Cómo no ser un mulo
Salmos de verano
Mensaje del domingo por la noche
Esta noche queremos reflexionar sobre el salmo 32, y lo que queremos averiguar a partir de él es "Cómo no ser un mulo".
¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada,
cuyo pecado es cubierto!
¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad,
y en cuyo espíritu no hay engaño!
Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió
con mi gemir durante todo el día.
Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí;
mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano.
Te manifesté mi pecado,
y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor;
y tú perdonaste la culpa de mi pecado.
Por eso, que todo santo ore a ti
en el tiempo en que puedas ser hallado;
ciertamente, en la inundación de muchas aguas, no llegarán éstas a él.
Tú eres mi refugio; de la angustia
me preservarás;
con cánticos de liberación me rodearás.
Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar;
te aconsejaré con mis ojos puestos en ti.
No seáis como el caballo o como el mulo, que no tienen entendimiento;
cuyos arreos incluyen bocado y freno para sujetarlos,
porque si no, no se acercan a ti.
Muchos son los dolores del impío,
pero al que confía en el Señor, la misericordia lo rodeará.
Alegraos en el Señor y regocijaos, justos;
dad voces de júbilo, todos los rectos de corazón.
No seáis como un mulo, dirigíos a Dios en oración
La semana pasada, solo vimos dos versículos del salmo 127. Esta semana quiero examinar todo el Salmo 32, para ver si podemos entender este salmo en su conjunto. Vamos a leerlo juntos de forma resumida y, a continuación, concluiremos leyendo los versículos 1-5 con más detalle.
Los versículos 1-5 son claramente una unidad que se ocupa de la confesión y del perdón. El punto principal está en los versículos 1 y 2, a saber, ser perdonados es un estado muy feliz. Los versículos 3-5 nos dicen que para alcanzar este estado feliz, en primer lugar, de forma negativa, no intentéis ocultar a Dios vuestro pecado (versículos 3 y 4), y luego, de forma positiva, reconoced vuestro pecado y confesadlo a Dios (versículo 5). Por lo tanto, el punto en los versículos 1-5 es este: la persona que no oculta sus pecados sino que los confiesa a Dios encontrará la la paz con Dios y la enorme felicidad de una conciencia limpia.
A continuación, la primera mitad del versículo 6 saca una conclusión a partir de los versículos 1-5: puesto que esto es así, "que todo santo ore a ti en el tiempo en que puedas ser hallado." Si esa gran bienaventuranza es consecuencia de la oración de la confesión, entonces, ¡por favor, oremos todos!
Luego, en la segunda mitad del versículo 6 y en el versículo 7 parece que se cambia el interés en la confesión y en el perdón por el de la protección de Dios ante los problemas de la vida.
Ciertamente, en la inundación de muchas aguas, no llegarán éstas a él (es decir, al piadoso). Tú eres mi refugio; de la angustia tú me preservarás; con cánticos de liberación me rodearás.
Pero, de hecho, el cambio de mentalidad de David probablemente no es tan grande como parece a primera vista. Tal vez pretende que comprendamos que la bienaventuranza del hombre perdonado en los versículos 1 y 2 no consiste solo en la paz de conciencia, sino también en la protección que Dios le da ahora en medio de los problemas. O, dicho de otro modo, que el hombre que ora y confiesa su pecado a Dios es bienaventurado no solo por lo que Dios no hace –imputarle iniquidades– sino que también es bendecido por lo que Dios hace –preservarlo de los problemas y rodearlo con canciones de liberación. Dios no solo no está en su contra, sino que está poderosamente a su favor. Así que la segunda mitad del versículo 6 y el versículo 7 funcionan como un incentivo adicional para que los piadosos oren y confiesen sus pecados a Dios, porque el perdón de los pecados es la base y el requisito previo de todas las bendiciones posteriores de Dios.
