Amémonos Unos a Otros Porque el Amor es de Dios
Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros.
La semana pasada varias personas respondieron al mensaje con una pregunta. Escucharon dos cosas que les parecieron inconsistentes.
¿Una inconsistencia en el texto de la semana pasada?
Por un lado, resalté que nuestra habilidad de escuchar el Evangelio con corazones dispuestos (4:6) y nuestra habilidad para confesar a Cristo con corazones sinceros (4:2) se deben a la obra del Espíritu Santo para que Él pueda obtener la gloria. Pero, por otro lado, hago un llamado urgente a las personas para que recurran al Espíritu Santo, escuchen con corazones dispuestos y confiesen con corazón sincero. ¿No es inconsistente, por una parte, describir la condición de una persona como indefensa sin el Espíritu Santo (espiritualmente sorda, ciega y muerta), y luego, por otro lado, rogarles y suplicarles que vean, escuchen y vivan?
¿No es inconsistente decir: estáis muertos en delitos y pecados (Efesios 2:1) y luego: despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos (Efesios 5:14)?
El poder de la Palabra de Dios, dadora de vida
La respuesta es sí, es inconsistente – a menos que crean que la Palabra de Dios tiene el poder de dar vida. Si la Palabra de Dios transmite el poder de Dios, entonces no es inconsistente decir: “Lázaro, tú estás muerto, sal fuera de la tumba”. Si el Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios para crear, a partir de cosas que no son, cosas que son (1 Corintios 1:28), entonces no es inconsistente decir a la oscuridad, ¡Qué resplandezca la luz! (2 Corintios 4:6). Si la palabra de Dios está ungida con el poder de Dios, no es inconsistente decir al cojo “¡Camina!” y al ciego “¡Mira!” y al sordo “¡Escucha la Palabra del Señor!”.
La inconsistencia aparente entre la muerte espiritual que hay en el mundo y la demanda de vida espiritual que hay en el Evangelio no se soluciona diciendo “La muerte no es realmente muerte". La aparente inconsistencia se resuelve diciendo “Mayor es el que está en la Palabra que el que está en el mundo” “¡La palabra de Dios es viva y eficaz!” (Hebreos 4:12). Ella crea lo que demanda en la vida de las ovejas de Dios: “Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y me siguen” (Juan 10:27).
Si el Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios para hacer renacer a aquellos que escuchan el Evangelio, entonces, no es inconsistente predicar el Evangelio a gente que está espiritualmente muerta, con la esperanza de que la Palabra de Dios les dará vida espiritual. No es inconsistente para Jesús decir: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre” y luego decir: “Venid a mí todos los que están cansados y cargados – si el mandato contiene el mismísimo poder por el cual el Padre atrae.
La misma clase de inconsistencia aparente
La misma clase de inconsistencia aparente se presenta en el texto de hoy. Por ejemplo, el versículo 8 dice: “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”. En otras palabras, si no aman demuestran que ni siquiera conocen a Dios. Esto es exactamente lo que dice 2:4: “El que dice: Yo he llegado a conocerle, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él”. Y como todos los mandamientos están resumidos en amor, Juan puede decir: “El que no ama no conoce a Dios”. No amar es una señal segura de que no se conoce a Dios.
De esto debemos inferir que conocer a Dios, necesariamente, tiene como resultado ser una persona que ama. Si pudieron conocer a Dios y no aman, entonces el versículo 8 sería falso, porque dice que si no aman no conocen a Dios. Por lo tanto, una cosa es segura del versículo 8: una persona que conoce a Dios será una persona que ama.
Pero, (aquí está la inconsistencia aparente), si el que conoce a Dios será necesariamente una persona que ama, ¿por qué Juan les da este mandato en el versículo 7?: “¡Amados, amémonos unos a otros!”. Allí está la misma aparente inconsistencia que se presentó la semana pasada. Solo que es justo lo contrario en este texto.
La semana pasada, la pregunta era: ¿por qué dar el mandato de escuchar y creer a quién en sí mismo no puede escuchar ni creer? Esta semana la pregunta es: ¿por qué dar el mandato de amar a una persona que no puede evitar amar, ya que ha conocido a Dios y ha nacido de Dios? ¿Por qué decirle a una persona que haga algo si no puede hacerlo? ¿Y por qué decirle a una persona que haga algo si no puede evitar hacerlo?
