Job: Reprendido en el sufrimiento
Desde el capítulo 4 al 31, Job conversó con sus tres amigos, Elifaz, Bildad, y Zofar, sobre el significado del sufrimiento. El resultado fue que la teología de sus amigos era insatisfactoria.
La insatisfactoria teología de los amigos de Job
Habían argumentado que el sufrimiento es básicamente un castigo por el pecado y que la prosperidad es una recompensa por la justicia (4:7-8). Elifaz había admitido (en el 5:17) que hay sufrimientos que son una reprimenda y que podían ser bueno para nosotros, pero obviamente para él esto era una excepción, no la regla, y el sufrimiento prolongado, como el de Job, no podría ser explicado así. Así que termina diciendo a Job: ¿No es grande tu maldad, y sin fin tus iniquidades? (22:5). El extraordinario sufrimiento de Job solo puede ser explicado como el castigo de Dios por algún pecado previo.
Job se había defendido todo el tiempo diciendo, contrario a la opinión de sus tres amigos, que hay una buena evidencia en todo el mundo de que a menudo los malvados prosperan y que a menudo los justos sufren (21:29-30). Y en su caso en particular, él no era un enemigo de Dios, y no había cometido algún pecado grave que le mereciera tal sufrimiento por encima de los demás.
Así que Elifaz, Bildad, y Zofar, no podían sostener su teoría ante el realismo de Job y su integridad. Sus discursos se volvieron repetitivos, hostiles, y cada vez más cortos a medida que terminaba la conversación. Finalmente, solo hablaba Job.
El argumento ganó, la pregunta quedó sin respuesta
Él había ganado su argumento. Pero no había respondido su pregunta. Había mostrado que el sufrimiento no puede ser explicado mediante el simple principio de la justicia retribuida (donde cada persona recibe lo que se merece): sufrimiento para el malvado, y prosperidad para el bueno. Pero no ha encontrado otra respuesta.
Al final del capítulo 31 quedamos con el aparente capricho de Dios. Todo parece ser arbitrario. Dios gobierna los asuntos de los hombres. Y sin dudas lo hace con sabiduría (28:12-28). Job nunca duda de ello. Pero, ¿por qué sufren los justos?, hasta ahora no tiene respuesta.
Sería posible vivir el resto de nuestras vidas con este nivel de entendimiento. Muchos cristianos tratan. Nosotros simplemente diríamos: "Sí, creo que Dios gobierna sobre el mundo y controla lo que sucede. También creo que Él es justo y sabio. Y creo que, aunque las cosas luzcan caprichosas y arbitrarias en esta vida, todos los males serán corregidos en el siglo venidero. Él me ha mostrado su amor en Jesucristo, y sé que Él es la única esperanza de significado para la vida ahora, y para la salvación en el mundo venidero. Así que me quedaré quieto, y confiaré en Dios, aunque no pueda comprender Sus extraños caminos".
Ése no es un mal modo de vivir. Pero el escritor del libro de Job no está satisfecho con vivir así. Y quiere que sus lectores conozcan que Dios no ha ocultado todos sus caminos. Hay más que ver en los propósitos de Dios, más de lo que podamos creer.
Eliú interviene
Así aparece un joven en la escena, en el capítulo 32, llamado Eliú. Su discurso abarca todo el capítulo 37. Y aquí aprendemos algo que ni Job ni sus amigos habían descubierto, a saber, que el sufrimiento de los justos no es un símbolo de la enemistad de Dios, sino de Su amor. No es un castigo por los pecados, sino un refinamiento de la justicia. No es una preparación para la destrucción, sino una protección contra la destrucción.
Los tres amigos estaban errados, el sufrimiento no es la prueba de la maldad. Y Job había estado equivocado, su sufrimiento no era la prueba de las arbitrariedades de Dios, ni Dios se había vuelto su enemigo. Eliú vino para dar un nuevo fundamento al argumento.
