Éxodo para toda la Tierra
"Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla" (Génesis 1:27, 28). La razón por la que Dios nos hizo a Su imagen y nos dijo que llenáramos la Tierra es que él quiere que la Tierra sea "llena de la gloria del Señor" (Números 14:21). Dios nos hizo a Su imagen para que los ángeles arriba y los demonios abajo pudieran ver en nosotros, y en el modo en que vivimos nuestras vidas, un reflejo de la gloriosa imagen divina. La imagen de Dios no tenía tanto la intención de llamar la atención a la gloria del hombre sobre los animales, sino a la gloria de Dios sobre el hombre. Nosotros llevamos el sello de un Ser infinitamente superior a nosotros, y debemos vivir para que Él sea magnificado y para que Su gloria llene toda la Tierra.
La confianza de Abraham en la palabra de la promesa de Dios
Pero, como aprendimos en Génesis 3 y en Romanos 5, "el pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron". "Todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Es decir, cada uno de nosotros tiende a buscar su propia gloria, antes que la gloria de Dios. Nos sentimos inclinados a la auto-confianza antes que a la confianza en Dios. Y de esta raíz crecen todos los pecados del mundo. "Ni un árbol malo [puede] producir frutos buenos" (Mateo 7:18). Desde la caída de Adán en pecado, la inclinación de toda la humanidad (sin la renovación del Espíritu Santo) ha sido frustrar los propósitos de Dios de llenar la Tierra con Su gloria. (Romanos 1:20-23).
Pero Dios, con una doble perspectiva de Su gloria, por un lado, y con la perspectiva de la salvación de Su pueblo, por otro, dio pasos para reclamar Su creación. Plantó una semilla de mostaza. Es decir, escogió a un hombre, Abraham, y le hizo una promesa sorprendente, gratuita, y absolutamente cierta: "y te bendeciré [...] y serás bendición. . . Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra" (Génesis 12:2, 3). "Y estableceré mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti. . . de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti" (Génesis 17:7). Y ocurrió un intercambio sorprendente entre Dios y Abraham: Abraham creyó a Dios, y Dios justificó a Abraham (Génesis 15:6). Abraham tomó la palabra de Dios y descansó en Su promesa, ¡tanto que estuvo dispuesto a obedecer a Dios sacrificando a Su propio hijo mediante el cuál Dios le había prometido darle una gran posteridad! Abraham confió totalmente en las promesas de Dios para Su seguridad y felicidad, y Dios le justificó: le absolvió de todos sus pecados, pasados, presentes, y futuros. Lo que significa que Dios estaba a su favor, y no en su contra. Ahora, todo el poder de Dios, sustentador de galaxias, estaba en los arneses de su misericordia hacia Abraham, y no en los arneses de Su ira.
El Nuevo Testamento retoma este intercambio y lo convierte en el modelo de cómo los hombres y mujeres son justificados ante Dios en cada época. Si tenemos la fe de Abraham (Romanos 4:16), es decir, si renunciamos a la auto-confianza y confiamos en las promesas de Dios para nuestra felicidad y seguridad, Dios perdonará todos los pecados y se ocupará de perseguirnos con bondad y misericordia durante toda nuestra vida. Permaneceremos justificados y limpios y libres ante el juez de los cielos y la tierra.
Todos los preciosos dones de justificación, perseverancia, santificación y glorificación suprema fueron adquiridos por Jesús al tomar nuestro castigo sobre la cruz y reparar una vez y por todas el daño que todos nuestros pecados han hecho a la gloria de Dios. La muerte de Cristo adquirió la redención de Abraham, 2000 años antes, y la redención de Abraham Christian Piper, 2000 años después. Hoy lo sabemos, y por eso nuestra fe y esperanza están en Jesucristo. Pero Abraham no sabía cómo Dios absolvería a los pecadores y seguiría siendo justo. Lo dejó en las manos de Dios y simplemente confió en la palabra de la promesa de Dios.
Un libro de lecciones para el mundo
Entre la elección de Abraham y la venida de Cristo para adquirir (mediante su muerte sustitutiva) las bendiciones de Abraham, pasaron 2000 años de historia donde Dios trató con el pueblo de Israel en un modo en que no trató con otro pueblo. ¿Por qué Dios esperó 2000 años para enviar a Su Hijo al mundo a morir por el pecado? ¿Por qué limitó sus acuerdos redentores casi completamente a este único pueblo, Israel, durante esos 2000 años?
La respuesta sugerida en el Nuevo Testamento es que la larga historia de Israel era necesaria a fin de que algunas cosas quedaran claras para el mundo, de modo que nos permitiera aceptar más plenamente el significado de la encarnación del Hijo de Dios, Su expiación sustitutiva, y la justificación por fe sin las obras de la ley. Los eventos de la historia de Israel son tratados como símbolos o ejemplos para ayudarnos a aceptar y seguir el camino de salvación (1ra a los Corintios 10:6, 11; Romanos 15:4). Por ejemplo, en Romanos 3:19, Pablo dice: "Ahora bien, sabemos que cuanto dice la ley, lo dice a los que están bajo la ley [es decir, a los judíos], para que toda boca se calle y todo el mundo sea hecho responsable ante Dios". En otras palabras, en sus tratos con Israel, Dios siempre tenía al mundo en perspectiva. Israel es un ejemplo, y su historia (el Antiguo Testamento) es un libro de lecciones para que todo el mundo lo lea. Por tanto, cuando leemos la historia de Israel en el Antiguo Testamento, debiéramos preguntarnos: ¿Cómo se propone Dios beneficiar al mundo y a nosotros, los gentiles, mediante esta serie de eventos?
