La ira de Dios: "Mía es la venganza, Yo pagaré," dice el Señor
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 20Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Aquí en el versículo 19 tenemos la frase “ira de Dios”, “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. La vez pasada nos enfocamos en la psicología de este versículo, y en como nos liberaba de la carga de tener que tomar la justicia por nuestras manos. Nos enfocamos en las implicaciones de la palabra “porque” en el versículo 19: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. Ya que Dios va a tomar su causa y velar que se haga justicia, usted puede deponer el deseo de venganza. No tiene que cargar la ira, ni la amargura, ni el resentimiento, ni la venganza. Es más, usted no sería capaz. Jesús advirtió que un corazón no perdonador, al final, le destruirá (Mateo 6:15; 18:35).
La Realidad de la Ira de Dios.
Pero hoy quiero que nos enfoquemos, no en la psicología del versículo, sino en la divina realidad que hace que la psicología funcione. Es decir, en la realidad de la ira de Dios. Pablo dice en el versículo 19, “dejad lugar a la ira de Dios”. Entonces la ira de Dios es definida más adelante como la venganza de Dios, “Mía es la venganza”. De modo que la ira está relacionada con la respuesta de Dios a algo que merece venganza. Y entonces dice, “yo pagaré”. Así que la ira de Dios es tratada como pago al hombre por algo que éste ha hecho.
Así, tomando este versículo solo, podríamos aventurarnos a definir la ira de Dios así: La ira de Dios es el enojo estable de Dios hacia el pecado, expresado en la retribución de una apropiada venganza sobre el culpable de pecado.
Cuatro Características de la Ira Final de Dios
La razón por la que utilizo la palabra enojo para definir parte de lo que es la ira, es que las dos palabras (orge y thumos) son utilizadas en la Biblia más de cien veces una al lado de la otra. Algunas de esas veces son tan paralelas que difícilmente se pueden distinguir. Por ejemplo, Salmo 6:1, “Jehová, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues con tu ira.” Salmo 90:7, “Porque con tu furor somos consumidos, Y con tu ira somos turbados”. Oseas 13.11 “Te di rey en mi furor, y te lo quité en mi ira”. Romanos 2:8, “pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia.”
Cuando usted trata de distinguir estas palabras lo más cercano que consigue es algo como esto, de A.T. Robertson: El enojo de Dios (Thumos) es su furia vehemente o su cólera hirviente. Su ira (Orge) es su indignación ajustadora de cuentas o su enojo ajustador de cuentas. En otras palabras, en el enojo de Dios el énfasis recae sobre la intensidad emocional e hirviente de la misma. Y en la ira de Dios el énfasis recae sobre la dirección y el enfoque controlado, establecido, y considerado de su aplicación. Pero no nos atrevemos a establecer grandes diferencias entre ellas. El enojo de Dios nunca deja de ser controlado por su sabiduría y su honradez; y su ira nunca es fría o indiferente, sino que siempre es más que un perfecto decreto judicial porque siempre está llena de una furia justa y apropiada.
Y después vemos, a partir de las palabras “pagaré” y “venganza”, que la ira de Dios es su repuesta al pecado. Dios no toma venganza sobre el inocente. Cuando Él paga con venganza, sabemos que ha habido pecado, hay algo que retribuir. Y ya que Él es meticulosamente justo esa retribución será una venganza apropiada, una venganza adecuada. No será no más ni menos de lo que demanda su perfecta justicia. Así que aquí está otra vez la definición: La ira de Dios es el enojo estable de Dios hacia el pecado, expresado en la retribución de una apropiada venganza sobre el culpable de pecado.
¿Entonces qué debemos de decir acerca de esta ira? Quizás dentro de las limitaciones de un mensaje podamos tomar nota de cuatro cosas. Si nos enfocamos en la ira de Dios que cae sobre los seres humanos en el juicio final, podemos decir al menos cuatro cosas acerca de ella: 1) Será eterna, sin final. 2) Será terrible, sufrimiento indescriptible. 3) Será merecida, totalmente justa y correcta. 4) Habría sido evadible, mediante la vindicadora muerte de Cristo, si nos hubiéramos refugiado en Él.
1. La ira final de Dios es eterna, no tiene final.
En Daniel 12:2 Dios promete que se está acercando el día en el cual “ muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”.