Cinco razones por las que debiéramos aceptar el consejo de Eliú
Comencemos nuestro recorrido por la teología de Eliú preguntándonos por qué debiéramos aceptarla. Muchos intérpretes ven que Eliú no fue mejor que Elifaz, Bidad, o Zofar. Por ejemplo, encontré 40 páginas de un comentador que hablaba sobre el discurso de Eliú con las siguientes etiquetas: Eliú es cruel, frío, distanciado, grosero, banal, perfeccionista, vano, etc. (Francis Anderson, TOTC).
Admito que hay partes del discurso de Eliú que son difíciles de comprender. Y es cierto que cuando usted lee sus discursos, escucha más o menos lo mismo que dijeron los tres amigos (¡ellos no estaban totalmente errados!). Y es cierto que es fuerte con Job, quizás demasiado fuerte a veces.
Pero aquí hay, al menos, cinco razones por las que creo que las palabras de Eliú representan la verdad según la vio nuestro escritor inspirado. En otras palabras, creo que Eliú da el primer paso para resolver el problema de Job, y que entonces, después, Dios habla en los capítulos 38-41, y da la palabra final y concluyente. Estas son las cinco razones.
1. Su discurso es presentado como algo nuevo
Las palabras de Eliú nos son presentadas en el capítulo 32, no como una continuación o repetición de lo que habían dicho los tres amigos, sino como algo nuevo. Versículos 1-3:
Entonces estos tres hombres dejaron de responder a Job porque él era justo a sus propios ojos. Pero se encendió la ira de Eliú, hijo de Baraquel buzita, de la familia de Ram. Se encendió su ira contra Job porque se justificaba delante de Dios. Su ira se encendió también contra sus tres amigos porque no habían hallado respuesta, y sin embargo habían condenado a Job.
En otras palabras, Eliú está en desacuerdo con las dos partes del argumento. Así que dice a los tres amigos en el versículo 114: "Pero él [i.e., Job] no ha dirigido sus palabras contra mí, ni yo le responderé con vuestros argumentos" Así que Eliú no tiene intención de tratar de abordar el tema como lo hicieron los tres amigos. El escritor quiere que escuchemos algo nuevo que nos lleva más allá del viejo argumento.
2. Seis capítulos dedicados a sus palabras
La segunda razón por la que pienso que Eliú es más que una continuación de una mala teología, es que el escritor dedica seis capítulos a sus palabras (32-37).
La insuficiencia de la teología de los tres amigos fue demostrada por el hecho de que sus discursos se volvieron cada vez más cortos al acercarse al final, y entonces murieron completamente. Bildad termina con seis versículos (capítulo 25), y Zofar ni siquiera puede expresar un argumento para concluir.
Sería muy extraño, entonces, que a Eliú se le dieran seis capítulos en este momento para decir nuevamente todo lo inadecuado, y para no ir más allá de la inadecuada teología de esos otros tres amigos. Ciertamente, este largo espacio dado a sus palabras señala que está ocurriendo algo crucial.
3. La respuesta de Job a Eliú
Job no trata de argumentar con Eliú.
Había tenido éxito acallando a Elifaz, a Bildad, y a Zofar, pero no dice una palabra contra Eliú, incluso cuando Eliú le reta en el 33:32: "Si algo tienes que decir, respóndeme; habla, porque deseo justificarte". La explicación más sencilla para su silencio es que Job estuvo de acuerdo con él. De hecho, en el 42:6, Job sí se arrepiente de algunas cosas que dijo, lo que muestra que las reprensiones de Eliú no están tan fuera de lugar.
4. La respuesta de Dios a Eliú
En el 42:7, Dios recuerda el período de sufrimiento y reprende a los tres amigos de Job.
Y sucedió que después que el Señor habló estas palabras a Job, el Señor dijo a Elifaz temanita: Se ha encendido mi ira contra ti y contra tus dos amigos, porque no habéis hablado de mí lo que es recto, como mi siervo Job.
