Job: Batallando con el sufrimiento
Una cosa es experimentar una tragedia súbita, como la pérdida de un niño, o el descubrimiento de alguna temible enfermedad en el cuerpo. Y algo muy diferente es experimentar la implacable miseria de esa pérdida durante meses o incluso años después.
Cuando la miseria dura meses
Se sabe de mujeres que han levantado automóviles que estaban sobre sus esposos inmovilizados después de un accidente, y después colapsan por el impacto de lo que sucedió. Hay una contraparte espiritual a este fenómeno físico. En el momento de sorpresa por una tragedia, muchos cristianos han recibido gracia para soportar la carga con una genuina palabra de fe: "El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor". Pero después, bajo la implacable secuencia de habitaciones vacías y sillas y camisas y brazos, el cristiano colapsa en sollozos de frustrada consternación.
Se sabe de soldados que han perdido una pierna por una mina terrestre y continúan sin detenerse arrastrando su muñón hasta un lugar seguro, pero luego lloran como bebés ante el dolor de la cirugía y la sanidad.
Una cosa es soportar una tragedia súbita. Algo muy diferente es sufrir su dolor durante semanas y meses, e incluso años después.
En una tarde Job perdió sus diez hijos y toda su riqueza. Poco después fue afligido por una horrible enfermedad de la piel. En ambas tragedias mantuvo su fe y reverenció la mano soberana de Dios. En el 1:21 dijo: "El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor". En el 2:10 dijo: "¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?". Afirmó el control absoluto de Dios sobre todas las cosas, y se inclinó en sumisión a estos duros golpes.
La pérdida de Sarah Edwards
Hizo lo que Sarah Edwards cuando recibió la noticia de que su esposo Jonathan había muerto a la edad de 54 por una inoculación de viruela, un mes después de volverse presidente del Princeton College en 1758. Tomó su pluma y escribió a su hija Esther cuyo esposo Aaron Burr había muerto seis meses antes:
Mi muy querida hija, ¡¿qué diré?! Un Dios santo y bueno nos ha cubierto con una oscura nube. ¡Oh, que podamos besar la vara y poner nuestras manos sobre nuestras bocas! Él Señor lo ha hecho. Él me ha hecho adorar Su bondad, por tener [a tu padre] por tanto tiempo. Pero mi Dios vive; y tiene mi corazón. ¡Oh, qué gran legado ha dejado para nosotros mi esposo y tu padre! Todos hemos sido entregados a Dios; y aquí estoy, y amo estar. Tu afectiva madre, Sarah Edwards. (Marriage to a Difficult Man, por Elizabeth Dodds, p. 196)
¿Por qué una miseria tan larga para Job?
Pero la fe y reverencia de Job no fueron recompensadas por una rápida sanidad de su enfermedad. Dice, en el 7:2-3: "Como esclavo que suspira por la sombra, y como jornalero que espera con ansias su paga, así me han dado en herencia meses inútiles, y noches de aflicción me han asignado”. La miseria de Job había durado meses.
Así que ahora surge la pregunta: ¿Por qué? ¿No había mostrado Job que Dios era su Tesoro más preciado, incluso más que su salud? El honor de Dios había sido exaltado. ¿Por qué ahora Dios no restaura la fortuna de Job? ¿Por qué no saltar ahora al capítulo 42 donde llega el final feliz?
La respuesta es ciertamente que Job (¡y nosotros!) tiene mucho que aprender todavía sobre el sufrimiento y sobre Dios. Y los que de nosotros, como Agnes Starkey, que han tenido que soportar la miseria mes tras mes, sentirían que la historia es ingenua falsa si terminara en el capítulo 2.
Los meses de miseria de Job
Miremos juntos, entonces, los meses de la miseria de Job. Comenzamos en el 2:11.
Cuando tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita y Zofar naamatita, oyeron de todo este mal que había venido sobre él, vinieron cada uno de su lugar, pues se habían puesto de acuerdo para ir juntos a condolerse de él y a consolarlo. Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no lo reconocieron, levantaron sus voces y lloraron. Cada uno de ellos rasgó su manto y esparcieron polvo hacia el cielo sobre sus cabezas. Entonces se sentaron en el suelo con él por siete días y siete noches sin que nadie le dijera una palabra, porque veían que su dolor era muy grande.
