El efecto de la hipocresía, parte 2
Deshonrando a Dios
He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, 18y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor, 19y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, 20instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. 21Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? 22Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? 23Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? 24Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.
¿Por qué Vivir en el Pecado?
Nos puede resultar extraño que Pablo dedique varios capítulos a demostrar la pecaminosidad de todos los hombres. Podríamos pensar que él debiera ir directo a las buenas nuevas y establecerse allí. Ayudar a las personas a ver las buenas nuevas como realmente buenas. Eso se sentiría más positivo que persistir como lo hace, en hablar de la pecaminosidad de judíos y gentiles, o sea, de todos nosotros.
Sin embargo, probablemente existen razones muy profundas para esta persistencia en hablar sobre la pecaminosidad de gentiles y judíos. Pienso por lo menos en dos. Una es que el evangelio de la justificación que solo es por gracia y mediante la fe, no se posará sobre nosotros como las irrefutables buenas nuevas, hasta que tengamos un sentido más profundo de nuestra pecaminosidad y desesperanza ante Dios. La otra razón por la que es posible que Pablo se extienda en su demostración de nuestra pecaminosidad, es que somos demasiados resistentes a verla y a sentirla.
Creo que esto lo podemos percibir oculto en el texto de hoy. Permítanme ilustrar el punto, a partir de un artículo que leí esta semana, acerca de la imprudente mezcla de los puntos de vista bíblicos y los terapéuticos. Una diferencia entre estos puntos de vista es que uno asume que nuestros problemas deben enmarcarse principalmente en términos de salud mental y tratamiento terapéutico, mientras que el otro asume que nuestros problemas deben enmarcarse principalmente en términos de pecado, justicia, y redención a través de la fe en Cristo y su Palabra. El nombre del artículo es “Fe y Terapia” y fue escrito por William Kilpatrick, un profesor del Departamento de Educación de la Universidad de Bostón. Él escribió:
Una de las consecuencias más destructivas de mezclar negligentemente la terapia con la fe, es una disminución de la sensación de pecado. La mejor evidencia de que esto ya ha ocurrido en la Iglesia Católica es la tremenda disminución en la práctica de la confesión en los últimos treinta años. Cuando juntamos esto con el casi 100 por ciento de la asistencia a la comunión en la mayoría de las parroquias, tenemos que concluir que la mayoría de los parroquianos no tienen una conciencia muy fuerte acerca del pecado. Parecen estar tan instruidos en el evangelio de la auto-aceptación que no pueden pensar en algún pecado que tengan que confesar.
Un colega en la Universidad de Boston me contó una historia que refuerza este punto. En una ocasión él les pidió a los miembros de su clase de filosofía que escribieran un ensayo anónimo de una lucha personal acerca de lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo. La mayoría de los estudiantes, no obstante, no fueron capaces de terminar la tarea. “¿Por qué?”, preguntó. “Bueno -dijeron y aparentemente esto fue dicho sin ironía- nosotros no hemos hecho nada incorrecto”. Aquí podemos ver mucha autoestima, pero poca conciencia, la ausencia de una sensación de pecado parece extraña cuando consideramos que la mayoría de estos estudiantes han tenido años de instrucción católica. [First Things, Feb. 1999, No.90, p.23].
No se precipiten a la conclusión de que esto es un fenómeno católico aislado. El artículo documenta las clases de enseñanzas tanto en los programas para niños y jóvenes católicos como protestantes evangélicos, que hacen esta clase de trabajos.
Nos Resistimos a Reconocer Nuestro Pecado
Mi punto es simplemente este: Una de las razones por las que Pablo persiste en demostrar la pecaminosidad en Romanos 1:3 es que somos demasiados resistentes a verla y a sentirla. Encontramos vías para evadir el asunto, suavizar las acusaciones y escapar de las evidencias de nuestra pecaminosidad. Y existen, al parecer, innumerables maneras de admitir un poquito de nuestra pecaminosidad, mientras no seamos quebrantados y humillados por ella. Sin embargo, el quebrantamiento y la humildad son la puerta al paraíso, de hecho, son el camino al paraíso. En esta vida, jamás dejaremos de necesitar nuevas experiencias de quebrantamiento y humildad debido a nuestra pecaminosidad.
