La palabra de Dios permanece: no todos Israel es Israel, parte 1
"Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; 7 ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que por Isaac será llamada tu descendencia. 8 Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes. 9 Porque esta es una palabra de promesa: Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo. 10 Y no sólo esto, sino que también Rebeca, cuando concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac 11 (porque aún cuando los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama), 12 se le dijo a ella: El mayor servirá al menor. 13 Tal como está escrito: A Jacob ame, pero a Esaú aborrecí”.
Para comprender Romanos 9 debemos mantener siempre en nuestra mente la línea de pensamiento de Pablo. En los versículos del 1-5 expresa el dolor que siente por la pérdida de sus parientes, el pueblo judío. En el versículo 3 dice, “Tal como está escrito: A Jacob ame, pero a Esaú aborrecí”. Y en los versículos 4-5 el énfasis no recae en que los israelitas sean parientes de Pablo sino que lo son de Dios. Dice, “que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos”. De modo que el conflicto en los versículos del 1-5 no es solamente una crisis personal de Pablo, es una crisis teológica para todos nosotros cuya eternidad pende de la fidelidad de Dios. El conflicto creado en los versículos del 1-5 consiste en que Israel es el pueblo elegido, el de los pactos con Dios, y que muchos de ellos están malditos y separados de Cristo y de la salvación ¿Se ha mantenido Dios fiel a sus promesas? Sino es así, ¿en qué pondremos nuestras esperanzas?
El Conflicto: ¿Si Dios No Cumple Sus Promesas a Israel, Se Las Cumplirá a Ustedes?
Cada semana debemos mantener en mente que este es el conflicto con que Pablo está lidiando en Romanos 9:1-23. Israel es el pueblo escogido de Dios y la mayoría de ellos están pereciendo, están separados del Salvador, Jesucristo. Y es una crisis para usted y no solo para los judíos, porque si las promesas que Dios hizo a Israel no son ciertas, entonces no hay motivo alguno para pensar que las promesas que nos ha hecho se mantendrán. La sólida seguridad de los elegidos de Dios en Romanos 8 (versículo 33: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica”), esta seguridad en que nos exaltamos, que está en el centro de nuestra fe, carece de valor si Dios resulta ser infiel al pueblo con que pactó ¿Si Dios no cumple sus promesas a Israel, nos cumplirá a nosotros las que nos ha hecho?
Este es el conflicto con la que Pablo está lidiando cuando comenzamos el texto de hoy. Pasaremos dos semanas en estos versículos porque Pablo utiliza dos ilustraciones para mostrar su punto de vista en este párrafo: una es la ilustración de Isaac como hijo de la promesa, y no Ismael (versículos 6-9); y la otra es la ilustración de Jacob como el hijo de la promesa, y no Esaú (versículos 10-13). Hoy veremos con los versículos 6-9, y con la ilustración del nacimiento de Isaac como hijo de la promesa, no como un hijo de la carne.
¿Es Cierto que la Palabra de Dios no ha Fallado?
El versículo 6 manifiesta la idea central de todo el capítulo. “Pero no es que la palabra de Dios haya fallado”. Ese es el argumento de Pablo contra el conflicto descrito en los versículos 1-5. Sí, es cierto que muchos en el pueblo del pacto son anatemas y separados de Cristo; y sí, es cierto que Dios escogió a Israel e hizo un pacto con él y le hizo promesas; pero no, no es cierto que la palabra de Dios haya fallado. Ese es el argumento de Pablo. Y hasta el momento es solamente eso: una afirmación.
Pero todo lo demás a través de este capítulo, y de hecho casi todo lo demás a través de los próximos tres capítulos, es un argumento o un respaldo para esta afirmación. Él no se limita a hacer la afirmación y dejarla en el aire. La hace y luego da razones para creerla. Mantenga por tanto en su mente, a medida que nos movemos a través de este capítulo, que aquí están hechas algunas de las declaraciones más claras y poderosas de la Biblia acerca de la elección incondicional y la soberanía de Dios en la salvación al servicio de la fidelidad de Dios a sus promesas. Pablo no lidia con una doctrina controversial en lo abstracto —como si solamente fuera importante conocer de ello— él aborda esta doctrina porque es necesaria para ayudarnos a comprender y a disfrutar de la fidelidad de Dios. En la mente de Pablo estas grandes doctrinas tienen una relación directa con la forma en que vivimos. Si no es su caso, usted debería volver a pensar qué es lo que modela sus respuestas y sus planes en la vida ¿Si no son las grandes verdades acerca de Dios? ¿Qué entonces?