Tres ciclos de conversación
Durante los próximos 29 capítulos (hasta el capítulo 31), Job estará respondiendo lo que estos tres amigos tienen que decir sobre el sufrimiento. Hay tres ciclos en la conversación.
*Ciclo 1 *
Elifaz—4 y 5
Job—6 y 7
Bildad—8
Job—9 y 10
Zofar—11
Job—12–14
*Ciclo 2 *
Elifaz—15
Job—16–17
Bildad—18
Job—19
Zofar—20
Job—21
*Ciclo 3 *
Elifaz—22
Job—23–24
Bildad—25
Job—26–31
Zofar—(silencio)
El discurso de Eliú y el discurso de Dios
Después de esta extensa conversación viene un largo discurso de un joven llamado Eliú (32-37), que miraremos la próxima semana. Entonces el Señor mismo habla a Job (39-41), lo que veremos en dos semanas. Y, finalmente, el último capítulo describe la revocación y restauración, que miraremos en tres semanas.
Pero hoy nuestra pregunta es: ¿Qué quiere el autor de este libro que aprendamos de los discursos de los tres amigos de Job y de las respuestas de Job a ellos mientras soporta mes tras mes de miseria?
El primer ciclo incitado por el arrebato de Job
Lo que incita a los amigos a hacer sus discursos es el arrebato de Job en el capítulo 3. Después de siete días de silencio con sus amigos (y probablemente semanas de sufrimiento antes que vinieran): "abrió Job su boca y maldijo el día de su nacimiento. Y Job dijo: Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: “Un varón ha sido concebido.” (3:1-3).
Las semanas de dolor implacable habían afectado negativamente la serenidad de Job. Ahora cuestiona a Dios. Versículo 11: "¿Por qué no morí yo al nacer, o expiré al salir del vientre? ¿Por qué me recibieron las rodillas, y para qué los pechos que me dieron de mamar?" Versículo 20: ¿Por qué se da luz al que sufre, y vida al amargado de alma; a los que ansían la muerte, pero no llega [...?]"
Job no puede ver una razón que explique por qué debió haber recibido vida alguna vez, o por qué su vida debiera ser preservada si habría tanta miseria en ella. Y así protesta que el día de su nacimiento nunca debió existir. Y, por supuesto, esta es una protesta contra Dios, porque: "El Señor dio y el Señor quitó" (1:21).
Elifaz interviene
Cuando los tres amigos de Job escuchan esta protesta, no pueden estar en silencio por más tiempo. Así que Elifaz habla en los capítulos 4-5 y establece el curso de conversación a tomar por Bildad y Zofar. Expresa un principio que está en todos los discursos de los tres amigos.
*El principio teológico de Elifaz *
Lo vemos primero en el 4:7-8: "Recuerda ahora, ¿quién siendo inocente ha perecido jamás? ¿O dónde han sido destruidos los rectos? Por lo que yo he visto, los que aran iniquidad y los que siembran aflicción, eso siegan”. En otras palabras, los problemas vienen a quienes pecan, pero el inocente no perece. El sufrimiento es el resultado del pecado, y la prosperidad es el resultado de la justicia.
Pero Elifaz tiene cuidado de notar, en el 4:17, que todos los hombres son pecadores: "¿Es el mortal justo delante de Dios? ¿Es el hombre puro delante de su Hacedor?". Así que también admite, en el 5:17, que algunos sufrimientos son consecuencia del amoroso escarmiento de Dios. "He aquí, cuán bienaventurado es el hombre a quien Dios reprende; no desprecies, pues, la disciplina del Todopoderoso”.
La aplicación insensible y superficial de esta teología
Pero la aplicación que hace de esta teología es insensible y superficial. Reprende a Job, en el 4:5-6, por ser impaciente y haber desmayado. "Pero ahora que te ha llegado a ti, te impacientas; te toca a ti, y te desalientas”. Esta era una reprensión innecesaria a un hombre justo en agonía. Ésa es la parte insensible de la aplicación de Elifaz.
Entonces insinúa que Job realmente no ha buscado a Dios como debiera. Dice, en el 5:8: "Por lo que yo he visto, los que aran iniquidad y los que siembran aflicción, eso siegan", ¡como si Job necesitara aprender esto de Elifaz! E implica, en el 5:18-19, que Job sería liberado solo si entregara su camino a Dios. "Porque El inflige dolor, y da alivio; El hiere, y sus manos también sanan. De seis aflicciones te librará, y en siete no te tocará el mal”. Ésa es la parte superficial de la aplicación de Elifaz. Es demasiado simple decir: "solo entrégalo al Señor y tus fortunas serán restauradas".
