El evangelio en la iglesia para la obediencia a la fe a través de los dones espirituales
Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo. Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones, rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros. Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí. Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles. A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
¿Cómo queda usted endeudado?
Enfóquese conmigo por unos minutos en el verso 14: “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor.” ¿Cuál es su deuda? El próximo versículo probablemente de la respuesta (verso 15): “Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.” Así que la deuda parece ser la predicación del evangelio. Esa es su obligación o su deuda.
Ahora, la razón por la que creo que es importante enfocarnos en la palabra “deudor” en el verso 14 (“soy un deudor a griegos y a no griegos”) es por que nos hace meditar cómo alguien queda endeudado así y cómo paga su deuda.
Usted pudiera decir, que el verso 1 muestra que Pablo fue “llamado a ser apóstol”, “apartado para el evangelio de Dios” y el verso 5 dice que Pablo recibió “la gracia y el apostolado para la obediencia a la fe en todas las naciones”, entonces ¡está bien claro! Él está obligado como un apóstol llamado a predicar el evangelio a los gentiles para la obediencia de la fe. Es su obligación dada por la orden del Cristo resucitado. Usted está obligado a hacer lo que le es dicho por su Señor.
Eso es cierto. Pero lo que Pablo enfatiza en su llamado no es que es una orden, sino que es gracia. El verso 5: “recibimos gracia y apostolado para la obediencia a la fe”. Así que creo que sería de ayuda preguntarnos si hay algo más profundo aquí que decir simplemente: Cristo dijo que hay que hacerlo, entonces hazlo: esa es tú obligación, tu deuda.
Por préstamo o robo.
Note cuidadosamente: el verso 14 dice que Pablo es un deudor a otras personas, no a Dios. “A griegos y a no griegos [...] soy deudor”. Por lo general caemos endeudados porque alguien nos ha prestado algo. Pero los griegos y bárbaros1 no habían prestado nada a Pablo. La situación no es que las naciones le hayan prestado algo a Pablo que deba ser pagado. La situación es que Dios le ha dado gratuitamente algo a Pablo, entiéndase, gracia (recibimos gracia) – tanto la gracia de la salvación como la gracia del apostolado. Cuando usted recibe gracia de Dios, usted no se vuelve deudor de Dios. La gracia no puede y no debe ser pagada como si se debiera. De otra manera la gracia no sería gracia. Si le doy un regalo y usted trata de pagármelo, usted lo convierte en una meritoria adquisición, no un regalo. Así que la gracia no produce una deuda en este sentido. De hecho, lo mejor acerca de la gracia es que ella cubre deudas. Nosotros somos deudores a Dios (“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.”, Mateo 6.12). La gracia de Dios perdona las deudas. Nosotros somos deudores a Dios, no porque nos haya dado gracia, sino porque le hemos robado su gloria. Robar también le hace un deudor. En lugar de ver la gloria de Dios como un tesoro para disfrutar, la sustituimos por otras cosas que realmente nos gustan más (Ro 1.23; 3.23). Y así la robamos. Esta es la esencia del pecado. Y esa es el tipo de deuda que tenemos hacia Dios.
Así que cuando la gracia viene a nosotros en el evangelio, viene a pagar nuestras deudas con Dios. La gracia no nos hace deudores con Dios, sino que nos hace deudores a otros quienes necesitan la gracia tal como nosotros la necesitábamos. Eso es lo que Pablo enfatiza aquí en el verso 14. “recibí gracia y apostolado” (verso 5). Por tanto ahora soy deudor a griegos y bárbaros. Lo que les debo es el evangelio de la gracia. Esa es mi deuda.
La deuda que tenemos es el evangelio de la gracia.
¿Por qué es eso? Respuesta: Cuando usted escucha las buenas noticias de cómo escapar de una miseria común, usted se vuelve deudor a otros, para contarles las buenas noticias, para que puedan escapar de esa miseria también. Usted se lo debe a ellos. ¿Por qué? Porque si no da las buenas noticias de la gracia a otros, como si estuviera calificado para ella y otros no, entonces mostraría que nunca ha conocido la gracia. La gracia de Dios, que nos llama (verso 6) a salir de las tinieblas y nos ofrece un pacto eterno de amor (verso 7), produce lo que ordena. Antes de conocerla no éramos dignos de ella.
Así que si usted retiene esta gracia para no dársela a otros como si usted estuviera calificado y ellos no, no está cumpliendo con el pago de su deuda al mundo y prueba que realmente no conoce la gracia. La gracia es preciosa más allá de toda expresión. Es nuestra única esperanza como pecadores. No la merecemos de Dios. Y nadie la merece de nosotros.
Cuando viene a nosotros gratuitamente, quedamos en el deber de darla gratuitamente.