¿Cómo puede Pablo decir que la palabra de Dios no ha fallado aún cuando muchos israelitas están malditos y separados de Cristo? Él expresa su respuesta tres veces en los versículos 6-9 y ofrece dos citas del Antiguo Testamento para apoyarla.
1. El Israel Étnico y el Verdadero Israel
Primero, en el versiculo 6b Pablo lo expresa, "Porque no todos los descendientes de Israel son Israel." En otras palabras, el argumento de Pablo es que las promesas de Dios siempre se mantienen firme para el verdadero Israel, el Israel espiritual, pero no todo el Israel étnico es el verdadero Israel. Esta es su primera afirmación en el argumento: “Porque no todos los descendientes de Israel son Israel”. La suposición es: existe un Israel verdadero; las promesas salvadoras de Dios le fueron hechas a él; y estas promesas nunca han fallado.
2. Todos los Descendientes de Abraham, y los Hijos de Abraham
Segundo, en el versículo 7 Pablo lo expresa un poco diferente, pero la idea es la misma: “ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham”. En otras palabras, aquí está haciendo distinción entre dos clases de “hijos” —todos forman parte de los descendientes de Abraham, y dentro de ese número hay un grupo más estrecho, a los que llama “hijos”, o pudiéramos decir, los verdaderos hijos ya que físicamente los otros también son hijos. La suposición es que las promesas de Dios se mantienen firmes para los verdaderos hijos de Abraham, pero no para todos los descendientes de Abraham. Y en el versículo 6 Pablo dice que no todos los que descienden de Israel son Israel, y en el 7 dice que no todos los descendientes de Abraham son hijos. Hay un Israel verdadero y unos hijos verdaderos. La Palabra de Dios no ha fallado, porque estaba dirigida al verdadero Israel, los hijos verdaderos, y La Palabra nunca le ha fallado a alguno de ellos.
3. Los Hijos de la Carne, y los Hijos de Dios
Tercero, en el versículo 8 Pablo manifiesta su argumento por tercera vez, en términos más generales, sin mencionar a Israel o a Abraham a fin de que veamos lo que implica fundamentalmente: “Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes”. Esto, lo repite, es la razón que demuestra que la palabra de Dios no ha fallado, porque las promesas de Dios no han fallado (aún cuando muchos israelitas según la carne, están malditos y separados de Cristo). Es debido a que las promesas son para los hijos de la promesa, los hijos de Dios, y no todos hijo de la carne de Israel son hijos de la promesa.
Cuando Pablo hace la distinción de “hijos de la carne” e “hijos de Dios” quiere decir que no todos los que son físicamente israelitas son “hijos de Dios”. Y esto significa que el término “hijo de Dios” no es un término simplemente étnico, o físico, o histórico. Este término tiene un sentido totalmente salvador, tal como en Romanos 8:16, 21 y Filipenses 2:15 (cf. Oseas 1:10). Donde Pablo dice que estos “hijos de Dios” son “hijos de la promesa”, se refiere a que tienen una posición espiritual no por sus lazos físicos, sino por la promesa efectiva de Dios. La promesa dio lugar a la posición.
¿Cuál es el apoyo en el Antiguo Testamento?
Ahora bien, es aquí donde debemos examinar la cita de apoyo que Pablo usa del Antiguo Testamento. Pero primero, recuerden que hemos visto tres afirmaciones diferentes de por qué Pablo dice que la Palabra de Dios a Israel no ha fallado.
- Versículo 6b: “Porque no todos los descendientes de Israel son Israel”.
- Versículo 7a: “ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham”.
- Versículo 8: “Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes”.
Es por esta razón que la palabra de Dios no ha fallado aún cuando tantos israelitas son anatemas y separados de Cristo. No eran verdaderos Israelitas. No eran verdaderos hijos de Abraham. Eran hijos de la carne, pero no hijos de la promesa, es decir, hijos de Dios.
Ahora bien, ¿en qué parte del Antiguo Testamento Pablo ve la idea de un pueblo dentro de otro? ¿En dónde encuentra la idea de que la promesa de Dios no es simplemente para todos los israelitas, sino para aquellos que son hijos de la promesa? ¿Y qué significa hijos de la promesa?
El Caso de Isaac e Ismael
Pablo ofrece dos ilustraciones en los versículos 6-9 (y otra en los versículos 10-13, que veremos la semana próxima). La primera está en el versículo 7. Después de decir: “ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham”, Pablo cita Génesis 21:12. “por Isaac será llamada tu descendencia”. Aquí está el contexto en el Antiguo Testamento, donde Dios le dice a Abraham que aunque tiene un hijo mayor, Ismael, éste no será el heredero de la promesa. En lugar de en Ismael “por Isaac será llamada tu descendencia” Pablo ve que por ser Ismael, físicamente un hijo de Abraham; ni siquiera por ser el mayor, era un heredero de la promesa hecha al pueblo del pacto.
