El endurecimiento del faraón y la esperanza del mundo
Entonces el Señor dijo a Moisés y a Aarón: Tomad puñados de hollín de un horno, y que Moisés lo esparza hacia el cielo en presencia de faraón; 9 y se convertirá en polvo fino sobre toda la tierra de Egipto, y producirá furúnculos que resultarán en úlceras en los hombres y en los animales, por toda la tierra de Egipto. 10 Tomaron, pues, hollín de un horno, y se presentaron delante de faraón, y Moisés lo arrojó hacia el cielo, y produjo furúnculos que resultaron en úlceras en los hombres y en los animales. 11 Y los magos no podían estar delante de Moisés a causa de los furúnculos, pues los furúnculos estaban tanto en los magos como en todos los egipcios. 12 Y el Señor endureció el corazón de faraón y no los escuchó, tal como el Señor había dicho a Moisés. 13 Entonces dijo el Señor a Moisés: levántate muy de mañana, y ponte delante de faraón, y dile: “Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: ‘Deja ir a mi pueblo para que me sirva. 14 ‘Porque esta vez enviaré todas mis plagas sobre ti, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que sepas que no hay otro como yo en toda la tierra. 15 ‘Porque si yo hubiera extendido mi mano y te hubiera herido a ti y a tu pueblo con pestilencia, ya habrías sido cortado de la tierra. 16 ‘Pero en verdad, por esta razón te he permitido permanecer: para mostrarte mi poder y para proclamar mi nombre por toda la tierra. 17 ‘Y todavía te enalteces contra mi pueblo no dejándolos.
¿Cómo conoceremos a Dios? ¿Cómo sabremos cómo es Dios y qué pensaremos de él? Cuando hago esta pregunta, una respuesta golpea mi mente con abrumadora seguridad: Lo que usted siente acerca de la forma en que Dios debería ser, y lo que yo siento acerca del la forma en que Dios debería ser, no cuenta para nada. Si alguien se levanta y hace una aseveración sobre lo que pueden creer de Dios y lo que no, eso sería tan insignificante para determinar lo que es cierto acerca de Dios, como el rechinar de una ventana con el viento. La opinión humana no cuenta para nada al definir a Dios.
¿Cómo, pues, le conoceremos? Ya que es tan crucial que le conozcamos. Si él está ahí, nada en el mundo tiene más importancia que él. Si él está ahí, él es como el estallido de un trueno y nosotros somos como motas de polvo flotando en el haz de luz mañanero que da sobre la cama. Si él está ahí, es absoluto y nosotros somos totalmente dependientes.
Sin embargo ahora yo me estoy arriesgando a poner mis opiniones por delante, opiniones que no tienen importancia alguna. ¿Cómo lo conoceremos? Lo conoceremos por su propia iniciativa de revelarse a nosotros. Lo cual hizo más clara y poderosamente al enviar a su Hijo, Jesucristo. Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Después dice que él enviará al Espíritu Santo para que guíe a sus apóstoles hacia toda la verdad, a fin de que la verdad de Cristo y del Padre sea preservada y reflejada en la Palabra inspirada de la Escritura (Juan 16:13). El efecto que tuvo esta promesa fue que los apóstoles podían decir: “de lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu…” (1 Corintios 2:13).
Adentrándonos en el Antiguo Testamento
Pero los apóstoles y sus asociados, que preservaban la verdad de Cristo para nosotros en sus evangelios y en sus cartas, eran guiados, por el espíritu que moraba en ellos, a sumergirse en el Antiguo Testamento tanto como las enseñanzas de Jesús. “Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas” (Hebreos 1:1). Cuando el Espíritu guiaba a los apóstoles hacia la verdad, lo hizo guiándolos por medio de una certera y profunda interpretación de lo que Dios había hecho y dicho en el Antiguo Testamento.
Esto es lo que vemos a través de todo el libro de Romanos, especialmente en el capítulo 9, donde hemos estado desde el 3 de Noviembre. En Romanos 9:4-5 Pablo lidia con “la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas”—todo lo cual él lo ve en el Antiguo Testamento. En los versículos 6-12 lidia con Isaac, con Ismael, con Jacob, y con Esaú, desde Génesis. En el versículo 13 hace referencia a Malaquías 1:2-3, “yo amé a Jacob, y aborrecí a Esaú”. En el versículo 15 cita Éxodo 33:19 (“tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión”), y elabora su argumento acerca de la justicia de Dios basándose en estos textos. Y después, en el versículo 17 cita Éxodo 9:16 y de ahí concluye en el versículo 18, “Así que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece”.
