El Pacto de Dios con Noé
Si pretenden construir una ruta de Minneapolis a alguna otra ciudad no van a comprar un derecho de paso, cortar árboles o cavar ni una pulgada de superficie hasta que sepan a qué ciudad va a llegar la ruta. El destino influye en todas sus decisiones desde el principio. Las cosas que hacen al principio tienen sentido por el objetivo al final. Si alguien les pregunta: “¿Por qué compras tierra de cultivo en Prior Lake? Ustedes contestan: “Porque estoy construyendo una ruta a Mankato no a Milaca”.
El futuro determina el pasado
Una de las doctrinas básicas del Cristianismo es que la historia es la autopista de Dios a un futuro designado. Dios mismo es la comisión estatal de autopista, el ingeniero jefe y el encargado principal del trabajo. La historia no es un sendero aleatorio que la gente sin brújula usa para cortar camino a la campiña. Es una autopista que conduce desde la creación a la consumación, diseñada por Dios, que dirige todo desde su punto de vista en el futuro. La historia va a llegar a algún lugar. Dios designó su objetivo antes de la fundación del mundo y bajo su providencia global todos los sucesos sirven a ese objetivo.
El salmista dice: “Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos”. (139:16, LBLA). Antes de que se levanten mañana para hacer su pequeña contribución a la autopista de la historia de Dios, Él ya ha escrito en su libro lo que ustedes van a lograr. Y cuando lo escribe no está adivinando. Según Isaías 46:9-10, Dios dice: “Yo soy Dios, y no hay otro; yo soy Dios, y no hay ninguno como yo, que declaro el fin desde el principio y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: 'Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré'”. Al principio de la historia, Dios vio el fin de la historia. Vio lo que pretendía hacer y sabía lo que tenía que hacerse para lograrlo y decretó que fuese: “¡Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré!” (Ver también Hechos 2:23; 4:28; Mateo 25:34; Efesios 1:4; Pedro 1:20; Revelación 13:8; 17:8).
En el sentido estricto de la palabra, entonces, Dios dirige la historia desde el futuro. Él está, por así decirlo, ya en el destino y guía a la cuadrilla de la ruta, para que su autopista llegue a Mankato, en vez de a Janesville o a Sleepy Eye. Esto significa que cuando quieran una explicación de algún acontecimiento histórico, no miren solo al pasado como la mayoría de los historiadores, también miren al futuro. Si la causa definitiva de las cosas es dirigir la historia desde el futuro, entonces la explicación definitiva de las cosas se encuentra en el futuro. Si la cuadrilla de la ruta construye una curva de gran amplitud hacia el este, la explicación definitiva puede ser que había un pantano adelante hacia el este.
El Nuevo Testamento explica los giros en el Antiguo
Si no creen en un Dios que está involucrado poderosamente en la historia, entonces la única explicación de los acontecimientos que buscarán son causas pasadas, no propósitos futuros. Pero, tan pronto como cuenten con el Dios de la Biblia, el mañana será siempre parte de la explicación del ahora.
Esto significa que cuando meditamos sobre los actos de Dios en el Antiguo Testamento, debemos incluir preguntas como: ¿Cómo este giro en la autopista del Antiguo Testamento conduce a los eventos decisivos del Nuevo Testamento, donde el Hijo de Dios se une a la cuadrilla de la autopista durante treinta años? Si Dios dirige la historia desde el futuro y si el advenimiento del Hijo de Dios en la historia es un anticipo del futuro, entonces las experiencias de Noé, Abraham, Moisés y David son todas preparaciones para el advenimiento de Cristo. Dios hizo un pacto con cada uno de estos santos; los pactos siempre contienen promesas: “Todas las promesas de Dios encuentran su Sí en Cristo” (2 Corintios 1:20). Por consiguiente, el advenimiento de Cristo era el futuro que guiaba a todas las obras de Dios en los tiempos del Antiguo Testamento.
El pacto de Noé preparó el camino para Cristo
Lo que quiero hacer en todos los domingos de Adviento es ver con ustedes todos los pactos de Dios con Noé, Abraham, Moisés y David, con la perspectiva de cómo estos prepararon el camino para Cristo. Y ruego que nuestra confianza en las habilidades de la planificación y dirección de Dios se refuerce.
