El amor es el cumplimiento de la ley, parte 2

No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. 9Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Si el Señor quiere, el tema que retomaremos la próxima vez será ‘cómo el amar al prójimo es el cumplimiento la ley’ y el porque Pablo no nos lleva directamente al “cumplimiento de la ley” sino a través del amor. Esto es muy importante para poder decidir cómo vivir su vida día a día en relación con la ley y el amor. Tengo la esperanza de que regresarán.

Hoy no me enfocaré en cómo el amor cumple la ley, sino en el amor como tal. 1) ¿Cómo es que somos deudores de amor? 2) ¿Cómo se relaciona este amor con el amor a Dios? 3) ¿Cómo se relaciona este amor con el amor-propio? 4) ¿Qué nuevo mandamiento quiso añadir Jesús cuando dijo en Juan 13:34, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (cf. Juan 15:12)?  No, “como ustedes se aman” sino, “como yo os he amado”. Y mi propósito en todo esto es que Dios utilice sus Palabras para crear en nosotros esta clase de amor para su gloria.

1. ¿Cómo es que somos deudores de amor?

Versículo 8: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros” La semana pasada expliqué que el significado de esto es que algunas deudas (como los impuestos, una hipoteca o un libro prestado) se pueden saldar -al menos en plazos periódicos- pero la deuda de amor nunca se puede saldar, usted debe justo la misma cantidad de amor, después de hacer un pago que antes. Esto es cierto, pero hay más. Lo que Pablo está diciendo no es solo esto, sino que cada deuda que usted pague -cada cheque escrito para la IRS, cada pago de hipoteca, cada libro devuelto, cada deuda con cualquiera o cualquier autoridad -que todos sean pagos de amor. No ponga el amor en una categoría diferente a todos los actos de su vida. Háganlo todo con amor (1 Corintios 16: 14). No deban nada a nadie, a no ser de este modo: que usted pague con amor.

Ahora bien, ¿Cómo quedamos deudores de amor? ¿Cómo mi amor por usted se convirtió en deuda? O aún más apremiante, ¿Cómo mi amor por mis enemigos se convirtió en una deuda que tengo que pagar todos los días? Esto es importante por dos razones.

Una es, que usualmente pensamos que estamos en deuda con alguien porque nos han dado algo. Pero hay muchas personas que no nos han dado nada. Ni siguiera las conocemos. El buen samaritano de Lucas 10 no conocía al judío que estaba junto al camino. Aquel hombre herido nunca había hecho nada por el samaritano. Entonces ¿cómo el samaritano se convirtió en deudor para el herido? ¿Cómo se convirtió usted en deudor para las personas necesitadas de esta habitación y para las personas del mundo que no solo no le han dado nada, sino que le han quitado cosas? Esta es una forma muy extraña de convertirse en deudor.

La otra razón por la que es importante preguntar como fue que nos convertimos en deudores de otros, es que esto parece contradecir a la misma naturaleza del amor. Hasta pensar en el amor como una deuda parece incorrecto. Si yo le hago una invitación a almorzar afuera solo porque usted me había invitado -en el pasado- a almorzar, la mayoría de las personas no llamarían a eso amor. Podría ser el pago de una deuda, pero no amor. El amor es gratis. Si yo le estoy tratando bien solo porque usted me está tratando bien, Jesús dice claramente que en no estamos siendo nada diferentes a los incrédulos. Mateo 5: 46, “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?”

Entonces ¿qué quiere decir Pablo con que nos debemos amor unos a otros? ¿Cómo quedamos endeudados? ¿Por qué soy deudor suyo si usted no me ha dado nada?

Hay una pista, retrocediendo a Romanos 1: 14, Pablo describe su deuda con el mundo. Él utiliza el mismo lenguaje de ‘deudas’. “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor" (ojfeilevth). Esta es una ilustración concreta de Pablo en deuda con el mundo. ¿Cómo contrajo el esta deuda? No vino porque el  mundo le haya dado algo. En realidad el mundo continuamente hería a Pablo y aún él sigue pagando su deuda de amor. ¿Cómo se endeudó?

El próximo versículo, Romanos 1:15, dice, “Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.” Pablo paga su deuda con el mundo predicándole el evangelio de Cristo -las buenas nuevas de que Cristo murió por los pecadores, de que  la justicia de Dios es un don gratis y no una amenaza condenatoria para todo el que confía en Cristo. Ese es el pago de amor de Pablo a  “griegos y no griegos.”

