Para tener libertad Cristo nos hizo libres
Gálatas 5:1-5 (LBLA)
Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud.Mirad, yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, Cristo de nada os aprovechará. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley. De Cristo os habéis separado, vosotros que procuráis ser justificados por la ley; de la gracia habéis caído. Pues nosotros, por medio del Espíritu, esperamos por la fe la esperanza de justicia.
El texto comienza con una afirmación clara y estimulante de la voluntad de Dios para nuestras vidas. A veces nos hundimos en un dilema sobre la voluntad de Dios. Frecuentemente, nos preocupamos acerca de decisiones que, simplemente, no significan un gran problema respecto de Dios (a qué escuela ir, qué trabajo aceptar, dónde vivir, etc.). Necesitamos orientar nuestras vidas en las declaraciones claras de las Escrituras concernientes a la voluntad de Dios. La siguiente es una de ellas: “Para tener libertad Cristo nos hizo libres”. La voluntad de Cristo es que disfrutemos de la libertad. A qué escuela vayamos, qué trabajo hacemos, dónde vivimos, etc., no son en absoluto tan importantes como tener una posición firme en la libertad. Si lo fueran, la Biblia habría ordenado esas cosas tan claramente como lo hace aquí con la libertad. Pero no lo hace. Por lo tanto, que disfrutemos de la libertad es mucho más importante para Dios que muchas de las decisiones diarias que nos producen tanta preocupación. Una buena prueba de nuestras prioridades en la vida sería si estamos tan preocupados por el mandato de disfrutar la libertad como lo estamos en cuanto a otras decisiones de nuestras vidas que nos presionan. ¿Ponemos tanta diligencia en orar y estudiar para permanecer firmes en la libertad como lo hacemos cuando decidimos sobre la vivienda, el trabajo, la escuela o con quién nos vamos a casar? Es un mandato claro e incondicional: “Permaneced firmes y no os sometáis otra vez al yugo de la esclavitud”. Esa es la voluntad de Dios para con nosotros: que tengamos libertad. Una libertad inflexible, implacable e indómita. Cristo murió para eso. Cristo resucitó para eso. Envió a Su Espíritu para eso. No hay nada que desee con tanta intensidad como eso bajo la gloria de su propio nombre: que tengamos libertad. Este es mi mensaje de hoy. Todo lo demás es para explicarlo e incentivarlo.
Tiempo de jugar en casa de los Piper
Todas las noches, juego con mis hijos después de la cena, hasta las 7. No es fácil complacer a niños de 10, 7 y 3 años con un solo juego. Hace poco tuvimos una idea nueva. Karsten lee La Torre de Geburah para todos, mientras Abraham y yo construimos torres con los bloques sobre el piso. Cuando llegan las 7 p.m., generalmente digo: "Bueno, Abraham, recoge los bloques y ponlos en el carrito". Y él generalmente me dice: "¿Me ayudas papi, por favor?" Entonces, tengo dos posibilidades. Puedo decir: "¡No!, recógelas y termina en dos minutos o tendrás problemas" Él puede protestar y hacer muecas como si fuera a llorar, pero generalmente los recoge. O puedo decir: "Claro, te voy a ayudar, veamos como de rápido lo hacemos entre los dos". Entonces él se apura, trabaja más rápido y más eficientemente con mi ayuda, y aún nos divertimos haciendo lo que se necesita hacer.
La experiencia de Abraham es muy diferente en cada uno de estos dos casos. En el primer caso, él no se siente libre. Da vueltas con su tarea como si el yugo de la esclavitud pesara sobre sus espaldas y hace un gesto como si tuviese una rana muy pesada en su labio inferior. No está actuando con libertad porque la tarea es una carga opresiva que irrita y desanima. Pero, en el segundo caso él se siente libre. Hace un trabajo mejor sin que nada lo irrite. Tiene la libertad de la alegría y no siente ninguna carga opresiva sobre sus espaldas. Aun sabe que papi impone algún castigo por desobediencia, pero eso no es una carga pesada porque está contento de recoger los bloques. ¿Cuál es la diferencia? Papá estaba en el suelo ayudándolo, incluso haciéndolo más divertido. Es el mismo trabajo: en un caso bajo el yugo de la esclavitud, en otro caso en libertad. Hay una pista en esto sobre cómo vivir en libertad y obedecer Gálatas 5:1. La clave para la libertad radica en si tenemos que hacer el trabajo nosotros mismos para escapar al castigo, o si nuestro Padre baja para estar con nosotros y ayudarnos. Creo que esto será evidente en Gálatas 5:2-5.
