Medidas de fe, dones de gracia, ministerio de grupos pequeños
Romanos 12:1-8
Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno. Pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros. Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe; si el de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con liberalidad; el que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría.
Domingo para grupos pequeños
Continúo con el libro de Romanos esta mañana, pero me salgo de nuestra secuencia en el capítulo uno, y les pido que se enfoquen en el capítulo doce, especialmente en los versículos 3-8. La razón para esto es que pusimos un tremendo peso en la participación en grupos pequeños en Bethlehem, y este es domingo de inscripción para grupos pequeños.
Creemos que vivir la vida cristiana requiere de grupos pequeños. Y creemos que pastorear la iglesia requiere de grupos pequeños. Los ancianos están comprometidos en supervisar a los líderes de los grupos pequeños, y los líderes de los grupos pequeños están comprometidos en ayudar al pequeño rebaño –al grupo pequeño– a cuidar los unos de los otros. Creemos en la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la responsabilidad y sacerdocio de todos los cristianos. Todos los cristianos son ministros, pero no todos son supervisores. El ministerio de la iglesia no pertenece a los ancianos; pertenece al cuerpo, a la grey, a los santos, a los creyentes. Los supervisores existen para proteger y guiar; para liberar y facultar (Efesios 4:12) el sacerdocio de los creyentes (1ra de Pedro 2:9; Apocalipsis 1:6; 5:9).
Así que mi meta hoy es llevarles hacia la mente del apóstol Pablo y de la mente de Dios, en relación al tipo de ministerio mutuo (unos a otros) que creemos que corresponde a los grupos pequeños. Mi oración es a que usted le guste lo que va a ver, y que se una a un grupo pequeño ya existente, o tome el entrenamiento para comenzar el suyo propio. Si permanecemos en el libro de Romanos, esto significará ir a Romanos 12:3-8.
Enlazando con Romanos 1:16-17
Permítanme comenzar enlazando las grandes verdades del evangelio en Romanos 1:16-17 con Romanos 12:3-8, que son verdades sobre le ministerio mutuo de los creyentes en el cuerpo de Cristo. Hemos visto que todos somos impíos y perversos y estamos bajo la ira de un Dios santo y justo. No tenemos esperanzas en nosotros mismos. Somos pecadores y nuestros corazones están en rebelión contra Dios.
Solo hay una esperanza: que la justicia que Dios demanda de nosotros, Él mismo nos la dé. No porque la ganemos con buenas obras, sino porque la recibamos por fe. De eso se trata el libro de Romanos: de esta gran salvación de pecadores por la gracia gratuita de Dios, atribuyéndonos, a los pecadores, una justicia que no es nuestra, a fin de que este Dios santo no solo nos reciba en Su presencia, sino que dedique Su energía infinita a salvarnos de todo enemigo y darnos toda bendición imaginable. “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió…” (Romanos 8:33-34). En otras palabras: “el evangelio es el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree” (Romanos 1:16). “… habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él” (Romanos 5:9).
Ahora, el peligro en todo esto es que una persona puede llegar a pensar que el propósito de Dios es muy individualista. Cada cual es pecador, cada cual es culpable y está bajo condenación, cada cual debe creer. Y cada cual será salvo si cree. Esa es una gran verdad. El evangelio está dirigido a cada pecador por individual. Nadie puede creer por nosotros.
Unidos a Cristo – Unidos a Su Cuerpo
Pero cuando creemos, somos unidos a Cristo de un modo en el que también nos unimos unos con otros. Esto es lo que necesita ser enfatizado hoy. Romanos 8:1 dice: “Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús”. Así que el regalo de la justificación de Dios viene a nosotros y echa fuera nuestra condenación “en Cristo Jesús”. Esto es en relación con Jesús. En unión espiritual con Jesús, creada y preservada por el Espíritu Santo por medio de la fe.