Entender cómo piensa el apóstol Juan
La razón por la cual quise poner en evidencia estas preguntas es porque quiero que entiendan la manera de pensar del apóstol Juan. Necesitamos dejar que nuestro pensamiento sea juzgado y moldeado de la forma que el Espíritu Santo moldeó el pensamiento de los apóstoles. Necesitamos dejar que permanezcan las aparentes inconsistencias en la Palabra de Dios y no quitarlas poniendo ideas en las Escrituras que no están allí. Si meditamos larga y profundamente, veremos la solución bíblica. Permítanme sugerirles lo que me pareció a mí que eran las respuestas bíblicas a las preguntas que hemos formulado.
¿Por qué decirle a una persona que haga lo que no puede hacer?
Primero, ¿por qué decirle a una persona que haga algo si no lo puede hacer? Porque Dios puede usarlo para darle a esa persona el poder de hacerlo. 1 Pedro 1:23 dice: “Habéis nacido de nuevo . . . mediante la Palabra de Dios, que vive y permanece”. Cuando la Palabra de Dios se predica a personas muertas que son incapaces de someterse a Dios (Romanos 8:8), la Palabra misma puede crear la capacidad de someterse y creer. Por eso es que debemos predicar el Evangelio a aquellos que por sí mismos no pueden escuchar ni creer.
¿Por qué decirle a una persona que haga algo que no puede dejar de hacer?
Segundo, ¿por qué decirle a una persona que haga algo que no puede dejar de hacer? Esta es la situación que tenemos en el texto de hoy. La inevitabilidad de amar en la vida de un verdadero hijo de Dios, ¿no hace que el mandato de amar sea superfluo?
Consideren esta analogía: supón que estás por tener un bebé y Dios llega y te dice: “Esta bebe es mi regalo y te prometo que ella vivirá hasta los 100 años”.
Una analogía
Cuando la bebé nace, la llevas del hospital a su hogar pero no la alimentas. El marido dice: “¿Por qué no la alimentas?”. Y tú le respondes: “Porque Dios me prometió que viviría hasta los 100 años. Si Dios está seguro que va a vivir hasta los 100 años, no necesito alimentarla”.
Bueno, este marido es perspicaz y le dice: “¿Cómo sabes que Dios no quiso decir que se aseguraría de que la bebé fuese cuidada hasta que llegue a los 100 años? ¿Cómo sabes que Dios no dejaría que una madre irresponsable muera de repente, para que Él pueda cumplir la promesa a través de una madre que alimente a esta pequeña niña?" No hubo respuesta.
La analogía aplicada
Ahora, apliquemos la analogía. Dios llega a nosotros en la Biblia y dice que conocer a Dios siempre resulta en ser una persona amorosa (4:8). Efectivamente, Él prometió: Me aseguraré que aquellos que me conozcan, aquellos que vuelvan a nacer, sean personas que aman. Entonces, alguien (en su simple sabiduría humana) sugiere: “No necesitamos alimentar a estos hijos con algo que los ayude a amar. No necesitamos darles los mandatos, advertencias y promesas del pan de la Palabra de Dios, porque Dios prometió hacer que ellos amen”.
A lo cual debemos responder: “¿Cómo sabe que Dios no quiso decir que Él se aseguraría que todo el necesario alimento que produce amor sería suministrado a sus hijos? ¿Cómo sabe que Dios no quiso decir que si no los alimento con lo que necesitan para amar, entonces me apartará y pondrá a alguien en mi lugar que les de lo que necesitan? ¿Por qué asume que la promesa de Dios está destinada a ser cumplida de la forma más innatural posible?”.
La intención de Dios de cumplir las promesas a través de los mandatos
Entonces la respuesta más naturalmente bíblica a la pregunta: “¿Por qué darle a una persona el mandato de amar cuando ésta no puede sino amar?” es que Dios intenta cumplir su promesa mediante el uso de mandatos. Dios ha ordenado mantenernos vivos en amor por medio de la alimentación regular de Su Palabra. Y la Palabra de Dios contiene advertencias, promesas y mandatos. Los mandatos son parte del alimento que el Espíritu Santo ha provisto para la nutrición de los santos, para que nuestro amor se desarrolle.