Ahora bien, Pablo se percata de la resistencia y los obstáculos que se le oponen en Romanos a medida que trata de ayudar a sus lectores a ver la profundidad y universalidad del pecado. Recuerden, él está señalando a Romanos 3:9, “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros [los judíos] mejores que ellos [los gentiles]? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado”. Este ha sido su objetivo en los capítulos 1 y 2, mostrar que tanto judíos como gentiles están “bajo el pecado”. Es decir, bajo el dominio del pecado, sujetos al poder del pecado, apartados del evangelio de Cristo. Su objetivo en todo este doloroso diagnóstico de la enfermedad del pecado, es hacer que el mundo se percate de que necesita el evangelio de la justificación que es por la gracia y mediante la fe; que se percate de la hermosa manera en que éste se ajusta a nuestra condición y satisface nuestra necesidad de perdón y justicia.
En el texto de hoy, Pablo se enfrenta a una forma de resistencia que es común entre aquellos que somos religiosos, creemos en la Biblia como Palabra de Dios e incluso tenemos responsabilidades de predicar o enseñar. La resistencia es la suposición de que, teniendo tanta revelación, tanto conocimiento, y tanta verdad, nuestro ministerio es corregir a otros en lugar de arrepentirnos nosotros mismos. Este es un peligro enorme.
¿Corregir a Otros o Arrepentirse?
Pongámoslo ante nosotros como lo hace Pablo. En Romanos 2:17-24, esboza la imagen de los extraordinarios privilegios de la nación judía por tener la ley de Dios en sus Escrituras. No creo que aquí Pablo sea completamente negativo. Él es judío y considera que este es un tremendo privilegio. Se puede ver esto en Romanos 3:1-2, “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? 2Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la Palabra de Dios”. Esta es una gran ventaja, si los judíos comprenden la Palabra, la aplican a sus vidas, confían en el Dios que les fue dado a conocer, y hacen de ella lo que Dios quiso que se hiciera. Así que cuando leemos Romanos 2:17, no debemos pensar que aquí todas son características negativas.
Percátese que después de decir que ellos tienen el sobrenombre de “judíos” nos da dos listas de cuatro afirmaciones que los judíos hacen, y muestra después de cada una de estas, que ambas tienen sus raíces en la ley. Aquí está la primera lista de cuatro: 17b-18, (1) “tú […] te apoyas en la ley… (2)… te glorías en Dios… (3)… conoces su voluntad (4)… apruebas lo mejor…”.
Pablo ofrece las bases de estas cuatro afirmaciones que ellos hacían (versículo 18b) “instruido por la ley.” En otras palabras, ya que fueron instruidos en la ley, hacen estas cuatro cosas: (1) se apoyan en la ley, (2) se glorían en Dios, (3) conocen su voluntad, (4) aprueban lo mejor. Todas estas cosas se remontan al privilegio de ‘estar instruido por la ley’.
Estos judíos son personas del Libro. Y Pablo está de acuerdo con eso. Pero evidentemente hay algo incorrecto. Y nosotros, que somos cristianos del Libro, debemos ser todo oído y desde nuestros asientos descubrir que era lo que andaba mal, no sea que cometamos el mismo error. No hay nada mal, con que se apoyen en la fiabilidad de la ley de Dios, o gloriarse en Dios, conocer su voluntad, o aprobar lo mejor. Sin embargo, indiscutiblemente hay un modo en que todo eso puede ir mal. Todo ese buen uso de la ley puede mostrar que una persona es pecadora.
Vean la próxima unidad de cuatro afirmaciones. Versículos 19-20, (1) “eres guía de los ciegos, (2) luz de los que están en tinieblas, (3) instructor de los indoctos, (4) maestro de niños”. Después, Pablo nombra nuevamente las bases de estas cuatro afirmaciones, específicamente, “tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad”. En otras palabras, ‘Como tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad [con lo que pienso que Pablo estaría de acuerdo], afirmas ser (1) guía de los ciegos, (2) luz en la oscuridad, (3) instructor de los indoctos, (4) maestros de niños’. Todo esto es posible, dice Pablo, porque “tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad”.
