El Deseo de La Ignorancia y la Vida de Santidad

Como hijos obedientes no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO.

Durante doce versículos, Pedro no dio ninguna orden, no hizo advertencias ni exhortaciones. Solo celebró y bendijo al Dios que elige, regenera, purifica y preserva. La semana pasada, en el versículo 13, vimos el primer mandamiento de la vida cristiana: “Tengan plena esperanza en la gracia de Dios”. Manténganse mentalmente sanos y moralmente sobrios para enfrentar la lucha de la esperanza.

Por lo tanto, la esperanza es lo primero. Hoy vemos el segundo mandamiento: sean santos (vs. 15,16). Hay dos mandatos: Tengan esperanza en la gracia de Dios; y sean santos como la santidad de Dios. Pueden ver que ambos mandatos demandan una exhaustiva orientación de nuestra vida hacia Dios.

  • Sean personas llenas de esperanza y que esa esperanza que los inunda sea una esperanza en Dios.
  • Sean personas santas y que esa santidad que tienen sea como la santidad de Dios.

Por consiguiente, cuando tienen esperanza se centran en Dios y cuando son santos se centran en Dios. La gracia de Dios es la fuente de la esperanza que sienten y la santidad de Dios es el modelo de la santidad que tienen.

La vida cristiana está impregnada de Dios

Cuando luchamos contra las realidades bíblicas, como la santidad y la esperanza, a veces, los árboles nos impiden ver el bosque. El bosque es este: La Vida Cristiana está impregnada de Dios.

  • Dios en la mañana.
  • Dios al mediodía.
  • Dios en la noche.
  • Dios como motivación.
  • Dios como guía.
  • Dios como modelo moral.
  • Dios como consuelo.
  • Dios como fortaleza.
  • Dios como verdad.
  • Dios como gozo.

Lo que surge de 1 Pedro y de todo el Nuevo Testamento es que la vida cristiana es una vida vivida en Dios.

  • Siempre consciente de Dios.
  • Siempre sometida a Dios.
  • Siempre confiando en Dios.
  • Siempre guiada por Dios.
  • Siempre esperando en Dios.

En la actualidad, lo que me sorprende una y otra vez – y define mi vida y mi ministerio- es que cuando examino la vida cultural norteamericana contemporánea, la realidad más impresionante, impactante y atemorizante es que Dios les resulta completamente insignificante. Y cuando examino el Nuevo Testamento, lo más impresionante, impactante y atemorizante es que Dios lo es todo. (1 Corintios 3:7).

Dile a Israel que se acuerde de su Hacedor

A veces, en épocas de debilidad, me siento tan aletargado por la tan normal insignificancia de Dios en la vida contemporánea, que no me doy cuenta de la magnitud del mal y del peligro de los que formo parte. Entonces, Dios me habla de una manera penetrante como lo hizo el jueves pasado.

Descanso los Jueves, y puedo leer en la cama si lo deseo. Estaba leyendo al profeta Oseas cuando llegué a estas palabras (8:9): “Israel se ha olvidado de su Hacedor y ha edificado palacios”. Hay veces que puede que simplemente lo lea de pasada. Pero no el jueves. El jueves Dios habló poderosamente. Dejé de lado la Biblia, cerré mis ojos y sentí otra vez el siempre recurrente llamado en mi vida: Dile a Israel que se acuerde de su Hacedor y adviérteles sobre sus palacios. Predica esto el domingo; enséñalo el miércoles; haz poemas, escríbelo en libros; dilo en conferencias; vívelo ante tu familia, tu personal y tus mayores. Dios es lo más importante del mundo, sobre lo que tenemos que pensar, sentir y actuar. Sentirse cautivados por algo más que Dios es idolatría.

Bueno, ¡ahí va un tercio del tiempo de mi sermón! Pero, era allí donde mi corazón estaba cuando leía estos versículos. Versículo 16: “Sed santos, porque yo soy santo”. Versículo 15: “Así como Aquel que os llamó es santo, sed santos en vuestra manera de vivir”.