Mantengamos esto en mente mientras enfocamos, brevemente, nuestra atención en uno de los eventos más importantes y memorables de la historia de Israel: el éxodo de Egipto. La historia que va desde Abraham hasta el éxodo es conocida: Abraham tiene un hijo llamado Isaac, según la promesa; Isaac tiene dos hijos, Jacob y Esaú, y nuevamente, según la promesa, el más joven (Jacob) gana el derecho de nacimiento y la bendición. Jacob, cuyo nombre es cambiado a Israel, tiene doce hijos quienes se convierten en las doce tribus de Israel. Mediante un sorprendente giro de eventos todo el clan de Jacob (unos 70 en total) va a Egipto y en los siguientes 400 años se multiplica hasta ser una gran nación. Eventualmente, Faraón se siente amenazado por este pueblo extranjero y lo somete a esclavitud y abuso. El pueblo clama a Dios para liberación, y Dios envía a Moisés y a Aarón, para librarles de las ataduras y guiarle hacia la tierra prometida a Abraham siglos antes.
Lo que Dios trataba de mostrar a Israel en el éxodo
Ahora, de todas las preguntas que pudiéramos hacernos sobre el éxodo de Israel desde Egipto, la única en que quiero enfocarnos hoy es: ¿por qué Dios lo hizo? ¿Cuál fue la motivación que movió a Dios a llamar a Moisés, a derramar diez plagas sobre Egipto, y finalmente a liberar a Su pueblo mediante un milagro espectacular, la división del Mar Rojo? Y tenga en mente que no muy lejos en nuestras mentes está la pregunta de: ¿cómo Dios, al lidiar con Israel, tenía en mente al mundo?
Hay, al menos, tres motivos para la liberación de Israel por Dios como lo hizo. Y así como un árbol con raíces y tronco y ramas es una unidad (es un árbol), así estos tres motivos están unidos como raíz, tronco, y ramas. El motivo raíz es el compromiso apasionado de Dios de exaltar Su gloria en el mundo. Su propósito en las plagas y el éxodo era "para proclamar mi nombre por toda la tierra" (Éxodo 9:16). Pero nadie glorificará a un Dios que no puede cumplir Su palabra. Y, por tanto, desde el motivo raíz crece el tronco, a saber, el compromiso de Dios con Sus promesas. Él guió al pueblo fuera de Egipto porque había prometido a Abraham que sus descendientes retornarían a Canaán (Génesis 15:14). El éxodo era una promesa a mantener. Entonces, del tronco del compromiso de Dios con Sus promesas, crecen las ramas de bendiciones para Su pueblo que ellos experimentan como Su amor. Las promesas de Dios son para el bien de ellos. Ellos son promesas de Su amor.
Pienso que es tremendamente importante que mantengamos este árbol con en lado correcto arriba. Vivimos en una época donde, incluso en el cristianismo evangélico, el árbol está siendo girado al revés, con las ramas sofocando el suelo y las raíces secándose al sol. ¿No escuchamos a menudo que lo que mueve a Dios es el valor del hombre? ¿Pero cuán a menudo escuchamos que lo que mueve a Dios es el valor de Su propia gloria y Su celo para mostrarla al mundo? Sin embargo, esta es precisamente la raíz del compromiso de Dios que sostiene y nutre el amoroso valor que pone sobre el hombre. Si no mantenemos este orden de cosas claro en nuestra teología y en nuestras oraciones, no debiéramos maravillarnos cuando las ramas de bendición se marchiten, cortadas de la más profunda motivación del corazón de Dios: su apasionado compromiso de magnificar Su gloria en todo el mundo.
Miremos estos tres motivos en el registro bíblico. Vaya a Deuteronomio 7:6-8. Aquí Moisés recuerda el éxodo de Egipto y responde por qué Dios lo hizo. "Porque tú eres pueblo santo para el Señor tu Dios; el Señor tu Dios te ha escogido para ser pueblo suyo de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra. El Señor no puso su amor en vosotros ni os escogió por ser vosotros más numerosos que otro pueblo, pues erais el más pequeño de todos los pueblos; mas porque el Señor os amó y guardó el juramento que hizo a vuestros padres, el Señor os sacó con mano fuerte y os redimió de casa de servidumbre, de la mano de Faraón, rey de Egipto".
