Sometimiento a Dios y sometimiento al estado, parte 4
1Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. 2De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. 3Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; 4porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. 5Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. 6Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. 7Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.
Esta es la cuarta parte en nuestro esfuerzo por entender Romanos 13:1-7 y sus implicaciones para la vida histórica y contemporánea.
Resumen de los Cuatro Mensajes
Primero hicimos hincapié en que toda autoridad ha sido dispuesta por Dios y en que la existencia de la autoridad civil y del orden civil es buena para nosotros. Versículo 4: “Porque (el magistrado) es servidor de Dios para tu bien”. La anarquía, la ley de la calle y las justicias vigilantes son aterradoras; no reconfortantes.
Segundo, hablamos acerca de porque Pablo escribió con términos tan absolutos y tan poco cualificados cuando describe la bondad del gobierno, especialmente en el versículo 3: “Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo”. Él sabe que existen excepciones. Respondimos: Porque quería que el César y todas las autoridades supieran como debía ser y que, además, nosotros nos inclináramos fuertemente hacia el sometimiento y no a la rebelión.
Tercero, estudiamos ejemplos bíblicos de desobediencia civil y vimos, en caso de ser necesaria, como debía ser.
En esta cuarta y última parte creo que debemos enfocarnos en la forma en que Romanos 13 se relaciona con el engranaje positivo del gobierno en un país como el nuestro, donde en cierto sentido, el gobierno somos nosotros. Es decir, debemos preguntar: ¿Cómo funciona el sometimiento a la autoridad civil, cuando los mismos que se están sometiendo, son los que han creado aquello a lo que se someten? ¿O qué nos enseña Romanos 13 acerca de una participación cristiana responsable en los procesos del gobierno de Norteamérica?
Existen al menos dos enseñanzas en este pasaje que dan pie a las reflexiones que compartiré. Primera, la enseñanza de los versículos 1-2 y la cuestión del sometimiento. Y segunda, la enseñanza de los versículos 3-4 y la cuestión de ejercer la ley moral sobre la acción legislativa y judicial.
Extranjeros y Exiliados Cuya Ciudadanía Está en los Cielos
Pero antes de retomar esas dos enseñanzas, debo aclarar que el apóstol que escribió Romanos 13 también dejó claro como el agua, y primero que nada, que los cristianos no son ciudadanos de ninguna nación humana sino que son ciudadanos del Reino de Dios. Filipenses 3:20, “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.” Colosenses 3:2-3, “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.” No somos nuestros propios dueños, fuimos comprados por un precio (1ra a los Corintios 6:19-20) por la sangre del Cristo quien resucitó de los muertos y es nuestro dueño y nos gobierna. Por eso Pedro dice, “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.” (1 Pedro 2: 11) Los cristianos son extranjeros y exiliados en Norteamérica.
Jesucristo es nuestro Rey, y ninguna autoridad humana está por encima de él. Es por eso que Pedro dice en 1 Pedro 2:13, “Por causa del Señor someteos a toda institución humana”. Nos sometemos a la autoridad humana porque una autoridad más alta, Jesucristo, nos dice que lo hagamos a causa de su gloria. Cuando Jesús dijo, “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21), quiso decir por lo menos: Todo es de Dios, y cuando usted ha entregado todo a Dios, entonces estará rindiendo obediencia a César sin cometer traición contra el cielo.
Así que a medida que desarrollo las implicaciones de Romanos 13, retenga la imagen completa en su mente. Somos primeramente ciudadanos del cielo con un mandato de magnificar al Rey Jesús sobre la faz de la tierra. Y parte de la misión que nos ha encomendado es penetrar todas las esferas de la sociedad y la cultura con la luz, el sabor, el aroma y la confianza de Cristo, incluyendo el gobierno. Pero me estoy adelantando. Dije que había dos enseñanzas sobre las cuales enfocarse en Romanos 13.
