No ames el mundo

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Una visión general

El texto comienza con un mandato-que es el único mandamiento en el texto, y por lo tanto, probablemente, el punto principal (verso 15b): "No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo". Todo lo demás en el texto es un argumento, o un incentivo, del porqué no debemos amar al mundo.

El amor por el mundo echa fuera el amor por el Padre

El primer incentivo que Juan nos da es que "si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (verso. 15b). En otras palabras, la razón por la que no deberíamos amar al mundo es que no se puede amar al mundo y a Dios al mismo tiempo. El amor por el mundo echa fuera el amor a Dios y el amor a Dios echa fuera el amor por el mundo.

Como dijo Jesús: "Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mateo 6:24). Así que no debes amar al mundo, porque eso te pondría junto con los enemigos de Dios, ya sea que creas que lo eres o no. "Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él". Esa es la primera razón que Juan nos da para no amar al mundo.

Luego en el versículo 16 viene el apoyo y la explicación de ese primer argumento. La razón por la cual el amor por el mundo echa fuera el amor a Dios es que "todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo". Si dejamos de lado las tres frases en la mitad del versículo 16, se leería así: La razón por la cual el amor del mundo echa fuera el amor a Dios es que todo lo que hay en el mundo no es de Dios. En otras palabras, decir que amas a Dios, son sólo palabra vacías si te gusta lo que no es de Dios.

Juan podría haber terminado su caso al final del versículo 16. No améis al mundo, porque el amor por el mundo no puede coexistir con el amor a Dios. Pero él no termina su caso ahí. Añade dos argumentos y dos incentivos más para no amar al mundo.

El mundo pasará y sus pasiones con él

En primer lugar, en el versículo 17a él dice: "Y el mundo pasa, y también sus pasiones". Nadie compra acciones de una compañía que seguramente va directa a la quiebra. Nadie establece su casa en un barco que se hunde. Ninguna persona razonable podría atesorar donde la polilla y el orín corrompen, y ladrones minan y hurtan, ¿verdad? ¡El mundo pasa! Poner el corazón en él es como pedir la angustia y la miseria al final.

Y eso no es todo: no sólo es que el mundo pasa, sino también las pasiones de él. Si compartes las pasiones del mundo, morirás. No solo perderás tu tesoro. Perderás tu vida. Si te gusta el mundo, pasará y te llevará con él. "El mundo pasa, y también sus pasiones".

Si haces la voluntad del Padre, vivirás por siempre

En segundo lugar, en el versículo 17b. Juan dice: "Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre". Lo contrario de amar al mundo no es solo amar al Padre (v. 15), sino también hacer la voluntad del Padre (v. 17). Y esa conexión no es difícil de entender. Jesús dijo: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Juan 14:15). Juan dice en 1 Juan 5:3: "Porque este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos". Así que el amor por el Padre en el versículo 15 y hacer la voluntad de Dios en el versículo 17 no son realmente cosas separadas.

Si amas a Dios, amarás su voluntad. Decir que amo a Dios, pero no me gusta lo que Dios ama, son palabras vacías. Así que Juan está diciendo en el versículo 17, "Si te gusta el mundo, te perderás con el mundo, pero si no te gusta el mundo y amas a Dios, vas a hacer su voluntad y vivirás con Él para siempre".

Un mandamiento y tres argumentos

En resumen, el texto contiene un mandamiento y tres argumentos, o incentivos. El mandamiento es: "No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo". El primer incentivo es que si te gusta el mundo, no amas a Dios. El segundo incentivo es que si te gusta el mundo, te perderás con el mundo. Y el tercer incentivo es que si amas a Dios en lugar de amar al mundo, vas a vivir con Dios para siempre.

UNA MEDITACIÓN

Meditemos por unos momentos en estos dos últimos incentivos y, especialmente, cómo se relacionan con la fe salvadora.