De modo que si preguntamos, ¿cómo Podemos conocer a Dios? La respuesta de Dios es: Yo me revelo a ti, principalmente en mi Hijo Jesucristo, y en el Nuevo Testamento por medio de sus apóstoles inspirados, que nos llevan de vuelta a la antigua revelación de Dios, y nos muestran que todo lo que tiene que ver con la divina revelación de Dios está unido. El Dios de Éxodo es el Dios de Romanos. El Dios que lidiaba con el faraón es el Dios que está lidiando con nosotros.
Así, en cada aspecto de Romanos 9, Pablo basa su enseñanza acerca de la soberanía de Dios y de la libertad de Dios en su elección incondicional, en el Antiguo Testamento. Él ansía que veamos que la revelación de Dios en el Nuevo Testamento, es una con la revelación de Dios en el Antiguo Testamento.
Éxodo 9:16 citado en Romanos 9:17
Y aquí estamos ahora, en Éxodo 9:16, que Pablo cita en Romanos 9:17. Sería bueno examinar esa cita en Romanos y ver qué es lo que Pablo infiere de ella. En Romanos 9:17-18 Pablo dice: “Porque la Escritura dice a faraón: Para esto mismo te he levantado, para demostrar mi poder en ti, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra. 18 Así que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece”.
En el versículo 18, Pablo está retomando los versículos 15-16 y resumiendo la libertad de Dios para tener misericordia (“del que quiere tiene misericordia”), y está demostrando, a partir de la historia de Éxodo acerca del faraón, su libre determinación para endurecer (“al que quiere endurece”).
El versículo 18 Enseña Acerca de la Incondicionalidad Del Endurecimiento
Antes de regresar a Éxodo para ver qué vio Pablo allí, asegurémonos de entender lo que dice aquí. ¿Qué quiere decir Pablo en Romanos 9:18 con las palabras, “al que quiere endurece”? Hay al menos siete razones para pensar que Pablo quiere decir que: Dios es libre para endurecer a quien quiera endurecer, y que no basa su decisión sobre a quién endurecer en alguna de las obras de la persona.
Antes de mostrar las siete razones, asegurémonos de entender lo que estoy diciendo, y lo que Pablo está diciendo. Cuando digo que Dios ‘a quien quiere endurecer endurece’, me refiero a que Dios decide quienes se rebelarán en su dureza e incredulidad, y por lo tanto serán merecedores de condenación. El endurecimiento que Dios provoca no hace que sea imposible tener culpa, sino que la culpa sea certera.
Ahora, aquí está el misterio, el motivo por el cual las opiniones del hombre no son importantes, las personas que están endurecidas contra Dios son realmente culpables. Su culpa es real. Estas personas son realmente condenables. Realmente merecen ser juzgadas. Y Dios decide quién estará en esa condición. Si usted exige una explicación a CÓMO puede ser esto (es decir: que Dios decida quien es endurecido, y que con todo, los que son endurecidos, son realmente culpables y condenables), en la Biblia hay indicadores. Pero no serán suficientes para la mente humana, que por naturaleza, es una mente caída.
Yo no estoy ofreciendo esa explicación ahora. Simplemente afirmo lo que veo en la Palabra: Dios al que quiere endurecer endurece, y el hombre es responsable. El hecho de que Dios endurezca no quita la culpa, sino que la establece como certera.
Siete Evidencias Contextuales al Endurecimiento Incondicional
Ahora bien, ¿en este texto cuáles son las evidencias de que las palabras “al que quiere endurece”, dichas en Romanos 9:18, significan que Dios decide libre e incondicionalmente, quién será endurecido y quién no?
- Es el significado más natural de las palabras. “Al que quiere endurece”, dice que su voluntad y no la nuestra, es decisiva al endurecer. Para estar seguros, nuestra voluntad se rebela y está endurecida contra Dios. Pero el significado natural de estas palabras es que la voluntad de Dios es decisiva por moldeando y por provocando nuestra voluntad, sin anular la importancia de nuestra voluntad.
