Pensamientos pastorales sobre la doctrina de la elección
Y de la misma manera, también ha quedado en el tiempo presente un remanente conforme a la elección de la gracia de Dios. 6 Pero si es por gracia, ya no es a base de obras, de otra manera la gracia ya no es gracia. 7 Entonces ¿qué? Aquello que Israel busca no lo ha alcanzado, pero los que fueron escogidos lo alcanzaron y los demás fueron endurecidos.
Mientras consideraba las implicaciones pastorales de una predicación basada en un pasaje doctrinal tan cargado como Romanos 11, me pareció bien que tal vez, cada varias semanas, hiciéramos una pausa en el curso de la exposición, regresáramos, y habláramos sobre algunas de las implicaciones prácticas de la doctrina que hemos estado viendo. En Romanos 11:1-10 hemos estado viendo, reiteradamente en las últimas semanas (al igual que en Romanos 8:29-33 y Romanos 9: 10-24), la doctrina bíblica de la elección incondicional.
Aquí está la doctrina que Dios eligió antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4); o sea, la doctrina por la que escogió a quienes creerían y por tanto, sin merecerlo, serían salvos a pesar de sus pecados; y por la que también escogió a los que persistirían en rebelión y perecerían justamente por sus pecados. En otras palabras, la sabiduría, la justicia y la gracia de la voluntad de Dios siempre serán la explicación suprema de lo que sucede en el mundo (absolutamente todo). Los seres humanos no somos Dios. No podemos originar causas de la nada. Nosotros, los líderes de Bethlehem, nos mantenemos seguros con respecto a la paradoja bíblica (no a la contradicción) de que, por una parte, Dios es soberano, y por otra parte, todos somos responsables y culpables de nuestro pecado y merecemos la ira divina. Si Dios nos escogió para venir a la fe y para ser salvos de esta condición de culpa, no fue por lo que había en nosotros. Esta verdad, abordada anteriormente en Romanos 8 y 9, y ahora nuevamente en Romanos 11: 1-10, pone de manifiesto el significado de la elección incondicional.
1. Así que hoy tornaremos nuestra atención hacia algunos pensamientos pastorales sobre esta doctrina de la elección.No es bueno que sepamos todas las verdades, y por eso Dios no nos las ha revelado; pero hay algunas verdades que es bueno que las sepamos, aún cuando no podamos explicarlas totalmente.
Este pensamiento en parte está fundamentado en Deuteronomio 29:29 donde Moisés dice: “Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, más las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre”. Hay verdades que Dios no tiene la intención de que las conozcamos. No serían buenas para nosotros. Por ejemplo, en Hechos 1:7 Jesús dice: “No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni la épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad”. Conocer mucho sobre el futuro no sería bueno para nosotros. De hecho, no conocemos casi nada sobre lo que pasará mañana. Santiago 4:14 dice: “Sin embargo, no sabéis cómo será vuestra vida mañana”. Otro ejemplo sería el Salmo 131 donde David dice: “Mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí”. Hay algunas verdades que están fuera de nuestro alcance.
Otras verdades las conocemos, porque Dios nos las ha revelado, pero las conocemos solo en parte. Por tanto es bueno que las conozcamos. Pero debemos contentarnos con conocerlas solo en parte, como dice Pablo en 1ra a los Corintios 13:12: “Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido”. Esta expresión es fundamentalmente cierta en relación con la doctrina de la elección. Somos propensos a hacer más preguntas de las que Dios decide responder. Existe el gran peligro de que nuestras preguntas puedan convertirse en acusaciones.
Una de las implicaciones de este pensamiento es que no siempre sabemos cómo una doctrina bíblica en particular, es buena para nosotros. Los norteamericanos somos fundamentalmente, pragmáticos y demandantes. Si no vemos los efectos inmediatos que produce una doctrina, tendemos a ignorarla. Y cuando actuamos así, somos como hijos necios. Todo padre conoce que sus hijos deben ser formados para aprender ciertas normas aunque no comprendan que un día les serán útiles. Por ejemplo, les enseñamos los pormenores de los modales en la mesa cuando son pequeños, para que más tarde sean capaces de conducirse con elegancia en cada evento social. Los pequeños no tienen una pista de por qué les estamos diciendo que sostengan la cuchara de cierta forma y que mantengan sus codos separados de la mesa. Ellos deben creer por nuestra palabra que el sol permanece inmóvil; que la tierra es redonda; que los vegetales verdes les harán más saludables; y que la pequeña bolsa de veneno de ratas les matará. Si nuestros hijos deben conocer estas normas, antes de comprender porqué o para qué son necesarias, imagine por la distancia entre nosotros y Dios, cuánto podemos conocer sin comprender cuánto nos ayudará.