Jesús habló de la eternidad de la ira de Dios en numerosas maneras. Considere tres, en Marcos 9:43-48, Él dice,
Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, 44donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 45Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, 46donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 47Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, 48donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
De modo que dos veces Él llama al fuego del infierno “que no puede ser apagado”. O sea, ellos nunca saldrán. El objetivo de eso es decir sobria y terriblemente, que si usted va allá, no habrá alivio nunca jamás.
La segunda a considerar, en Marcos 3:29 Jesús dice, “pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno”. Esta es una declaración sorprendente que descarta todos aquellos pensamientos de universalismo que dicen, aun si existiere un infierno, un día se vaciará después que las personas hayan sufrido lo suficiente. No, eso no es lo que dijo Jesús. Él dijo que hay pecado para el cual nunca habrá perdón. Hay personas que nunca serán salvas. Están perdidas eternamente.
La tercera, en Mateo 25, contó la parábola del pastor de ovejas y cabritos para ilustrar como será cuando Jesús regrese a salvar a su pueblo y a castigar a los incrédulos. En el versículo 41 dice, “Entonces [el Rey] dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Y para dejar claro como el agua, que eterno significa para siempre, dice otra vez en el versículo 46, “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”. Así que el castigo es eterno en la misma manera en que lo es la vida eterna. Ambos significan: sin fin, perpetuo. Es casi un pensamiento incomprensible. Oh, permita que esto le impresione. Jesús no tenía la intención de hablar así en vano.
Después de la enseñanza de Jesús, el apóstol Pablo describe la eternidad de la ira de Dios de esta manera en 2 Tesalonicenses 1:7-9:
...cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; 9los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder.
Destrucción no quiere decir exterminio o aniquilación, tanto como que la destrucción del ejército enemigo quiere decir que el soldado derrotado no existe más. Significa que son deshechos. Son derrotados. Son despojados de todo lo que hace a la vida placentera. Son hechos miserables para siempre.
Finalmente, el gran apóstol del amor, el apóstol Juan, que nos da las dulces palabras de Juan 3:16, utiliza el lenguaje más fuerte para la eterna duración de la ira de Dios: “y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche” (Apocalipsis 14:11). Y Apocalipsis 19:3, “Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos”. Estas son las frases más fuertes para describir la eternidad que los escritores bíblicos pudieron utilizar.
Así que lo primero que tenemos que decir acerca de la ira de Dios al final de los tiempos es que viene sobre aquellos que no abrazan a Cristo como su Salvador y Señor y que la misma es eterna, nunca terminará.
2. La ira final de Dios será terrible, sufrimiento indescriptible.
Considere algunas de las palabras que ilustran la ira de Dios en el Nuevo Testamento. Y mientras las considera recuerde la locura que es decir, ‘¿Pero no son esos solo símbolos? ¿No es el fuego del infierno sólo un símbolo?’ Digo cuidado con eso, porque eso no sirve a su propósito. Suponga que el fuego es un símbolo. ¿Las personas usan símbolos de horror porque la realidad es menos o más horrible que los símbolos? No conozco a nadie que utilice un lenguaje simbólico para verdades horribles cuando el lenguaje literal la haría sonar más horrible.
Las personas recurren a los símbolos de horror (o de belleza) porque la realidad que están tratando de describir es peor (o mejor) de lo que pueden poner con palabras. Si yo digo, ‘Mí esposa es el diamante de mi vida’. Yo no quiero que usted diga, ‘Oh, utilizó un símbolo de algo valioso; es solamente un símbolo. Así que su esposa no debe ser tan valiosa como un diamante”. No, yo utilicé el símbolo de la joya más valiosa en la que pude pensar porque mí esposa tiene mucho más valor que las joyas. Los símbolos honestos no se usan porque vayan más allá de la realidad, sino porque la realidad va más allá de las palabras.
Así que cuando la Biblia habla del fuego del infierno, pobres de nosotros si decimos, ‘Es solamente un símbolo’. De ser esto un símbolo, quiere decir que la realidad es peor que el fuego, no mejor. La palabra “fuego” no es utilizada para hacer que lo fácil parezca terrible, sino para hacer que lo extremadamente terrible suene como lo que realmente es.
Eso dijo Jesús en Mateo 13:41-42, “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, 42y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (vea el versículo 49). Entonces agrega al menos tres imágenes más de la ira de Dios, además de la del fuego.
- La representa como el regreso de un Señor que encuentra a su siervo desobedeciendo sus mandamientos: “Y le cortará por medio, y pondrá su parte con los hipócritas: allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 24:51) . La ira de Dios es como cortar a alguien en pedazos.