Romanos 1:5 muestra como Pablo contrajo esta deuda. “Y por quien (i.e., Jesucristo) recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre.” Pablo ha recibido algo, pero no de los griegos o de los bárbaros.1. Él ha recibido gracia -¡Gracia gratuita!- y apostolado de Jesús.

La deuda de amor que tenemos con creyentes e incrédulos no es porque hayan hecho algo por nosotros. La deuda es porque Cristo ha hecho todo cuando no lo merecíamos más de lo que el mundo merece nuestro amor. Cuando Cristo nos ama por gracia, cuando da su vida por nosotros, cuando nos quita todo pecado, culpa, condenación y garantiza para nosotros un gozo eterno en él -y todo esto cuando éramos sus enemigos- nos convertimos en deudores a todos los hombres.

Usted podría pensar: ‘No, nos endeudamos con él’. Ah, pero aquí está lo que hace que el amor sea realmente amor. Aquí está lo que hace que su amor sea realmente de balde y que nuestro amor los unos por los otros sea realmente por gracia. A Cristo no se le puede pagar, ni se puede osar intentarlo.

No se le puede pagar porque nuestra deuda es infinita y nunca podríamos. Y no se le puede amortizar porque todos nuestros actos llamados ‘actos de devolución’, son habilitados por su gracia. Así, con cada acto nos endeudamos más -un glorioso y eterno lugar para estar. ¡Como benefactor Dios recibe la gloria, como beneficiarios obtenemos el gozo! Y ay de la persona que trate de invertir esos papeles.

Y no se puede osar intentar pagarle--no nos atrevemos a hacer algún intento para pagarle--porque entonces la gracia ya no será más gracia. Si usted pudiera pagar la gracia, dejaría de ser gracia para ser una transacción de negocios. La gracia es gratis o no es gracia.

Y esto es también lo que hace que nuestro amor sea gratis para otros. Ya que nuestro amor hacia los demás se deriva de lo que Cristo nos dio y no de lo que nos dieron otros, es gratis, no pueden merecerlo. Por gracia hemos recibido de Cristo, y por gracia damos (Mateo 10:8).

En otras palabras, nuestra deuda hacia los demás es completamente única. Es un tipo de deuda que no merecen, pero que debemos pagar. Es una clase de deuda creada por algo que recibimos, pero no debe ser pagada al que nos lo dio, sino a otros que, como nosotros, no la merecen. Es una deuda, por tanto, que es pagada por gracia. La presión para pagarla no viene del mérito de aquel al quien pagamos sino de la misericordia que hemos recibido de Cristo.

He aquí la forma en que el apóstol Juan lo expresa: “él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos (i.e., somos deudores--ojfeivlomen) poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Juan 3:16). Y 1 Juan 4:11, “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros (e.i., somos deudores--ojfeivlomen)  amarnos unos a otros.”

Así que mi respuesta a la primera pregunta es que esta deuda de amor que tenemos con todos no sobrevino porque nos hayan dado algo. Nos endeudamos porque Cristo nos ha dado todo, cuando no éramos más merecedores de su amor que lo que cualquiera puede serlo del nuestro.

¿Sabía que era amado así? ¿Existe en usted un creciente sentido de endeudamiento hacia los incrédulos, a los impregnados de pecado y desviados hacia el infierno a los que le debe todo lo que Cristo le ha dado a tan gratuitamente?

La respuesta a mi segunda pregunta es corta debido a que se encuentra contenida en lo que ya he dicho.

2. ¿Cómo se relaciona este amor con el amor a Dios?

Pregunto esto porque al principio parece extraño que Pablo diga al final del verso 9, “cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esto parece extraño porque en Mateo 22 Jesús dijo que el primer mandamiento es “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” y que el segundo es como este, “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, y “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22: 40). En otras palabras, la Ley y los Profetas no solo dependen del mandamiento de amar al prójimo, sino de los dos mandamientos; amar a Dios y al prójimo. La ley es cumplida por los dos, por amar a Dios y al prójimo.

Cuando Pablo dice en el versículo 9 que la ley es cumplida por amar al prójimo como a nosotros mismo, no contradice a Jesús porque ha dedicado once capítulos a mostrarnos el amor de Dios por nosotros y a sentar las bases de nuestro amor por él. En Romanos 8:28 dijo, “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.” Cuando Pablo llega a Romanos 13:9 y dice que el amor al prójimo es el cumplimiento de la ley, está asumiendo todo lo que ha dicho durante 11 capítulos, especialmente lo que dijo en el capítulo 8.

