El eco y la insuficiencia del infierno, parte 1
Miremos la bondad y la severidad de Dios
Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y fuiste hecho participante con ellas de la rica savia de la raíz del olivo, 18 no seas arrogante para con las ramas; pero si eres arrogante, recuerda que tú no eres el que sustenta la raíz, sino que la raíz es la que te sustenta a ti.
19 Dirás entonces: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. 20 Muy cierto; fueron desgajadas por su incredulidad, pero tú por la fe te mantienes firme. No seas altanero, sino teme; 21 porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará.
22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero para ti, bondad de Dios si permaneces en su bondad; de lo contrario también tú serás cortado.
En el día de hoy y también la próxima semana hablaremos sobre el infierno a un eco de la gloria de Dios y como una vía insuficiente para producir un verdadero arrepentimiento. Así que he titulado los dos mensajes: El Eco y la Insuficiencia del Infierno. He tomado como texto clave a Romanos 11:22 porque obedece al mandamiento que estoy predicando en estos dos mensajes. El texto dice: “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios”. Se nos manda a que miremos (a que contemplemos) no solo la bondad de Dios, la cual anhelamos mirar, ¡y debemos mirar! También se nos manda mirar (contemplar) la severidad de Dios, la que muchas veces no deseamos mirar.
No mirar la severidad de Dios es un acto de desobediencia peligroso y despreciable. Es semejante a un padre enseñando a un hijo cómo el botón rojo de la cocina es bueno (hace que hierva el agua para cocinar los espaguetis; transforma los huevos viscosos en un delicioso desayuno; hace estallar las rositas de maíz). El horno es bueno; pero no decirle nunca a un niño pequeño que este horno es muy peligroso, y que algunas veces puede herir gravemente si se usa de manera inadecuada, es en sí mismo un acto peligroso y despreciable. Por tanto el mandamiento a contemplar la severidad de Dios es un mandamiento lleno de amor. Y los que nos desaniman para no ver ni creer esta severidad (a pesar de todo su comprensible lenguaje) no nos están haciendo un favor.
El Rechazo del Punto de Vista Bíblico-Histórico del Infierno
De hecho, una de mis motivaciones para escoger este tema es que quiero advertirles que existe un gran número de líderes cristianos, respetados y amados, que están rechazando la comprensión bíblica histórica del infierno. Cuando digo comprensión bíblica histórica del infierno, me refiero, simplemente, a lo que está escrito en la declaración de fe de nuestra propia iglesia (que es la misma declaración de la BGC), es decir: Creemos en… el juicio final, la felicidad eterna de los justos, y el sufrimiento eterno de los malvados.
Según la creencia bíblica histórica sobre el tema, el infierno es el sufrimiento eterno. Ambas palabras son bíblicas e importantes: “eterno” (el infierno es para siempre y nunca tendrá fin) y “sufrimiento” (en esta condición eterna las personas están en un tormento consciente).
El Movimiento de la Ortodoxia a la No Ortodoxia
El abandono de esta verdad bíblica sigue el modelo de cómo otras enseñanzas bíblicas mal miradas están siendo abandonadas: el impulso de abandono no viene de la Biblia, sino de la cultura y de los impulsos emocionales subjetivos de las personas.
Por ejemplo, Clark Pinnock, escribió en 1990:
Fui inducido a cuestionar la creencia tradicional del tormento consciente eterno por la reacción moral y las amplias consideraciones teológicas, y no precisamente por su fundamento en las Escrituras. No tiene ningún sentido que un Dios de amor torture a las personas para siempre por sus pecados cometidos en el contexto de una vida finita… Es tiempo de que los evangélicos salgan y digan que la doctrina bíblica moralmente apropiada del infierno es la aniquilación, no el tormento eterno.1
Aquí tenemos el proceso clásico de cómo una persona pasa de ser ortodoxo a ser no ortodoxo. Las emociones personales y los deseos se combinan con los razonamientos especulativos sobre ideas generales, y toman preferencia sobre las enseñanzas y los textos bíblicos. Podemos ver el proceso en marcha guiando a las personas a abandonar otras enseñanzas bíblicas que de vez en cuando no encajan con el espíritu de la época (y parecen incoherentes para iluminar a las personas modernas).
Hace cuatro años John Stott escribió:
Emocionalmente, encuentro el concepto [de tormento consciente eterno] intolerable y no entiendo cómo las personas pueden vivir con esta realidad sin que sus sentimientos sean cauterizados o resquebrajados bajo la tensión… las Escrituras señalan en dirección a la aniquilación. 2
Tanto Pinnock como Stott (y otros hoy en día) argumentan que nadie va a un infierno de “sufrimiento eterno”. Más bien, si las personas no creen en Cristo son aniquilados; lo cual significa que dejan de existir en todos los sentidos. No tienen conciencia y no experimentan nada. Simplemente, dejan de existir.
Una Tremenda e Infinita Diferencia para las Misiones
Así que en respuesta a estos recientes desafíos pasé un largo tiempo, durante mi licencia en los escritos, luchando nuevamente con todo este tema (porque marca una diferencia tremenda en la obra misionera). La diferencia entre sufrir para siempre en el infierno si no confiamos en Cristo y dejar simplemente de existir es una diferencia infinita. ¿Puede notar la diferencia? No se trata de un ajuste pequeño en la enseñanza bíblica. Es enorme. La diferencia entre no existir y existir en un tormento eterno es una diferencia infinita.