Job protesta defendiendo su inocencia
Job sabe que es demasiado simple porque no responde las preguntas difíciles. No responde por qué algunos sufren en un modo extraordinario, incluso cuando no han pecado en un modo extraordinario, sino que en realidad han sido personas piadosas y correctas. No responde por qué algunos prosperan en un modo extraordinario incluso cuando son pecadores extraordinarios. Así que Job defiende su inocencia en el 6:10: "no he negado las palabras del Santo”. Devuelve la reprensión de Elifaz en el 6:24: "Instruidme, y yo callaré; mostradme en qué he errado". No puede ver cómo es que el principio simple de justicia de Elifaz se aplicará a su propio caso.
La cruel respuesta y amonestación de Bildad
Bildad responde en el capítulo 8, mucho menos gentil que Elifaz. Vigorosamente insiste en el principio de justicia de Elifaz, incluso para los hijos de Job. En el 8:3-4 dice: "¿Acaso tuerce Dios la justicia o tuerce el Todopoderoso lo que es justo? Si tus hijos pecaron contra El, entonces El los entregó al poder de su transgresión”. Tus hijos eran culpables de algún pecado desconocido, Job, es por eso que fueron aplastados en su casa.
Y lo mismo se aplica para Job (8:11-13). El problema debe ser que Job no es puro y no ha invocado a Dios como debiera. Así que Bildad amonesta a Job en el 8:6-7: "si fueras puro y recto, ciertamente El se despertaría ahora en tu favor y restauraría tu justa condición. Aunque tu principio haya sido insignificante, con todo, tu final aumentará sobremanera".
Job no se rinde
Job considera esta idea compartida como algo definitivamente desfasado con la realidad. En el 9:22-24 dice: "Todo es lo mismo, por tanto digo: “Él destruye al inocente y al malvado.” Si el azote mata de repente, Él se burla de la desesperación del inocente. La tierra es entregada en manos de los impíos; El cubre el rostro de sus jueces; si no es El, ¿quién será?" Job nunca rinde su fe en la soberanía de Dios, pero sabe que es demasiado simple decir que en esta Tierra todo funciona mejor para todos los justos.
Job insiste en que Él no es culpable como se le acusa. Él es justo. Ora en el 10:6-7: "[¿Por qué andas] averiguando mi culpa, y buscando mi pecado? “Según tu conocimiento ciertamente no soy culpable”.
La cruel reprensión de Zofar
Zofar repite la idea compartida aun más cruelmente (capítulo 11). Reprende a Job por reclamar ser inocente (vv. 4-6) y le dice que se deshaga de su pecado para que Dios pueda restaurarlo (11:14-15): "si en tu mano hay iniquidad y la alejas de ti y no permites que la maldad more en tus tiendas, entonces, ciertamente levantarás tu rostro sin mancha, estarás firme y no temerás”. Así que según sus amigos, el sufrimiento de Job se debe a que se rehúsa a apartar de sí la maldad.
La sarcástica respuesta de Job
Job responde en los capítulos 12-14 con sarcarsmo. ¡Todos conocen estos criterios morales comunes (12:3)! ¡Las máximas de ustedes son proverbios de cenizas (13:12)! ¡Ustedes son médicos inútiles (13:4)! Job anhela presentar su caso ante Dios, porque sabe que Dios es justo y está convencido de su inocencia. "Pero quiero hablar al Todopoderoso, y deseo argumentar con Dios" (13:3).
Los siguientes ciclos de conversación
Ése es el final del primer ciclo de discursos. Los siguientes dos no revelan argumentos nuevos, sino que muestran a los tres amigos volviéndose más y más crueles y menos crédulos a la integridad y realismo de Job.
Una y otra vez los tres amigos insisten en que el sufrimiento es el resultado de la maldad. Elifaz: el hombre malvado es quien se retuerce en dolor (15:20). Bildad: es la luz del malvado la que es apagada (18:5). Zofar, el gozo del malvado es breve (20:5).