La fe salvadora y el Amor de Dios

Nos han enseñado muy bien que ¡somos salvos por la fe! "¡Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo!" (Hechos 16:31). Pero no hemos sido tan bien enseñados sobre lo que es la fe salvadora. Por ejemplo, ¿Con qué frecuencia se discute la relación entre la fe en Cristo y el amor por Cristo? ¿Se puede confiar en él para salvación y no amarlo? Es evidente que Juan no lo cree así, porque el tema de este texto es el amor por Dios o el amor por el mundo, y el resultado es si se muere con el mundo o se tiene vida eterna con Dios. Sin embargo, Juan sabe que la vida eterna viene por la fe.

Juan dice en 1ra. Juan 5:13, "Os he escrito a vosotros que CREEIS en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna". Así que la vida eterna si depende de CREER en Cristo. Pero ¿qué es esto de "creer"? Si somos amables y dejamos a Juan para que hable por sí mismo, su carta completa lo que quiere decir. Cuando él dice que no amar al mundo, sino amar a Dios tanto que hacemos su voluntad es lo que lleva a la vida eterna, nos enteramos de que la fe salvadora y el amor por Dios son inseparables. Ambos son el camino a la vida eterna, porque son el mismo camino.

En Juan 5:42-44 Jesús se enfrenta a los líderes judíos que no creen en él con estas palabras: "Pero os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis. ¿Cómo podéis creer, cuando recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?". En otras palabras, la razón por la que no reciben o creen en Jesús es que no aman a Dios. Les encanta el mundo, la gloria de los hombres, sin la gloria de Dios. Así que Jesús enseñó a sus apóstoles que, cuando no hay amor a Dios, no puede haber una fe salvadora. (ver Juan 3:18-19).

Pablo y Santiago de acuerdo

Esta es la razón por la cual no sólo Juan sino también Pablo y Santiago mantienen las promesas de vida sólo para aquellos que aman a Dios:

  • Romanos 8:28: "Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito".
  • 1 Corintios 2:9: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre... Dios ha preparado para los que le aman". 1 Corintios 16:22: "Si alguno no ama al Señor, que sea anatema".
  • Santiago 2:5: "¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que Él prometió a los que le aman?" (Ver 2da. Timoteo 4:8; Santiago 1:12)

Así que podemos ver lo que Juan está tratando de hacer por nosotros en el versículo 17 de nuestro texto. Él está tratando de mostrarnos que el amor por el Padre y la liberación del amor por el mundo no son una opción. No es la guinda del pastel de la fe salvadora. Se trata de un asunto de vida eterna y muerte eterna. Es lo primero en la agenda de la vida. Nada en todo el mundo es más importante que experimentar el amor por Dios en tu corazón. Este es el primer y gran mandamiento, Jesús dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (Mateo 22:36-40).

Dos posibilidades si no sientes mucho amor por Dios

Tal vez mientras digo esto, algunos de ustedes están diciendo, "No siento mucho amor por Dios en este momento". Hay dos posibles razones para ello.

1. No has nacido de nuevo

Una de ellas es la posibilidad de que no hayas nacido de nuevo. Es posible que seas un cristiano cultural o hereditario. Puede que hayas desarrollado patrones de habla y comportamiento religioso porque es socialmente beneficioso o porque tus padres o compañeros hablan y actúan de esta manera. Sin embargo, es posible que nunca hayas experimentado un profundo cambio en tu naturaleza por el poder del Espíritu Santo que diese origen a una corriente de nuevo amor por Dios.

Henry Martyn, el brillante traductor y misionero del siglo pasado, miró a su propia conversión cuatro años más tarde y dijo: "El trabajo es real. No puedo dudar más de él que de mi propia existencia. El actual conjunto de mis deseos se altera, estoy caminando de otra manera muy distinta, aunque voy tropezando sin cesar en esa senda".

