Dios nos llamó a la vida y a la esperanza
Porque la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios. Porque está escrito, “Destruiré la sabiduría de los sabios, y el entendimiento de los inteligentes desecharé. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el polemista de este siglo? ¿No ha hecho Dios que la sabiduría de este mundo sea necedad? Porque ya que en la sabiduría de Dios el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios, mediante la necedad de la predicación, salvar a los que creen. Porque en verdad los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles; mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres.
Esta serie de mensajes nació en Hebreos 6:11 que dice, “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para alcanzar la plena seguridad de la esperanza.” En palabras más simples significa: Dios quiere que cada uno de ustedes sea tenaz y apasionado en su búsqueda de la seguridad plena. No quiere que vivas con temor del futuro. No quiere que tengas incertidumbre con respecto a que tienes la vida eterna.
Quiere que cada uno de sus hijos viva y muera con plena seguridad de la esperanza – como mi suegro al aproximarse su muerte hace poco más de una semana. Unos pocos días antes de su fallecimiento, el Dr. Henry le escribió una carta a mi padre que decía, “Pam y yo reconocemos la soberanía de Dios y nos complace ser utilizados del modo que Dios disponga para su máxima gloria.” De este modo se expresan los santos cuando disfrutan de una completa seguridad de su esperanza.
Dios dice que tú puedes tener esto. Lo hemos estado buscando en estas semanas juntos, enfocando nuestra atención no en nosotros mismos y nuestros vaivenes emocionales, sino en el propósito invencible de Dios. He acentuado la paradoja de que si alejamos nuestra atención de las sensaciones subjetivas de seguridad, y la dirigimos hacia los fundamentos objetivos de la seguridad; los sentimientos se profundizarán y fortalecerán.
Así que hemos estado observando fijamente lo que Dios ha hecho; una acción objetiva y externa a nosotros para salvarnos. Hemos visto que Él nos escogió libre e incondicionalmente en Cristo Jesús antes de la fundación del mundo. Nos predestinó para ser conformados a la imagen de Su Hijo en santidad y amor. Él vindicó el valor de Su gloria en la muerte de Su Hijo para poder pasar por alto los pecados minimizadores de Dios sin minimizarlo a El. Él echó el fundamento para justificar al impío poniendo todos nuestros pecados en Jesús. Y obró una grandiosa reconciliación entre Él y nosotros cuando toda Su ira santa en contra nuestra fue absorbida hasta la última gota en la cruz.
Y hoy vemos la sexta obra que Dios emprende para nuestra salvación - un sexto fundamento para la plena seguridad: el llamado omnipotente, libre e irresistible de Dios.
A primera vista el llamado de Dios no parece ser base para la seguridad. Si alguien te llama por teléfono y te invita a cenar, ¿es eso garantía de que llegarás allá, o siquiera de que querrás llegar allá? Así que tenemos algo de trabajo por delante para que puedas ver por qué el llamado de Dios a la vida eterna de hecho es muy diferente a una invitación humana a cenar. Es un fundamento poderoso, irrevocable para una seguridad plena. Es una salvadora y objetiva obra de Dios que vence todo lo que se pone en su camino y crea lo que ordena.
Para ver la fuerza completa de esta gran obra de Dios hagamos lo que dice el verso 26: “¡Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento!”
1. Dios es el que llama.
1 Corintios 1:9, “Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro.” Así que está claro de que este llamado del que hablamos es un llamado de Dios. Él es quien llama. Él lo hace siempre por medio del evangelio. 2 Tesalonicenses 2:14 dice, “Él os llamó mediante nuestro evangelio.” El llamado de Dios no es exactamente lo mismo que la predicación de la palabra (que veremos dentro de un momento) pero nunca viene sin el evangelio. El llamado de Dios es lo que sucede cuando el evangelio llega con fuerza irresistible. Es el evangelio con una sobrecarga omnipotente.
2. El llamado de Dios es efectivo; crea lo que ordena.
Esto es lo que hace que el llamado de Dios sea tan diferente a una llamada telefónica invitándonos a cenar. El llamado de Dios viene con el poder para hacer lo que demanda. Para entender esto tienes que diferenciar entre este llamado de Dios y la predicación general del evangelio o el testificarle a un amigo. El llamado de Dios puede estar o no presente en esos actos de testimonio.
Mira los versos 22-24, “los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles; mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.”