El Espíritu de Dios cumple la promesa de Dios usando la Palabra de Dios. Si trato de pasar de largo la manera en la que Dios obra, Él simplemente me va a apartar, si es necesario, por el bien de sus hijos. Él cumplirá su promesa. Y usará sus mandamientos, advertencias y promesas para hacerlo. Por lo tanto, no es inconsistente que Juan enseñe, en el versículo 8, que todo el que conoce a Dios será una persona que ama Y que les de el mandato de ser personas que aman, en el versículo 7.
Conviértanse en lo que son
Esta es la genialidad de la ética bíblica. Conviértanse en lo que son. Hagan lo que Dios obra en ustedes para hacer. Si podemos captar lo que Juan piensa aquí, por un lado, nos cuidaremos contra el legalismo que presume de su obediencia y, por otro lado, contra la impiedad que dice que los cristianos no tienen que escuchar los mandamientos de las Escrituras. No se pueden jactar en la obra santificadora de Dios. Y no pueden ignorar los mandatos que Dios ha ordenado para que esa obra se produzca.
El amor genuino es una obra sobrenatural de Dios
El viernes por la noche, Frank Tillapaugh preguntó: “Cuando el mundo mira a la iglesia, ¿ve un amor que solo puede explicarse por la obra sobrenatural de Dios?" Y esa es la PREGUNTA CLAVE para nuestra vida en unidad. Si este texto tiene algún sentido, debe de existir un amor así. El versículo 7 dice: “Todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios”.
Pero hay cosas que llamamos amor que la gente, que no es nacida de Dios, hace (porque ellos no creen y creer también es una señal de ser nacido de Dios, 5:1). Hay amores que son nacidos del deseo sexual, afectos naturales y aspiraciones filantrópicas. Pero estos no indican la obra sobrenatural de Dios. No son señales de ser nacidos de Dios.
Lo importante es un amor que solo pueda explicarse por la obra sobrenatural de Dios. Ese es el amor que hará que algunos en el mundo (no todos 3:13) vean y glorifiquen a Nuestro Padre que está en los Cielos (Mateo 5:16).
Ansío amar así. Ansío que nuestra iglesia ame así. No hay nada más emocionante que experimentar el amor de Dios tan profundamente que se derrame sobre nuestras relaciones. Y esto es de lo que se trata toda esta carta: ser transformados tan profundamente por el amor de Dios por dentro, que vivamos la obra sobrenatural de Dios por fuera.
Dios es amor
Meditemos unos minutos sobre la más profunda afirmación en el libro: “Dios es amor”. Se encuentra en el versículo 8 y se da como la razón de por qué conocer a Dios debe resultar en amar a otros: “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”. ¿Podemos comprender esta afirmación? Seguramente Juan quiere que empecemos.
El amor es una parte necesaria de la naturaleza de Dios
Asumo que quiere decir que hay algo con respecto a la naturaleza de Dios que hace que el amor sea una parte necesaria de esta. El amor fue una parte necesaria de la naturaleza de Dios desde toda la eternidad, aún antes de que hubiera ángeles o personas para amar. ¿Qué fue lo concerniente a Dios que hizo del amor una parte necesaria de su naturaleza desde la eternidad?
En Juan 17:24, Jesús dijo: “Padre, quiero que los que me has dado estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria; la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. La razón por la cual el amor fue una parte necesaria de la naturaleza de Dios desde toda la eternidad, es que, desde toda la eternidad, Dios, el Padre, ha tenido una imagen perfecta de sí mismo en la persona de Dios Hijo, y ha amado a su Hijo con todo la energía que tiene en su interior. La manera más fácil que conozco de explicar que Dios es amor es que la relación entre Dios, el Padre, y Dios, el Hijo, es una relación de amor. ´
La relación de la trinidad
El Hijo de Dios no fue creado. “En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios, el Verbo era Dios” (Juan 1:1). Cristo, Nuestro Señor y Salvador no llegó a ser. Él siempre ha existido como Dios, eternamente engendrado por el Padre. El misterio de la naturaleza de Dios es que Dios, el Padre y Dios, el Hijo existe desde toda la eternidad y que la relación entre ellos ha existido desde toda la eternidad y es parte de la naturaleza de Dios.