La impotencia de la teología de los amigos de Job
En el último discurso de Elifaz, en el capítulo 22:5ss, el antiguamente gentil amigo ataca brutalmente a Job. "¿No es grande tu maldad, y sin fin tus iniquidades? Porque sin razón tomabas prendas de tus hermanos, y has despojado de sus ropas a los desnudos. No dabas de beber agua al cansado, y le negabas pan al hambriento. . . Despedías a las viudas con las manos vacías y quebrabas los brazos de los huérfanos". Esos no son hechos. Son imaginaciones en la mente de Elifaz, forzadas en él debido a la incapacidad de su teología de lidiar con la realidad.
Pero todo esto es tan absurdo que cuando Bildad hace su último discurso en el capítulo 25, solo logra expresar seis pequeños versículos sobre la pecaminosidad general del hombre. Y cuando es finalmente el turno de hablar para Zogar, en el tercer ciclo, nada tiene que decir. Y la simetría del libro se rompe porque la teología de los amigos de Job no puede sustentarse a sí misma hasta el fin. Su principio de justicia no ha podido permanecer. Job es un buen hombre. Sin embargo, sufre mucho más que cualquier hombre malvado. La realidad es que no se sostiene la correlación entre la maldad y el sufrimiento en este mundo.
Un cambio en el modo de hablar de Job sobre la muerte
Algo ocurre a Job a lo largo de esta larga conversación con sus tres amigos. Comienza en el capítulo 3 definitivamente desmayado y clama contra la sabiduría de Dios al permitirle nacer. La duración de su enfermedad casi había derrotado la posición inicial de fe que había abrazado al principio (1:22; 2:10). Pero poco a poco usted puede ver como su fe va ganando nuevamente fuerzas mientras pelea contra la teología superficial de sus amigos. Su fe se abre camino, finalmente, hasta la victoria en el capítulo 19.
En cada discurso hasta entonces Job había expresado la convicción de que ciertamente moriría e iría al Seol en miseria. Lo anhela. Pero hay un cambio gradual en el modo en que habla sobre morir. Al principio, en el 7:9-10 (su respuesta a Elifaz), está seguro de que la muerte es el final de todo: "Como una nube se desvanece y pasa, así el que desciende al Seol no subirá". En el 10:20-22 (su respuesta a Bildad), aún hundido en desesperación por la muerte: "Apártate de mí para que me consuele un poco antes que me vaya, para no volver, a la tierra de tinieblas y sombras profundas; tierra tan lóbrega como las mismas tinieblas, de sombras profundas, sin orden, y donde la luz es como las tinieblas".
Entonces, en el 14:7-14 (su respuesta a Zofar), Job nuevamente enfrenta la certidumbre de su muerte en el sufrimiento, y clama ser liberado de morir (v.13). Pero esta vez hace una pregunta en el versículo 14: "Si el hombre muere, ¿volverá a vivir?" Y así en su segunda respuesta a Elifaz (17:13-16), la referencia al Seol es más una pregunta que un grito de desesperación.
En el 19:25-27, Job llega a una respuesta. "Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne [o: sin mi carne] veré a Dios; al cual yo mismo contemplaré, y a quien mis ojos verán y no los de otro".
Job está finalmente seguro de que más allá de la tumba se encontrará con Dios como Redentor, y no como un Juez enojado. Será redimido de toda su miseria, incluso aunque solo fuera después de la muerte. Habrá vida y luz, y no solo muerte y tinieblas.
Esta confianza no responde todas las respuestas de Job, o resuelve todos sus problemas teológicos. Aún está completamente perplejo en cuanto a por qué debe sufrir como lo hace. Su sufrimiento continúa. Dios parece definitivamente arbitrario en el modo en que reparte el sufrimiento y el consuelo en esta vida.
Job acalla a sus amigos
Pero la confianza de Job de nueva vida después de la muerte le permite aferrarse a tres de sus apreciadas convicciones, a saber: la soberanía del poder de Dios, la bondad y justicia de Dios, y la fidelidad de su propio corazón. Con esas convicciones se sostiene contra la doctrina simplista de justicia en boca de sus tres amigos. Finalmente les hace callar.
Y entonces solo escuchamos la voz de Job (capítulos 26-31) exaltando el misterioso poder de Dios.
He aquí, estos son los bordes de sus caminos; ¡y cuán leve es la palabra que de Él oímos!
Pero su potente trueno, ¿quién lo puede comprender? (26:14)
Y magnificando la inescrutable sabiduría de Dios.
Mas la sabiduría, ¿dónde se hallará?
¿Y dónde está el lugar de la inteligencia?