En el versículo 8, Dios sujeta la pluma, por así decirlo, y promete no solo protección, sino instrucción y consejo sobre cómo debemos vivir el día a día: "Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con mis ojos puestos en ti." La bendición de la protección en el versículo 7 es estupenda, pero sería incompleta si no fuese acompañada de la bendición de su guía. ¿De qué serviría que nos guardase de la destrucción pero no nos indicara el camino a seguir? Protección con guía, cuidado con consejos, ese es el estado feliz de la persona que ora a Dios y recibe el perdón de sus pecados.
Por tanto, hasta el momento, la principal cuestión en los versículos 1-8, es que todos los piadosos deben orar a Dios en el momento en que se le puede encontrar. Y como incentivo, David otorga las promesas de perdón (vs. 1-5), protección (vs. 6-7), y guía (v. 8).
Hasta ahora, el versículo 6 ha sido el único imperativo, esto es, la orden positiva de orar. El versículo 9 tiene el segundo imperativo que creo que es la contraparte negativa del versículo 6. Es decir, en el versículo 9 y en la primera mitad del versículo 6 realmente nos ordenan la misma cosa, pero con diferentes palabras; uno lo dice de forma positiva (lo que debemos hacer), y el otro lo dice de forma negativa (lo que no debemos hacer). "No seáis como el caballo o como el mulo, que no tienen entendimiento, cuyos arreos incluyen bocado y freno para sujetarlos, porque si no, no se acercan a ti". No seáis así; al contrario, acercaos a Dios libremente en la oración.
La granja de Dios
Tal vez deberíamos tratar de imaginarnos al pueblo de Dios como una granja con todo tipo de animales. Dios cuida de sus animales, les muestra hacia donde deben ir, y les da un cobertizo para su protección. Pero hay un animal en esta granja que le da a Dios muchos problemas, y este animal es el mulo. Es estúpido y testarudo, y resulta difícil saber qué es peor, la terquedad o la estupidez.
Para que entren en el establo para comer y cobijarse, Dios enseña a cada uno de los animales un nombre personal y luego lo usa para llamarlos. "Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir". Pero el mulo no responde a este tipo de dirección. No entiende. Así que, Dios se monta en su camioneta y se va al campo, coloca la brida y el freno en la boca del mulo, la sujeta a la camioneta y lo lleva a rastras, con las patas rígidas y resoplando, hasta el establo.
Esta no es la manera en que Dios quiere que sus animales vengan a él para recibir su bendición. Algún día ya será demasiado tarde para ese mulo. Será azotado por el granizo y alcanzado por el rayo, y cuando llegue corriendo encontrará la puerta del establo cerrada. Por tanto, no seáis como el mulo. Que todo el que sea devoto se acerque a Dios en oración en un momento en que lo puedan encontrar.
Para no ser un mulo debemos humillarnos, acercarnos a Dios en oración, confesar nuestros pecados, y aceptar, como lo hacen los pobres polluelos del corral, la dirección de Dios hacia el establo de su protección.
Creo que la razón primordial por la que David pretende que comprendamos el versículo 6 como alternativa a comportamientos similares al del mulo se debe a que los versículos 3 y 4 son la imagen de el mulo David antes de aprender a orar. "Mientras callé (mi pecado) mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día". Allí está, en medio del campo, terco como un mulo, negándose a reconocer su necesidad. Con las piernas rígidas y empecinado en su postura: "No voy a entrar en ese lugar, con todas esas pequeñas criaturas, especialmente aquellos indefensos polluelos que se deslizan entre mis piernas y cantan canciones de salvación como si refugiarse en el granero de otro fuese una gran victoria. No señor, no me voy a arrodillar como si hubiese hecho un gran mal. Puedo manejar las consecuencias de mi propio comportamiento. Y tampoco necesito ese establo". Así habla David el mulo.
Así que aquí viene la camioneta con el freno y la brida en el versículo 4. "Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano". Cuando David actuaba como un mulo Dios le puso la brida del sufrimiento y lo arrastró al establo. Una conciencia culpable, con todos los horrores que la acompañan, es un don misericordioso para los que no se arrepienten.