Ahora note el enlace con Romanos 12:4-5: “Pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros”. Por tanto la fe que nos une a Cristo, igualmente nos une al cuerpo de Cristo, la iglesia.
Ahora considere cuidadosamente lo siguiente. Usted puede no haber considerado cuán absolutamente crucial es la iglesia local para su vida en Cristo. El versículo 5 dice que “somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros” ¿Qué quiere decir la última frase – “individualmente miembros los unos de los otros”? Quiere decir que como pertenecientes al cuerpo, pertenecemos los unos a los otros. Conexión con Cristo significa conexión los unos con los otros. Si un brazo sangra gravemente, todas las extremidades del cuerpo se debilitarían, no solo el brazo. Si un brazo trabaja duro para alimentar la boca, toda extremidad se fortalecerá.
Pero piense en la importancia de esto en su relación con Cristo ¿Qué implicaría si una extremidad del cuerpo le dijera a las demás: “No las necesito y no me agradan, así que escojo no estar pegada a ustedes; no quiero relacionarme con ustedes”? ¿Qué implicaría? Bueno, esa extremidad estaría diciendo: Escojo no estar en Cristo. Usted no puede tener las dos cosas. Pablo dijo: “En Cristo somos miembros individuales unos de otros”. Esto es una realidad. Nosotros no lo hacemos una realidad. Es una realidad. Y si rechazamos la realidad, rechazamos a Cristo. En otras palabras, la realidad de la iglesia – el cuerpo local de creyentes – es crucial.
¿Por qué un Cuerpo, una Iglesia?
¿Ahora por qué es esto? ¿Por qué lo puso Dios de esta manera? ¿Por qué no hizo solo una gran multitud de individuos, todos justificados por fe y relacionándose directamente con Cristo, y dependientes tan sólo del Espíritu Santo y no los unos de los otros?
La respuesta es dada en Romanos 15:5-7: “Y que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener el mismo sentir los unos para con los otros conforme a Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios”.
Note que las dos veces que Pablo explica qué es la unidad cristiana y la aceptación mutua, las relaciona a la gloria de Dios. Dios ha decretado que la iglesia sea un cuerpo unificado de diversos individuos y no solo una colección de individuos aislados. Versículo 6: “[Luchad por unidad]… para que unánimes, a una voz, glorifiquéis a Dios”. Dios recibe más gloria a través de un cuerpo de creyentes funcionando en una unidad de amor y verdad que a través de una multitud de individuos, supuestamente santos, que no se relacionan unos con otros, o no se ministran unos a otros, o no adoran unos con otros, o no emprenden misiones unos con otros.
Luego, lo dice nuevamente en Romanos 15:7: “Por tanto, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios”. Cristo nos aceptó en nuestros pecados y miserias, y nos amó y nos salvó ¿Por qué? Para glorificar a Su Padre (Juan 12:27-28; 17:4-5). Así que Pablo dice: Deje que esa sea también su razón. Ese es el por qué Dios diseñó la salvación de la manera que lo hizo. Estar unido a Cristo significa estar unido a un cuerpo de creyentes, porque de esa manera Dios recibirá más gloria que si nos hubiera salvado de otra forma. Dios lo hace todo para magnificar Su gloria. Es por esto que existe la iglesia, y es por esto que existen los grupos pequeños.
Un grupo de personas aprendiendo cómo amarse mutuamente en el poder del evangelio y en el poder del Espíritu, glorifica a Dios más que un solo individuo relacionándose con Cristo aisladamente. No es difícil de entender. Es más fácil quedarse en casa y ver televisión, que reunirse con personas diferentes a usted y llevar sus cargas en oración y ministrarles con los talentos que usted tiene y trazar estrategias junto a ellos para alcanzar a los perdidos. Pero Dios no recibe más gloria cuando usted hace solamente lo que es fácil. Él recibe más gloria cuando usted depende de Él para que le ayude a hacer lo difícil – y especialmente cuando lo hace con el regocijo que da la esperanza.