- El paralelo exacto con la misericordia muestra que la forma de actuar de Dios en el endurecimiento, es tan incondicional, como su forma de actuar a la hora de tener misericordia. El versículo 18 dice, “del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece”. Así que si creemos que si el hecho de que Dios muestre misericordia es un acto incondicional, la manera más natural de entender su paralelo es interpretando que el endurecimiento es incondicional.
- Esto es, de hecho, exactamente lo que Pablo infiere de las palabras de Dios en el versículo 15, “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia”. De aquí concluye en el versículo 16: “Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”. Si este es el significado de “tendré misericordia del que yo tenga misericordia”, entonces: no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios, quien endurece.
- El paralelo con Jacob y Esaú muestra que la misericordia y el endurecimiento son incondicionales. Pablo dijo en los versículos 11 y 13, (porque aún cuando los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, […] 13 Tal como está escrito: A Jacob ame, pero a Esaú aborrecí”. En otras palabras, el contexto demanda que Pablo aborde no solo la parte amorosa y misericordiosa de la soberanía de Dios, también la parte donde la soberanía de Dios aborrece y endurece. El paralelo con Jacob y Esaú en el versículo 13 muestra que tanto el endurecimiento como la misericordia son incondicionales.
- La objeción y la respuesta de Pablo en el versículo 19, muestran que Pablo no lidiaba con la soberanía de Dios en la forma en que la mayoría de las personas lidian en la actualidad. Pablo plantea la objeción: “Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?”. Ahora bien, en este punto la mayoría de las personas dicen en la actualidad, Dios inculpa porque nos endurece en respuesta a nuestro propio auto-endurecimiento previo.
Por ejemplo, un popular, y frecuentemente buen comentario, dice:
Ni aquí ni en ninguna otra parte, está escrito que Dios haya endurecido a alguien que primero no se halla endurecido a sí mismo. En la historia es obvio que el faraón endureció su corazón contra Dios, y se rehusó a humillarse ante Dios. Así que el que Dios lo haya endurecido fue un acto judicial, abandonando al faraón a su propia testarudez.1
Permítanme decirlo tranquila y firmemente: Esto es exactamente opuesto a la enseñanza de Romanos 9:18. Y esta es la quinta razón por la que hago esta aseveración: ¡Así, Pablo podría haber eliminado fácilmente la objeción planteada en el versículo 19, y sin embargo no lo hizo! Los reclamantes escuchan a Pablo decir que Dios, “al que quiere endurece”, y responder “Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a su voluntad?”. ¡Cuán fácilmente Pablo podría haber respondido la objeción con todas las respuestas del hombre moderno! Y no lo hizo. Porque son la respuesta equivocada. Las respuestas del hombre moderno cambian totalmente la enseñanza de Pablo. Pablo dijo, “Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios?”. Más aún, dice Pablo, pero en una dirección completamente opuesta a la esperada por las personas de hoy (o de aquel entonces).
- El versículo 21 muestra que Pablo ve la misericordia y el endurecimiento como eventos incondicionales, él habla de los propósitos de las dos actitudes como provenientes de la misma masa de barro: “¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa [esta es la frase crucial] un vaso para uso honroso y otro para uso deshonroso?”. El énfasis está en que no es la naturaleza del barro lo que determinaba lo que Dios hace con ella. Es la libre, y sabia, y soberana voluntad del Alfarero lo que lo determinaba. Dios tiene misericordia de quien quiere tener misericordia y a quien quiere endurecer, aunque las dos personas hayan salido de la misma masa de barro.
- En Romanos 11:7 leímos, “Entonces ¿qué? Aquello que Israel busca no lo ha alcanzado, pero los que fueron escogidos lo alcanzaron y los demás fueron endurecidos”. En otras palabras, la elección es el factor decisivo en relación a quién es endurecido y quién no; no lo es nuestra voluntad pasada o actual, es Dios quien elige. “los que fueron escogidos lo alcanzaron y los demás fueron endurecidos” (11:7). “A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí” (9:13). Dios, “del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece” (9:18).
Un Misterio
Permítanme decir ahora de nuevo, después de estas siete razones para creer en la libertad de elección de Dios en relación a la misericordia y al endurecimiento, que no he quitado el misterio, he afirmado el misterio. Dios endurece incondicionalmente, y los que son endurecidos son realmente culpables y responsables de la dureza y la rebelión que hay en sus corazones. Sus propias conciencias los condenarán justamente. Si perecen, perecerán por un pecado real y por una culpa real. No se nos ha dicho explícitamente cómo Dios endurece libremente, y sin embargo preserva la responsabilidad humana.