Dios es el modelo de Santidad

Primero, tengan esperanza en Dios (v.21). Ahora, sean santos como Dios. Dios es la fuente de esperanza. Dios es el modelo de santidad.

¿Qué significa esto?

El significado de Santidad

En el Antiguo Testamento, la idea primordial de santidad (citada aquí) es la de estar separado de lo que es imperfecto y maligno, y apartado para Dios. Por lo tanto, el Sabbath es santo para el Señor: separado de las actividades de otros días y dedicado al Señor (Éxodo 31:15). Los sacerdotes son santos para el Señor, apartados de las actividades habituales y dedicados al Señor de una manera especial (2 Crónicas 23:6). Las cosas podrían ser santas si las apartamos del uso habitual y las dedicamos al Señor.

Cómo es santo Dios

Cuando uno aplica la definición de santidad a Dios mismo, sucede algo interesante. Dios es santo porque está aislado de todo lo malo, imperfecto e impuro. Esa es la primera mitad de la definición. Está absolutamente libre de toda mácula de maldad o imperfección.

La otra mitad de la definición es que la santidad de Dios es el estar apartado de todo eso para Dios. Tenemos que ser cuidadosos con esto, para que no eliminemos todas las diferencias bíblicas que existen entre la santidad, la gloria y la rectitud de Dios. Les voy a dar una descripción simple de la relación entre las tres para que la evalúen cuando leen las Escrituras.

La Santidad, la Gloria y la Rectitud de Dios

La santidad de Dios es la realidad más fundamental de todas. Se refiere a la realidad que Dios es absolutamente único y en su clase – eso es estar aparte de todo – nadie puede compararse a Él. No hay otro Creador, no hay otro que sustenta, ninguna otra evaluación final del bien y del mal. “No hay santo como el Señor, en verdad, no hay otro fuera de ti, ni hay roca como nuestro Dios” (1 Samuel 2:2). Está absolutamente apartado en su propia clase, es incomparable, inigualable, no deriva de nada, absoluto en su ser y su perfección, sin principio ni fin ni perfeccionamiento. En una palabra su santidad es la supremacía de su valor infinito entre todo lo que es.

La gloria de Dios es el resplandor o la expresión exterior de esa perfección y valor. Como si se dijera que la luz es la gloria del sol y el fuego es su santidad. “Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria” (Isaías 6:3).

La rectitud de Dios es su fidelidad o su compromiso para actuar siempre de acuerdo a la perfección de su gloria y del valor de su santidad. Su rectitud es su lealtad para defender y engrandecer la gloria y la santidad de sí mismo (ver Salmos 143:11). Si alguna vez, Dios actuara como si su gloria no fuera el valor supremo del universo, sería injusto. Su acción no sería verdadera.

¿Cómo tiene que impactar la santidad de Dios nuestras Vidas?

Como creyentes en Jesús, el Nuevo Testamento nos dice que construyamos nuestras vidas en la rectitud y la gloria de Dios. Pero, en este contexto Pedro se centra en la santidad de Dios. Por lo tanto, queremos preguntar: ¿Cómo impacta debidamente la santidad de Dios en nuestras vidas?

Pedro cita a Dios en el versículo 16: “Sed santos, porque yo soy santo” ¿Significa eso "sed absolutamente únicos en el universo como yo lo soy"? Probablemente, no. ¿Entonces, qué?

Podemos encontrar la clave comparando los versículos 14 y 15. El versículo 14 nos dice qué es lo contrario de ser santos, como contraste del mandato a ser santos del versículo 15. Versículo 14: “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, 15 sino que así como Aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”.

Cinco Pasos

Existen cinco pasos en la manera que Dios expresa su santidad en la vida de los creyentes.

1. Dios nos Llama

Primero, Dios nos llama – versículo 15: “Como Aquel que os llamó es santo”. Esto es virtualmente lo mismo que el acto de Dios de hacernos nacer de nuevo, referido en el versículo 3:”Nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva.” Pablo dijo: “A los que conoció de antemano, también los predestinó…y a los que llamó, a esos también justificó” (Romanos 8:29-30). Este llamado es el efecto de la palabra dadora de vida de Dios que nos saca de la rebelión para que tengamos una actitud sumisa de fe.