Dones Espirituales y Fe, ambos vienen de Dios
Ahora, la idea de depender de Dios para que nos ayude a ministrarnos los unos a los otros, nos trae a una enseñanza sumamente crucial en este texto – la idea de que ministrar los unos a los otros en el cuerpo de Cristo es hecho mediante dones espirituales y mediante la fe, que son ambos la obra de la gracia de Dios en nuestras vidas. Y esto es para que Dios reciba la gloria.
Así que, quiero mostrarles que debemos confiar en la gracia de Dios para los dones que necesitamos para ayudarnos los unos a los otros en nuestros grupos pequeños, y que dependemos de la gracia de Dios para la fe que necesitamos para recibir y usar nuestros dones. De esta manera, Dios recibe toda la gloria, y se cumple el propósito supremo para los grupos pequeños y la iglesia y el universo.
Primero considere un principio que aparece en toda la Biblia: trabajar con nuestra propia fuerza nos magnifica a nosotros, también demuestra que tenemos una perspectiva alta de nosotros mismos, y nos da la gloria a nosotros. Pero trabajar con las fuerzas que Dios nos da, lo magnifica a Él, y muestra que tenemos perspectiva modesta y dependiente de nosotros mismos, y trae gloria a Dios. Este principio está más claro en 1ra de Pedro 4:11b: “…el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén”. Vea el principio: el dador recibe la gloria. Si usted va a su grupo pequeño no con sus fuerzas, sino dependiendo completamente de las fuerzas de Dios para ayudarle y usarle para el bien de otros, entonces Dios recibe la gloria en su ministerio y en su grupo pequeño. Ésa es la meta.
Ahora, esta ayuda le da sentido al increíble énfasis en Romanos 12:3-8, cuando Pablo enfatiza que no solo los dones espirituales son la obra de la gracia de Dios, la fe, que depende de la gracia de Dios, es también una obra de la gracia de Dios. En otras palabras, los grupos pequeños son la gran obra de la gracia soberana. Veámoslo en el texto.
En el versículo 3, lo primero que Pablo hace es llamar la atención sobre su propia dependencia de la gracia en el uso de su don apostólico: “Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar”. Lo que está diciendo, en otras palabras, es: Fácilmente puedo comenzar a pensar muy elevadamente de mí mismo como apóstol, pero no lo hago por un simple hecho: todo mi llamado, todo mi talento, toda mi autoridad es la obra de la gracia gratuita en mi vida. No los merezco. No lo conseguí por mí mismo. No lo tengo debido al desarrollo propio de mis habilidades, o por mis aptitudes. Todo lo tengo por gracia.
Entonces reclama la misma atención con relación a nuestros dones espirituales. Versículo 6: “Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos”. La frase es casi idéntica a la del versículo 3: “según la gracia que nos ha sido dada” (versículo 3: “en virtud de la gracia que me ha sido dada”). No elegimos nuestros dones, y no diseñamos el cuerpo de Cristo para que tenga la diversidad que tiene. Pablo dice que es la gracia de Dios quien confecciona dicho diseño. Tenemos dones diferentes y no son acordes a nuestra voluntad, sino a la gracia de Dios.
Esto es debido a que Dios reclama obtener la gloria de todo, incluyendo el ministerio en los grupos pequeños. Obtenemos el don y la ayuda y la bendición, pero Dios recibe la gloria.
Pensando muy alto de nosotros mismos
Pero ahora vine el antídoto final para no pensar de nosotros mismos más alto de lo que debemos – que es lo que tiene a Pablo muy preocupado (Romanos 12:3a), pues roba la gloria de Dios. Uno puede estar tentado a decir: “Bueno, sí, nuestros dones son la obra de la gracia y no podemos jactarnos de ellos. Pero el uso que le demos depende de nosotros, y por ello hay un poco de orgullo en como los usemos o no”. ¿Cuál es el remedio para este vestigio final de orgullo en nuestros grupos pequeños?
