La justificación por fe confirma la ley
27¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. 28Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. 29¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. 30Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.
¿Invalidar Una Importante Verdad?
En el día de hoy nuestro enfoque está sobre el versículo 31: “1¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”. ¿Por qué Pablo preguntó esto? Alguien tiene que haber estado pensando que Pablo estaba invalidando la ley.
¡Oh, cuantas veces esto ocurre en las serias discusiones teológicas! Usted adopta una posición acerca de alguna verdad y alguien dice: “Oh, pero si usted cree esto, entonces no puede creer aquello otro. Usted está invalidando una verdad para abrazar otra”. A alguien le ha sido enseñado, quizás, que si usted cree en la soberanía de Dios en la conversión, entonces debe invalidar la responsabilidad humana de creer. Entonces dicen, “Usted está invalidando la responsabilidad humana”. O, si dice que cree en la providencia de Dios por encima de todas las cosas (desde el encanecimiento u oscurecimiento del cabello hasta la caída de cada ave del cielo) alguien dirá: ‘Entonces invalida la oración: ¿Por qué orar si Dios rige todas las cosas tan completamente?’.
Pero solo porque alguien no puede ver cómo dos verdades pueden ajustarse, no quiere decir que no puedan. Ocurre así en este texto. Alguien está diciendo: ‘Pablo, usted invalida la ley, lo que enseña está aboliendo la ley de Dios’. Pablo no está de acuerdo con esta afirmación. Pero antes de que veamos por qué, necesitamos preguntarnos: ¿Qué causó que surgiera esa pregunta? ¿Por qué alguien acusaría a Pablo de invalidar la ley?
¿Por qué Podría Parecer que Pablo está Invalidando la Ley de Dios?
Esto no es difícil de ver. Simplemente retrocedamos, digamos, a Romanos 3:20 y recolectemos algunas de sus declaraciones que posiblemente llevarían a alguien a esta conclusión. En el versículo 20 dice: “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado”. De modo que Pablo dice que nadie será justificado por cumplir las ordenanzas de la ley, como ‘ser circuncidado’ y ‘no trabajar en los sábados’ y ‘no robar, matar, mentir, o cometer adulterio’. Ningún pecador puede ponerse a bien con Dios haciendo las “obras de la ley.”
Luego, en el versículo 21 Pablo dice: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios”. La justicia de Dios nos es dada “gratuitamente por su gracia” (versículo 24) mediante Cristo aparte de los mandamientos de la ley. No es guardando los mandamientos como ganamos una buena posición delante de Dios.
Observen después el versículo 27: “¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe”. Y de nuevo la ley “de las obras” parece ser negativa para Pablo, La ley de las obras no puede deshacerse de la jactancia. Entonces ¿qué papel positivo es jugado por la ley?
Noten después el versículo 28: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley”. Helo aquí de nuevo. A Pablo no le satisface decirlo positivamente (el hombre es “justificado por fe”), insiste en decir también la parte negativa (“sin las obras de la ley”). Esto es lo que está disgustando a sus críticos. Él dice que la ley no nos puede poner a bien con Dios. Nos ponemos a bien con Dios mediante la fe “sin las obras de la ley”.
Ahora bien, con esa clase de contexto, cuando llegamos al versículo 21 y pregunta, “¿Luego por la fe invalidamos la ley?”, nos percatamos que no es de extrañar que alguien presionara a Pablo con esa pregunta. Pablo. Usted sigue diciendo que una persona que se pone a bien con Dios (es justificada) por fe, ‘sin las obras de la ley,’ y que ‘la ley de las obras’ no puede deshacerse de la jactancia. Así, nos parece a nosotros que está implícitamente invalidando la ley, está diciendo que todos esos mandamientos en la ley moral de Dios no tienen autoridad, y pueden ser tranquilamente ignorados por el pueblo de Dios, está, al parecer, convocando a un pueblo a ser anárquico, “sin ley”.
¡En Ninguna Manera!
Es a esto a lo que Pablo está dando respuesta aquí. ¿Es cierto eso? Pablo responde: “En ninguna manera”, absolutamente no. Esto no es lo que estoy haciendo. Pueden pensar así, pero deben pensar más. No salten a las conclusiones. Síganme hasta el fin del argumento. No presionen mi argumento con suposiciones sin terminar de escucharme. No estoy invalidando la ley cuando predico que la justificación es solo por fe, sin las obras de la ley.
De hecho, Pablo continua y dice: “en ninguna manera, sino que confirmamos la ley”. Le voltea la mesa a sus críticos y dice: ‘No solo no invalidamos la ley cuando enseñamos que la justificación es solo por fe, sin las obras de la ley, sino que confirmamos la ley cuando enseñamos esto’. La justificación que es solo por fe, sin las obras de la ley, no derriba la ley, hace que la ley se mantenga. Ponerse a bien con Dios mediante la fe, sin obras, confirma la ley.