2. Nos convertimos en los hijos de Dios

El efecto de este llamado o de este nuevo nacimiento es que nos convertimos en hijos de Dios. Versículo 14: “Como hijos obedientes.” Esto es muy importante porque muestra que de verdad cambió algo dentro de nosotros cuando Dios nos convocó, es decir, entró el Espíritu de Dios. Pablo dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios” (Romanos 8:14). Por lo tanto, el Espíritu Santo entra en nosotros y comienza a hacer obrar la santidad de Dios en nuestras vidas. Pero, ¿cómo?

3. Vemos las cosas de una manera diferente

Tercero, al ser llamados y hacernos hijos de Dios ya no vemos las cosas desde la ignorancia como lo hacíamos antes. Las vemos de una manera diferente. Versículo 14: “No os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia.” Ahora que fuimos llamados, nacidos de Dios e hijos de Dios, no estamos cegados por lo que Pablo llama “deseos engañosos”. No nos engañan más. Vemos a través de ellos. No somos insensatos como un niño pequeño que toma una moneda de cinco centavos, en vez de una de diez centavos, porque es más grande.

Ahora lo entendemos mejor. Pero, ¿qué entendemos mejor? Principalmente a Dios. Ahora no evaluamos la realidad humana como superior a Dios en valor. No ignoramos el valor infinito de Dios (1 Tesalonicenses 4:5). Antes estábamos ciegos acerca del valor de Dios. Nos habíamos alejado de la fuente de vida y tratábamos de cavar para nosotros cisternas que no retenían agua (Jeremías 2:13). Ahora, por medio el Espíritu de Dios, hemos eliminado la insensatez y la ignorancia y estamos empezando a valorar las cosas por lo que realmente son. Ahora entendemos que la santidad de Dios es el valor supremo del universo.

4. Apartamos viejos deseos y experimentamos Nuevos

Cuarto, el reemplazo de nuestra ignorancia anterior por la verdad sobre Dios nos conduce a apartar viejos deseos y experimentar unos nuevos. Versículo 14: “No os conforméis a los deseos [“deseos”, es una palabra neutral], que antes teníais en vuestra ignorancia”. Cuando valorábamos erróneamente a Dios, teníamos deseos engañosos. Pero Pedro los llama ahora deseos de “antes”. Se están desvaneciendo en el pasado. Por más que podríamos tener que volver a luchar contra ellos con la verdad, no son más el poder que define nuestras vidas. Son de “antes”. No somos eso ya.

5. Obedecemos a Dios

Finalmente, estos deseos nuevos y el haber destronado los pasados conducen a la obediencia a Dios y al no conformarse al mundo. Versículo 14: “Como hijos obedientes no os conforméis a los deseos que antes teníais”.

Conclusión

Cuando tienen lugar estos cinco pasos, entonces comenzamos, como dice el versículo 15, a ser santos en toda nuestra manera de vivir. Por lo tanto, mi respuesta a la pregunta sobre cómo se expresa la santidad de Dios en nuestras vidas es así:

  1. El Dios santo nos convoca poderosamente a ser como Él.
  2. Nos da su Espíritu Santo para dar testimonio de que somos sus hijos.
  3. Abre nuestros ojos, para que venzamos nuestra ignorancia sobre la naturaleza suicida de los deseos que combaten contra el alma (1 Pedro 2:11) y nos permite evaluar debidamente la supremacía de su valor, de su santidad.
  4. El resultado de las nuevas percepciones de verdad y valor es un campo completamente nuevo de deseos: los pasados empiezan a morir por su insensatez y poder ser suicidas; los nuevos crecen con una comprensión creciente del valor de la santidad de Dios.
  5. Por lo tanto, en toda nuestra manera de vivir, la santidad de Dios se convierte en la realidad dominante y forjadora de vida.

Por eso, junto con el apóstol Pedro, los exhorto: Como hijos obedientes no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”.