Note la diferencia entre estos dos grupos de cuatro afirmaciones. El primer grupo en los versículos 17-18 simplemente describe las propias experiencias de los judíos con la ley, no como ello afectaba la forma en que se relacionaban con los demás. Ellos se apoyan en ella, y se glorían en Dios, conocen su voluntad, reconocen las excelencias. Pero en el segundo grupo (versículos 19-20), el enfoque cae totalmente sobre lo que los judíos hacen con todo esto en relación con los demás: Ellos guían, alumbran, instruyen y enseñan. De modo que el segundo grupo va más allá que el primero: El primero dice que tenemos la luz; el segundo dice que alumbramos con esa luz.
Tú que Enseñas a Otros, ¿No te Enseñas a Ti Mismo?
Ahora bien, esto por sí sólo, no es malo. Si usted tiene la luz, debe alumbrar con esa luz. Y la ley era un precioso regalo de Dios para Israel, y debía alumbrar con la luz de esta ley a las naciones. Si Pablo estuviere criticando eso, alguien pudiera decir, ‘Bueno, Pablo, usted está haciendo lo mismo. Usted está afirmando que conoce a Dios y que tiene la Palabra y se la predica a otros para que vean y crean’. No es pecado tener la Palabra de Dios y estar alumbrado por la Palabra de Dios y enseñar la Palabra de Dios.
¿Entonces cuál es el problema? El problema aparece en el versículo 21a, “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” El “pues”significa, creo yo, ‘Pudiera suponerse que por todas esas ventajas que tiene en la ley de Dios, usted se enseña a sí mismo. Pero no lo hace’. Su pregunta espera una respuesta negativa. Eso lo sabemos por los versículos 23 y 24. ‘Usted tiene toda esta revelación, toda esta luz, todo este conocimiento, y toda esta verdad y no la comprende. La enseña a otros de una forma pero no va al corazón de la misma, a la raíz. Usted no comprende el verdadero contenido de la ley.
Yo creo que eso es lo que Pablo quiere decir en el versículo 21a: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” Y el resultado de esto es que la ley se convierte en una vía de jactancia, no en una vía de amor. El amor utiliza la verdad para bendecir a otros; pero el pecado utiliza la verdad para exaltarse a sí mismo. Ambos utilizan la verdad, ambos pueden utilizar la Biblia. Pero solamente uno es enseñado por la verdad y por la Biblia.
Ahora Pablo ilustra esta falla como realmente es enseñada por la ley. En los versículos 21b-22, nos da tres ejemplos, basados en la misma ley, de cómo dejaron de enseñarse a sí mismos: “Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? 22Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?” Ahora bien, ¿qué respondería Pablo si sus lectores judíos no cristianos le dijeran: ‘No, nosotros no robamos, ni adulteramos, ni cometemos sacrilegio, nunca lo hemos hecho, ni lo haremos’?
Pero Pablo, ¡Nosotros No Hacemos esa Clase de Cosas!
Yo creo que Pablo respondería, o pudiera responder, en tres niveles.
Primero, pienso que podría decir, ‘Yo se que no todos los judíos hacen estos actos externamente. Pero algunos sí, aun cuando tienen la ley y todas las ventajas enumeradas. Así que lo que estoy diciendo es que el solo hecho de tener la ley y ser instructor de otros, no te librará del juicio de Dios, sino estás a la altura de la ley que enseñas y tienes. Tu jactancia de tener y enseñar la ley no es suficiente. Tiene que existir un cumplimiento de la ley’.
Segundo, pienso que pudiera decir, ‘Sí, sé que no todos los judíos hacen estos actos externamente, ¿Pero no hacen algo parecido? Esto es solo una parte de todo lo que la ley demanda. ¿Cumplen con toda la ley? ¿No tienen pecado? ¿Acaso su pecado, aunque sea diferente de estos, no les pone en necesidad de un Salvador? ¿No están ustedes bajo el poder del pecado, aun cuando tienen la ley y enseñan a otros?
