Jesús es precioso porque elimina nuestra culpa
Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. 21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
La culpa es una experiencia universal. Todos alguna vez han tenido la mala sensación de no hacer lo que debieron haber hecho. Hasta los que niegan que exista tal cosa como el bien y el mal, quedan atrapados por la ley de Dios escrita en sus corazones. Pretenden probar que no existe tal cosa como el bien y el mal y que todas las éticas son relativas y arbitrarias, pero terminan diciendo que es bueno para estar de acuerdo con ellos y es malo no estarlo. Nadie jamás ha borrado exitosamente el sentido del deber que Dios escribe en cada alma humana. Nuestras sensibilidades morales pueden estar tan pervertidas que se oponen por completo a las de Dios, pero todos sienten que deben hacer ciertas cosas y otras no. Y todos sabemos que no hemos hecho todo lo que debimos haber hecho, o sentido lo que debimos haber sentido. Y alguna que otra vez esto nos ha hecho sentir mal. A dejar de hacer lo que debimos haber hecho, lo llamamos: culpa. Y a los malos sentimientos que a menudo le acompañan, les llamamos: sentimientos de culpa o remordimientos de conciencia.
Si nuestra conciencia es sensible, estos sentimientos pueden producir tanta miseria que podríamos ser tentados a cometer suicidio. Muy a menudo buscamos otras vías para disminuir el cargo de conciencia. Existen al menos tres vías por las que las personas contemporáneas tratan de resolver el problema de la culpa: las intelectuales, las físicas, y las religiosas. Por ejemplo, entre las vías intelectuales existe la enseñanza de que la culpa se debe a expectativas no reales que ponemos sobre nosotros mismos. Por supuesto, fallamos y hacemos lo malo, pero somos solo seres humanos y es irrazonable esperar demasiado de nosotros. Así disminuyen las expectativas puestas en su propia virtud y tendrá menos culpa. Otro método es decir que nuestros principios morales son anticuados y restrictivos. Son producto del accionar gastado de la ética protestante, o son residuos de la mojigatez puritanita de las costumbres victorianas. Usted resolvería sus problemas de culpa si saliera de esa época y dejara de vivir en las oscuras épocas de la ética. Una de las más asombrosas estrategias para manejar la culpa en los últimos diez años ha sido la enseñanza de que algunas de las cosas que todos pensamos que eran vicios son, en realidad, virtudes, ¡y no tenerlas es malo! Como: la codicia, y la intimidación, y la auto exaltación. (Ellen Goodman tenía una editorial en el periódico Friday’s acerca de seminarios que se ofrecían sobre como casarse por dinero. Un libro acerca de cómo la intimidación se utiliza para tener éxito en las ventas. Y todo, desde R.C hasta el queso fresco, es vendido con la palabra YO en letras mayúsculas). Para muchos ha sido muy prometedor resolver sus problemas de culpa uniéndose a la campaña de convertir los vicios en virtudes.
Pero aun cuando los 70’s fueron marcados por una asombrosa multiplicación de las estrategias intelectuales para resolver el problema de la culpa, las tradicionales vías físicas todavía predominan. Para los que no tienen suficiente cerebro para pensar en una forma de salir de los sentimientos de culpa, siempre se puede recurrir el alcohol, y más recientemente, otras drogas. Pienso que la mala conciencia es la raíz principal del alcoholismo. Se puede decir que fue el estrés lo que le llevó a beber, o que fue el dolor y la soledad lo que le llevó a beber. Pero ¿no es que sintieron que en lo profundo debieron ser capaces de poder con el estrés, y el dolor, y la soledad; y que lo que querían ahogar era la creciente culpa de su fracaso? Por supuesto, el alcohol y las drogas no son las únicas vías para escapar de la culpa. Algunas personas hablan, hablan incesantemente, y nunca escuchan en silencio, no sea que escuchen algo que no quieren oír. Algunas personas se dedican día y noche a los juegos, y a los pasatiempos, y a los deportes. Algunas mantienen la televisión encendida todo el día para crear una lluvia constante de sonido e imágenes en sus mentes que los proteja de lo que Simón y Garfunkel llamaron “Los inquietantes sonidos del silencio.”
Pero la táctica más antigua y reverenciada para evitar la miseria de la culpa, es la religión. Esta táctica puede ser la más engañosa, porque es la que más se acerca a la verdad. Reconoce lo que generalmente ignoran las estrategias intelectuales y físicas: que la causa suprema de la culpa es que existe un Dios justo cuya voluntad para sus criaturas es ignorada o desobedecida. Reconoce que bajo cada remordimiento de conciencia en el alma humana está la silenciosa, y a menudo inexpresada convicción, “He ido en contra de Dios”. Los caminos o modos que la religión ha desarrollado para lidiar con ésta culpa, es tratar de aplacar o apaciguar a Dios con buenas obras o rituales religiosos. Los religiosos conocen que tienen una gran deuda con Dios debido a su desobediencia. Pero a menudo cometen el terrible error de pensar que pueden pagarla mediante las buenas obras y la ejecución de deberes religiosos.