Cada uno de los versículos 2, 3 y 4 describe una manera de permanecer bajo el yugo de la esclavitud. Estos versículos cumplen la función de advertencias contra la esclavitud. El versículo 5 da una descripción positiva de cómo permanecer en libertad. Examinemos cada uno de estos versículos.
No sobornen a Dios para obtener su bendición
Tomemos juntos los versículos 2 y 3: "Mirad, yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, Cristo de nada os aprovechará (o Cristo no les será de ningún beneficio). Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley (literalmente: que está en deuda con la totalidad de la ley)". Un lector que sea totalmente insensible a todo lo que ha pasado anteriormente en Gálatas podría decir: “Oh, es fácil. Pablo dice que la circuncisión está mal y le desagrada a Dios y que no circuncidarse es lo correcto y eso le agrada a Dios. Entonces el punto es: hagan lo que le agrada a Dios – eviten la circuncisión a toda costa”. Aquí podemos darnos cuenta de lo que produce una lectura superficial: convierte el no circuncidarse en algo tan peligroso como circuncidarse, es decir, una obra que se puede usar para ganar beneficios de Dios.
En los versículos 2 y 3, la cuestión no es que la circuncisión en sí misma sea algo incorrecto, sino que lo que está mal es cualquier acto que realicemos para sobornar a Dios para obtener bendiciones. Casualmente, la circuncisión era el requerimiento principal de los judaizantes, quienes les enseñaban a los Gálatas a obtener el favor de Dios. Gálatas 2:3-5 nos recuerda cómo se relaciona la circuncisión con la libertad y la esclavitud. Pablo fue a Jerusalén: “Pero ni aun Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque era griego. Y esto fue por causa de los falsos hermanos (probablemente los judaizantes) introducidos secretamente, que se habían infiltrado para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, a fin de someternos a esclavitud, a los cuales ni por un momento cedimos para no someternos, a fin de que la verdad del evangelio permanezca con vosotros”. Esto es lo que Pablo nos da a entender en 5:1: “Permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud”. Es decir, no dejen que los judaizantes los hechicen para que crean que la circuncisión, o cualquier otro acto aparente de obediencia, se pueden ofrecer a Dios como un beneficio para Él, que luego les tendrá que retribuir.
Analicemos el versículo 2 más cuidadosamente: “Si os dejáis circuncidar, Cristo de nada os aprovechará”. El problema con los judaizantes era que ellos querían aprovecharse de los beneficios de Cristo, pero solo haciendo inversiones con Él desde sus propios activos morales. Pablo dice que si tratamos de obtener dividendos de Cristo de nuestra propia inversión en la circuncisión, en reglas sobre alimentos, o en días festivos, Cristo no será de ninguna utilidad. ¿Por qué? Porque todos los beneficios espirituales y físicos que nos da son dividendos que pagó con sus propias inversiones en el Calvario. Cuando el Hijo de Dios murió por nuestros pecados, las utilidades morales, que invirtió en el banco de la gloria de Dios eran tan excepcionales que los dividendos resultan infinitos, interminables y disponibles para todos los. . . ¿los qué? El versículo 2 dice: Los beneficios de Cristo no nos pertenecen si tratamos de ganarlos con nuestras propias inversiones. ¿Por qué? Porque eso deshonra a Cristo, anula la gracia (2:21) y elimina la piedra de tropiezo de la cruz (5:11). Exaltamos la cruz, la gracia y a Cristo cuando admitimos que no tenemos activos para invertir y que la inversión de Cristo en el Calvario fue totalmente suficiente para que todos los que confían en Él ganen los dividendos de justicia y de vida. Por lo tanto, el versículo 2 nos enseña que existe esclavitud cuando rechazamos a Cristo como benefactor misericordioso, que nos da gratuitamente una participación en sus interminables beneficios. La esclavitud se produce cuando elegimos tratar con Él como un banquero que necesita nuestra inversión para producir dividendos para sus clientes.
El versículo 3 dice lo mismo de manera un poco diferente: “Otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley”. Este versículo enseña que la mentalidad de esclavitud es una mentalidad de deudor, que está bajo presión para devolver lo que pidió prestado o necesita pedir prestado. Todas las obras de la ley (incluida la circuncisión) son el dinero con el cual los judaizantes pretenden pagar sus deudas a Dios. La asombrosa cuestión de este versículo es que Dios no quiere tratar con nosotros de esta manera, como si fuéramos deudores.