Es el mismo misterio de cómo entró el primer pecado en el universo. ¿Cómo una disposición pecaminosa surge en un buen corazón? La Biblia no nos dice. Llamar libre albedrío a ese misterio (hacer que la autodeterminación humana sea el factor decisivo, supremo y determinante) es solamente ponerle otro nombre. ¿Por qué una criatura perfectamente buena, definitivamente auto-determinante (si existiere tal ser) haría mal alguna vez? Hacer que la auto-determinación de los humanos se el factor decisivo y supremo, no explica el misterio del origen del pecado mejor de lo que la elección incondicional explica la culpabilidad del pecador endurecido. Solo le da un nombre diferente al misterio.
La pregunta verdaderamente importante es: ¿Cuál es la manera más bíblica de describir el misterio, “la autodeterminación humana es el factor supremo y decisivo”, o “la elección incondicional”? Romanos 9:18 es claro en su contexto para todos los que quieran ver: Dios “del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece”. El misterio permanece, pero la revelación está clara.
Viendo lo que Pablo Vio en el Antiguo Testamento
Ahora bien, ¿en qué parte del Antiguo Testamento Pablo vio esta doctrina? La respuesta en el versículo 9:17 es la historia de Éxodo donde Dios endurece el corazón del faraón. Pablo cita Éxodo 9:16 así que vallamos allá y veamos lo que Pablo vio.
Recuerdan lo que está pasando. Dios ha enviado a Moisés y a Aarón a ordenarle al faraón que deje ir a Su pueblo. El faraón se rehúsa una y otra vez, y Dios multiplica sus maravillas en Egipto con más y más milagros (diez plagas y después la liberación a través de un mar dividido en dos) para demostrar que él es Dios y que el faraón es nada en su rebelión. En dieciocho ocasiones el libro de Éxodo hace referencia al endurecimiento del corazón del faraón para no dejar ir al pueblo.
Justo antes del versículo que Pablo cita (Éxodo 9:16) se dice, por ejemplo en Éxodo 9:12: “Y el Señor endureció el corazón de Faraón y no los escuchó, tal como el Señor había dicho a Moisés”. Aquí la clave es la frase “tal como el Señor había dicho a Moisés”. ¿Cuándo el Señor le había dicho a Moisés que el faraón endurecería su corazón y no los escucharía? En dos ocasiones: Una de ellas antes que Moisés siquiera hubiera llegado a Egipto (la otra en 7:3 antes de que se mencionara el auto-endurecimiento del faraón).
En Éxodo 4:21 Moisés se está preparando para ir a Egipto, “Y el Señor dijo a Moisés: Cuando vuelvas a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón de modo que no dejará ir al pueblo”. Este asunto es tan importante porque, una y otra vez se escucha decir a las personas que Dios no endurece el corazón del faraón hasta la séptima plaga, y que ese es el resultado de su propio auto-endurecimiento.
Pero eso no es verdad. Dios le dijo a Moisés antes que siquiera llegara a Egipto: Esto es lo que voy a hacer: voy a endurecer el corazón del faraón. Y he aquí lo que ocurre en el primer encuentro con el faraón, no solo en los posteriores:
- Antes de la primera plaga. Éxodo 7:13: “Pero el corazón de Faraón se endureció y no los escuchó, tal como el Señor había dicho”.
- Después de la primera plaga. Éxodo 7:22: “Pero los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos; y el corazón de Faraón se endureció y no los escuchó, tal como el Señor había dicho”.
- Después de la segunda plaga. Éxodo 8:15: “Pero al ver Faraón que había alivio, endureció su corazón y no los escuchó, tal como el Señor había dicho”.
- Después de la tercera plaga. Éxodo 8:19: “Entonces los magos dijeron a Faraón: Este es el dedo de Dios. Pero el corazón de Faraón se endureció y no los escuchó, tal como el Señor había dicho”.