En nuestras vidas el efecto de lo que sabemos es siempre superior a lo que realmente sabemos o podemos explicar. A veces simplemente debemos aprender una norma porque Dios dice que es verdadera. Y más tarde podemos ver cómo este conocimiento nos protegió, o nos fortaleció, o nos hizo humildes, o nos purificó, o nos guió, o nos dio la capacidad de ver otras normas como verdaderas. El fin del asunto es la confianza ¿Confiamos que Dios ha revelado lo que es bueno para nuestro conocimiento?
Con respecto a la doctrina de la elección, no sabemos totalmente cuan buena es para nosotros, pero sabemos algunos de sus beneficios. Lo que conduce al segundo pensamiento pastoral sobre las implicaciones de conocer la doctrina de la elección.
2. La doctrina de la elección tiene una fuerte tendencia a construir una iglesia rigurosa con respecto a la verdad y a las Escrituras, y de este modo la protege de las influencias de la indiferencia doctrinal y de la conformidad a la cultura.
La doctrina de la elección tiende a dar firmeza y resistencia a las mentes débiles. Tiende a producir cristianos fuertes y sensatos, que no son arrastrados por las ideas modernas centradas en el hombre. Tiene un poder increíble que actúa para proteger otras doctrinas de ser adulteradas y destruidas. En general, tiende a imprimir en nuestras mentes una ideología centrada en Dios, edificada sin el conocimiento pleno de la verdad objetiva real.
Aquí tenemos una ilustración de por qué esta doctrina de la elección es tan importante. En la más reciente publicación de Christianity Today, Chuck Colson aborda el “postmodernismo” (“la filosofía que afirma que no existe una verdad trascendente”). Él expone cuatro o cinco muestras de la cultura, referidas a que el postmodernismo está perdiendo fuerza y de repente puede quedar en el pasado. Pero luego escuche el llamado que hace a las iglesias:
No puedo pensar en un tiempo más importante para que los pastores, estudiosos, y laicos ofrezcamos buenos conocimientos básicos de una doctrina bíblica y los defendamos claramente para aquellos que tienen hambre por la verdad.
Pero, ¿estamos preparados para tal desafío? George Barna completó recientemente, un recorrido por las iglesias norteamericanas y regresó con un reporte desalentador en que la mayoría de las iglesias y líderes laicos (el 90 %, de acuerdo con las encuestas) no tienen una doctrina comprensible. ¿Cómo vamos a batallar contra las filosofías que compiten si todavía no estamos arraigados en nuestro propio sistema de verdades?
Irónicamente, de la misma manera que aparecen muestras alentadoras en la cultura, también hay muestras de que la iglesia está reduciendo su nivel intelectual, cambiando de un mensaje impulsado por la Palabra hacia un mensaje dirigido por la apariencia y la emoción (vea cuántas estaciones de radio cristiana recientemente han dejado de comunicar y transmitir predicaciones para solo difundir la música).
Sería la ironía suprema—y una terrible tragedia—si nos hallamos a nosotros mismos patinando dentro del postmodernismo, justo cuando la cultura más liberal ha entendido que se encuentra en un callejón sin salidas”.("The Postmodern Crackup," in Christianity Today, Diciembre, 2003, Vol. 47, No. 12, p. 72).
La doctrina de la elección tiene un efecto asombroso para despertar a las personas que están a la deriva, en el río de las suposiciones heredadas, sin un compromiso mental. De repente son sacudidas por la radical centralización de Dios en la Biblia y la atemorizante centralización del hombre en sus propios corazones. Son puestas en una búsqueda por construir una forma de pensar bíblicamente sobre Dios y sobre el mundo, que pueda evitar la tragedia sobre la cual Colson nos advierte: o sea, los descubrimientos del mundo, finalmente, de que la verdad realmente importa, justo cuando la iglesia, en nombre de la relevancia de la cultura, ha decidido que la doctrina no importa. La doctrina de la elección es buena para nosotros y para nuestros nietos de maneras que no podemos tan siquiera imaginar.
3. Un tercer pensamiento pastoral sobre la doctrina de la elección se refiere a que es una de las mejores maneras de probar si hemos invertido los papeles con Dios.
Este es un problema de todos los tiempos, pero especialmente del mundo moderno que asume la autonomía humana, cuestiona toda autoridad y toma la silla del juez para decidir si Dios todavía existe.