Toda nuestra vida está edificada sobre el amor que Dios tiene por nosotros en Jesucristo. Los ojos de nuestros corazones han sido abiertos para ver y amar la verdad, la belleza, el poder y lo suficiente que Dios es para nosotros en Cristo. Nos hemos apartado del orgullo de la autosuficiencia para recibir a Cristo como nuestra vida. Y ahora en esa condición (de amar a Dios en Cristo) Cuando Pablo llega a Romanos 13:9, “'Permita que su amor por todo lo que Dios es para usted en Cristo se derrame sobre otros que tampoco lo merezcan y entonces, la Ley estará cumplida”

Así que la respuesta a la segunda pregunta es: La deuda de amor que tenemos con otros es pagada al derramar sobre ellos nuestro amor por Dios. La satisfacción que tenemos en Dios -en la vida y la muerte- es la libertad con la cual todas nuestras deudas humanas son pagadas ¡Por gracia!

3. ¿Cómo se relaciona ésta deuda de amor hacia otros con el amor-propio?

En Romanos 13:9, al final, Pablo cita Levíticos 19:18. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” ¿Qué significa “como a ti mismo”? Ahora no escucho tanto la moderna interpretación psicológica de este texto como la escuchaba hace treinta años. Pero solo por si acaso le engaña, permítame tratar de librarle.

Durante muchos años las personas dijeron que lo que este mandamiento esta enseñado es que la razón por la que las personas no son capaces de amar a otros es porque ellas mismas no se aman. Y por lo tanto la tarea de aconsejar, de la educación, la paternidad (o maternidad) y la predicación es ayudar a las personas a tener amor propio para que después tengan recursos para amar a otros. Y casi siempre en este sistema, el amor propio significaba autoestima, Amarse a uno mismo significaba tener una elevada autoestima y no amarse a sí mismo quería decir que usted tenía una baja autoestima.

Esa perspectiva no interpretaba bien el propósito de este texto en al menos dos maneras. Primera, el mandamiento bíblico asume que nosotros ya nos amamos a nosotros mismos, “amarás a tu prójimo como (ya te amas) a ti mismo.” Aquí no hay llamado alguno a ayudar a las personas a amarse a sí mismas. Y segundo, en este texto el amor que tenemos por  nosotros mismos, sin excepción, no se refiere a la autoestima sino al mandamiento de hacer lo que nos hará felices. Cuando Pablo dice, “amarás a tu prójimo como a ti mismo,” no está hablando acerca de aprender primero a estimarse uno mismo para después poder amar a otros; está hablando acerca del anhelo, forjado por la felicidad, como la regla de anhelo para la felicidad de otros.

He aquí una imagen de la interpretación que hace Pablo del amor propio. Está aplicando este mandamiento a los esposos y esposas en Efesios 5 y dice en el versículo 28, “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.” Luego agrega esta declaración crucial en el versículo 29: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia”, “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida”. Ese es el significado de Pablo para el amor propio.

Todo el mundo, sin excepción, sin importar cual sea su nivel de autoestima, se ama a sí mismo. Todos quieren alimentos para comer y en lugar de privarse el alimento, harán casi cualquier cosa para conseguirlo. Todos quieren agua cuando tienen sed y harán casi cualquier cosa por conseguirla. Todos quieren evitar las heridas graves y la muerte y harán casi cualquier cosa para evitarlas. Y si usted señala a los masoquistas y víctimas de suicidio como excepción (ya que no parecen evitar las heridas ni la muerte), en realidad tampoco son excepciones. El masoquista se hiere a sí mismo porque encuentra un extraño placer en ello o en los cuidados que recibe después. La persona que comete suicidio está al menos tratando de minimizar un sufrimiento que ya no puede soportar más.

Todo el mundo quiere ser elogiado, y lejos de la gracia de Dios hacen cosas, por muy sutilmente que sea, para ser elogiados. Todos buscan la felicidad, como quiera que la definan. Y eso es lo que significa tener amor propio. Pablo (junto a Moisés, Jesús y Santiago) asume que todo el mundo lo tiene y no ordena tenerlo, ni tampoco lo condena. Él hace algo todavía más radical.