El remedio final está indicado en el final del versículo tres: “Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar [por tanto, obviamente el tema es el orgullo; pero ¿cuál es el remedio? Pablo continúa…], sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno”. El juicio sincero a nosotros mismos se basa en el reconocimiento de que nos han sido asignados la medida de fe que debemos recibir y el uso de los dones. Las diversas medidas de fe para usar nuestros dones, como los diversos dones hay, son la obra de la gracia de Dios. Dios nos asignó diferentes medidas de fe para cada uno de nosotros de tiempo en tiempo (vea también Efesios 2:8-9; Filipenses 1:29; 2da de Timoteo 2:25).
Si Dios está obrando, ¿por qué necesito hacerlo yo?
Por tanto, toda jactancia queda excluida. Pero un gran daño se avista en el horizonte – el daño a volvernos pasivos y decir: “Bueno, si voy a desarrollar el ministerio de mi grupo pequeño por fe, y la fe es la obra de la gracia de Dios, entonces nada hay que yo tenga que hacer, y solo me quedaré en casa viendo televisión”. Ahora esa es una respuesta antibíblica e irracional.
Sabemos que es antibíblica porque, aquí mismo en el texto, toda el propósito de los versículos 6-8 es exhortar a los cristianos Romanos a hacer algo. “Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe; si el de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con liberalidad; el que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría”. En otras palabras, ejercite su don. No permita que quede inactivo. Tómelo todo por fe y úselo.
Resístase a la pasividad y mire hacia Dios y diga: “Señor, sé que me has dado un don. Estoy cansado, y tengo temor de no hacer un buen trabajo. Pero, Señor, confío en Ti, no en mí ni en mi don. Confío en Tu gracia capacitadora. De hecho, confío en Ti ahora para que me ayudes a confiar más en Ti. E iré esta noche a mi grupo pequeño con las fuerzas que Tú suples, para que así recibas la gloria en todo” (1ra de Pedro 4:11).
Sabemos también que la pasividad no es bíblica por el propio testimonio de Pablo en 1ra a Los Corintios 15:10: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”. ¡Él trabajó más que todos ellos! ¡Eso no es pasividad! Pero vea la convicción debajo de este trabajo: “No obstante, no fui yo, sino la gracia de Dios en mí”.
Las grandes palabras: “No yo, sino la gracia” no son palabras que destruyen las energías, sino que producen energía. Escuche a Pablo otra vez desde Colosenses 1:28-29: “A El nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo.Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí”. Pablo trabaja. Pablo se esfuerza. Pero es por el supremo poder de Cristo que obra en él, capacitándolo.
Dios quiere hacer Su voluntad mediante nuestra voluntad
Este es el mensaje: Dios no quiere hacer Su voluntad en sustitución de la nuestra. Dios no obra en lugar de nuestras obras, sino mediante nuestras obras. Dios no nos energiza sustituyendo nuestra energía, Él energiza nuestra energía. Por ende, es anti bíblico e irracional decir que, debido a que la gracia de Dios produce en nosotros una confianza activa en Él, no necesitamos ejercer una confianza activa en Él. ¿No es irracional decir: “Dios nos capacita para que confiemos en Él; por tanto, no necesitamos confiar en Él”?
Al final de nuestras vidas, luego de décadas ministrando en grupos pequeños, siendo usados por Dios para promover en otros la obediencia a la fe, ¿sabe lo que usted va a decir – usted, hombre de Dios y sabio? Usará las palabras de Pablo en Romanos 15:18 Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, [Si tengo un don, y si tengo la fe para usar dicho don, es debido a Dios. ¡A Dios sea la gloria!
El Señor ha dado dones espirituales a todo cristiano en este salón. Oremos para que este año Él nos reparta las poderosas medidas de fe que nos correspondan a cada uno. Encuentre su don. Abráselo mediante la fe. Úselo con las fuerzas que Dios provee, así Dios recibirá la gloria y usted y su grupo pequeño recibirán el gozo.