El error de la ética de la gratitud
Dije que era asombroso porque este versículo contradice un punto de vista muy común del comportamiento cristiano. Se llama “Ética de la gratitud”. Dice que Dios hizo tanto por mí que voy a dedicar mi vida a devolverle lo que le debo, aunque sepa que nunca voy a poder pagarle completamente todo. Y aunque muchos de los cristianos que provienen de esta ética de la gratitud dirían que no tratan de ganar su salvación, sin embargo, cuando dicen que van a trabajar para Dios porque les ha dado tanto, es muy fácil pensar en el regalo de Dios como un préstamo que hay que pagar o un adelanto de un salario. Por lo tanto, la ética de la gratitud tiene tendencia a catalogarnos como deudores y no como hijos. Y eso es esclavitud. Ninguno de nosotros se siente completamente libre si cargamos con una deuda que tenemos que pagar. Cristo no quiere relacionarse con nosotros como deudores que usamos la ley para pagar en cuotas un préstamo interminable.
Al menos hay tres motivos por los que esta ética de la gratitud está equivocada. Primero, la verdadera gratitud es, desde luego, una sensación alegre de endeudamiento. Pero tan pronto como este regocijo en la generosidad de otra persona se convierte en una sensación de que hemos de devolver algo, lo que una vez fue un regalo se convierte en una transacción comercial. La verdadera gratitud no es sentir que tenemos que pagar lo que recibimos.
El segundo motivo por el cual la ética de gratitud está equivocada es que disminuye la cruz de Cristo. Cuando Cristo murió por nosotros, para reparar la herida que infligimos al honor de Dios, ¡nuestra deuda quedó saldada completamente! Cualquier esfuerzo por aumentar desde nuestra cuenta, el depósito que Cristo hizo en el Calvario, es un insulto a su infinito valor. Sí, todas las cosas buenas que recibimos nosotros pecadores, ahora y en la eternidad, tienen que pagarse. Pero el Evangelio consiste en que ya las pagó otra persona. En consecuencia, nunca debemos relacionarnos con Dios como deudores que tratamos de pagar una deuda, sin importar cuán agradecidamente lo hagamos.
El tercer motivo por el que la ética de gratitud es errónea es que cree que la obra de Dios por nosotros está solamente en el pasado. Dice: Dios hizo tanto por mí, que ahora yo voy a hacer algo por Él. Pero esto pasa por alto el hecho de que la obra de Dios por nosotros es pasada, presente y futura y no es solamente obrar para nosotros sino en nosotros. La ética de gratitud olvida que apartados del poder interior presente de Cristo no podemos hacer nada valioso (Juan 15:5). La ética de gratitud se olvida que toda paciencia, amabilidad, bondad, adoración, etc., que podamos ofrecerle a Dios es el fruto de su Espíritu (Gálatas 5:22, Filipenses 3:3). Es Dios obrando en nosotros ahora lo que es agradable delante de Él (Hebreos 13:21). En consecuencia, los regalos que le damos a Dios son regalos de Dios. La ética de gratitud pasa por alto esta obra interminable de gracia en nuestras vidas. Ni siquiera podemos empezar a pagarle a Dios lo que le debemos, porque el más mínimo movimiento que hagamos hacia Él es un nuevo regalo que nos hace.
Por eso, cuando el versículo 3 dice que la persona que se circuncida se pone en el lugar de deudor de Dios, nos damos cuenta que Dios no quiere relacionarse con nosotros como deudores que tratamos de devolverle lo que le debemos. Su voluntad es que seamos libres – que reconozcamos que toda la deuda está pagada. No somos esclavos que tenemos que trabajar para salir del hospicio.
La libertad depende de la gracia
El versículo 4 dice lo mismo que los versículos 2 y 3, advirtiéndonos a permanecer firmes en libertad y no someternos al yugo de la esclavitud: “De Cristo os habéis separado, vosotros que procuráis ser justificados por la ley; de la gracia habéis caído”. Si nos sometemos al yugo de la ley e intentamos usarlo para lograr justicia ante Dios, nos estamos sometiendo al yugo de la esclavitud y no permanecemos en la libertad para la cual Cristo los hizo libres. O, para usar las palabras del versículo: se anula la relación que tenemos con Cristo y ya no nos beneficiamos más de su gracia. Lo que nos enseña este versículo es que la experiencia de libertad, incluida la libertad de la vida eterna, solo se puede disfrutar cuando dependemos de la gracia de Cristo. La esclavitud se produce cuando nos alejamos del poder de la gracia. La clave para obtener libertad es seguir dependiendo de la gracia.