- Después la representa como una oscuridad: “mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mateo 8:12). La ira de Dios es como estar totalmente ciego para siempre.
- Finalmente él cita a Isaías 66:24 y dice, “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:48). En Isaías 66:24 Dios dice, “Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre”.
En Apocalipsis 6:15-16, el apóstol Juan agrega que la ira de Dios -es más, la ira de Jesús- será tan terrible, que toda clase de ser humano clamará a las rocas para que los aplasten, antes que enfrentar la ira de Dios:
Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; 16y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero.
La postrera imagen de horror que mencionaré es la última de la Biblia, es decir, el lago de fuego. En Apocalipsis 20:14 este lago es llamado “muerte segunda”: “Y la muerte y el Hades fueron l anzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.” Apocalipsis 2:11 dice que aquellos que vencieren--o sea, los que creen en Jesús--“no sufrirá daño de la segunda muerte”, implicando, que aquellos que no creyesen, si la sufrirán. Apocalipsis 20:15 lo hace explícito: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. Entonces el versículo 10 agrega, “y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos."
Por lo tanto, considero que decir, ‘La ira de Dios será un terrible e indescriptible sufrimiento’, es una expresión escasa. Y así, juntando la primera con la segunda verdad: Esta terrible, indescriptible y dolorosa ira durará para siempre. No habrá escape. Hoy es el día de la salvación. Hoy es el día de la paciencia de Dios. Después que usted muera, no habrá oferta de salvación, ni modo de obtenerla.
3. La ira final de Dios será merecida--totalmente justa y correcta.
Pablo trabajó afanosamente para mostrar esto en la primera parte de esta carta a los Romanos. Permítanme recordarles como él lo dijo: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18). La ira de Dios no viene sin justificación. Es merecida. Porque la verdad de Dios es conocida (Romanos 1.19-20). Y dicha verdad es suprimida, y los frutos son impiedad e injusticia. Y sobre eso, viene la ira (Efesios 5:6; Colosenses 3:6).
Dice esto aun más explícitamente en Romanos 2:5, “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”. Nosotros somos responsables. Estamos atesorando ira con cada acto de indiferencia hacia Cristo. Con cada preferencia por cualquier cosa por encima de Dios. Con cada vacilación de nuestro afecto por el pecado y con cada segundo que se enturbia nuestro afecto por Dios.
Entonces lo dice una vez más en Romanos 3:5-6. “Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) 6En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?” Para el apóstol inspirado nada estaba más claro que el hecho de que Dios es justo y que juzgará al mundo con una terrible ira.
Y para que usted no piense que su pecado no merece esta clase de ira, considere estas cuatro razones:
- Fue sólo un pecado el que llevó al mundo entero bajo el juicio de Dios, y trajo la muerte sobre todas las personas (Génesis 2:17; Romanos 5:12). Y usted no ha cometido solamente un pecado, sino decenas de miles de pecados.
- Considere Santiago 2:10, “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. Usted No solamente ha pecado decenas de miles de veces, sino que cada pecado lleva en sí el rompimiento completo de la ley de Dios.
- Considere Gálatas 3:10, “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. La ira de la maldición de Dios cae sobre nosotros por no obedecer todo lo que está ordenado. Una falla y la maldición cae.
- Considere que cualquier ofensa y cualquier deshonor a un Dios infinitamente honorable e infinitamente valioso, es una ofensa infinita y un deshonor infinito. Por tanto, un castigo infinito es merecido.
Lo que deja un último punto que señalar. Y Oh, ¡Cuán crucial es! ¡Cuán preciado es! ¡Cuan infinitamente hermoso es!
4. Al final de la era, cuando la completa ira final de Dios sea derramada, habrá sido evitable.
Eso quiere decir que es evitable ahora. Usted no tiene que pasar la eternidad bajo la ira de Dios si recibe al Hijo de Dios como su Salvador, Señor, y Tesoro. ¿Por qué es eso? ¿Cómo puede ser eso? Porque de tal manera amó Dios al mundo que envió a su propio Hijo, infinitamente valioso, para que absorbiese la infinita ira de Dios contra todo el que se refugiase en Él. Escuche con tembloroso asombro, gratitud, y fe a esta preciosa declaración de Gálatas 3:13, “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero).”
Cristo cargó la maldición de la ira de Dios por todo aquel que viene a Él, por todo aquel que cree en Él, y por todo aquel que se regocija en el refugio de su sangre y de su honradez. Venid. Venid. Él es infinitamente valioso.