1. La Cuestión de Nuestro Sometimiento en el Contexto Norteamericano (vv. 1-2)
Primera, consideremos los versículos del 1-2 y la cuestión de nuestro sometimiento en el contexto Norteamericano.
Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él. Por tanto todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo.
Lo que está claro en este pasaje es que no importa si un gobierno existe porque un rey ha designado a su hijo para que gobierne, o un jefe de tribu ha derrotado a sus rivales, o un pueblo ha votado por su candidato -todas las autoridades existen porque Dios las ha establecido. Versículo 1b: “porque no hay autoridad sino de parte de Dios.” Y sabemos que eso incluye a la mala autoridad porque Pilatos, el hombre que ordenó crucificar a Jesús, era una mala autoridad y Jesús le dijo en su cara, en Juan 19:11, “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba”.
Así que no importa qué medio humano llevó la autoridad al poder y no importa si el poder en sí mismo es justo o injusto. Este texto dice que Dios está detrás de toda autoridad y que toda autoridad tiene al menos derecho a exigir nuestro sometimiento.
La implicación que esto tiene para Norteamérica es que existimos para someternos a las autoridades gobernantes aún si somos nosotros mismos, bajo Dios, somos quienes los establecemos. Y como ustedes conocen, existen dos sentidos en los cuales fuimos quienes establecimos el gobierno y dos sentidos en los cuales nos sometemos. Primero, el pueblo estableció la constitución, que por debajo de Dios, es la base de nuestra nación y nos gobierna profundamente. La constitución comienza:
Nosotros, el pueblo de Estados Unidos, para formar una Unión más perfecta para establecer justicia, para asegurar la tranquilidad doméstica, proveemos para la defensa común, para favorecer el bienestar general, y para asegurar las bendiciones de nuestra libertad y de la de nuestra posteridad, ordenamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América.
Así que por debajo de Dios, el pueblo ha ordenado y establecido la constitución que ahora gobierna este país. Por tanto, en América, el sometimiento a la “autoridad” es primeramente un sometimiento a la constitución. Esto tiene grandes implicaciones según el modo en que la constitución sea interpretada y aplicada. Esto es una cuestión de peso en la vida norteamericana de la actualidad. Una implicación es que una constitución (contrato, arrendamiento, estatuto o Biblia) no puede tener autoridad sobre nosotros, si podemos darle cualquier significado que queramos. En otras palabras, si usted no cree que existen intenciones objetivas originales de los autores de la constitución que definen y controlan su significado, entonces le dará su propio significado y eso es contrario a someterse a estas. De modo que una gran implicación de decir que Dios nos llama a someternos a la constitución (incluyendo a su debido proceso de modificación) es que ello implica que la constitución tiene un significado objetivo y fijado.
En los días venideros, a medida que los nombramientos a la Corte Suprema sean hechos, estaremos oyendo mucho acerca de cómo los jueces interpretan la constitución. Estoy diciendo que implícito en Romanos 13 y en la Biblia con un todo está la verdad de que los documentos no pueden tener una autoridad más allá del inmutable significado objetivo que ellos tienen. Y la constitución debe tener autoridad, por lo tanto debe ser interpretada de acuerdo con el significado objetivo dado por los autores, junto a todas las aplicaciones propias de aquellos significados que los autores pueden no haber previsto.
Dije que había dos sentidos en los cuales nosotros, el pueblo, establecemos el gobierno y dos sentidos en los cuales nos sometemos. El primero fue que nosotros establecimos la Constitución. El segundo es que ahora establecemos, mediante el voto, al Presidente, al Vice-Presidente, al Senado y a los representativos. Estos líderes han jurado hacer respetar la Constitución y de este modo son una segunda autoridad en América. Y luego, por supuesto, existen los gobiernos de estado y de ciudades; y los gobiernos de países y así sucesivamente. Todos estos son “autoridades” en el sentido de Romanos 13:1.
