En el Foso de la Destrucción con un Rey
Salmos de verano
Mensaje del domingo por la noche
Uno de los grandes beneficios de leer los salmos es que nos muestran patrones de vida en los cuales lo divino se experimenta en cada época. Y al hacerlo, nos alienta saber que estamos hechos de la misma manera que los santos de antaño y nos guian para seguir el modelo divino hasta el final.
Uno de los modelos de vida que se repiten en los salmos es caer en el foso de la destrucción y volver a salir. La declaración que más me gusta proviene de la experiencia de David, que se encuentra en el Salmo 40. Solamente nos vamos a concentrar en los versículos 1-3, pero vamos a leer todo el Salmo para no perdernos ningún conocimiento que el contexto puede darnos.
Al Señor esperé pacientemente.
Y él se inclinó hacia mí y oyó mi clamor.
Me sacó del foso de la destrucción, del lodo cenagoso;
asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos.
Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios.
Muchos, al ver esto, temerán
y confiarán en el Señor.
Cuán bienaventurado es el hombre que ha puesto en el Señor su confianza,
y no se ha vuelto hacia los soberbios ni hacia los que caen en falsedad.
Muchas son, oh mi Señor, las maravillas que tú has hecho.
Y muchos tus designios para con nosotros.
Nadie hay que se compare contigo.
Si lo anunciara y hablara de ellos,
no podrían ser enumerados.
Sacrificio y ofrenda de cereal no has deseado.
Has abierto mis oídos.
Holocausto y ofrenda por el pecado no has requerido.
Entonces dije: “He aquí, vengo;
en el rollo del libro está escrito de mí;
Me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío;
Tu ley está dentro de mi corazón”.
He proclamado buenas nuevas de justicia en la gran congregación.
He aquí, no refrenaré mis labios,
Oh Señor, Tú lo sabes.
No he escondido tu justicia dentro de mi corazón.
He proclamado tu fidelidad y tu salvación.
no he ocultado a la gran congregación tu
misericordia y tu fidelidad.
Tú, oh Señor, no retengas tu compasión de mí;
tu misericordia y tu fidelidad me guarden continuamente,
porque me rodean males sin número;
mis iniquidades me han alcanzado y no puedo ver;
son más numerosas que los cabellos de mi cabeza.
y el corazón me falla.
Ten a bien, oh Señor, libertarme;
apresúrate, Señor, a socorrerme.
Sean avergonzados y humillados a una
los que buscan mi vida para destruirla;
sean vueltos atrás y cubiertos de ignominia
los que se complacen en mi mal.
Queden atónitos a causa de su vergüenza
los que me dicen: ¡Ajá, ajá!
Regocíjense y alégrense en ti todos los que te buscan.
Que digan continuamente:
¡Engrandecido sea el Señor!
los que aman tu salvación.
Porque estoy afligido y necesitado
el Señor me tiene en cuenta.
Tu eres mi socorro y mi libertador;
Dios mío no te tardes.
Los versículos 1-3 muestran un modelo de vida, parte, al menos, de lo que todos los cristianos conocen de manera directa. Sin embargo, esta noche mi objetivo es que todos podamos seguir por completo la totalidad del modelo hasta su fascinante conclusión. David nos conduce a través de seis etapas de su experiencia y quiero que lo sigamos atentamente. Primera, está en un pozo cenagoso; segunda, le implora ayuda a Dios; tercera, él espera al Señor; cuarta, Dios lo saca de esa profundidad a la salvación; quinta, Dios le da a David un nuevo cántico para cantar (probablemente el que estamos leyendo); sexta, muchos otros confían en Dios cuando ven este modelo de vida. El pozo del rey, el clamor del rey, la paciencia del rey, el rescate del rey, el canto del rey y la influencia del rey. Éste es el Rey David, un hombre elegido por Dios. Veamos si podemos hacer que su modelo sea parte de nuestras vidas.