Pero Dios no reprende a Eliú. ¿Por qué no? Probablemente porque las palabras de Eliú no están en el mismo nivel con las palabras de los otros tres. Las palabras de Eliú son verdaderas y preparan el camino para las palabras finales y decisivas de Dios. (Él reclama estar guiado por el Espíritu de Dios—32:8.)
5. Él ofrece algo nuevo y útil
Finalmente, Eliú realmente ofrece una nueva comprensión del sufrimiento de los justos, una comprensión que Job y sus tres amigos no habían percibido. Y esta revelación sí tiene sentido en el aparente sufrimiento arbitrario que enfrentan Job y otras personas justas. Tratemos de aprender en esta mañana qué tiene que decirnos este joven.
La reprensión de Eliú a Job
Eliú piensa que Job ha estado errado en parte de lo que ha dicho, de hecho, ve orgullo y arrogancia en la actitud de Job (vea 33:17; 25:12; 26:9). En el 33:8-12, pone el dedo en el error de Job.
Ciertamente has hablado a oídos míos, y el sonido de tus palabras he oído: “Yo soy limpio, sin transgresión; soy inocente y en mí no hay culpa. “He aquí, El [Dios] busca pretextos contra mí; me tiene por enemigo suyo. “Pone mis pies en el cepo; vigila todas mis sendas.” He aquí, déjame decirte que no tienes razón en esto,
Job está errado en su reclamo de inocencia a expensas de la gracia de Dios. Sabemos que Eliú tiene razón en este aspecto porque en el 42:6 Job finalmente se arrepiente: "Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza". Su sufrimiento le había llevado a decir cosas sobre sí mismo que eran demasiado optimistas y cosas sobre Dios que eran irrespetuosas. A pesar de que Job era un hombre justo, no era un hombre perfecto y sin pecado. Había un sedimento de orgullo que comenzó a empañar la pureza de su vida cuando fue golpeado por el sufrimiento.
La explicación de Eliú sobre el sufrimiento
Al menos parte de la comprensión de Eliú de por qué sufren los justos tiene que ver con este residuo de orgullo en la vida de los justos. La primera explicación de su perspectiva la vemos en el 33:14-19. Describe dos modos en que Dios habla al hombre: mediante Su palabra, y mediante el sufrimiento. Estos eran los días anteriores a Las Escrituras, así que la palabra de Dios tiene forma de visiones y sueños. Dice:
Ciertamente Dios habla una vez, y otra vez, pero nadie se da cuenta de ello. En un sueño, en una visión nocturna, cuando un sueño profundo cae sobre los hombres, mientras dormitan en sus lechos, entonces El abre el oído de los hombres, y sella su instrucción, para apartar al hombre de sus obras, y del orgullo guardarlo; libra su alma de la fosa y su vida de pasar al Seol.
El hombre es castigado también con dolor en su lecho.
No para castigar, sino para salvar
Así que Eliú pone el dolor de la enfermedad y las visiones de la noche una al lado de la otra, como dos modos en que Dios habla al hombre para su bien. El versículo 17 describe el propósito de Dios: "para apartar al hombre de sus obras, y del orgullo guardarlo; libra su alma de la fosa”.
En otras palabras, el propósito de Dios para el justo, en estos sueños y en esta enfermedad, no es castigarlo sino salvarlo, salvarlo de considerar las malas obras y del orgullo y, finalmente, de la muerte. Eliú no dibuja a Dios como a un Juez enojado, sino como a un Redentor, a un Salvador, a un Rescatador, a un Doctor. El dolor que causa es como el del bisturí del cirujano, no como el del látigo del verdugo.
El "justo pecador"
Eliú explica su percepción del sufrimiento en otro lugar, en 36:6-15. Lo útil en estos versículos es que Eliú deja en claro que existe las personas justas que aún tienen pecados, pecados que necesitan ser revelados y desarraigados. Llamar justo a alguien no significa que esa persona sea sin pecado y perfecta. Existe un "justo pecador".