Pienso que si nos tomamos el tiempo, y fuésemos bien cuidadosos, pudiéramos mostrar que ninguna de estas formas de lidiar con la culpa (intelectual, física, o religiosa), es satisfactoria. Desde la profundidad de nuestra culpa, nuestras mentes pueden pervertirse fácilmente, pero nuestros corazones no sanan tan ligeramente. Y en lo profundo, todos nosotros conocemos que existe algo no auténtico en de la auto-confirmación de las ansias de dólar, e intimidar a los ejecutivos que te conocen bien. Sabemos que el alcohol, y las drogas, y el entretenimiento compulsivo, y el ruido no son la vía para vivir en paz. Y debemos saber, los que hemos escuchado el evangelio de Jesucristo, que la deuda que tenemos con Dios no puede ser pagada por nuestra miserable virtud. Pero en vez de tratar de mostrar la incapacidad de todo esto, quiero seguir avanzando en lo que comenzamos en los dos últimos mensajes. El punto de los dos últimos mensajes era que la imagen bíblica de Jesús es verdadera. Está históricamente apoyada y es defendible. Y es racionalmente convincente para la mente abierta. Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre, Jesús (Juan 7:46). En él se puede confiar, él es verdadero, él sostenía el Antiguo Testamento, y es él quien habla por su Espíritu en el Nuevo Testamento. Por tanto, es suficiente para nosotros oír de él, mediante su apóstol, Pablo, como Dios ha lidiado con nuestra culpa. Es la mejor noticia en todo el mundo. Es la única estrategia que confiesa la verdad de la justicia de Dios y lo profundo de nuestra deuda ante él. Una vez que usted ha comprendido la manera en que Dios tratar con su culpa, cualquier otra cosa parecerá ligera, superficial, y completamente inadecuada en comparación, y se regocijará conmigo en que ‘Jesús es Precioso Porque Elimina Nuestra Culpa.’
Recuerden, no es mi palabra, sino la Palabra de Dios, la Biblia, quien nos muestra el camino. Examinemos juntos Romanos 3:19-29. Todo lo que quiero hacer es dejar que el texto hable, porque tiene un poder tremendo para persuadir y conquistar nuestros corazones. Pero permítanme resumir cinco observaciones del texto, y después las examinaremos más de cerca para seguir la línea del argumento de Pablo:
- Primera, todos, judíos o gentiles, están personalmente bajo el juicio de Dios por su pecado (v.19).
- Segunda, la relación resultante de la culpa humana y la indignación divina, no puede arreglarse mediante las obras de la ley (v.20).
- Tercera, Dios, en su propia iniciativa, se ha encargado de buscar absolución gratuita (vv. 21-24).
- Cuarta, él ha hecho esto poniendo de por medio a su Hijo Jesucristo para que nos redima mediante su muerte y demuestre la justicia de Dios (vv.24-26).
- Quinta, este regalo de la justificación llega solo a aquellos que confían en Jesús (vv.22, 25,26).
Sigamos ahora la línea del pensamiento de Pablo desde el versículo 19 al 26.
Primero: En Romanos 3:9 Pablo resume la idea que ha expuesto anteriormente: “judíos y a gentiles, […] todos están bajo pecado”. Todos han pecado y están bajo el horroroso dominio del pecado, todos son esclavos del pecado (Romanos 6:16). Para ilustrar y respaldar esta idea toma palabras de los Salmos y de Isaías, y describe la condición pecadora de la especie humana en los versículos 10-18. Luego, en el versículo 19 dice: “ero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”. Nuestra primera observación, por tanto, es que todos, sin tener en cuenta la raza, están personalmente bajo el juicio de Dios. El problema universal de la culpa no se debe al hecho de que le hayamos fallado a nuestros compañeros, sino a que hemos fallado a Dios. Todos los aquí presentes, en esta habitación, están directamente bajo el juicio de Dios. Dios trata con usted como un individuo, y algún día tendrá que rendirle cuentas de su vida. Ese debe ser un pensamiento aterrador si va a tratar de lidiar con su culpa mediante uno de estos caminos: físico, intelectual, o religioso; que mencioné anteriormente. ¡Oh! Cuan necios y trágicos parecerán todos: “el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5). No importa cuan virtuosos aparezcamos, todos estamos bajo el juicio de Dios, y habrá un ajuste de cuentas para lo que hayamos hecho, y dicho, y pensado, y sentido. El problema universal de la culpa no trata solo con el cómo sentirnos mejor, sino cómo estar bien con Dios. Las estratagemas seculares para aliviar la miseria de nuestra culpa, más tarde o más temprano fallarán, porque ignoran el principal problema de la existencia humana. Somos culpables ante Dios. Es su ley la que hemos quebrantado. Es de su gloria de la que hemos sido destituidos (Romanos 3:23). Todos los aquí presentes, en esta habitación, están personalmente bajo el juicio de Dios, y algún día se encontrarán con él, lo mismo culpables y condenados, que absueltos y destinados al gozo.