Hoy vamos a ver el pacto de Dios con Noé. Recuerdo haber escuchado a John Hoeldtke decir una vez en un sermón sobre el diluvio: “¡Noé y su arca no es un cuentos para niños!”. Es una de las historias más aterradoras y trágicas de la ira de Dios en la Biblia. Gustave Dore, el artista francés, capta el espíritu de la historia en su ilustración de una enorme extensión de mar vacío con una sola roca que sobresale unos pocos metros por encima de las olas. Hay tres niños aterrorizados sobre la roca y hay una madre y un padre deslizándose en el mar tratando desesperadamente de poner a salvo a un cuarto pequeño bebé. Sobre la roca está sentado un tigre gigante. Están flotando cuerpos en el agua y por encima circundan los buitres exhaustos. Todo lo demás que podamos decir sobre esta historia no es lindo.
El triple mensaje del diluvio
El mensaje de esta historia es triple
- Primero, la crueldad del hombre es grande y su corazón está continuamente lleno de maldad.
- Segundo, la paciencia de Dios si que se termina y Él destruye a los pecadores que no se arrepienten en el juicio.
- Tercero, sin embargo Dios no depone su propósito al crear al hombre. Aún en el juicio, Dios no deja de construir su autopista. Su propósito será establecido y todo lo que quiere realizará: “Toda la tierra se llenará de la gloria del Señor” (Números 14:21). El juicio es real y horrible, pero no será la última palabra. La historia apunta a una solución desconocida.
1. El corazón humano es muy malvado
Veamos estas tres lecciones una por una. Primero, la historia del diluvio nos enseña que el corazón humano en su condición natural es muy malvado. De vez en cuando, el Antiguo Testamento hace pronunciamientos explícitos sobre la depravación humana. Por ejemplo, Salmo 51:5: “He aquí, yo nací en iniquidad y en pecado me concibió mi madre”. Pero, generalmente, la incorregible maldad del corazón humano simplemente está representada en su resultado. Después del pecado en Génesis 3, Adán le carga el muerto a Eva, Caín mata a su hermano; Lamec mata a un niño, comete bigamia y se jacta de eso; y cuando uno llega a Génesis 6:5, el escritor dice: “Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal”. Los versículos 11 y 12 muestran que esta maldad interior estaba desencadenándose en todos lados: “Y la tierra se había corrompido delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios a la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra”.
Por lo tanto, la primera lección del diluvio es la doctrina del pecado. El tiempo de Adviento no tiene sentido sin el pecado, porque Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores (1 Timoteo 2:5). El primer punto del diluvio es que somos pecadores y merecemos ser juzgados. Pero supongo que alguno podría decir: “Esa era la condición antes del diluvio. Pero eso ha sido purgado y nosotros somos descendientes del justo Noé, que no fue condenado”. Sin embargo, el escritor desarrolla tres obstáculos para ese punto de vista.
La condición del corazón del hombre no mejora después del diluvio
Primero, en 8:21, después del diluvio, Dios dijo en su corazón: “Nunca más volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque la intención del corazón del hombre es mala desde su juventud”. La evaluación de Dios sobre nuestra condición moral no mejora después del diluvio. No es tan ingenuo para creer que Noé y sus descendientes no tienen pecado.
Noé peca después del diluvio
De hecho, – y este es el segundo obstáculo, después del diluvio, Génesis 9:20-21 dice: “Entonces Noé comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña. Y bebió el vino y se embriagó, y se desnudó en medio de su tienda”. Y su propio pecado lleva a los pecados de su hijo. Así como el primer hombre después de la Creación marcó el camino de toda su posteridad, el primer hombre después del diluvio marcó el camino al pecado para toda su posteridad. Antes del diluvio y después del diluvio la naturaleza humana es corrupta.
Noé fue salvado por gracia
El tercer obstáculo al pensar que Noé empezó una nueva población libre de pecado es Génesis 6:8. La razón por la cual Noé fue perdonado fue porqué “halló gracia ante los ojos del Señor”. Noé no estaba libre de pecado, pero fue favorecido por Dios porque “él caminó con Dios” (6:9): estaba de acuerdo con Dios sobre la maldad de su pecado, lo rechazó y confió en la gracia de Dios. Se lo llama justo y perfecto en Génesis 6:9. Pero, en el Antiguo Testamento, perfecto no siempre significa libre de pecado. Un hombre es perfecto si no persiste en sus acciones culpables, si las odia, las rechaza y busca la misericordia de Dios (cf. Job 1:1). Tampoco justo significa libre de pecado. En el Antiguo Testamento, un hombre justo es un pecador que odia su pecado, lo rechaza, confía en Dios, que persigue la obediencia y disfruta de la aceptación por la gracia. (Ver Salmo 32:1-2, 10-11). Esto lo confirma Hebreos 11:7: “Por la fe Noé, siendo advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó un arca para la salvación de su casa, por la cual condenó al mundo, y llegó a ser heredero de la justicia que es según la fe”.