La espiral ascendente de gozo
El punto principal, por lo tanto, de los versículos 1-9 es "Que todo el que sea piadoso te eleve una oración en el momento en que te puedan encontrar", porque el corazón contrito, el que no es como un mulo, el que viene a Dios en la oración, es perdonado (v. 5), protegido (v. 7), y aconsejado sobre cómo vivir (v. 8). Y ese es todo el argumento del salmo a excepción de los versículos 10 y 11. El versículo 10 es esencialmente una repetición del versículo 7: la promesa de que el amor de Dios rodeará de amor a la persona que confía en él.
Y el versículo 11 es el último mandato: "Alegraos en el Señor y regocijaos, justos; dad voces de júbilo, todos los rectos de corazón." Yo creo que este mandato se relaciona con la cuestión principal del versículo 6 como causa y efecto. Cuando es el Señor el que nos hace felices, nos acercamos a él a menudo en la oración en lugar de buscar nuestro camino en algún otro sitio. Por lo que, ser feliz en el Señor es una causa de que le estemos orando. Pero también cuando le oramos y descubrimos en su compañerismo la dulzura del perdón, la protección y la defensa, entonces el gozo que tenemos en él aumenta. Por tanto, la felicidad en el Señor es un efecto de orar a Él.
La imagen que obtengo es la de una espiral. Nosotros oramos, y al orar descubrimos los gozos de los beneficios de Dios. A continuación, debido a este descubrimiento, nos vemos motivados a orar más. Y al orar más, experimentamos más a Dios. Por lo que nuestra experiencia se desplaza en espiral hacia arriba, cada vez más hacia una relación más íntima con Dios y un gozo cada vez más profundo de su perdón, protección, y consejo sobre la vida. Por tanto, que cada uno de vosotros le ore a Dios mientras pueda ser hallado, porque el corazón contrito, que no es como un mulo, sino que ora, es perdonado, protegido, aconsejado y cada vez más feliz en una comunión íntima con el Señor.
Centrarse en el Perdón
Ese es el resumen del argumento del Salmo 32. Pero ahora, para ser justos con la preocupación de David, deberíamos dedicar los últimos minutos al tema al que le dedicó más espacio, a saber, la confesión y el perdón en los versículos 1-5, casi a la mitad del salmo. Al meditar sobre estos versículos he intentado responder a tres preguntas: ¿Cuál es el requisito previo para obtener el perdón? ¿Por qué es necesario? ¿Por qué es una bendición que nuestros pecados sean perdonados? Os diré brevemente la conclusión a la que llegué y, a continuación, haremos un resumen.
En primer lugar, el requisito previo para recibir el perdón es la confesión o el reconocimiento de nuestro pecado al Señor con un espíritu sincero (versículos 5 y 2). Cuando estas dos cosas se juntan, el reconocimiento de nuestro pecado, y no engañar a Dios, surge un significado muy preciso de la confesión. Confesión a Dios no es simplemente admitir nuestro pecado, sino también rechazar nuestro pecado por repugnante. Hay engaño en el espíritu de la persona que reconoce con su mente que peca, pero no siente repugnancia en su corazón ante esos pecados: su mal humor e irritabilidad, su actitud excesivamente crítica, su chismorreo, su débil amor a Cristo, su incapacidad de disciplinar a sus hijos, su deshonestidad con respecto a formularios de impuestos e informes financieros, etc. Esto es engaño porque el pecado es repulsivo y horrible a los ojos de Dios y debe ser odiado y repudiado. Así que acercarse a Dios admitiendo el pecado y no sentir dolor o repugnancia es hacerlo con engaño, porque lo que se está admitiendo, realmente no se está aceptando como si fuese pecado. Por consiguiente, la condición del perdón divino es la de aceptar nuestro pecado y aborrecerlo.