Esto es útil porque Dios mismo llamó a Job un hombre justo en 1:1, y Job ganó su argumento sobre el fundamento de su reputación de hombre justo. Y, sin embargo, al final del libro, Job se arrepiente y se aborrece a sí mismo. Así que Job es justo (¡por el testimonio de Dios!), a pesar de tener pecado aún en él. No es uno de los malvados.
Eliú mira a estos dos grupos de personas, los malvados y los justos, y distingue los diferentes roles que tiene el sufrimiento en cada uno. Comenzaremos leyendo el versículo 6:
No mantiene vivo al impío, mas da justicia al afligido. No aparta sus ojos del justo, sino que, con los reyes sobre el trono, los ha sentado para siempre, y son ensalzados.
Ahora, si se hubiera quedado aquí, habría sonado exactamente como Elifaz: los malvados sufren y los justos prosperan. Hay un sentido en que esto es cierto, en el futuro lejano. Pero la pregunta que acosa a Job es por qué sufren los justos en el futuro cercano. Así que Eliú continúa en el versículo 8:
Y si están aprisionados con cadenas, y son atrapados en las cuerdas de aflicción [así que él admite enseguida que los justos no siempre están con los reyes en los tronos, ellos sí sufren], entonces les muestra su obra y sus transgresiones, porque ellos se han engrandecido. Él abre sus oídos para la instrucción, y ordena que se vuelvan del mal.
En otras palabras, los justos están lejos de ser perfectos y sin pecado. Aún queda en él mucho de la vieja naturaleza, y de tiempo en tiempo esta vieja naturaleza se abre paso en un comportamiento pecaminoso activo, como ocurrió con Job cuando acusó a Dios de ser su enemigo. De esto es de lo que se arrepiente Job al final del libro.
El sufrimiento refina al justo
La enseñanza de Eliú, entonces, es que la aflicción sensibiliza al justo con relación a su pecaminosidad remanente, y le ayuda a odiarla y a renunciar a ella. El sufrimiento abre los oídos de los justos (v.10). El salmista dijo lo mismo en el Salmo 119:71: "Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos". Hay dimensiones de piedad que los justos solo pueden aprender mediante la aflicción.
Así que el nuevo enfoque que Eliú da es que el sufrimiento del justo no es el fuego de destrucción sino que fuego que refina al oro de su bondad. Para el justo no es punitivo, sino curativo.
El propósito del sufrimiento para el impío y para el justo
Los versículos 13-15 describen el mismo contraste entre el propósito del sufrimiento para los impíos y el propósito del sufrimiento para los justos.
Mas los impíos de corazón acumulan la ira; no claman pidiendo ayuda cuando El los ata. Mueren en su juventud, y su vida perece entre los sodomitas de cultos paganos. El libra al afligido en medio de su aflicción, y abre su oído en tiempos de opresión.
Los versículos 13-14 describen un grupo de personas para quienes el sufrimiento resulta en nada sino destrucción, son "impíos de corazón". Pero entonces, en el versículo 15, describe otro grupo cuyos oídos están abiertos en su aflicción y quienes experimentan la liberación mediante su aflicción. No son los impíos o malvados. Son los justos. Son personas como Job, quienes son rectos, y temen a Dios, y huyen del mal, y tienen una reputación intachable. Ellos también sufren. Pero el propósito divino no es el mismo.
¿Qué ha añadido Eliú a nuestro entendimiento?
Ahora entonces, pudiéramos preguntar, ¿ha agregado Eliú algo a nuestra comprensión, más allá del punto muerto entre Job y sus tres amigos?
*Sus dos quejas *
Regresamos al comienzo del discurso de Eliú en 32:2-3. Él tenía dos quejas.
Estaba enojado porque Job se justificaba a sí mismo antes que a Dios;
y estaba enojado con los tres amigos porque no habían hallado respuesta, aunque habían condenado a Job.