Considera detenidamente lo que está pasando aquí. Pablo predica a Cristo crucificado. Cuenta la historia de cómo Jesús murió para salvar a los pecadores. Ofrece a Cristo a todos los que están dispuestos a recibirlo como poder y sabiduría de Dios. Así que en un sentido crucial Pablo y Dios están llamando a todo el mundo a aceptar a Cristo como poder y sabiduría en sus vidas. Y esa es la manera en que debemos dar testimonio y predicar – indiscriminadamente, al judío y al gentil, a toda raza y pueblo y lengua y tribu y nación.
Cuando lo hacemos, ocurre lo mismo que ocurría al predicar Pablo. Algunos oyentes tropiezan con el evangelio y lo ven como inaceptable. Algunos dicen que es necedad. Pero otros aceptan y dicen, “Este Cristo es el verdadero poder de Dios y sabiduría de Dios.” Y creen y son salvos.
¿Pero cuál es la diferencia? La respuesta está en el verso 24: Cristo es piedra de tropiezo para los judíos y necedad para los gentiles, mas “para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.” En otras palabras, la predicación del evangelio no es exactamente lo mismo que el llamado de Dios. Todos los judíos y los griegos estaban escuchando la predicación del evangelio. Algunos lo estaban rechazando. Pero algunos lo estaban aceptando. ¿Quiénes eran? Eran los que Dios había llamado. “…para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo (fue recibido como) poder de Dios y sabiduría de Dios.”
De modo que el llamado de Dios no es como una llamada telefónica invitándonos a cenar. La invitación a cenar es el evangelio. Todos están invitados a cenar. Y cualquiera puede venir. Pero el llamado de Dios es lo que ocurre cuando el evangelio viene con una fuerza irresistible. Es el evangelio con una sobrecarga omnipotente. Crea la respuesta que manda, es decir, fe.
Pablo lo enseña en ese gran versículo 30 de Romanos 8: “y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó” Nota que todo el que es llamado es justificado. ¿Cómo es esto posible si “somos justificados por la fe” como dice Romanos 5:1? La respuesta es que el llamado de Dios crea lo que manda, es decir, fe. Todos los llamados son justificados porque todos los llamados creen. El evangelio viene con una sobrecarga omnipotente y sus corazones son cambiados y ellos dicen, “¡Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios!”
Romanos 4:17 describe este sobrecargado y omnipotente llamado de Dios así: “da vida a los muertos y llama a las cosas que no son, como si fueran.” Él llama a las cosas que no son como si fueran – y ellas vienen a ser.
Puedes ver el poder de este llamado si lo comparas al poder de tu propio llamado. Si alguien está durmiendo cuando debiera estar despierto puedes gritar, “¡DESPIERTA!” y el llamado en sí creará lo que has mandado.
Bueno, eso es lo que Dios hace. Sólo que Dios lo hace cuando estamos muertos en nuestros delitos y pecados (Efesios 2:2-5). Él no sólo nos despierta del sueño con su llamado. Nos despierta de la muerte espiritual, en la forma en la que lo hizo con Lázaro de su muerte física. En Juan 12:17 dice que Jesús “llamó a Lázaro del sepulcro.” Él lo llamó así: “¡Lázaro ven fuera!” Y el llamado omnipotente de Dios creó lo que él mandó, es decir, la vida. Es lo mismo que hizo Dios cuando creó el universo. Dijo, “¡Que sea la luz!” Y fue la luz.
Si ya eres cristiano, esa es la forma en que te convertiste en uno. Dios lo hizo. Tú estabas muerto espiritualmente. Cristo y su palabra y su estilo de vida y sus promesas significaban muy poco para ti. No lo amabas ni confiabas en Él ni lo disfrutabas. Estabas muerto a todas estas cosas. Entonces un día Dios te llamó. Y te levantaste de los muertos. Y los brotes de vida espiritual atravesaron la tierra y saboreaste la fe verdadera y el amor y el gozo en Dios por primera vez. Porque Dios lo hizo. Quiero que lo sepas esta mañana para que le des la gloria a Él. Y para que sientas que estás firme sobre leal fundamento de roca maciza de la seguridad de fe en el llamado de Dios. Puede haber sido tan quebrantador y cataclísmico como un relámpago. O puede haber sido tan silencioso como el tallo de grama que rompe la acera de hormigón.