Esa es una de las razones por la que Pablo enfatiza su deuda en el verso 14, “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios”. La cultura, la inteligencia y la educación no le califican a usted para el evangelio de la gracia. Y ser inculto, ignorante e iletrado no le descalifica para el evangelio de la gracia. No hay requisitos para esta gracia.
Nadie califica para la gracia
Pablo no es un deudor a nadie porque sea digno. Nadie califica para la gracia. Porque entonces la gracia no sería gracia. Pablo es deudor a griegos y bárbaros precisamente porque ellos tampoco califican, incluso la gracia vino a él –y continúa viniendo día a día en olas interminables, marcando para siempre su vida (1 Corintios 15.10). Así que no hay nadie que sea más o menos merecedor que él. Y eso le hace deudor de todos. ¡Oh! ¡Si fuéramos cautivados por la realidad de una gracia radicalmente gratis en nuestras vidas –en la pasada y la futura! ¡Qué gran diferencia habría! Haga hincapié en esto hoy, ¿lo haría usted? Pregúntese que significaría para el racismo, los menosprecios étnicos, y todo tipo de auto-justificación, conflictos matrimoniales. Pregúntese que significaría para la predicación libre que usted hace del evangelio de la gracia. ¡Oh Señor! ¡Abre nuestros corazones más y más para palpar lo maravilloso de ser llamados de Cristo y amados de Dios (para siempre)! –no porque hayas encontrado algo especial en nosotros, sino porque la gracia es absoluta y completamente gratis.
Ahora deténgase y piense por un momento en lo que acabo de hacer. Mientras predicaba el evangelio de la gracia a creyentes solo tomé el evangelio de la gracia –las buenas noticias de que como Jesús murió en la cruz por los pecadores y resucitó de entre los muertos (1 Corintios 15.1-4), que es la gracia gratuita que nos quebranta como las olas del mar- y lo apliqué a ustedes con la convicción de que si lo entendían –si realmente lo entienden - es decir, si lo creen, si tienen fe en él, si aprecian esta gracia y viven en esta gracia, eso hará una diferencia inmensa y para siempre en sus vidas, en áreas como el racismo, el orgullo, la auto-justificación y el matrimonio. Para ponerlo en una palabra, les prediqué el evangelio de la gracia y mi meta era la obediencia a la fe –la humildad, bondad, el coraje, la paciencia y amor vienen de la fe en la gracia de Dios. Pero, ¿Por qué es eso tan importante de ver?
Considere el verso 15 y vea si esto no es lo que Pablo quiere hacer en Roma. Él dice en el verso 14 que es deudor a cada capa de la sociedad gentil, y entonces dice: “Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.” Él está ansioso por predicar el evangelio a los creyentes en Roma.
Generalmente no pensamos en predicar el evangelio a creyentes. Predicamos el evangelio a incrédulos. Pero yo acabo de predicar el evangelio a creyentes. Así espero que ustedes puedan ver que no es extraño que Pablo diga en el verso 15 –que quiere hacerlo en Roma. La meta de Pablo de acuerdo al vero 5, es la obediencia a la fe entre los gentiles. También es la mía en Bethlehem. ¿Cómo aparece esta obediencia? A través de la fe –fe en la gracia gratuita de Dios a través de Cristo. Es por eso que es llamada la “obediencia a la fe”. Pero ¿cómo surge ese tipo de fe? A través del evangelio. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra [el evangelio] de Dios.” (Romanos 10.17).
Nuestra fe comienza con el evangelio de la gracia, y nuestras vidas cristianas son sustentadas una y otra vez por esta misma buena noticia de la gracia. Mire a Romanos 15.15-16: “Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo.”
Para la obediencia a la fe
Lo que Pablo dice aquí es que no está simplemente interesado en obtener profesiones de fe al predicar el evangelio por primera vez (tan crucial como eso es). Está interesado en traer a Dios una ofrenda de gentiles santificados –es decir, quiere ocasionar la “obediencia a la fe” en las naciones” (1.5). Y la manera en que él trabaja para este fin (de acuerdo con Romanos 15.16) es “ministrando el evangelio de Dios”, aplicando el evangelio de la gracia de Dios. Es el evangelio de la gracia quien convierte y es el evangelio de la gracia quien santifica. Debemos anunciarles a las personas el evangelio la primera vez; y debemos ‘recordarles’ a las personas una y otra vez el significado y las implicaciones del evangelio de la gracia gratuita. (15.15).