El punto, pues, es que el hecho de ser nosotros el medio que Dios utilice para establecer a estas personas en su oficio, no les reste nada como “autoridad gobernante.” Por tanto, debemos someternos a las leyes que ellos hacen. En otras palabras, mi primer punto principal de los versículos 1-2 es que aún en una república constitucional democrática como la nuestra, existe una real autoridad gobernante y debe haber un real sometimiento.
2. Ejercer la Ley Moral Sobre la acción Legislativa y Judicial (vv. 3-4)
Ahora bien, lo segundo que pienso que debemos examinar, es la enseñanza de los versículos 3-4 y la cuestión de ejercer la ley moral sobre la acción legislativa y judicial. Al referirme a la “ley moral”, estoy retomando algo que traté de mostrar en mensajes anteriores. Está implícito en los versículos 3-4, y está por encima de las autoridades gobernantes (y eso incluiría por encima del pueblo que vota y del pueblo que rige). Percátese de las palabras “bueno” y “malo” cuando leí y de cómo el gobierno no las define pero las recompensa y castiga ¡O debería hacerlo!
Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; 4porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.
De estos versículos concluyo que existe algo como lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Estas son realidades objetivas definidas por Dios, no por un gobierno ni por un voto. Ellas son lo que yo llamo la ley moral. Pablo quiere decir que los gobiernos deben recompensar lo que es bueno y correcto y deben castigar lo que es malo e incorrecto. La ley moral está por debajo y por encima de las autoridades porque Dios está por debajo y por encima de las autoridades gobernantes.
Solo mencionaré dos implicaciones de este hecho para nuestro engranaje cristiano con los procesos del gobierno en Norteamérica.
2.1. Una es que la característica universal de la ley moral hace que sea posible que una sociedad pluralista esté de acuerdo en suficientes cosas como para mantener unida a la nación. No hay garantía de que la mantenga unida., ya que siempre están obrando fuerzas para oscurecer la ley moral. Pero es posible.
La razón por la que es posible es que en alguna medida la ley moral esté escrita en el corazón de cada ser humano. Pablo dice en Romanos 2:15, “mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia”. De modo que lo correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo, puede ser visto por los no-cristianos, pero en forma limitadas. La ley moral de Dios puede ser vista y comprendida por los incrédulos del mismo modo en que un pirata comprende un telescopio astronómico del que nunca ha oído hablar. Él conoce solo la clase de telescopios que están hechos para ver barcos a una gran distancia. Lo manteniendo en su ojo y mira el mar, pero no puede enfocar nada realmente, porque el telescopio está hecho para ayudarlo a ver las estrellas, y son las estrellas las que le guiarán sobre el mar. Y así fracasan los incrédulos al usar su mente y su conciencia moral para enfocarse en Cristo, y por lo tanto, nunca llegan a comprender a plenitud; por la ley moral es para ver a Cristo y hacer a Cristo visible y glorioso para el mundo.
Pero Dios, en su gran misericordia -lo que llamamos gracia común- se ha sentido gozoso al hacer visible para todos los hombres parte de su ley moral, aún cuando sea imperfectamente. Es por esto que es posible hasta en una sociedad muy pluralista, para los ciudadanos y los legisladores, llegar a algún acuerdo sobre lo que es bueno para una nación (en un sentido limitado y temporal) -lo que ha menudo le llaman “bienestar común”. Debemos estar alegres por esto. Ninguna nación pluralista puede mantenerse unida sin ello.
Así que Romanos 13 implica que hay una ley moral; y ésta es la base del gobierno para proteger lo bueno y castigar lo malo; la ley moral es universal y en parte puede ser conocida por todas las personas; este carácter universal de la ley moral hace posible algunos acuerdos en una sociedad pluralista, de modo que una nación puede mantenerse unida, y los cristianos deben estar contentos cuando la gracia común de Dios, la forma externa de bondad, encuentra su camino hacia la ley.
Esa es una implicación de Romanos 13:3-4, y la ley moral.