David está en el Foso de la Destrucción
Primero, el rey está en el foso de la destrucción (v. 2) ¿Qué significa esta experiencia? ¿Qué se supone que sintamos con respecto al rey, cuando leemos que es como estar atrapado en una fosa desolada y en el lodo cenagoso? Busqué esta palabra traducida como “destrucción” en la Nueva Biblia Norteamericana Estándar, “horrible” en la Biblia de King James y “desolado” en la Versión Revisada Estándar. Descubrí que se refiere a algún lugar ardiente o tumultuoso, como olas de tormento. Si consideramos que el significado usual de “foso” es un pozo o cisterna, lo que uno se imagina resulta impresionante. Es como si David se hubiera caído en un pozo profundo y oscuro y zambullido, no en una piscina cálida y limpia sino en una tormenta rugiente, como el huracán Allen, donde solo hay oscuridad y estás bajo tierra.
Junto a esa imagen, está la de la ciénaga y el lodo. Las dos no parecen combinar. Pero, no se olviden que se supone que estas imágenes nos van a hacer sentir lo que David estaba sintiendo. No son fotografías. Leer lo que el Rey Sedequías le hizo a Jeremías, cuando quiso deshacerse de él, me ayudó a imaginarme este lodo. En Jeremías 38:6 (LBLA) dice: “Tomando ellos a Jeremías, lo echaron en la cisterna de Malaquías, hijo del rey, que había en el patio de la guardia, y bajaron a Jeremías con cuerdas. En la cisterna no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo”. Hay otro momento en el que David escribió sobre una experiencia similar a la del Salmo 40, y también allí combinó las imágenes del lodo y la inundación. El Salmo 69:1-2 dice: “Sálvame, oh Dios, porque las aguas me han llegado hasta el alma. Me he hundido en el cieno profundo y no hay donde hacer pie; he llegado a lo profundo de las aguas y la corriente me anega”.
Así que quizás, lo que nos tenemos que imaginar es que caemos en un pozo y nos hundimos en el fango, en el fondo, que cada vez que intentamos levantar el pie, nos hundimos más profundamente, y luego, repentinamente, llegan aguas tumultuosas que emergen de alguna parte y nos llevan de prisa a la oscuridad. Entonces aparece una sensación de impotencia y desesperación, y de pronto, el aire, simplemente el aire, vale un millón de dólares, vale más que todos los automóviles de Michigan y que todas las cabañas de Minnesota. Impotencia, desesperación, aparente desesperanza, el punto álgido de un hombre de negocios agobiado, los límites de exasperación de una madre de tres hijos que lloran constantemente, las expectativas imposibles de demasiadas clases en la escuela, el estrés destructor de una enfermedad prolongada, el ataque inminente de un enemigo poderoso. Es bueno que no sepamos cuál fue la experiencia. Nos hace más fácil vernos en el foso de la destrucción con el rey. Todo lo que causa una sensación de impotencia, desesperación y que amenaza con arruinar la vida o quitarla – eso es el foso del rey.
David le Implora al Señor
Ahora, el clamor del rey (v.1):“Al Señor esperé pacientemente, Él se inclinó hacia mí y oyó mi clamor”. Una de las razones por la que Dios amó tanto a David era porque él lloraba mucho. Salmo 6:6: “Cansado estoy de mis gemidos; todas las noches inundo de llanto mi lecho, con mis lágrimas riego mi cama”. Salmo 56:8: “Pon mis lágrimas en tu vasija; ¿acaso no están en tu libro?" Ciertamente, lo están, porque “bienaventurados los que lloran”. Es algo hermoso cuando un hombre quebrantado le implora sinceramente a Dios. No como el atleta que tiene un calambre cuando está nadando, pero lucha para alcanzar la costa sin ayuda para que no parezca que es débil, sino como el pequeño niño que deambula demasiado lejos del césped, empieza a sentir miedo y clama inmediatamente: “¡Papi!¡Papi!” Dios ama responder las plegarias cándidas.