Así que el evangelio de la gracia (Hechos 20.24) es lo que predicamos a los incrédulos, y el evangelio de la gracia es lo que predicamos a los creyentes. Eso es lo que Pablo dice en Romanos 1.15. “Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros [a ustedes creyentes] el evangelio también a vosotros que estáis en Roma”. No para que sean salvados, sino para mantenerles firmes a través de la santificación. Nuestra fe se nutre de las buenas noticias de la gracia de Dios. Y nuestra obediencia se nutre de la fe. Por tanto, para producir la obediencia a la fe, debemos escuchar el evangelio de la gracia una y otra vez.
Así que hemos visto dos cosas hasta ahora. 1) Pablo es deudor a los griegos y no griegos porque ha recibido de manera gratuita la gracia de Dios en el evangelio y su apostolado. Si no paga esta deuda estaría tratando con el evangelio como si él fuera digno del evangelio y ellos no, lo que significa que estaría negando que es el evangelio de la gracia. 2) Este evangelio de la gracia debe ser predicado a creyentes y no creyentes igualmente porque la fe en la gracia salva y la fe en la gracia gratuita santifica. Las buenas noticias de la gracia gratuita producen fe, y la fe produce obediencia –todo por el amor de la gloria de Dios (1.5). Porque el dador de la gracia recibe la gloria.
¿Es el predicador el único que habla del evangelio de la gracia?
Una última pregunta: ¿es suficiente para la iglesia que los predicadores prediquen el evangelio de la gracia? ¿Florecerá la obediencia a la fe como debiera en Bethlehem si John Piper es el único que habla del evangelio de la gracia? Creo que esta es la pregunta tras los versos 11-12, “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados [entiéndase, en su fe y en la obediencia a la fe]; 12esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí.”
¿Qué está diciendo? Está diciendo: Si, vengo con el evangelio de la gracia de Dios. Por fe me lleno de esa gracia, y vivo de su poder. Compartiré, por fe, la gracia con ustedes a través de mis dones espirituales de enseñanza y predicación y, quizás, otros dones. Pero entiendan esto, ustedes se llenan en esa misma gracia. Y también viven de su poder. Y también tienen dones espirituales –todos ustedes. Por tanto, compartan la gracia de Dios conmigo y mutuamente de manera que seamos animados unos a otros y establecidos en la fe; a fin de que la obediencia a la fe florezca en la iglesia y en el mundo.
En otras palabras, la respuesta es No. La predicación del evangelio de la gracia de Dios en la iglesia solo por el predicador no es suficiente para producir la medida plena de la obediencia a la fe. Es por esto que hacemos tanto énfasis en los pequeños grupos en Bethlehem. Este es uno de los lugares principales donde los versos 11 y 12 sucederán. El diseño de Dios para producir la obediencia a la fe en la iglesia (= amor) es que todos los creyentes aprecien la gracia de Dios y la compartan unos con otros a través de dones espirituales. De esta manera Pablo, en Romanos 12.6-8, dice: “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.” Los dones espirituales son formas diferentes de la gracia dados a la iglesia para la edificación del Cuerpo para la obediencia a la fe por amor de Su Nombre.
Cada Uno Según El Don Que Ha Recibido, Minístrelo a Los Otros
Pedro lo dice así: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” La gracia de Dios viene a la iglesia en múltiples formas y maneras –tantas formas como personas hallan. Y esos dones espirituales son el uso de esa gracia para producir la obediencia a la fe.
Así que no debemos sorprendernos que en el mismo principio de esta, la más grandiosa de todas las cartas –ésta gran pieza maestra de la teología- Pablo nos llame a pensar y orar con respecto a los dones espirituales y como todos nosotros somos deudores a los sabios y no sabios a causa de la gracia de Dios, no solo a los incrédulos fuera de la iglesia, sino que también entre nosotros dentro de la iglesia. “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros” (Romanos 13.8)
Así que aquí está la conclusión del asunto: la gracia viene a nosotros absolutamente gratuita e incondicionalmente desde Dios cuando nos llamó a sí, amándonos grandemente (1.6-7). Esta gracia nos hace deudores a todos los que, como nosotros, necesitan la gracia, porque no compartir la gracia que hemos recibido implicaría que somos dignos de ella y ellos no, lo que anularía la gracia. Y lo que compartimos es el evangelio de esta grandiosa gracia gratuita. Así es como pagamos la deuda a otros: gratuitamente recibimos, gratuitamente damos. Y una de las maneras en que compartimos las buenas noticias de la gracia de Dios es a través de los dones espirituales. ¡Oh! ¡Cuan importante es la vida corporal de la iglesia en pequeños grupos donde la gente entiende que cada miembro es un mayordomo de la gracia para producir la obediencia a la fe por amor de Su Nombre!
1 Los griegos llamaban bárbaros a todos los que no eran griegos en la época del Apóstol Pablo.