Pablo abordó este tema más enérgicamente en Romanos 9: 6-23. Mientras lo hizo, escuchó la objeción antigua y moderna: “¿Por qué [Dios], pues, todavía reprocha? Porque ¿quién resiste a su voluntad?” Su respuesta fue: “Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así?” (Romanos 9:19-20). En otras palabras, no es apropiado para nosotros invertir los papeles con Dios. Dios es el modelador. Pocas doctrinas prueban con más claridad si estamos juzgando a Dios o si Dios nos está juzgando a nosotros.
Cuando se termina el libro de Job y todas las defensas de Job se agotan, y todo el consejo engañoso de Elifaz, Bildad y Zofar ha desaparecido, el resumen del asunto es: “Yo sé que tu puedes hacer todas las cosas, y que ningún propósito tuyo puede ser estorbado […] Por tanto he declarado lo que no comprendía, cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no sabía”. Dios responde: “Escucha ahora y hablaré; te preguntaré y tu me instruirás”. En otras palabras: «Toma tu lugar apropiado, Job, y escúchame. Aprende de mí; no me enseñes. Confía en mí; no me acuses». A lo que finalmente Job respondió: “He sabido de ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y en ceniza” (Job 42:1-6). La doctrina de la elección, como otras pocas, nos pone a prueba para ver si estamos en la posición del Job que acusa, o en la posición del Job quebrantado y contrito que confía.
Es difícil que un pez sepa que está mojado. Todo el mundo del pez está mojado. El pez ni siquiera piensa en ello. De la misma manera es difícil que una persona moderna (una persona que vive en los dos últimos siglos) sepa que es arrogante hacia Dios. La arrogancia hacia Dios es todo lo que hay en el mundo moderno. Es el océano en que nos sumergimos —el aire que respiramos. Está tejida en nuestra mente. Ni siquiera sabemos que está allí. No podemos verla, porque miramos a través de ella para ver todo lo demás.
Esta es la manera en que C. S. Lewis lo presenta:
El hombre antiguo se acercó a Dios… como una persona acusada se acerca a su juez. Para el hombre moderno los papeles están invertidos. Él es el juez: Dios es el acusado. Él más bien es el juez bondadoso: si Dios tuviera una defensa razonable a favor de ser el Dios que permite la guerra, la pobreza y la enfermedad, estaría dispuesto a escucharlo. El juicio aún puede terminar en la absolución de Dios. Pero lo más importante es que el hombre está en la silla del Juez y Dios está en el banquillo de los acusados”. ("God in the Dock," in Lesley Walmsley, ed., C.S. Lewis: Essay Collection and Other Short Pieces [London: HarperCollins Publishers, 2000], p. 36).
Ser una persona moderna significa, prácticamente, tener la sensación imperceptible (la presunción de que ni siquiera conocemos qué tenemos); la sensación ideal cuestionar e incluso juzgar a Dios. La doctrina de la elección es una prueba muy efectiva de si hemos sido liberados del nuestro oriundo océano de arrogancia del mundo moderno, o si aún estamos empapados hasta los huesos. Es bueno que seamos probados en el crisol de la soberanía de Dios, para que podamos decir como Job: “He sabido de ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y en ceniza”. (Job 42:1-6).
4. Aquí está el cuarto pensamiento pastoral sobre la doctrina de la elección: La aceptación humilde (no la discusión, ni siquiera la creencia intelectual, sino la aceptación humilde) de la preciosa verdad de la elección y de la gracia soberana, produce un riesgo radical y emotivo (alcanzando ministerios y misiones).
Veamos este ejemplo (pudieran ser muchos más de William Carey, Adoniram Judson, David Livingston, John Patton, George Müller, Carlos Spurgeon, Jonathan Edwards y otros muchos): Kristin Carlson ha estado en Zambia durante alrededor de un año, trabajando con niños de las calles mediante Action International (Trate de conocer este ministerio; podría listar a su director, Doug Nichols, entre los cristianos radicales que fueron a Ruanda con cáncer de colon porque aceptó humildemente la verdad de la elección). En la mañana del Día de Acción de Gracias Kristin nos envió este correo:
Ante todo, estoy agradecida por la inescrutable gracia de Dios al elegirme. No he hecho nada para merecerlo, y continuamente me maravillo ante la bondad de mi Padre para conmigo. Estoy agradecida de ser elegida, porque conozco para qué he sido elegida. He sido elegida para proclamar las excelencias de Dios, elegida para estar eternamente satisfecha en Dios mediante Jesús; elegida para vivir en luz y no en tinieblas; elegida para ver y probar que Dios es bueno.