Noé no fue una excepción a la regla universal de la pecaminosidad. Había experimentado lo que el Antiguo Testamento llama la “circuncisión del corazón” (Deuteronomio 30:6) y lo que el Nuevo Testamento llama nuevo nacimiento (1 Pedro 1:2-3). Eso provocó el arrepentimiento y la fe. Por consiguiente, la doctrina del pecado es la primera lección de esta historia. Excepto el nuevo nacimiento y la fe, se puede decir de todas las mujeres, hombres y niños que "toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal" (6:5). Si esa doctrina es rechazada, el significado del diluvio se derrumba y el tiempo de adviento se convierte en el preludio de un bonito cuento de hadas.
2. La paciencia de Dios se termina
La segunda lección del diluvio es que la paciencia de Dios se termina y Él destruye a los pecadores que no se arrepienten. Según Génesis 6:7:"Y el Señor dijo: Borraré de la faz de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo, porque me pesa haberlos hecho". Luego en el versículo 13: "Entonces Dios dijo a Noé: He decidido poner fin a toda carne, porque la tierra está llena de violencia por causa de ellos; y he aquí, voy a destruirlos juntamente con la tierra". Y en el versículo 17 Dios dice: "yo traeré un diluvio sobre la tierra, para destruir toda carne en que hay aliento de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra perecerá". Luego después de estas tres afirmaciones impactantes de la intención de Dios viene el encabezado de Génesis 7:21 "El diluvio" - "Y pereció toda carne que se mueve sobre la tierra: aves, ganados, bestias, y todo lo que pulula sobre la tierra, y todo ser humano; todo aquello en cuya nariz había aliento de espíritu de vida, todo lo que había sobre la tierra firme, murió".
En cierto modo, este es un cuento para niños, porque sus lecciones son suficientemente simples como para que las entienda un niño. Dios odia el pecado y castiga a los pecadores que no se arrepienten. Cuando Jesús vino al mundo, enseñó lo mismo sobre el pecado, solo que hizo que el castigo sea eterno. Mateo 18:8:"Y si tu mano o tu pie te es ocasión de pecar, córtatelo y échalo de ti; te es mejor entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eterno". El diluvio de Dios y el Hijo de Dios enseñan la misma lección: Dios odia el pecado y castiga a los pecadores que no se arrepienten con un juicio atroz.
3. Dios no depuso sus propósitos para el hombre
Pero hay una tercera lección que proviene del diluvio, es decir, que a pesar de la pecaminosidad intolerable del hombre, Dios no depone su objetivo al crear al hombre. Dios creó al hombre a su imagen y tiene como objetivo llenar la tierra de la gloria de Dios reflejada en la fe y la justicia del hombre. Por consiguiente, Él preserva a un hombre justo y a su familia y le da el deber y la bendición de llenar la tierra nuevamente. Noten cómo Génesis 9:1 es la misma misión que se le da a Adán en 1:28: "Los bendijo Dios y les dijo: ´Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra´". En el versículo 7 el mandato se repite: "sed fecundos y multiplicaos; poblad en abundancia la tierra y multiplicaos en ella".
Dios está preparado para volver a empezar con un nuevo "Adán". Pero, esta vez el comienzo no es en el Paraíso. Por lo tanto, el nuevo "Adán" debe contar con tres amenazas contra él y su misión de llenar la tierra: la amenaza de los animales, del hombre y de Dios. Así que Dios hace tres provisiones especiales para proteger la vida del hombre en el mundo nuevo donde pronto el pecado y la corrupción abundarían.
Dios da nuevos derechos sobre los animales
Primero, Dios le da el hombre nuevos derechos sobre los animales para que no lo amenacen sino para que le sirvan incluso como alimento. Génesis 9:2-3: "El temor y el terror de vosotros estarán sobre todos los animales de la tierra, y sobre todas las aves del cielo, y en todo lo que se arrastra sobre el suelo, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y tiene vida os será para alimento: todo os lo doy como os di la hierba verde". Por lo tanto, Dios apoya al hombre en su misión para llenar la tierra con el conocimiento de su gloria al quitar la amenaza de animales: ahora el hombre tiene el derecho de intimidarlos y aún usarlos como alimento.