Luego Pablo añade otra interpretación de Génesis 18:10 en el versículo 9. Después de decir en el versículo 8 que “los hijos de la promesa son considerados como descendientes [lo dice Dios]”, cita Génesis 18:10, “Porque esta es una palabra de promesa: Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo”. El contexto es tremendamente importante: Dios le ha prometido a Abraham que todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de él (Génesis 12:3) y que sus descendientes serían como las estrellas del cielo (Génesis 15:5). Pero Abraham no tenía descendencia y su esposa Sara era estéril ¿Cuál era la solución? La respuesta de Abraham debió haber sido: pondré mi confianza en Dios para el hijo de la promesa, confiaré en Dios que la propia promesa divina es suficientemente poderosa como para cumplirse. Pero en lugar de ello Abraham hizo lo que pudo por sus propios medios: utilizó a Agar, una doncella de Sara, como concubina y engendró un hijo llamado Ismael. Abraham ayudó a Dios a salir del aprieto. Y produjo lo que Pablo llamó “un hijo de la carne”. Él que había “nacido según la carne” (Gálatas 4:29). Es decir, su posición no se debía a nada más que a lo que el hombre podía hacer.
Abraham quería que Ismael fuera el heredero que Dios le había prometido. En Génesis 17:18 Abraham le dijo a Dios. “¡Ojalá que Ismael viva delante de ti!”. “Pero Dios dijo: No, sino que Sara, tu mujer, te dará un hijo, y le pondrás el nombre de Isaac”. Ese es el contexto de la cita de Pablo en Romanos 9:9. Dios promete: “Porque esta es una palabra de promesa: Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo”. Aquí pueden ver el propósito soberano de la palabra de Dios. Yo hago la promesa, dice el Señor. Y yo hago que se cumpla. Mis promesas no son predicciones que pueden cumplirse con la ayuda de ustedes. Mis promesas son declaraciones de lo que yo tengo la intención de hacer por medio de mi soberano poder. “Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo”. Sara estéril y entrado en años Abraham no podía tener un hijo de la carne, sino un hijo de la promesa.
Entonces, ¿qué es un hijo de la promesa (un hijo de Dios)? Un hijo de la promesa es un heredero de la gracia salvadora de Dios, no debido a su origen étnico o a su nacimiento físico, o, como veremos la semana que viene, debido a algún recurso humano. Sino debido a la soberana palabra de Dios. El nacimiento de Isaac es una ilustración espiritual, de cómo cada hijo de Dios llega a nacer, por la intervención decisiva de Dios. No por la mano de Abraham, ni de Isaac, ni de nosotros. Sino por mano de Dios.
La Respuesta al Conflicto
Entonces, ¿cuál es la respuesta al conflicto de los versículos 1-5?: ¿acaso por que muchos israelitas estén malditos y separados de Cristo, significa que la Palabra de Dios ha fallado? La respuesta es no. Y explica Pablo en tres ocasiones que la promesa de Dios cumple su propósito por sí misma, y su propósito es hacer para Dios un verdadero Israel. El Propósito de Dios nunca fue que todo israelita tuviera garantizada la salvación. La promesa era: Dios velará para que exista un verdadero Israel y para que sea salvo. Y hemos visto, y veremos de nuevo; que este Israel verdadero incluye a judíos y a gentiles.
La Aplicación para Hoy
¿Qué implica para nosotros?
Nos estamos acercando a la Cena del Señor; así que dejemos que esa sea la implicación. La forma en que Dios crea al verdadero Israel es, definitivamente enviando a su Hijo, Jesucristo, como la verdadera simiente de Abraham, el verdadero Hijo de David, y, en un sentido más profundo, como el mismo y verdadero Israel. Jesús cumplió todo lo que Israel estaba destinado a cumplir. Y Ahora todas las personas, judíos o gentiles, que creen en Cristo, están unidos a él y se vuelven parte de este verdadero Israel en Cristo.
La pregunta que usted se debe hacer en esta mañana, mientras nos acercamos a la mesa del Señor es: ¿Creo en Cristo Jesús como mi Salvador, y Señor, y Tesoro? ¿Estoy unido a él? ¿Me he convertido en Cristo en un hijo de la promesa, en un verdadero judío, en un hijo de Dios? Si es así, tome la cena del Señor y disfrute de la comunión con él. Si no, crea en él ahora. Amén.