Ahora bien, ¿Qué quiere decir eso? Pienso que quiere decir que lo que la ley moral de Dios demanda de nosotros, lo haremos si lo buscamos mediante la fe, como aquellos que ya están justificados; y no mediante obras, a fin de ser justificados. Si primeramente nos ponemos a bien con Dios solo mediante la fe, y después vivimos en esa libertad de amor, aceptación y justificación, seremos cambiados desde adentro hacia fuera y comenzaremos a amar las mismas cosas que la ley moral demanda a fin de que se establezcan en nuestras vidas, no como obras de mérito, sino como el fruto de la fe (1ra a los Tesalonicenses 1:3; 2da a los Tesalonicenses 1:11) y del Espíritu.
Ascender por el Carril de la Montaña Rusa
Ahora, antes de mostrarles por qué pienso que esto es lo que quiere decir (que la justificación es solo por fe sin las obras de la ley), permítanme ilustrarlo. Chicos, escuchen atentamente aquí, porque ustedes conocen de montaña rusa mejor que yo. Supongan que están de pie sobre una de los carriles de una montaña rusa, en el mismo fondo de una de las pendientes más hondas, con una pendiente al frente de trescientos pies de alto, casi vertical. En la cima están los carros de la montaña rusa enganchados y listos para bajar hacia el otro lado de la pendiente. Y supongan que alguien (llámenlo Sr. Moisés) dice:
- Asciendan por esos carriles. Suban hasta la cima de está montaña rusa por estos carriles’ -Y supongan que dice:- Si llegan hasta la cima de la montaña rusa, montarán toda la tarde con todo el impulso que necesitan para mantenerse en movimiento.
Entonces, comienzan a escalar las pistas, mano sobre mano, tablón por tablón, entre los rieles, cuando, de repente, oyen a otro hombre (llámenlo Sr. Pablo) diciendo:
- Esperen, no hagan eso. Estas pistas y tablones no están hechos para escalar así. Vengan aquí, al suelo, y escuchen mí consejo’.
En este instante, ciertos espectadores podrían interrumpir y decir:
- ¡Hey, el Sr. Moisés dijo que ellos debían ascender por estas pistas! -esa es su ley. Él dijo: ‘Suban hasta la cima de está montaña rusa por estos carriles’. Ahora les está diciendo que se bajen de los carriles y vayan hacia usted que está en el suelo. Usted les va a arruinar la tarde. Está invalidando la ley del Sr. Moisés’.
Ser Levantado Hasta la Cima
Pero el Sr. Pablo dice:
- No, no. Eso no es lo que está ocurriendo. Vengan, les mostraré. No estamos cancelando la ley del Sr. Moisés, la estamos cumpliendo de la única forma en que puede ser cumplida.
Entonces les señala una grúa con un largo cable y unos arreos en la punta del cable. Y les señala al hombre sentado allá arriba, en la cabina de esta grúa, probablemente a cuatrocientos pies de altura en el aire. Saluda con la mano y sonríe, y el Sr. Pablo dice:
- Permítanme ponerles estos arreos. Y si confiaran en el hombre que está en la cabina, en el cable y en los arreos, él les levantará y pondrá en el carro de la montaña rusa. Yo les prometo que de está manera es mucho más seguro.
Y usted reflexiona, y confía en él, y él lo levanta en los arreos durante todo el trayecto hacia arriba y le coloca en la montaña rusa. Entonces la montaña rusa comienza a rodar. Y a medida que se incrementa la velocidad en el descenso, no solo siente la fuerza de gravedad, sino la tremenda oleada de poder que entra en vigor en el ascenso. Usted va por toda la vía recorriendo el circuito de la montaña rusa, y llega abajo, a la pendiente donde había estado parado y desde donde había comenzado a escalar. Alcanza el fondo de esa pendiente a cerca de ochenta millas por horas y avanza hacia arriba por los mismos rieles que pensó que tenía que escalar. Y continúa haciéndolo.
Mira hacia abajo y ve al Sr. Moisés y al Sr. Pablo con los brazos sobre los hombros del otro como los mejores amigos, sonriendo, como si nunca hubiese existido tensión alguna entre ellos.
La Ley es un Carril, No una Escalera
Ahora bien, ¿cuál es el punto? El punto es que el Sr. Moisés dijo, “asciende por estas pistas…suban hasta la cima de ésta montaña rusa por estos carriles”. Hablaba en serio. Eso es lo que la ley demanda. Pero él no tenía en mente que usted trataría de escalarlas palmo a palmo y tablón por tablón. No es para eso que están hechos los tablones. Esta no es una escalera con raíles para escalar. Esta es un carril para que fluya el poder. También ocurre así con la ley moral en el Antiguo Testamento. No es una escalera por la cual subir, sino un carril para fluir en el poder del Espíritu Santo.
Así que cuando el Sr. Pablo se acercó y dijo:
-No escalen esas pistas hacia la cima. Vengan para acá, a estos arreos.