Muchos piensan que es radical decirle a una persona con amor propio: ‘deja de amarte a ti mismo y comienza a amar a los demás. Deja de tener esos anhelos, esas ansias y esos deseos, y empieza a cumplir con tu deber de amar. Eso no es lo que Pablo, Jesús, Santiago o Moisés dicen. Ellos dicen, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esto es mucho más radical. Pablo no dice que usted debe dejar de desear su felicidad y que comenzar a actuar sobre algún otro principio de la fuerza de voluntad o del deber. Él dice, ‘Tome ese intenso, imparable, primordial y poderoso deseo de ser feliz (que se llama amor propio) y conviértalo en la medida y los medios para hacer a otros felices.

En otras palabras, ‘haga que el grado de su egoísmo, sea la medida de su desprendimiento’. La palabra “como” es muy radical: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” ¡“como”! Quiere decir: Si usted es enérgico en la  búsqueda de su propia felicidad, sea enérgico en la búsqueda de la felicidad de su prójimo. Si usted es perseverante en la búsqueda de su propia felicidad, sea perseverante en la búsqueda  de la felicidad de su prójimo.

Es decir, Pablo no sólo está diciendo: ‘Busque para su prójimo las mismas cosas que busca para usted’, sino ‘búsquelas del mismo modo’ - el mismo celo, la misma energía, la misma creatividad, la misma perseverancia. Haga que el grado de su egoísmo sea la medida de su desprendimiento. Mida la búsqueda de la felicidad de otros por la búsqueda de la suya propia  ¿Cómo busca usted su propio bienestar? Busque así mismo el bienestar de su prójimo. ¿Tiene hambre? Alimente a su prójimo hambriento. ¿Tiene sed? Déle de beber a su prójimo sediento. ¿Se siente solo?  Hágase amigo de alguien que se sienta sólo.  ¿Tiene miedo? Encuentre alguien a quien consolar. ¿Quiere sacar buenas calificaciones en su examen? Otros también, ayúdelos.

Eso es mucho más radical. El amor no es solo un deber. Es continuar con la misma clase de deseos que usted tiene por su propia felicidad. Lo hermoso –lo asombroso- es que cuando la felicidad de otros se vuelve la meta de nuestros deseos, nuestros propios deseos no mueren, ellos ganan lo mismo que pensábamos que habíamos entregado: gozo.

Esa es mi respuesta a la tercera pregunta: ¿Cómo se relaciona esta deuda de amor hacia otros con el amor-propio?  El amor propio, nuestro deseo innato por nuestra felicidad, ese intenso e inquebrantable deseo, debe convertirse en la medida y los medios de nuestro deseo por el bien de otros. Esto es muy radical. Esto conlleva a la última pregunta, ¿por qué no todos nuestros deseos para nuestra felicidad son una buena guía para lo que es bueno para otros? Debemos tener algunas normas de lo que buscamos para otros, además de lo que naturalmente buscamos para nosotros mismos.

4. Qué nuevo mandamiento quiso añadir Jesús cuando dijo en Juan 13:34, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (cf. Juan 15:12)?

De un lado, Jesús y Pablo dicen, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Pero por otro Jesús dice, “como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. El primero hace que nuestro amor propio sea la medida del amor por los demás. Y el segundo hace que el amor de Cristo sea la medida de nuestro amor por los demás. Esto no es una contradicción. Es una aclaración.

Justo aquí está una de las maneras en que el nuevo mandamiento de Jesús aclara. Nos muestra el mayor de los bienes que debemos anhelar para otros. ¿Qué los haría a ellos completa y eternamente felices? Respuestas: ‘Dios’. 1 Pedro 3:18 dice, “también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” Lo esencial del amor de Jesús por nosotros es que hizo -y está haciendo- todo lo que se necesita hacer para cautivarnos con lo que nos hará completa y eternamente feliz, o sea Dios.

Lo que hace que el amor de Jesús sea amor de verdad es que nos entrega a Dios -reconciliado con nosotros y de nuestro lado- para nuestro eterno gozo. Por lo tanto, “como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. Haga todo lo que pueda hacer -cueste lo que le cueste en la vida- para traer a otros hacia el completo y eterno gozo en Dios.

En otras palabras, Cristo ha trasladado la melodía del amor-propio y la ha convertido en la melodía del gozo en Dios, así que el mandamiento, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Significa: Ponga alegremente su vida para hacer a otros felices en Dios. ¡Que Dios cultive en nosotros esta súper asombrosa clase de amor!


1 En la época de Pablo, todos aquellos que no eran griegos eran llamados bárbaros.