Mi segunda pregunta era ¿por qué es necesario? ¿Por qué Dios, en su gracia infinita, no perdona todos los pecados de todos, sin condiciones? ¿Por qué tiene que haber en cada caso individual el requisito previo de la confesión? Cada pecado que hemos cometido es un insulto a Dios, una bofetada, tanto si lo vemos así, como si no. Debemos aceptarlo si hemos de comprender la dinámica de la confesión y el perdón. Cuando dos personas os ofrecen consejos opuestos sobre la forma de vivir y basan su carácter en la sabiduría de sus consejos, y decidís seguir a una y no a la otra, difamáis el carácter del otro. Es inevitable. Y eso es lo que le hacemos a Dios cada vez que pecamos en lugar de permanecer en su camino.
Ahora bien, el objetivo de todo perdón es restaurar la relación que se ha roto. Dios tiene el propósito de llevar a su pueblo a la perfecta armonía, unión y compañerismo con él, para su eterna gloria y alegría. Con ese fin, él está dispuesto a perdonar las injurias que amenazan con arruinar ese compañerismo a través del pecado. Pero ¿puede haber compañerismo cuando una de las partes de una relación siempre está dedicada a ofender e insultar a la otra? Dios puede hacer caso omiso de tales insultos continuos para siempre. Pero ¿para qué? Eso no lograría la unión con su pueblo, y por lo tanto, no se alcanzaría ni la gloria ni la felicidad. Solamente la perpetuación del pecado y la difamación del carácter de Dios.
La única manera de que Dios consiga glorificar su nombre y hacer feliz a su pueblo no se reduce a pasar por alto los pecados, sino que implica transformar a los pecadores. Eso es lo que Dios hacía por David, y es lo que hace por nosotros los creyentes, a través de Cristo. Y este es el motivo por el cual existe un requisito previo para el perdón. Dios exige que aborrezcamos el pecado porque su objetivo no es solo ocultar nuestros pecados, sino también forjar nuestro carácter. La persona cuyos pecados serán perdonados es la persona que odia su propio pecado y está en el camino de semejarse a Cristo. Si este no fuera el camino de Dios no habría cielo de santidad que esperar, ninguna compañía de los justos hechos perfectos, y ninguna gloria divina inmaculada, debido a los insultos de las criaturas impunes.
Mi última pregunta es, ¿por qué es tan bendecido el hecho de que nuestros pecados sean perdonados? ¡Oh, que podamos apreciar más nuestro perdón! Pero estoy convencido de que hasta que no temamos al pecado y sus consecuencias con mayor intensidad, no vamos a valorar mucho nuestro perdón. La intensidad con la que sentimos la amable gratitud al ser perdonados es directamente proporcional a la fuerza con la que la alternativa de ser perdonados graba el temor en nuestro corazón. El horror del pecado y el temor del infierno es el único escenario que permitirá al perdón brillar como la bendición infinita que realmente es. Si no vemos la gigantesca ola de la ira de Dios que se precipita hacia la pequeña balsa de nuestro pecado, entonces no besaremos los pies del piloto del helicóptero que nos arranca del océano en el momento justo. Por eso me propongo predicar sobre la esencia del pecado en un par de semanas, porque quiero que valoremos nuestro perdón y que besemos los pies de Jesús, sin vergüenza.
Pero hasta ese momento, reflexionad sobre el valor de su perdón eterno. Comparar el afecto que sentís por las cosas y las personas de este mundo con el afecto que sentís por Jesús y por ser perdonados por medio de su muerte. Y si descubrís que vuestro corazón salta con más fuerza por cualquier cosa distinta del perdón de Dios, arrepentíos.
No seáis como el mulo, sino corred precipitadamente en oración a Dios mientras pueda ser hallado. Porque el corazón contrito que ora será perdonado, protegido y se le enseñará el camino a Dios, y se alegrará en el Señor para siempre. Amén.