El versículo 8 menciona las ramas del árbol de la motivación de Dios en la liberación de Israel de la esclavitud. "Porque el Señor os amó": el Señor quiere obrar bien para Israel; en Su corazón están los mejores intereses para ellos. Por tanto, él les saca de la esclavitud y les lleva a la Tierra Prometida. Pero también: "guardó el juramento que hizo a vuestros padres”. Muy específicamente, en Génesis 15:13, 14, Dios dijo a Abraham: "Y Dios dijo a Abram: Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no es suya, donde serán esclavizados y oprimidos cuatrocientos años. Mas yo también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después saldrán de allí con grandes riquezas". Dios había prometido que lo haría, así que la integridad de Su nombre dependía del éxito del éxodo. Su compromiso con su palabra de promesa trae la bendición de Su amor, y estos dos motivos (raíz y rama) mueven a Dios a liberar a Israel de Egipto.
Pero hay algo más profundo. El profeta Isaías hace que el compromiso más profundo sea claro como el cristal. Dios dice en Isaías 43:7: "[A Israel] a quien he creado para mi gloria". En el 43:21: "El pueblo que yo he formado para mí proclamará mi alabanza". En el 46:13: "Pondré salvación en Sión, para Israel será mi gloria". En el 60:21: "Entonces todos los de tu pueblo serán justos; para siempre poseerán la tierra, vástago de mi plantío, obra de mis manos, para que yo me glorifique" Israel existe, en su sentido más básico, para mostrar la gloria de Dios, tanto para que Israel mismo pueda conocer y adorar al Dios todo-glorioso, como para que el mundo pueda ver que el Dios de Israel es verdaderamente el Dios glorioso, y le adore.
Vaya conmigo a Éxodo 10:1, 2. Aquí Dios declara Su propósito de ser glorificado por Israel en las generaciones venideras por lo que Él hizo en Egipto. "Entonces el Señor dijo a Moisés: Preséntate a Faraón, porque yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para mostrar estas señales mías en medio de ellos, y para que cuentes a tu hijo y a tu nieto, cómo me he burlado de los egipcios, y cómo he mostrado mis señales entre ellos, y para que sepáis que yo soy el Señor. Dios tenía el propósito de liberar a Su pueblo mediante una sorprendente demostración de poder soberano y autoridad, para que todas las generaciones sucesivas en Israel pudieran ensalzar Su gloria como el único Dios verdadero.
Lo que Dios trataba de mostrar al mundo en el éxodo
Pero no solo estaba Israel en perspectiva; Dios tenía el propósito de que todo Egipto despertara a Su gloria mientras Su juicio caía sobre Faraón y su ejército. En Éxodo 14, Dios guía al pueblo en su escape, precisamente hacia donde parece que estarán atrapados, y luego dice en el versículo 3: "Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: “Andan vagando sin rumbo por la tierra; el desierto los ha encerrado.” Y yo endureceré el corazón de Faraón, y él los perseguirá; y yo seré glorificado por medio de Faraón y de todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy el Señor”. De nuevo, en el versículo 18: "Entonces sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando sea glorificado en Faraón, en sus carros y en su caballería". El propósito al liberar a Israel como lo hizo va más allá de Israel: Él quiere ganar a los egipcios para que también le adoren por Su gloria incomparable.
Pero no solo estaban Israel y Egipto en perspectiva. Este es un éxodo para todo el mundo. En Éxodo 9:15,16, Dios dice a Faraón: "‘Porque si yo hubiera extendido mi mano y te hubiera herido a ti y a tu pueblo con pestilencia, ya habrías sido cortado de la tierra. ‘Pero en verdad, por esta razón te he permitido permanecer: para mostrarte mi poder y para proclamar mi nombre por toda la tierra" (vea Romanos 9:17). Este evento no ocurrió en una esquina oculta. Ocurrió para que todo el mundo pudiera verlo, y que los corazones temieran y se derritieran ante el gran y terrible Dios de Israel y se rindieran a Él y le aceptaran como Salvador y Señor.
Hebreos 11:31 habla de una prostituta llamada Rahab quien vivía en Jericó, una ciudad de Canaán, cuarenta años después del tiempo del éxodo. Hebreos dice que ella tuvo fe en el Dios de Israel y por eso ayudó a los espías de Israel y fue salvada. ¿Cómo llegó ella a aceptar el señorío de Yavéh el Dios de Israel? Esto es lo que dice a los espías en Josué 2:9-10: "Sé que el Señor os ha dado la tierra, y que el terror vuestro ha caído sobre nosotros, y que todos los habitantes de la tierra se han acobardado ante vosotros. Porque hemos oído cómo el Señor secó el agua del mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto”. Así fue salva. El propósito de Dios era que Su nombre fuera declarado por toda la tierra. Y así fue. Su reputación corrió delante de Su pueblo hasta Canaán, y trajo a Rahab a la fe, y abrió la puerta de la Tierra Prometida.
Y aquí estamos, 4000 años después, declarando el mismo nombre glorioso, debido al mismo poderoso acto de liberación, tal como Dios lo quiso. Este es nuestro Dios, rebelado ahora en nuestro Señor Jesucristo. Y pienso que Dios estaría muy complacido si nosotros, en respuesta a esta gran liberación, uniéramos nuestras voces ahora en alabanza y meditáramos nuevamente en lo que puede hacer el Todopoderoso.