El regalo de Dios es vida eterna, parte 1
Porque la paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Por qué no Debemos y no Podemos Continuar Viviendo en el Pecado
Nuestro énfasis esta mañana es principalmente en los tres grandes contrastes en el versículo 23. “La paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Pero antes de echarles un vistazo, recordemos esto. Romanos 6 comienza con una pregunta, “¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde?” Y la pregunta se repite nuevamente en el versículo 15, “¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?” La respuesta a ambas preguntas fue un rotundo no. Usted no deberá y no podrá. Todo el resto del capítulo es para explicar por qué no.
Así que mantenga esto en mente mientras miramos en el último versículo en este capítulo, el versículo 23. Él es el argumento de cierre en este capítulo de por qué no debemos, y no podemos continuar viviendo en pecado o siendo gobernados por el pecado si estamos bajo la gracia. Regresaremos a esto al final para mostrar como el versículo 23 es parte de nuestro triunfo práctico sobre el pecado en nuestras vidas.
Entonces, observemos primero los tres contrastes en este versículo. “La paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Los tres contrastes son:
- el pecado contra Dios,
- la paga contra el regalo, y
- la muerte contra la vida eterna.
Veamos estos contrastes. Necesitamos unir los dos primeros.
El Pecado Contra Dios y la Paga Contra el Regalo
Algo está pidiendo una aclaración inmediata. Creo que la mayoría de la gente escucha la frase “la paga del pecado” y cree que el significado es algo como, “el pago que recibes cuando pecas.” Por tanto “la paga del pecado” ellos deducen “el pago por pecar.” En esta ilustración, “el pecado” es las acciones hechas para ganar el pago. No creo que esa sea la ilustración que Pablo tiene en su mente. No se ajusta al contexto del versículo 22 o al contraste con Dios en el versículo 23.
Si usted toma “la paga del pecado” de esa manera, probablemente usted deba tomar “regalo de Dios” de esa manera. Pero usted puede ver ahora mismo que eso no funciona. “Regalo de Dios” significa “el regalo que Dios da.” De modo que el paralelo sería “el pago que el pecado da.” En esta ilustración, el pecado no es lo que usted hace para ganar el pago. El pecado es el amo que le paga cuando usted le sirve como esclavo. Y creo que es la ilustración que Pablo tiene en su mente.
El contraste en el versículo 23 es entre dos amos, el pecado y Dios. Eso es lo que Pablo ha estado desarrollando con la imagen de la esclavitud a lo largo de todo este capítulo. El versículo 22 dice, “Pero ahora habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna.” Usted puede ver el contraste entre el pecado como un esclavista y Dios como otro esclavista. Son dos esclavistas que compiten. “Libertados del pecado y hechos siervos de Dios.” Así que el señalamiento que Pablo quiere hacer en el versículo 23 es muy impresionante, y aún chocante—es una de las razones por lo que se disculpó al usar la imagen de la esclavitud.
¿Cómo así? Bien, consideremos como estos dos esclavistas les pagan a sus esclavos. “La paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” El esclavista, el pecado, paga salarios, y el esclavista, Dios, da regalos. Un amo paga. El otro regala.
¿Cuál es la diferencia entre un pago y un regalo? Un pago es algo que usted gana. Un regalo es algo que usted no gana, y no puede ganar. Un pago es un asunto de deuda y justicia. Un regalo es un asunto de beneficencia y gracia. Usted puede llevar a alguien a la corte por no pagarle sus salarios; pero no puede llevar a nadie a la corte por no darle a usted un regalo. Usted merece sus salarios. Pero no merece un regalo. De otra manera no sería gratis.
La Única y Verdadera Esclavitud
Ahora considere esto por un momento. Llegar a casa, a Dios—siendo contratado por Dios como nuestro amo—es la verdadera esclavitud para la cual fuimos creados. Es la única y verdadera esclavitud porque realmente le pertenecemos a Dios. Él nos hizo, y por tanto le pertenecemos. Cuando hacemos lo que nos dice que hagamos, el no nos debe salarios. Los propietarios no les pagan a sus posesiones salarios en una verdadera esclavitud. Y hay solo una verdadera esclavitud en el universo: nuestra esclavitud a Dios. Solo Dios es supremo propietario de seres humanos. Así que ser esclavizados a Dios es una llegada a la casa de nuestro verdadero amo.