2.2. Otra es que los cristianos tienen acceso a la ley moral de Dios de un modo más claro y autoritario en la Biblia, y nosotros debemos moldear nuestras convicciones y acciones políticas por lo que leamos en ella.
Mencionaré solamente dos maneras por las que las escrituras moldean nuestra participación en la política.
Primera, debemos utilizar la Biblia para guiarnos al buscar qué conducta procuramos poner en la ley. Yo lo diría así: “la conductas reveladas en Las Escrituras que son esenciales para el bien común - para la supervivencia de una sociedad- deben ser enérgicamente recomendadas por los cristianos para ser promulgada como ley mediante los medios posibles de persuasión- con ambos argumentos, tanto bíblicos como naturales.
Un ejemplo. Esto sería cierto, creo yo, para la actual controversia sobre la naturaleza del matrimonio y si el mismo puede ser redefinido o no, como una relación entre dos hombres o entre dos mujeres. El matrimonio entre un hombre y una mujer es tan fundamental para la supervivencia de la sociedad que los cristianos deben trabajar para protegerlo legalmente.
Si alguien dice que estamos legislando nuestra moralidad debemos responderle: Las leyes que protegen al matrimonio están en la misma categoría que las leyes que protegen la vida, la propiedad, y los contratos. Pero nadie se queja de que la prohibición del asesinato, del robo, y del perjurio sea la legislación de la moralidad. Así que nadie debe quejarse de que la protección del matrimonio sea la legislación de la moralidad. El matrimonio entre un hombre y una mujer es una realidad moral y natural entretejida en el tejido de la vida humana, tan profundamente, que deshacerlo sería probablemente, deshacer a nuestra nación.
Podrían darse otros ejemplos. Hay actitudes que destruyen niños, lo llamamos aborto. Hay comportamientos que destruyen el medio ambiente, y los cristianos deben, desde Las Escrituras, exponer los argumentos por los que Dios no quiere que quememos la casa que nos dio para vivir.
He aquí una última forma en que Las Escrituras moldean nuestra participación en la política. Una de las enseñanzas más importantes de la Biblia sobre la vida pública es que los cristianos no utilizan la fuerza para hacer avanzar el Reino de Cristo. Jesús le dijo a Pilatos, cuando éste le preguntó si era rey, “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos” (Juan 18:36). El reino de Dios en esta Era está establecido por un medio decisivo: La fe en Cristo y “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17). Pero la fe no puede coaccionarse o forzarse por medio físico. Ella se despierta mediante la palabra. Por lo tanto predicar y enseñar la palabra de Dios son las libertades más preciadas que los cristianos tienen en este mundo.
Así, los Cristianos toleran otros tipos de fe, no porque no exista una verdad absoluta o porque todas sean igualmente valiosas; sino porque el único que es absolutamente verdadero, Jesucristo, prohíbe que su verdad sea difundida a filo de espada. La tolerancia cristiana es el compromiso que evita que los amantes de la competencia entre los diferentes tipos de fe se maten unos a otros. La tolerancia cristiana es el principio que pone a la libertad por encima de la conversión forzada, porque tiene sus raíces en la convicción de que la conversión forzada, no es para nada ‘conversión’. La libertad para predicar, enseñar, publicar, congregarse, para adorar –éstas son convicciones que se derivan de la esencia de la fe cristiana. Por tanto la protegemos para todos.
Un día Cristo vendrá y pondrá fin a toda tolerancia, barrera a todos los incrédulos. Pero hasta que venga ese no es nuestro derecho ni deseo. Nuestro deseo es predicar a Cristo y obrar en la política, más que en cualquier otra cosa, por la libertad que asegure el derecho de todos a persuadir, predicar, enseñar, publicar y congregarse.
Que el Señor les dé un gran celo por la gloria de su evangelio, un gran amor por los perdidos, gran sabiduría y coraje para recomendar su verdad en el cuadro publico.