Pero, ¿qué es la gracia? La gracia es la poderosa obra de Dios que se ejerce voluntariamente por nosotros en nuestra vida actual. Ustedes deben conocer el acrónimo G.R.A.C.E, por sus siglas en inglés (GRACIA): Las riquezas de Dios a expensas de Cristo. Eso es excelente. Pero para recordarnos que la gracia también es el acto de Dios para el presente, hay otro acrónimo: G.R.A.C.E, por sus siglas en inglés (GRACIA): El esfuerzo salvador y bondadoso de Dios. Por ejemplo, en 1 Corintios 15:10, Pablo dice: "He trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí". La gracia es el esfuerzo que hace Dios en nuestras vidas para ayudarnos. Otro ejemplo es Romanos 5:21: “Así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor”. La gracia es como un rey poderoso que ejerce su reinado en la vida de los cristianos.
Por lo tanto, cuando Gálatas 5:4 nos da a entender que la clave para obtener la libertad radica en depender de la gracia, significa que la clave para la libertad es el esfuerzo salvador y bondadoso de Dios en nuestras vidas aquí y ahora. Somos libres cuando Dios nos ayuda gratuitamente y confiamos alegremente, en vez de someternos al yugo de la ley.
Esto nos retrotrae al momento de diversión en casa de los Piper. Cuando digo: “Abraham recoge los bloques y ponlos en el carrito” hay dos posibilidades: 1) Puedo dejarlo solo y amenazarlo con algún castigo si no lo hace. 2) Puedo sentarme con él en el piso, ayudarlo, y hacer que ese trabajo resulte divertido. Una de estas formas engendra hijos de esclavitud (como Ismael, Gálatas 4:24). La otra engendra hijos de la libertad (como Isaac, Gálatas 4:26-31). La clave para la libertad reside en si Dios nos ayuda a hacer lo que exige, y si vivimos por fe en esa obra de la gracia.
Cómo espera la gente el último día
Voy a terminar mencionando la manera en la que el versículo 5 describe la vida en libertad: “Por medio del Espíritu, esperamos, por la fe, la esperanza de justicia”. Aunque hay un sentido en el cual ya estamos justificados por la fe en Cristo y cubiertos con su justicia (Romanos 5:1-1, 1 Corintios 1:30), el juicio final se encuentra ante nosotros y allí se dará el veredicto definitivo y se nos hará completa y éticamente justos. Esta es la esperanza que aguardamos y anhelamos. ¡También los judaizantes lo hacen! La pregunta es cómo la aguardamos: ¿Como libres o como esclavos?
En el versículo 5, hay dos frases que resumen cómo esperan el último día las personas libres. Primera, “por medio del Espíritu”. Nuestras vidas comenzaron por obra del Espíritu (como la de Isaac comenzó por medio de una intervención divina, Génesis 21:1). Y nuestras vidas continúan por obra del Espíritu. “No soy más yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí”. Somos libres porque Dios envió el Espíritu de su Hijo para que viniera a ayudarnos a apartar los obstáculos. Él no se mantiene en lo alto haciendo exigencias. Nos ofrece su compañerismo y su ayuda, e incluso hace que la vida de obediencia sea una vida de alegría. La vida cristiana es una vida de libertad porque se vive en el poder del Espíritu.
La segunda frase que muestra cómo aguardan la esperanza de justicia es: “por la fe”. “Por medio del Espíritu, esperamos, por la fe, la esperanza de justicia”. Podemos imaginar que al pequeño Abraham haciendo muecas como para llorar y diciendo: “No quiero tu ayuda. Voy a recoger los bloques yo mismo. Te voy a demostrar lo que puedo hacer. Te voy a demostrar que no necesito de tu caridad”. Si él continuara de esa manera arrogante, se apartaría de la gracia y yo no sería de ninguna utilidad para él. Optaría por el legalismo en vez de la gracia y por la esclavitud en lugar de la libertad. La cara humana de la libertad es la fe. Gálatas 3:5 nos recuerda cómo esta nos conecta con la cara de Dios: “Aquel, pues, que os suministra el Espíritu y hace milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe?”. Si realmente confiamos en Nuestro Padre para que nos ayude, Él nos ayuda.
Presten atención a Gálatas 5:5, la fe no es simplemente una decisión del pasado. Es una manera continua de aguardar la esperanza de justicia. La moneda de la libertad tiene dos caras. Una es la obra soberana y misericordiosa de Dios en nosotros y para nosotros día a día – Papi sentándose en el piso y convirtiendo la obediencia en diversión. La otra cara es nuestra fe – una vida de alegre confianza en lo que Dios hace por nosotros, no en lo que nosotros podemos hacer por Dios– una vida que es particularmente distinta del mundo porque es libre para amar, como vamos a ver la semana próxima. “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud”.