Esta relación es amor y este amor es portador de la perfección del Padre y de la del Hijo tan plenamente, que este también es Dios, Dios el Espíritu Santo. Dios el Padre siempre ha tenido una imagen viva de sí mismo perfecta – Dios, el Hijo. Dios, el Padre y Dios, el Hijo, siempre habían tenido un Espíritu de amor vivo entre ellos – Dios, el Espíritu Santo.
Por consiguiente, cuando Juan dice que Dios es amor quiere decir que el amor es tan parte de la naturaleza de Dios como lo es el Espíritu Santo. Miren la conexión entre los versículos 12 y 13: “A Dios nadie lo ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros. En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu”. El versículo 12 dice que Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros. El versículo 13 dice que Dios permanece en nosotros y nos ha dado de su propio Espíritu. ¿No son dos maneras de decir lo mismo? ¿No es la perfección de su amor en nosotros lo mismo que el darnos de su Espíritu, para que el Espíritu de Dios sea el amor personificado de Dios? Dios es amor porque, desde toda la eternidad, el amor ha sido el Espíritu uniendo al Padre y al Hijo.
Atraídos a la comunión de la Trinidad
Ahora Juan hace la conexión en el versículo 8 entre conocer a este Dios que es amor y ser nosotros mismos personas que aman. Él dice: “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”. Cuando se llega a tener un conocimiento personal de Dios, que es Padre e Hijo unidos en amor infinito, nos convertimos en personas que aman.
Por qué conocer a Dios da origen a personas que aman
¿Por qué?
En Juan 17:26, Jesús concluye con una oración por nosotros con palabras sorprendentes, palabras que se relacionan estrechamente con 1 Juan 4:8: “[Padre] Yo les he dado a conocer tu nombre (noten la idea de conocer y del nombre, es decir, esencia), y lo daré a conocer para que el amor con que me amaste esté en ello y yo en ellos”. Esto es lo que Jesús está diciendo: cuando se llega a conocer a Dios personalmente, somos atraídos a la comunión de la Trinidad.
Esto es asombroso. Esto es lo que Jesús ora para nosotros. Pide que el amor con el que el Padre ha amado al Hijo pueda estar en nosotros. En otras palabras: conocer a Dios es amar al Hijo de Dios con el mismo amor que su Padre. No se puede decir que conocemos a Dios o haber nacido de Dios si no estamos cautivados por la belleza del Hijo. La evidencia de que el Espíritu de Dios mora en nosotros es la experiencia de amar a Jesús de la misma manera que el Padre lo ama.
Si conocemos verdaderamente a Dios, somos partícipes de la unión de la Trinidad y si somos partícipes de la unión de la Trinidad, amamos al Hijo de Dios con el mismo amor que tiene el Padre por Él (esto es lo que significa que el Espíritu mora en nosotros, que no es ningún otro que el Espíritu de amor entre el Padre y el Hijo).
Cómo amar al Hijo de Dios origina el amor por otros
¿Y cómo se convierte esto en amor por otras personas? Los versículos 9 y 10 describen el amor de Dios en la entrega de su Hijo: “En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados”.
El regocijo del Padre en la gloria del Hijo era un regocijo infinito. Sin embargo, estuvo dispuesto a enviar al Hijo para que lo rechazasen, se burlasen y lo matasen y así traer vida al mundo. ¿Podemos decir entonces que nos regocijamos en el Hijo con el mismo amor del Padre si nuestra vida no concuerda con la misión del Hijo – es decir, si no dedicamos nuestras vidas a traer vida al mundo?
Si el Hijo murió para dar vida a sus enemigos, ¿podemos decir con integridad que lo amamos con el mismo amor que su Padre, mientras nos rehusamos a unirnos a Él en su misión?
No puede ser.
Concluyo con esta exhortación. Creo que nos amamos entre nosotros y a los que están fuera con un amor diferente, sobrenatural, cuando sentimos la unión de la Trinidad, es decir, cuando amamos al Hijo sufriente de Dios con el mismo amor que su Padre. Cuando eso pasa, vamos a estar tan anonadados por la gloria de su sufrimiento, que será nuestra corona y tesoro sufrir con Él para traer vida al mundo.