Pero si hoy puedes decir de corazón, “Yo recibo a Jesús como poder y sabiduría de Dios en mi vida,” entonces has sido llamado. Te ha ocurrido a ti. Por el llamado de Dios has sido creado una persona nueva. Es la segunda cosa a considerar sobre tu llamado. El llamado de Dios es efectivo; crea lo que manda.
Lo próximo a considerar acerca de tu llamado es porqué Dios lo hace de esta forma. ¿Cuál es el propósito de un llamado omnipotente, sobrecargado que crea lo que ordena? La respuesta:
3. El llamado de Dios está diseñado para garantizar el propósito de Dios en la elección.
Efesios 1:4 dice que: “Según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él en amor.” Él nos predestinó para que seamos sus hijos y para que seamos como su Hijo (Efesios 1:5; Romanos 8:29). Pero por naturaleza todos somos impíos y culpables, sin amor y sin semejanza con Cristo. Así que el propósito de Dios de la elección fallaría si él no nos llama con poder infalible y crea en nosotros la fe y la santidad y el amor que nos predestinó para poseer. El llamado de Dios garantiza el propósito de Dios en la elección.
Consideren Romanos 9:11. Aquí Pablo explícitamente dice que el llamado de Dios está diseñado de tal modo de garantizar el propósito de la elección. Dice que Jacob fue escogido y no Esaú “…para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama.” El propósito de la elección se mantiene firme por el llamado de Dios en la salvación.
Lo mismo se enseña en 2da Timoteo 1:9. “quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad.” El llamado de Dios es acorde al propósito y a la gracia dados desde la eternidad. El llamado es infaliblemente eficaz, para poder garantizar un infalible propósito de elección. Dios no elige y predestina y luego se echa a un lado y se pregunta si su propósito de elección se cumplirá. Él hace que se cumpla con su llamado omnipotente que crea la fe que manda.
Ese es el significado de Romanos 8:30: “y a los que predestinó, a ésos también llamó.” El llamado es garantía del efecto predestinado. Esa es entonces la tercera cosa a considerar sobre tu llamado: está diseñado para garantizar el propósito de Dios en la elección.
4. El llamado de Dios te introduce a vida eterna, luz, libertad y gloria.
1 de Timoteo 6:12, “Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna a la cual fuiste llamado, y de la que hiciste buena profesión en presencia de muchos testigos.”
1 de Pedro 2:9, “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”
Gálatas 5:13, “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; sólo que no uséis la libertad como pretexto para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.”
1 de Pedro 5:10, “Y después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, Él mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá.” (Compárese con 1 Tes. 2:12; 2 Tes. 2:14; 2 Pedro 1:3)
En otras palabras, virtualmente todo lo que deseamos – vida, luz, libertad, gloria – es nuestro por el llamado de Dios que nos llega con poder omnipotente en el evangelio, creando aquello que ordena. Si esta mañana recibes a Cristo como sabiduría y poder de Dios, eso es lo que te pasó y eso es lo que te pertenece.
5. El llamado de Dios es un fundamento irrevocable para la seguridad plena.
Romanos 11:29 dice, “porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.” Dios no revierte, revoca o cancela Su llamado. El principal propósito de un llamado omnipotente que crea aquello que ha mandado es garantizar el propósito invencible de Dios en la vida de su pueblo. Si Dios te ha llamado, estás justificado, y si estás justificado serás glorificado.
Jesús lo expresó así en Juan 10:27-29: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre.” Aquellos a quienes Dios llama, Dios también guarda (Judas 1).
Si hoy encuentras que ésta no es tu experiencia, date cuenta de cuán totalmente dependiente eres del llamado de Dios en tu vida. Humíllate ante Él, levántate de los muertos, escucha al llamado del evangelio: cree en el Señor Jesucristo y serás salvo (Hechos 16:32; Romanos 10:13).
Nota: En Juan 10:3-5, 16, 27, Jesús es el que llama. Pero esto no es contradictorio con 1 de Corintios 1:9 o Gálatas 1:6, 15, etc. porque 1) el llamado de Jesús es el llamado de Dios. “y la palabra que oís no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:24). 2) Nadie responde al llamado de Jesús sin la atracción interna del Padre (Juan 6:44, 65) que es el llamado irresistible de Dios Padre dentro del llamado de Jesús.