Lo que hace que esto sea tan bueno es que el único y verdadero amo y propietario en el universo da regalos, no pagos. ¿Por qué eso es una buena noticia? Porque ganar salarios nos empobrece y esperamos que el pago recupere la pérdida. Pero obtener regalos no empobrece a nadie. El pago significa que el amo necesitará nuestro trabajo, y así recompensarlo. El regalo significa que el amo no necesita nuestro trabajo y no tiene que recompensar nada. El verdadero Amo en el universo no tiene necesidades. Y es por eso que nunca paga salarios. Solamente les da regalos a los que confían en él. Es por eso que su yugo es fácil y ligera su carga. Es la esclavitud más dulce en el mundo.
Pero el pecado es otra clase de amo. Él paga salarios. El pecado nunca fue destinado a ser el amo de las criaturas de Dios. El es un amo extranjero. Los seres humanos no fueron destinados para servir al pecado. Ellos fueron destinados para servir a Dios. Fuimos destinados a ser dependientes de la gracia de Dios, no deudores a la paga del pecado.
Entonces hay algo muy engañoso y malévolo sobre el pecado como amo. Sus demandas todas parecen agradables. Nadie peca por necesidad. El pecado ejercita su poder como amo por los placeres que promete. Así cuando obedecemos al pecado, se siente como la libertad. No se siente como que estamos ganando un salario. Se siente como que estamos recibiendo regalos de placer y libertad—para hacer lo que queremos.
Entonces, ¿por qué Pablo dice que el pecado impone salarios? Al menos dos razones. Una es que las demandas del pecado nos empobrecen—así como trabajar por salarios nos empobrece, y nosotros esperamos que el pago recupere la pérdida de energía y tiempo. El pecado no restaura. El quita y no da. Quita, quita y quita. Cada vez que usted peca, usted pierde. Con cada pecado, la vida está siendo drenada de usted. Es como si algún vampiro perverso ideara una forma de dar a sus víctimas un máximo record cada vez que ellos le dan una pinta de sangre. Y entonces protestan en su ceguera, “No estamos perdiendo. Estamos ganando. Ved que bien se siente,” cuando todo el tiempo su vida es drenada.
La otra razón por lo que Pablo dice que el pecado impone salarios, aunque sus esclavos no lo sienten de esa manera, es porque al final nosotros realmente mereceremos los salarios que él paga. Nunca mereceremos la vida eterna. Eso siempre será un regalo. Pero nosotros mereceremos los salarios que paga el pecado. Y la crueldad de este amo, el pecado, es que la suma de todos sus salarios es la muerte. Ese es el pago que él da por toda nuestra obediencia a sus deseos. Y al final se ríe como una hiena.
¡Oh, cómo odiaremos al amo, el pecado, y amaremos al Amo, Dios!
La Muerte Contra la Vida Eterna
Considere ahora el tercer par en contraste, la muerte contra la vida. “Porque la paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” El pago supremo y final del pecado es la muerte. El regalo supremo y final de Dios es la vida eterna. Y puesto que la vida es eterna, la muerte de la que se habla aquí es eterna. Todos los beneficios del pecado se resumen en esto: muerte eterna. Todos los beneficios de Dios se resumen en esto: vida eterna.
Aquí el paralelo entre los dos amos se rompe completamente. El pecado no tendrá voz ni voto en la vida eterna. Pero Dios tiene toda la palabra y un voto soberano en el pago de la muerte eterna. Aquí hay otra enorme tragedia sobre los esclavos del pecado. Ellos continúan pensando que él es un verdadero amo porque él parece recompensarles con cosas que les gustan. De hecho, él no es un amo verdadero para nada, sino un pretendiente al trono. Y al final él simplemente desaparece y deja a sus esclavos frente al juicio de Dios. Ese es el significado real de la muerte, el juicio de Dios.