Segundo: El versículo 20 es dado como la base o fundamento del versículo 19: “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él [Dios]; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado”. Ser justificado significa ser absuelto por Dios, ser declarado libre e inocente, ser corregidos en relación a Dios de modo que su indignación sea retirada y nuestra rebelión ya no sea tomada en cuenta. La idea de este versículo es que la absolución nunca será lograda por medio de las obras de la ley. Esto quiere decir que, si una persona no confía en la gratuita y justificadora misericordia de Dios, y pretende todavía estar a bien con Dios mediante las obras de la ley, siempre fracasará. El resultado o efecto será revelar aún más claramente su pecado (Romanos 5:20; 7:7,8; Galatas 3:19).
La conexión entre los versículos 19 y 20 parece ser más o menos así: Cuando las personas no confían en la misericordia de Dios, pero tratan de utilizar la ley para estar a bien con él, la ley trae a la luz su pecado y los condena por su incredulidad. Y ya que esto es cierto para todos los humanos (“toda carne”), judíos y gentiles (v.20), sabemos que cuando la ley habla así a los judíos, también tiene en cuenta a todo el mundo, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios. Así que las primeras dos observaciones son que todos son pecadores y están personalmente bajo el juicio de Dios, y que esta relación de culpa no puede repararse mediante las obras de la ley.
Tercero: Dios, en su propia iniciativa, se ha encargado de buscar nuestra absolución.
Versículos 21-24: “21Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Olvidando las promesas acerca de la misericordia de Dios que habían en la ley del Antiguo Testamento, y los llamados al arrepentimiento y a la fe, el verdadero efecto de la ley en general, era exponer y condenar el pecado (Gálatas 3:21-22). Por tanto, cuando Dios se encargó de manifestar su justicia para nuestra justificación, lo hizo “aparte de la ley”. Es decir: no dirigió nuestra atención de vuelta a la ley con sus sacrificios de animales, sino que dirigió nuestra atención hacia su Hijo, al que envió a morir por nuestro pecado. Romanos 8:3 lo expone así: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”.
Lo que quiero subrayar bajo esta tercera observación es que Dios no nos ha abandonado para que lidiemos con nuestra culpa solos, sino que ha tomado la iniciativa mientras todavía éramos pecadores (Romanos 5:8) de buscar nuestra absolución y dárnosla gratuitamente. La gloria del evangelio es el Único ante quien somos culpables y condenados, es el mismo que se ha encargado de reemplazar nuestra culpa y su indignación por justicia y reconciliación. Este acto de Dios que nos pone en una relación correcta para con él, donde ya no existe la culpa y la condenación, es llamado “justificación” en el versículo 24. Y por favor, no pierdan de vista el fundamento de la justificación en ese versículo: su fundamento es la gracia y por tanto es un regalo gratis. Usted no puede ganársela o merecerla por obras. La gracia y las obras se oponen la una a la otra. Escuchen Romanos 11:5, 6: “Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. 6Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra”. Cuando Pablo dice que nuestra culpa es eliminada por gracia, quiere decir que es un regalo gratis, y que usted no puede ganárselo por obras.
Cuarto: Dios produjo el regalo gratuito de la justificación. Los versículos 24 y 25 dicen que fue “mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre”. ¡Oh, cuan importante es ésta oración! Todos los esfuerzos seculares para lidiar con la miseria humana de la culpa son impotentes porque ignoran este hecho: La santidad de Dios y su justa gloria han sido desacreditadas, difamadas, y blasfemadas por nuestro pecado. ¡Es con un Dios Santo con quien tenemos que encarar nuestra culpa! Y no puede haber justificación, reconciliación, o limpieza de conciencia, a menos que la santidad de Dios sea honrada y la difamación de su justicia sea reparada. La urgencia de nuestro problema con la culpa no es que nos sintamos miserables, sino que el nombre de Dios ha sido blasfemado. Vivimos en una época con una opinión del potencial humano tan horrendamente inflada, y con una opinión de la santidad de Dios tan minúscula que apenas podemos entender cuál es el verdadero problema que tenemos con la culpa. El verdadero problema no es: ¿Cómo puede ser Dios amoroso, y sin embargo condenar a personas con pecados tan pequeños? El verdadero problema es: ¿Cómo puede ser Dios justo, si absuelve a personas tan miserables como nosotros? No puede existir un remedio duradero para la culpa que no trate con la justa indignación de Dios contra el pecado.