No perdamos de vista estas palabras. Algunos entre nosotros no tienen idea de lo que Kristin está hablando porque les han enseñado que la doctrina de la elección es incierta e inútil. Siempre se han quedado en la parte de afuera mirando hacia adentro y siendo desconfiados o críticos. Ahora, en este correo, están escuchando una historia desde el interior —de alguien que conoce lo que significa aceptar y ser aceptado por la doctrina de la elección incondicional. El efecto no está en la enseñanza que pudiéramos haber recibido. Escuchemos los efectos de la doctrina de la elección. Kristin continúa:
Estoy agradecida de que Dios escogiera a Vasco, un chico callejero, difícil, ignorante, rebelde, y lo trajera de las tinieblas a su luz maravillosa. Y el fruto que ya veo en la vida de Vasco es el testimonio por su permanencia en Jesús, que es nuestra Vid.
Estoy agradecida por la inmensa bondad de Dios el año pasado… Ser parte de tan asombroso trabajo (convertirme en amiga de chicos callejeros y compartir con ellos la única esperanza duradera). Además, estoy agradecida por el corazón que Dios me ha dado para esos chicos. Hablando objetivamente, sé que no es normal poder AMAR caminando entre montones de basura y estando sentada en un canapé (asiento pequeño de metal con una pieza de cartón encima) con chicos sucios y malolientes; pero a pesar de todo, amo hacerlo.
Aceptar y ser aceptados por la doctrina de la gracia soberana (comenzando con la elección incondicional) produce primeramente ese tipo de amor radical, que se sacrifica, que se arriesga; y luego nos hace humildes para regocijarnos en la verdad de que no producimos esta belleza en nosotros, Dios lo hizo. Entonces a él damos la gloria.
Si usted pregunta: ¿Este pensamiento es bíblico? ¿La Biblia realmente enseña que la verdad de la elección está ideada por Dios para tener tales efectos? La respuesta es sí. Primero considere la frase de Colosenses 3:12-13, “Entonces, como escogidos de Dios [elegidos por Dios], santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”.Aquí tenemos la referencia con el pensamiento anterior, la cual está clara y explícita en la mente de Pablo. Saber que usted es elegido por gracia, que está separado para Dios y que es amado, debería hacerle una de las personas más humildes en el mundo, preparado para soportar el maltrato, preparado para perdonar y amar a los que nos desagradan —en Zambia y en cualquier otro lugar.
Aquí tenemos otra muestra de cómo obra en nosotros esta verdad de la elección. En Romanos 8:33 Pablo dice: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica”. La respuesta es: Nadie puede levantar una acusación contra nosotros si somos escogidos por Dios. Él estará a nuestro favor por siempre. Es evidente que Pablo dice estas palabras porque espera que tenga un efecto práctico en nosotros. Él espera que sintamos convicción y gozo, y luego, que seamos valientes y no tengamos miedo. Si hoy estamos frente a una decisión que parece correcta y afectiva, pero riesgosa, ¿podemos sentir el efecto de esta pregunta: “Quién acusará a los escogidos de Dios?” ¿Sentimos en la palabra “escogidos”, la fuerza del evangelio que produce convicción?
Esta doctrina no es para discutir principalmente, sino para regocijarse. No está diseñada para discusiones; está diseñada para la obra misionera. No tiene el propósito de dividir a las personas (aunque bien pudiera); tiene la intención de hacerles compasivas, bondadosas, humildes, mansas y perdonadoras.
5. Concluyo con un último pensamiento pastoral. No piense en la elección sin Jesucristo
Efesios 1:4 dice: “[Dios] nos escogió en Él [Cristo] antes de la fundación del mundo”. En otras palabras, cuando Dios en la eternidad planeó liberarnos de nuestra esclavitud de pecado, tenía en mente a Cristo como la vía para hacerlo. Dios planeó desde antes de la fundación del mundo salvarnos mediante la muerte y la resurrección de Cristo.
Por tanto, lo que Dios ha hecho para salvarnos y llamarnos hacia él, no es decirnos con anterioridad si somos escogidos. Dios nunca revela esto excepto a través de su relación con Jesús, así que Cristo es el centro para nuestra elección. En vez de decirnos si somos escogidos, lo que Dios hizo fue enviarnos a su Hijo y decirnos: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). “El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo” (1ra de Juan 5:10). Y por tanto, conoce que es elegido.
Así que en el nombre de Cristo le invito: venga, acéptelo como su Salvador y su Señor y como el Tesoro de su vida. Él no echa fuera a nadie que viene en fe. Él perdona el pecado. Él viste de justicia. Él da el Espíritu Santo. Él le sostendrá. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna, y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27). Escuche la voz del buen Pastor y venga a él.