Dios toma precauciones para restringir el asesinato
Segundo, Dios, le da al hombre una porción de la prerrogativa divina de tomar la vida humana y así proteger a la sociedad contra el asesinato. La misión de llenar la tierra está amenazada tanto por el hombre como por los animales. De ahí los versículos 5-6: "Y ciertamente pediré cuenta de la sangre de vuestras vidas; de todo animal la demandaré. Y de todo hombre, del hermano de todo hombre demandaré la vida del hombre. El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo El al hombre". Antes del diluvio, Dios guardó para sí toda la prerrogativa de tomar la vida. Recordarán que Dios amenazó con vengar siete veces a cualquiera que matara a Caín, aunque Caín era un asesino (4:15). Pero, ahora Dios toma la provisión para que el asesinato sea al menos en parte controlado por el hombre. Hizo que el asesinato sea una ofensa capital.
El hombre es creado a imagen de Dios. El propósito de Dios es que la gente hecha a su imagen llene la tierra con su gloria. Por consiguiente, cuando un hombre presume terminar con el potencial de esa gloria, ataca a Dios de tal manera que su propia ejecución por medio de los hombres se convierte en una parte del propósito de Dios. Más adelante, Dios revela algunas de las implicaciones prácticas legales de esto (por ej. Romanos 13:1-6); pero aquí el punto es que Dios hizo una disposición especial para proteger su misión contra la amenaza de los hombres.
Dios Hizo un Pacto con Noé
Finalmente, hay una amenaza de Dios mismo. ¿Cómo la tierra se llenará de su gloria si su ira se desborda nuevamente en un diluvio contra el pecado? Para proteger al hombre de esta amenaza, Dios hace un pacto con Noé y sus hijos en Génesis 9:11: "Yo establezco mi pacto con vosotros, y nunca más volverá a ser exterminada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra". La misma promesa se manifiesta positivamente en Génesis 8:22: "Mientras la tierra permanezca, la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche, nunca cesarán". En otras palabras, les doy protección de los animales, les doy protección del hombre y en mi propia promesa del pacto les doy protección de mí. En vez de destruir, defenderé los procesos naturales del mundo de los que ustedes dependen para vivir. Mientras que el mundo exista, retendré el juicio universal de esta manera y preservaré el orden de la creación.
Estas son, entonces, las tres lecciones del diluvio:
- La crueldad del hombre es muy grande y su corazón continuamente está lleno de maldad.
- Dios odia el pecado. La paciencia de Dios tiene un final y destruye a los pecadores que no se arrepienten.
- Aún así, Dios no depone el propósito de la creación en llenar la tierra de hombres y mujeres que reflejen su gloria en su fe y obediencia.
El epílogo de la historia del diluvio
Pero, presten atención a lo que esto implica. El pecado es un problema después del diluvio tanto como lo fue antes. El diluvio del juicio no erradicó el pecado; el pacto de gracia no garantizó la justicia. Si el propósito de Dios fue llenar la tierra con la gloria de su justicia, entonces debemos inferir una de dos cosas: Dios es un fracaso o Dios se está preparando para algo más grande en el futuro. ¡Dios no es un fracaso! Y por consiguiente, los escritores del Nuevo Testamento vieron el diluvio como un anuncio del juicio final con fuego (2 Pedro 3:5-7), el arca como un anuncio de la salvación final (1 Pedro 3:20-21) y el tiempo de Noé como algo típico de los últimos días antes de la llegada del Hijo del Hombre (Mateo 24:37sgtes-). La historia de Noé y el diluvio es incompleta en sí misma. Dios aún odia el pecado y no se encontró ninguna solución. La historia pide a gritos un epílogo.
Y hay una pista final del epílogo que vendrá. Se encuentra en Génesis 8:20. Al término del diluvio y antes de que Dios haya hecho el pacto: "Y edificó Noé un altar al Señor, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocaustos en el altar. Y el Señor percibió el aroma agradable, y dijo el Señor para sí: 'Nunca más volveré a maldecir la tierra por causa del hombre'". El pacto misericordioso de Dios con Noé fue una respuesta a un sacrificio puro. ¿No es esto también, un anuncio que Dios, quien tiene que encontrar una cura para el pecado, la encontrará en un sacrifico más grande, es decir, el sacrificio de su Hijo?
Hay un epílogo para esta historia y comienza con el Adviento. La cura para el pecado ha sido encontrada. Como dice Hebreos 9:26: "Pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos,[Cristo] se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo". Dios aún odia el pecado. Todavía somos pecadores. Pero, Dios nunca abandonará su propósito de llenar la tierra con su gloria. El remedio final es Jesucristo. Por eso, vengan a Él en este tiempo de Adviento y descubran el propósito para el cual fueron creados.
Nota agregada: Para un estudio más a fondo, vean como el pacto con Noé es usado para dar certeza a otras promesas de Dios (Jeremías 31:36; 33:17-26; Isaías 54:9; 2 Pedro 2:5; 3:5-7).