separar de su amor!