Tercero, y más importante, pienso que Pablo pudiera decir, ‘Sí, ustedes ciertamente roban, adulteran, y cometen sacrilegio’. ‘¿Cómo es eso?’- preguntan, porque no comprenden lo más esencial que exige la ley, que es la fe. Fe en Dios por su amable regalo del perdón, y de una buena posición con él, y de la capacidad de obedecer sus mandamientos. En lugar de esto, ustedes utilizan la ley para establecer su propia justicia, y así le roban a Dios lo más básico que exige: la humilde confianza en él por su misericordia. ¿Y qué es esto sino adulterio, cuando entregan su corazón y confianza a otros (cuando pertenecen solo a Dios)? ¿Y qué es este adulterio espiritual sino tomar los mismos ídolos del mundo y hacerlos suyos propios, como cometer sacrilegio porque Dios no es lo suficientemente bueno para ustedes? ¿Y no blasfeman las naciones el Nombre de Dios, si ustedes toman sus valores, pero se llaman a sí mismos el pueblo de Dios?
¿De dónde viene esta interpretación? Primero, de Romanos 9:30-32, “¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; 31mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. 32¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo”. ¿Qué enseña esto? Enseña que Israel, mientras tenía en la ley la forma de la ciencia y de la verdad, y mientras enseñaba a otros, no se enseñó a sí misma lo que realmente significaba la ley. No llegaron al corazón de la esencia de la ley. La ley enseñaba fe y una vida de fe, obras hechas por fe. Pero no se enseñaba a sí misma estas cosas. Se quedaron en el nivel de la justicia externa y no comprendieron que todos los mandamientos eran un llamado a vivir por la fe en la toda suficiente gracia de Dios.
Robándole a Dios
Así, le robaron a Dios una de las principales cosas que exigía la ley, la fe. Lo único que honra y glorifica a Dios (Romanos 4:20), lo guardaron para ellos. Parecían tener conocimiento de la ley a un nivel, pero no tenían conocimiento de la ley al nivel esencial. Esto se vuelve a ver en Romanos 10:1-3, “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. 2Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. 3Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios”.
De modo que conocían la ley de justicia a un nivel, pero no a otro. Tomaron los mandamientos y los volvieron una vía para procurar establecer su propia justicia, en lugar de verlos como una descripción de una vida de fe. Así, le robaron a Dios la fe y la confianza que exige; y al robarle a Dios, cometieron adulterio por entregarles sus corazones y su fe a otras cosas (sea a sí mismos, o a los rituales religiosos, o a los esfuerzos morales, o a los elogios de los hombres). Al hacer eso, abrazaron a los mismos ídolos que el mundo abraza y saqueaban los templos del mundo.
Ahora, aquí está la advertencia e invitación del evangelio, principalmente para mí, pero también para ustedes. Seamos cuidadosos, vigilantes y cautelosos, todos los que somos amantes de la Biblia. Tengamos cuidado de descansar en la Palabra, gloriarnos en Dios, conocer su voluntad, aprobar lo mejor, guiar al ciego, instruir a los indoctos, y enseñar a los niños, pero olvidar enseñarnos a nosotros mismos. Tengamos cuidado, no sea que la Palabra se convierta en algo formal. Algo externo.
Si la ley no nos quebranta, no nos humilla, no nos guía hacia una dulce e ingenua confianza en la gracia gratuita, es decir, si no nos lleva al evangelio de la justificación por la gracia, mediante la fe en Cristo, entonces todavía no estamos siendo instruidos por la Palabra de Dios, y no estamos aptos para enseñar a otros. Ay de mí y de otros profesores y predicadores, amantes del Libro, que tengamos en la Palabra de Dios la forma de la ciencia y de la verdad, pero que solo conozcamos la letra de la ley y no el Espíritu, que solo conozcamos la forma de la justicia y no la justicia que viene por medio de la fe.
¡Ah, que todos los aquí presentes sean instruidos, incluso ahora, por el Espíritu, acerca de la diferencia entre establecer nuestra propia justicia y recibir la justicia como regalo por medio de la fe en Cristo!