Y en todos los casos lo que el Señor había dicho era: “yo endureceré su corazón de modo que no dejará ir al pueblo” (4:21; vea 7:3). Esta es la idea: sea que diga que el faraón “endureció su corazón” (8:15) o que su corazón “fue endurecido” (8:19); en ambos casos está ocurriendo “tal como el Señor había dicho”, y lo que había dicho era, “yo endureceré su corazón”. Lo cual quiere decir que detrás del auto-endurecimiento y detrás del ‘fue endurecido’ está el plan y el propósito de Dios. El texto no describe una reacción a lo que el faraón hace, sino la acción de un gobierno soberano que está por encima de lo que el faraón hace. Pablo lo ve y lo muestra, y lo afirma en Romanos 9:18: “Así que [Dios] del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece”.
Relacionando esta doctrina con la justicia de Dios
Ahora bien, ¿cómo se relaciona esta doctrina con la justicia de Dios? Recuerden, que ese es el tema fundamental en esta sección de Romanos 9: “¿Que hay injusticia en Dios?”. Recuerden la definición de justicia de Dios que encontramos la semana pasada: La justicia de Dios es su indisoluble compromiso de defender y demostrar la magnitud de su gloria y el honor de su nombre.
Ahora vemos porque Pablo escogió citar Éxodo 9:16 en Romanos 9:17 en lugar de uno de los versículos que se relacionan directamente con el endurecimiento. Él cita un texto que muestra el propósito de Dios al ejercer su libertad endureciendo y teniendo misericordia: “Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para demostrar mi poder en ti, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra”.2
Pablo escoge un versículo que expresaba el mismo propósito que, implícitamente, se relaciona con la justicia de Dios y con la esperanza del mundo: o sea, el compromiso de Dios de defender y reflejar el honor de su nombre (“para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra”). En otras palabras, la libertad de Dios para ejercer misericordia y endurecer, está en el corazón de la gloria de Dios y del nombre de Dios. Este es el significado de ser Dios (ser totalmente libre, y no estar obligado por ningún poder que no provenga de sí mismo). Es justo (ese es el significado de “justo”) atesorar y reflejar esta gloria y este nombre. Es el propósito de Dios para toda la tierra. Él lo mostrará a toda la tierra.
Este es el resumen de nuestra exposición, y espero que nos cure de tanta trivialidad hacia Dios: Dios es justo en todos sus asuntos, y la esencia de su justicia es el respeto que él tiene hacia el infinito valor de su propia gloria y de su propio nombre, es decir, su propia libertad y soberanía.
Y recordemos el tema de la semana pasada: La obra clímax en el universo donde Dios reflejó su justicia y vindicó el valor de su gloria, fue enviar a su Hijo a morir, a fin de poder pasar por alto los pecados y justificar a los impíos. Para que ningún pecado, y ninguna sensación de indignidad nos impida venir a él buscando salvación.
Piper, en relación con su sermón acerca del endurecimiento del corazón de faraón, escribió el siguiente himno: para que podamos proclamar públicamente la gloria, la libertad, y la justicia de Dios en este gran misterio: "Is There Injustice with Our God?" [¿Hay Injusticia Alguna de Parte de Dios?]
1 John Stott, Romans: God’s Good News for the World (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1994), p. 269. El autor está citando a León Morris.
2 Vea el propósito de las restantes declaraciones acerca de la acción de Dios con respecto al faraón y los egipcios: Éxodo 7:5: “Y sabrán los egipcios que yo soy el Señor”. Éxodo 8:10: “...para que sepas que no hay nadie como el Señor nuestro Dios”. Éxodo 10:2: “...y para que cuentes a tu hijo y a tu nieto, cómo me he burlado de los egipcios, y cómo he mostrado mis señales entre ellos, y para que sepáis que yo soy el Señor”. Éxodo 14:4: “Y yo endureceré el corazón de Faraón, y él los perseguirá; y yo seré glorificado por medio de Faraón y de todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy el Señor” (vea 14:17-18). Éxodo 14:31: “...Cuando Israel vio el gran poder que el Señor había usado contra los egipcios, el pueblo temió al Señor, y creyeron en el Señor y en Moisés, su siervo”. Éxodo 15:5: “Entonces se turbaron los príncipes de Edom; los valientes de Moab se sobrecogieron de temblor; se acobardaron todos los habitantes de Canaán”. Josué 2:9: “[Rahab, la prostituta de Jericó] y dijo a los hombres: Sé que el Señor os ha dado la tierra, y que el terror vuestro ha caído sobre nosotros, y que todos los habitantes de la tierra se han acobardado ante vosotros. 10 Porque hemos oído cómo el Señor secó el agua del mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto” (ver Josué 9:9).