Pero, asegúrense de implorar a Dios y por Dios, no al hombre. Noten a la conclusión que llega David en el versículo 4: “Cuán bienaventurado es el hombre que ha puesto en el Señor su confianza y no se ha vuelto a los soberbios” Algunos están dispuestos a decir que necesitan ayuda, pero que la van a buscar en cualquier lado menos en el Señor. A Dios le desagrada esa clase de conducta. Un buen ejemplo es el Rey Asa. Dios lo castigó por confiar en Siria como aliado en vez de confiar en Dios. Pero Asa se negó a aprender la lección y, al final de su vida, dice 2 Crónicas 16:12: “En el año treinta y nueve de su reinado, Asa se enfermó de los pies. Su enfermedad era grave, pero aún en su enfermedad no buscó al Señor, sino a los médicos”. Lo importante aquí no es que los doctores no son buenos, sino que no está bien poner al doctor en el lugar de Dios . . . pensar que solo con él se puede sanar. Cualquier beneficio que se origina a través de los médicos proviene del Señor y por lo tanto hay que pedirle su ayuda. Salmo 118: 8-9: “Es mejor refugiarse en el Señor que en el hombre. Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en príncipes”. O como dice uno de mis pasajes favoritos: “No confíes en príncipes ni en hijo de hombre, en quien no hay salvación. Su espíritu exhala, él vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos. Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el Señor, su Dios” (Salmo 146:3-5). Por consiguiente, cuando uno está en el foso de la destrucción, no implora precisamente a cualquiera, sino a Dios.
David Espera al Señor
Y después – depués viene una parte muy importante del modelo – esperar. Versículo 1: “Esperé al Señor pacientemente”. O más literalmente, esperé atentamente al Señor. La razón por la cual es tan importante que entendamos esto es que nos protege de la incredulidad, cuando la ayuda de Dios parece que tarda en llegar. No podemos inferir una fecha límite para Dios. Él decide cuando apresurarse o retrasarse.
Él sabe cuál es el tiempo de la alegría y verdaderamente
Lo va a mandar cuando Él lo decida.
Cuando Él te haya purificado debidamente
Y te haya encontrado libre de toda mentira.
Esperar al Señor es una parte importante de la vida cristiana. Al menos, hay dos elementos esenciales en la manera que debemos esperar con el rey: humildad y esperanza. Volvamos a ver el Salmo 37:9: “Los malhechores serán exterminados, mas los que esperan en el Señor poseerán la tierra”. Luego, en el versículo 11, se repite la misma promesa, pero en el lugar de aquellos que esperan están los sumisos o los humildes:”Mas los humildes poseerán la tierra y se deleitarán en abundante prosperidad”. Los que esperan son humildes.
¿Han estado alguna vez en una numerosa sala de espera de un consultorio médico, cuando el doctor está retrasado regresando de algún llamado y se amontonan los pacientes? ¿Quiénes son los que se ponen agresivos con la recepcionista y se quejan a todos? No son los sumisos ni los humildes. Las personas humildes pueden esperar. No son tan presuntuosos con respecto a sus derechos. Lo mismo sucede cuando esperamos a Cristo. Cuando no esperamos pacientemente, simplemente mostramos cuán desesperadamente necesitamos el castigo de su demora.
En segundo lugar, los que esperan pacientemente tienen esperanza en Dios. Salmo 39:7: “¿Y ahora, Señor, qué espero? En ti está mi esperanza”. Salmo 130:5: “Espero en el Señor; en Él espera mi alma y en su palabra tengo esperanza”. El alma del que espera a Dios no es indiferente. No es como una veleta que apunta aquí y allá. Sino que es como un animal hambriento forcejeando por su comida, deseando su comida: “Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente” (Salmos 42:1-2). Los que esperan como David ansían el momento en el que Dios llegará y tienen esperanza en Él. ¿Cuándo vendrá? A su debido momento. Esto es todo lo que podemos saber. Y es suficiente.
El Señor Libera a David
Cuando Él venga nos va a sacar del pozo. Versículo 2: “Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso, asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos”. Hay un mundo de diferencia entre arenas movedizas y roca. Cuando llega, Dios nos saca de una sensación de desesperación a una sensación de seguridad. En el foso no nos habíamos olvidado de Dios, pero el sentido que teníamos de su presencia y consuelo no estaba tan vivo como cuando nos rescata. En realidad, la esencia del rescate es el restablecimiento de ese fuerte sentimiento de la cercanía y la ayuda de Dios.
Para David, el rescate puede haber sido también la curación de alguna enfermedad. Ese era el caso en el Salmo 30:2: “Oh Señor mío, a ti te pedí auxilio y me sanaste”. O puede haber significado liberarse de sus enemigos como en el Salmo 69: “Sálvame Señor. . . más que los cabellos de mi cabeza son los que sin causa me aborrecen, poderosos son los que quieren destruirme”. O también puede haber sido la liberación de la culpa opresiva del pecado que había cometido, como dice el Salmo 51: “Ten piedad de mí, oh Señor. . . lávame por completo de mi maldad y límpiame de mi pecado”.