Imagino a Dios encontrándose con Adolfo Hitler en el día del juicio final y diciendo: «Por toda tu arrogancia, incredulidad, odio y por toda la tortura, y la miseria que le causaste a millones de personas, mi sentencia para ti es que, de ahora en adelante, dejes de existir. No sentirás nada». Y si usted cree que dejar de existir sería un castigo terrible para Adolfo Hitler (o cualquier otra persona) pregúntese a sí mismo si usted era miserable durante alguno de los miles de años en que no existió antes de nacer. El dolor que usted experimentó por no existir sería el dolor que Hitler experimentaría si dejara de existir, no habría ningún tipo de dolor.
Contrario a la Enseñanza de la Escritura
Pero el problema principal de creer que los no creyentes simplemente dejarán de existir es que la Biblia enseña que los que no creen en Cristo serán castigados con sufrimiento eterno. En otras palabras, la aniquilación aleja a la iglesia de la verdad bíblica. Y siempre hiere a las personas y deshonra a Dios.
Cuando la Biblia dice: “Mira […] la severidad de Dios,” deberíamos hacerlo. Y la severidad de Dios incluye la verdad sobre la existencia del infierno como un castigo eterno. Escribí acerca de este tema en el primer capítulo del nuevo libro sobre la obra misionera; donde traté sobre dieciséis pasajes diferentes de las Escrituras.3 Como podemos ver, esta doctrina no se encuentra aislada.
La Mortandad y el Aterrarador Retrato del Infierno en la Escritura
Esta realidad es profunda y aterradora. Hablar de la severidad de Dios ligeramente, o no hacerlo, o hablar de ella de manera que cambie el sufrimiento por el hecho de no sentir nada, simplemente prueba que no comprendemos su horror. No he conocido de ninguna persona que haya exagerado los horrores del infierno. Escasamente podemos sobrepasar las imágenes que Jesús utilizó: “lloro y crujir de dientes”;4 “donde el gusano no muere” (Marcos 9:48); “fuego inextinguible” (Mateo 3:12; Marcos 9:23); “fuego eterno” (Mateo 25:41); “el infierno de fuego” (Mateo 18:9); “castigo eterno” (Mateo 25:46); “agonía en la llama” (Lucas 16:24). La parte importante de esta realidad es que estamos destinados a estremecernos. Estamos hechos para temblar y sentir temor. Estamos destinados a rechazar esta realidad. No para negarla sino para huir de ella a los brazos de Jesús, que murió para salvarnos del castigo eterno.
Apocalipsis 14:11 es probablemente la declaración más representativa del Nuevo Testamento con respecto al sufrimiento eterno de los que no se arrepientan. “Y el humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos; y no tienen reposo, ni de día ni de noche”. Tormento por los siglos de los siglos. El castigo eterno de los pecadores no arrepentidos es una realidad enseñada en las Escrituras y por tanto es bueno que conozcamos sobre ella.
Una Solemne Advertencia al Concluir
Quiero concluir con una advertencia muy solemne. Simplemente usaré las palabras de Jesús: “Si tu mano o tu pie te es ocasión de pecar, córtatelo y échalo de ti; te es mejor entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eterno” (Mateo 18:8).
Les animo a seguir un proceso de reflexión sobre la Biblia que es contrario al razonamiento común de hoy en día. En vez de venir a la Biblia y decir: «Creo que el castigo eterno no es justo, y la Biblia no puede estar enseñándolo», mas bien debemos decir: «Ya que la Biblia lo enseña debe ser justo, por tanto, ¡oh cuán infinitamente horroroso debe ser el pecado! ¡Cuán infinitamente condenable debe ser tratar con desprecio a la gloria de Dios! ¡Cuán infinito debe ser el insulto a Dios cuando no confiamos en sus promesas! ¡Qué infinita belleza, gloria, pureza, y santidad debe tener Dios, que el sufrimiento eterno es un castigo justo y adecuado por la desobediencia a su Palabra! » La aniquilación reduce el pecado de alta traición a un delito menor. El infierno está destinado a llenarnos de temor ante la gloria que hemos despreciado.
Y nos resulta increíble que la muerte de un hombre (Dios mismo hecho hombre: Jesucristo) pueda soportar el castigo infinito en sustitución de todo el que se arrepiente y confía en él. El infierno es un eco de la gloria de Dios. Revela la grandeza de la gloria que ha sido rechazada y la grandeza del sufrimiento de Jesús porque él soportó ese infierno por todos los que creen.
1 Clark Pinnock and Delwin Brown, Theological Crossfire: An Evangelical/Liberal Dialogue, (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1990), pp. 226-7.
2 David Edwards, Evangelical Essentials, with a Response from John Stott, (Downers Grove: Inter Varsity Press, 1988), pp. 314-320.
3 Daniel 12:2; Mateo 3:12 (Lucas 3:17); Marcos 9:43-48; Mateo 18:8; Mateo 10:28 (Lucas 12:4-5); Mateo 25:41,46; Mateo 26:24; Marcos 3:29 y Mateo 12:32; Lucas 16:26; Romanos 2:6-8; 2da a los Tesalonicenses 1:9; Hebreos 6:1-2; Judas 12-13; Apocalipsis 14:11; Apocalipsis 19:3; Apocalipsis 20:10.
4 Mateo 8:12; 13:42; 22:13; 24:51; 25:30