El infierno es el salario que el pecado paga de la misma forma que una enfermedad venérea de una prostituta y la sentencia de prisión es el salario que un proxeneta paga. Ellos realmente no lo pagan. Ellos solo atraen, engañan, mienten, drenan, arruinan y luego desaparecen y dejan a sus esclavos enfermos y culpables ante las cortes—ante el juicio de Dios.
En Romanos 2:7-8 Pablo contrasta la vida eterna con la“ira y la indignación” de Dios. Ese es el significado supremo de la muerte en Romanos 6:23. No solo cesar de existir, sino un tormento consciente eterno bajo la justa y santa ira de Dios. Esa es la final “paga del pecado.” El esclavista, el pecado, seduce a sus esclavos a desobedecer a Dios y luego desaparece y les deja perecer en el juicio del Todopoderoso.
Pero todos los esclavos de Dios van a la eternidad con Dios como su Dador. Eso es lo que significa vida eterna. Dios el dador permanece por siempre. Nunca habrá ocasión en la que Dios no esté dando más y nuevos gozos a su pueblo. Dios nuca carecerá de regalos ni cesará de ser el Dador. El nunca cesará de ser Dios.
Efesios 2:7 es una de las promesas más asombrosas en cuanto a esto. Pablo dice que Dios nos resucitó juntamente con Cristo, “a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. “¿Ve usted lo que esto significa? Significa que la vida eterna es lo que tomará a Dios agotar las riquezas de su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Los regalos que él tiene para nosotros en él son infinitos en número y perfección. Por tanto tomará la eternidad dárnoslo para nuestro regocijo. Habrá una muestra sin fin de nuevas y maravillosas cosas sobre Dios y de Dios para que las gocemos.
No habrá aburrimiento en la era venidera. Sus misericordias serán nuevas cada mañana. Por tanto la reserva de bendiciones para causar los placeres de gratitud crecerá más y más. Y el río de bendiciones que aun fluye del futuro nunca decrecerá, porque la fuente es infinita. Y usted recuerda la definición de infinito: algo es infinito si puede repartir para siempre y nunca disminuir. Lo infinito da, y da, y da, y nunca se convierte en menos. La vida eterna será la dádiva sin fin de Dios para hacernos crecientemente felices en todo lo que él es para nosotros en Jesús.
En Cristo Jesús Señor Nuestro
Esto nos lleva a la última frase en este texto. “Porque la paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Aquí está una frase muy importante: “en Cristo Jesús Señor nuestro.” Debemos, por supuesto, preguntar: ¿Cómo pueden los pecadores como usted y yo esperar recibir la vida eterna? ¿Por qué obtendremos el regalo de la vida eterna y no la paga del pecado? Y la respuesta es que estamos “en Cristo Jesús Señor nuestro.” En él somos justos. En él estamos perdonados. En él somos amados.
¿Y cómo llegamos a él? ¿Y cómo sabe usted que está en él? En la única manera que concuerda con un regalo, y no con un pago. O sea, por fe. La fe ve la oferta de un regalo de gracia ofrecido al mundo en la Navidad, el Viernes Santo y la Pascua. Y la fe recibe el regalo como un tesoro. Si usted recibirá a Jesús Cristo como su tesoro, entonces estará “en Cristo Jesús” y tendrá vida eterna. Y Romanos 6:23 dice que “el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Ahora, prometí que regresaría a la pregunta abrumadora del capítulo: ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? Bien, aquí estamos y no tenemos mucho tiempo. Por tanto, ese será el mensaje, Dios mediante, la próxima semana. ¿Cómo encaja todo en este capítulo? ¿Cómo encaja la santificación con el regalo de vida? La respuesta es que la santificación es también un regalo. Y deseo que usted lo vea y lo reciba en la víspera de la Navidad la próxima semana.
En ese mediado de tiempo, permanezca en Cristo Jesús, confiando en él como el tesoro de su vida. Porque la palabra de Dios para nosotros esta mañana es clara: “El regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”