No conoce el hombre su valor, ni se halla en la tierra de los vivientes. . .
Dios entiende el camino de ella, y conoce su lugar. (28:12–13, 23)
Y afirmando implacable su propia integridad:
Me aferraré a mi justicia y no la soltaré. Mi corazón no reprocha ninguno de mis días (27:6)
Cinco lecciones
Ahora, ¿qué lecciones podemos resumir de este extenso pasaje de las Escrituras?
*1) Las verdaderas declaraciones teológicas pueden ser falsas. *
Si usted toma por separado la mayoría de las declaraciones de los amigos de Job, sonarán como buena teología. Pero su aplicación es superficial e insensible. "Un poco de aprendizaje es peligroso; bebe profundo, o no no pruebes la fuente Pieren" (Alexander Pope, "Essay on Criticism" ["Ensayo sobre la crítica"]). "Como espino que se clava en la mano de un borracho, tal es el proverbio en boca de los necios" (Proverbios 26:9).
En Bethlehem valoramos mucho la buena teología. Pero seamos advertidos: puede ser falsa en el modo que es aplicada, e incluso puede ser destructiva en la boca de los necios. Beba profundo de la fuente de la verdad de Dios. Y que el amor se yerga como un vigilante en la puerta de su boca.
*2) El sufrimiento y la prosperidad no están distribuidos en proporción al mal o bien que haga una persona. *
Job tiene razón: en el día de la calamidad, los impíos son preservados (21:30). Pero el hombre y sin culpa es motivo de burla (12:4). Por tanto, no juzguemos a otra persona antes de tiempo. Quienes sufren pueden ser los mejores. Y quienes más prosperan pueden ser los peores de entre nosotros.
*3) Sin embargo, Dios aún reina sobre todos los asuntos de los hombres, desde los mayores hasta los menores. *
Es sorprendente que a Job, o a sus tres amigos, nunca se les ocurrió utilizar, para resolver el misterio del sufrimiento, los medios más usados por las personas hoy, a saber: limitar el control soberano de Dios sobre todas las cosas. Hoy rápidamente limitamos a Dios (¡no pudo impedir esa enfermedad, o esa explosión, o la muerte de ese niño!). Así que no debe estar en control. Es un Dios limitado.
Pero Job y sus amigos tienen este gran terreno común. Dios reina: Y ninguna solución al problema del sufrimiento que cuestione esta verdad satisfará alguna vez el corazón de un santo.
En El están la sabiduría y el poder, y el consejo y el entendimiento son suyos.
He aquí, El derriba, y no se puede reedificar; aprisiona a un hombre, y no hay liberación.
He aquí, El retiene las aguas, y todo se seca, y las envía e inundan la tierra.
En El están la fuerza y la prudencia, suyos son el engañado y el engañador. (12:13–16)
*4) Hay sabiduría detrás de las aparentes arbitrariedades del mundo, pero está oculta del hombre. *
Mas la sabiduría, ¿dónde se hallará?
¿Y dónde está el lugar de la inteligencia?
No conoce el hombre su valor, ni se halla en la tierra de los vivientes. . .
Dios entiende el camino de ella, y conoce su lugar. (28:12–13, 23)
Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, incluso desde la perspectiva del Nuevo Testamento (1ra a los Corintios 13:12). Pero la fe siempre afirma que no importa cuán caóticas y absurdas parezcan las situaciones para nuestra limitada perspectiva, en realidad son tácticas de sabiduría infinita.
5) Por tanto, aferrémonos a Dios.
Si sufres pero crees que Dios te guía,
y esperas en Él en todos sus caminos,
Él te dará fuerzas, no importa qué te ocurra,
Y te cargará en medio de los días difíciles:
Quien confía en el inmutable amor de Dios
Edifica sobre la roca que no se puede mover.Todos somos iguales ante el Altísimo;
Es fácil para nuestro Dios, lo sabemos,
Elevarnos aunque estemos caídos y heridos,
Hacer que el hombre rico sea pobre y humilde;
Todavía hoy Él hace verdaderas maravillas
Él es quien prepara y trae el fracaso.Canta, ora, y guarda sus caminos inquebrantable,
Obra, por tanto, con fidelidad,
Y confía en Su Palabra, aunque no la merezcas.
Porque todavía encontrarás verdad para ti en ella;
Dios nunca olvidó en la necesidad
Al alma que verdaderamente confió en Él