El Señor le da a David un Cántico Nuevo para Cantar
Dios puede liberar de toda clase de fosos y fango y liberará a sus servidores de cualquier conflicto que destruya su fe. Y cuando lo haga vamos a cantar. Versículo 3: “Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a Nuestro Señor”. Las personas que nunca cantan, al menos en su corazón, son personas que no aprecian nada profundamente, o no sienten intensa gratitud por algo. Son la clase de personas que toman todo por sentado en la vida. Nunca se elevan con una sensación de regocijo en sus corazones.
Todos nosotros somos atraídos a esa condición a causa de nuestra naturaleza pecadora. Y una de las formas en las que Dios nos mantiene alertas es dejándonos caer en el foso de la destrucción, manteniéndonos allí por un tiempo para luego sacarnos al aire fresco de su gracia otra vez. ¿Conocen alguna otra manera para que alguien le dé importancia al aire, aparte de la de dejarlo casi sofocarse y luego que vuelva a respirar?
Una vez, estaba nadando en el fondo de una piscina, alrededor de los 3 metros de profundidad, cuando mi dedo se atascó en la rejilla. En cuestión de segundos el aire era casi todo lo que me preocupaba. Estuve treinta segundos más aproximadamente e imploré a Dios y Él soltó mi dedo y me llevó a la plataforma de concreto y puso en mi boca un canto nuevo, un himno al aire, aire valioso, aire dulce, aire invalorable, y a Dios.
Esta es la clase de amor que Dios quiere que tengamos por Él. Y si debe, lo va a conseguir ocultándose por un tiempo, hasta que tengamos ansias de Él, como las tiene del aire un muchacho que está ahogándose. Y cuando se presente nuevamente, y aparezcamos con la respiración entrecortada ante Él, cantaremos como nunca antes. Todas las canciones viejas serán nuevas. Y si no son adecuadas escribiremos nuestras propias canciones.
La iglesia no debe cantar solamente las canciones de los santos de antaño. Tiene que haber canciones nuevas y deben venir de ustedes, porque Dios las ha puesto en sus bocas. Qué emerjan todos los poetas de la iglesia Bautista Bethlehem. Hagamos un libro. Lo llamaremos Modelos de Alabanza. ¡Qué alguien empiece la colección!
Otros Ven y se Salvan
Quién sabe cuántas personas podrían ver, temer y confiar en el Señor. Ese es el final del versículo 3 y el paso final del modelo de vida que se describe en estos tres versículos. ¿No es extraordinario que cuando Dios nos libere del pozo y ponga en nuestras bocas un nuevo canto, su objetivo no sea solo para nuestro beneficio, sino también para el beneficio de otros a través nuestro? Nunca consideremos nuestra canción como el lugar más alto de la misericordia de Dios. Dios pretende que hagamos entrar a otros en el reino con nuestro canto. ¿Cómo sucede esto?
Ellos ven, temen y confían en Dios. ¿Qué ven? Ven a una persona, diferente a la naturaleza humana, que era humilde en su sufrimiento, que nunca dejó de confiar en Dios, que contó con Dios y que cuando fue liberado glorificó a Dios. Ellos ven algo verdadero, genuino, auténtico, algo que parece ser verdadero en el corazón humano. Y cuando aquel que es no creyente comienza a convencerse de que hay verdad y realidad en la vida de los piadosos, comienza a temer, a temer las implicaciones de su incredulidad. Si Dios es tan verdadero y se puede depender de su ayuda si pones en Él tu esperanza, probablemente los que lo ignoran y ponen su esperanza en toda clase de cosas están en problemas (cf. Filip.1:28). Y por la gracia de Dios muchos harán el movimiento final y confiarán en el Señor. La música de los santos rescatados es un maravilloso medio de evangelismo.
¡Qué sorpresa! Toda la historia resulta ser una lección de evangelismo personal. ¿Cómo vamos a ganar a otros para Cristo? Cuando estés en el foso de la destrucción con el rey, implora al Señor como un niño indefenso; luego espera al Señor pacientemente y con humildad; y cuando Él venga, a su debido tiempo, y te haga sentir seguro, entonces canta un nuevo canto a su gracia para que la gente pueda ver, temer y confiar en el Señor.