Algunos pensaron que él estaba diciendo: ‘Abandonen la ley del Sr. Moisés; invaliden el camino de los mandamientos’. Pero eso no es lo que Pablo estaba haciendo, no estaba invalidando los mandamientos; los estaba confirmando. El mandamiento era: ‘Asciendan por estos carriles. Suban hasta la cima de está montaña rusa por estos carriles’. Y eso es exactamente lo que ocurrió cuando usted confió en el hombre para que le llevara hasta los carros, y le pusiera a rodar con un poder que no proviene de usted. Usted se acercó y ‘ascendió por esos carriles’. Y ‘subió hasta la cima de esta montaña rusa’. El mensaje del señor Pablo acerca de alcanzar la cima por medio de la fe sola, sin escalar (sin las obras de la ley) no invalidaba los mandamientos del Sr. Moisés. De hecho, ese mensaje de fe confirmaba los mandamientos.
La Misma Idea en Cualquier Otra Parte de Romanos
Está bien, dicen, bonita ilustración. Pero ¿es a eso a lo que se refiere el libro de Romanos? Permítanme tratar de mostrarles porque pienso que es a eso a lo que se refiere. Recuerden que todo este asunto (si la doctrina de la justificación es solo mediante la fe, sin las obras de la ley; produce cristianos desobedientes y anárquicos; o cristianos obedientes y amorosos) es tratado en los capítulos del 6-8 con grandes detalles. Aquí Pablo solo distrae la atención de los críticos, para contener al oponente hasta llegar allá. Y solo tengo tiempo para señalarles los lugares de dónde obtuve la respuesta.
Primero observen Romanos 6:1-2, “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2En ninguna manera”. Pueden ver que este tema es muy similar al de Romanos 3:31. Usted enseña que la justificación es por gracia y solo mediante la fe, sin las obras de la ley, de modo que lo que realmente está diciendo es que no importa pecar, y mientras más pequemos más resplandecerá la gracia y más gloria obtendrá Dios al perdonarlo. Pablo rechaza esto enfáticamente.
En Romanos 6:14-15 hay un anticipo a este argumento: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. 15¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera”. No, dice, el evangelio de la justificación que es por gracia y solo mediante la fe no produce pecado. Produce amor. Cuando usted confía en quien controla el carro, el cable, y los arreos; y se sienta en el carro de la montaña rusa con la energía de la gracia manejando, no llega al fondo de esa montaña de trescientos pies de alto, llamada ley, y se detiene. Está bajo el poder y control de la gracia, y ello no invalida la ley. Ello confirma la ley.
Ahora examinen el pasaje paralelo más importante, Romanos 8:2-4. “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne…”. Deténgase. La ley de esta pendiente de trescientos pies de altura no era mala. Era perfecta. Dos rieles, sólidos tablones bien fijados. Fuertes vigas. ¿Bueno, como pues, era débil? Era “débil por la carne”. No fue hecha para ser escalada palmo a palmo, tablón por tablón. Tampoco fue su carne (lo que usted es sin el Espíritu Santo) diseñada por Dios para intentar tal cosa. Estos rieles fueron hechos para guiar un carro de montaña rusa, no para que su cuerpo lo escalasen. Ahora continúen “…Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.
Dios envió a Cristo a ejecutar al pecado para que pudiéramos ser justificados solo mediante la fe, sin las obras de la ley, y para que “la justicia de la ley se cumpliese en nosotros”. ¡En nosotros! Esta es una transformación en la vida real. Y esto queda confirmado con la próxima frase: “…que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Andar conforme al Espíritu significa haber moverse en la montaña rusa con un poder que no es nuestro. Es así como la ley moral es cumplida y confirmada. Somos justificados solo por fe, sin las obras de la ley, nos es entregado el Espíritu Santo, y por medio de su poder cumplimos la ley -es decir, amamos.
Para reducir el tiempo, estoy pasando por alto Romanos 9:30-32, que hace el mismo señalamiento. Y llego finalmente a Romanos 13:8-10: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. 9Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”
El Amor Cumple la Ley
En otras palabras, el amor cumple, o confirma la ley. ¿Y de dónde viene el amor? El amor es un fruto del Espíritu en nuestras vidas. ¿Y es este Espíritu suministrado a nosotros por las obras de la ley, o por el oír con fe (Galatas 3:5)? ¿Viene el Espíritu con su poder a llevarnos a la cima de la montaña rusa de amor, porque trabajamos para mostrar que somos dignos, o porque somos justificados solo por fe?
Pienso como responde Pablo en Romanos 7:6: “Pero ahora estamos libres de la ley…”. Usted se aleja de esa montaña de trescientos pies de altura, muere a ella, recibe el arreo de la gracia mediante la fe, y se monta (mediante la fe) hacia la cima de la justificación y es colocado en el carro del poder del Espíritu. Lean ahora el resto de Romanos 7:6, “por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos [la ley], de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra”.
Servimos, amamos. Pero no bajo el régimen viejo. No palmo a palmo, y tablón por tablón, bajo el poder de la carne, que es tan débil. Sino debido a que somos justificados solo por fe, sin las obras de la ley; servimos por el poder del Espíritu, cuyo fruto es el amor. Y el amor cumple la ley. Por eso Pablo puede decir, “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”.
¿Quiere estar a bien con Dios, y vivir para su gloria? No escale la montaña rusa llamada “obras de la ley”. Confíe en el arnés llamado “la justificación es solo por fe”.