Ahora Eliú ha logrado mostrar por qué su enojo estaba justificado en los dos casos.
*1. Él muestra por qué están errados los tres amigos de Job *
Mostró que los tres amigos de Job estaban errados. Ellos dijeron que el único modo de explicar el sufrimiento de Job era decir que Dios lo estaba castigando por el pecado. Eliú muestra que este no es el modo de explicar el sufrimiento de Job.
Los justos sí sufren. Y su sufrimiento no es un castigo por el pecado, sino un refinamiento para su justicia. El sufrimiento despierta sus oídos a nuevas dimensiones de la realidad de Dios y a nuevas profundidades de su propia imperfección y necesidad. El sufrimiento profundiza su fe y piedad. Así que los tres amigos de Job estaban equivocados.
2. Muestra por qué Job estaba equivocado
Pero Job también está equivocado. No tiene una mejor explicación para su sufrimiento que la de sus tres amigos. Su concepto de la justicia de Dios era básicamente el mismo que el de ellos. Job simplemente insistía en ser justo, y por éso no podía lograr que su sufrimiento encajara con la justicia de Dios. Hubo momentos en que se sintió tan exasperado que pensó en Dios como en su enemigo.
¿Cuántas son mis iniquidades y pecados? Hazme conocer mi rebelión y mi pecado. ¿Por qué escondes tu rostro y me consideras tu enemigo? (13:23–24)
Eliú dijo que Job estaba equivocado al querer justificarse a sí mismo a expensas de Dios (33:8-12) Dios NO era el enemigo de Job, y Job no era tan puro como clamaba ser. Dios, de hecho, es el Padre amoroso de Dios. Él permitió que esta enfermedad se prolongara por meses porque amaba a Job, no porque lo odiara.
El sufrimiento ha develado el pecado oculto de orgullo en Job. Ahora el oído de Job ha sido abierto para notar la imperfección que le queda. Ahora puede arrepentirse y ser limpiado y depender de Dios como nunca lo había hecho hasta ahora. Su sufrimiento no solo era una ocasión para que Dios recibiera la gloria sobre Satanás (lo que vimos en los capítulos 1 y 2); también era una ocasión para que Dios profundizara la perspectiva interior de Job y su confianza y su piedad.
La lección principal
Así que la lección principal para nosotros, en el libro de Job, es que los hijos de Dios, quienes confían en Dios y son guiados por Su Espíritu y cuyos pecados han sido cubiertos por la sangre de Jesús, pueden sufrir. Y cuando lo hacen, no es un castigo por el pecado. ¡Cristo ha llevado el castigo por nuestro pecado, y no existe un doble castigo!
El sufrimiento de los hijos de Dios no es la firme aplicación del principio de justicia retributiva. Es la libre aplicación del principio de gracia soberana. Nuestro Padre en los cielos nos ha elegido libremente desde antes de la fundación del mundo, Él nos regeneró libremente por la obra del Espíritu Santo, nos justificó libremente mediante el don de la fe salvadora, y ahora nos está santificando libremente mediante su gracia a través del sufrimiento según Su infinita sabiduría.
El sufrimiento no es dispensado aleatoriamente entre el pueblo de Dios. Nos es repartido según un designio individual, una terapia experta de la mano amorosa de nuestro gran Médico. Y su propósito es que nuestra fe sea refinada, que nuestra santidad sea alargada, que nuestra alma sea salvada, y que nuestro Dios sea glorificado.
En lo cual os regocijáis grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, seáis afligidos con diversas pruebas, para que la prueba de vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo. (1ra de Pedro 1:6-7).
Él nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad. Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia. (Hebreos 12:10–11)
Fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de modo que hasta perdimos la esperanza de salir con vida. De hecho, dentro de nosotros mismos ya teníamos la sentencia de muerte, a fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos, (2da a los Corintios 1:8–9)
Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia ha de tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada. (Santiago 1:2-4)