Es por eso que tiene que haber un sacrificio. Y no cualquier sacrificio, ¡Sino el sacrificio del Hijo de Dios! Nadie más, ni ningún otro acto, podría reparar la difamación hecha a la gloria de Dios por nuestros pecados. Pero cuando Jesús murió por la gloria del Padre, se hizo la satisfacción. La gloria fue restaurada. La justicia fue demostrada. De allí en adelante está claro que cuando Dios, por gracia, justifica gratuitamente a los impíos (Romanos 4:5), no está siendo indiferente a las demandas de la justicia. Todo está basado en la gran transacción entre el Padre y el Hijo en la mañana del Viernes Santo en el Calvario. Ningún otro evangelio puede eliminar nuestra culpa porque ningún otro evangelio se corresponde a las proporciones cósmicas de nuestro pecado en relación a Dios.
La quinta: y última observación es que ahora a este regalo gratuito de la justificación comprada por Jesús en la cruz, solo llegan a aquellos que confían en él. Después que Pablo dijo en el versículo 21 que Dios había manifestado su justicia aparte de la ley, define esa justicia en el versículo 22 como “a justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”. (cf. Filipenses 3:9), luego, en el versículo 25 dice que Cristo es una expiación (o propiciación) “por medio de la fe”o “que se recibe por la fe.” Finalmente dice en el versículo 26 que Dios “justifica al que es de la fe de Jesús”. De modo que la enseñanza de la Palabra de Dios está clara y éste es el evangelio: Cualquiera que confíe en Jesús para justificación la tendrá gratuitamente.
Esto es a la vez lo más difícil y lo más fácil de hacer para un humano. Es difícil porque significa reconocer en su corazón que es culpable ante Dios y que no hay nada que pueda hacer para resolver el problema. A los seres humanos no les gusta pensar así de sí mismos. Y así el potencial humano tiene un despertar y el verdadero problema con la culpa sigue sin resolverse para la mayoría de las personas. La fe salvadora que es en Jesucristo es difícil porque nace de la desesperación, y lejos de la gracia de Dios los humanos odian admitir que están desesperados.
Pero, por otro lado, ¿qué podría ser más fácil que la fe? No requiere una fuerza extraordinaria, o una belleza extraordinaria, ni una inteligencia extraordinaria. Nadie tendrá como excusa en el día del juicio que el camino para la salvación era muy difícil. Dios simplemente dirá: ‘Teníais que volveros y haceros como niños (Mateo 18:3), y confiar en mí para que te cuidara. ¿Era tan difícil? ¿Era tan difícil inclinarse hacia mí, descansar en mis promesas, y tener en cuenta la obra que Jesús realizó? ¿Era tan difícil aceptar un regalo gratis? ¿Apreciar la perla del perdón? ¿Amar al salvador que murió por ti?’ ¡Es gratis! ¡Es gratis! ¡Es gratis! ¡Confiesa tu necesidad y descansa en él!
Y ahora, concluyendo, permítanme resumir estas cinco observaciones. Y recuerden que vienen de un apóstol de Jesús Cristo que vio al Señor, y que fue encomendado por el Señor para revelar los misterios de Dios (Efesios 3:3-5). Estas no son fábulas ingeniosamente ideadas. Son verdades que tienen sus raíces en la historia y que vienen del Jesús resucitado y confirmado por Dios. Primera, todos los seres humanos están personalmente bajo el juicio de Dios por su pecado (v.19). Segunda, la culpa resultante del hombre y la justa indignación de Dios no se puede reparar por las obras de la ley (v.20). Tercera, Dios, en su propia iniciativa, desarrolló nuestra justificación mediante la gracia y la ofrece como un regalo gratis (vv.21-24). Cuarta, esto lo hizo enviando a su Hijo, Jesús, a redimirnos mediante su muerte y para demostrar la justicia de Dios (vv.24-26). Quinta y última, este regalo que es la justificación, la eliminación de nuestra culpa y de la ira de Dios, llega solo a aquellos que confían en Jesús (vv. 22, 25, 26). Les insto en el nombre de Cristo, a que se reconcilien con Dios (2da a los Corintios 5:20). Apártense de todas las tácticas intelectuales, físicas, y religiosas que el mundo utiliza para evadir su culpa, y descansen en Jesús. Jesús es precioso porque solo él elimina nuestra culpa.