Por lo tanto, podría ser que esto nunca te haya sucedido y que tu religión sea toda ella una apariencia externa y no la experiencia interior de amor por Dios. Pablo dijo en 2 Timoteo 3:1-5, "En los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, ... amadores de los placeres en vez de amadores de Dios; teniendo apariencia de piedad, pero habiendo negado su poder". En otras palabras, podemos esperar que haya numerosos religiosos que asistan a la iglesia pero que no saben nada del nuevo nacimiento y el amor genuino y sincero a Dios.

Si estás entre ese número debes dirigir tu corazón a Cristo y buscar sinceramente su Palabra. Pedro dice que hemos nacido de nuevo por la Palabra de Dios que vive y permanece. Así que si quieres volver a nacer, te debes derramar sobre la Palabra de Dios. Debes clamar a Cristo que te abra los ojos para conocer al Padre (Mateo 11:27). Debes rogar a Dios para que saque ese corazón de piedra y te dé un corazón de carne para que puedas amar a Dios con todo tu corazón y con toda tu alma (Deuteronomio 30:6). Debes renunciar a todo pecado conocido, darte a todos los medios de la gracia hasta que la luz amanezca en tu corazón y Cristo brille tan fuerte en su poder que el amor se sienta irresistiblemente atractivo y caigas en adoración y amor delante de él. Y no dejar la búsqueda hasta que hayas nacido a una nueva vida. "Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón".

2. Tu amor se ha vuelto frío y débil

La otra posibilidad es que, de hecho, hayas nacido de nuevo, pero que tu amor a Dios simplemente se ha vuelto frío y débil. Has probado lo que significa tener un corazón para Dios. Puedes recordar como una vez sentías que conocerlo era mejor que cualquier cosa que el mundo podía ofrecer. Pero esta mañana la mecha humea y la caña está quebrada.

En primer lugar, la receta para tú dolencia no es muy diferente de la prescripción para la búsqueda de un nuevo nacimiento. El mismo Espíritu que engendra la vida, también nutre la vida. La misma palabra que enciende el fuego del amor, también reaviva el amor. El mismo Cristo que una vez te sacó de las tinieblas a su luz admirable, puede quitar la larga noche oscura de tú alma. Así que ríndete al Espíritu Santo. Sumérgete en la Palabra de Dios. Clama a Cristo por una nueva visión de la gloria de su gracia. No te contentes con tibieza. Busca una nueva pasión por Cristo.

Y cualquiera que sea el grupo en el que te encuentras -o si tú te encuentras aquí lleno de amor por Dios esta mañana- deja que las amonestaciones restantes de este texto te despierten a contar todo como basura en comparación con la excelencia del conocimiento de Cristo.

El amor a Dios y el amor por el mundo no pueden coexistir

De acuerdo con el versículo 15 de nuestro texto, si tu amor por Dios es frío esta mañana, es porque el amor por el mundo ha empezado a tomar lugar sobre tu corazón y empieza a ahogar tu amor por Dios. El amor por el mundo y el amor por el Padre no pueden coexistir. Y todo corazón ama algo. La esencia misma de nuestra naturaleza es el deseo. No hay nadie en esta sala que no desee algo. En el centro de nuestro corazón hay un manantial de anhelos. Pero es una imagen extraña ¿no? Un anhelo es un ansia, un deseo, algo que queremos, una necesidad. Pero estos no se describen bien como un manantial. Un manantial de necesidades es una contradicción de términos. Un manantial borbotea, la necesidad nos succiona. Un anhelo es más como un drenaje o una aspiradora. En el centro de nuestro corazón se encuentra un agujero de drenaje, como en el fondo de una piscina. Estamos eternamente sedientos. Pero no podemos aspirar agua y aire al mismo tiempo.

Si tratas de satisfacer tu anhelo succionando el aire del mundo, no podrás beber el agua del cielo. Y, finalmente tu motor se quemará, porque fuiste hecho para bombear el agua de Dios, no para succionar el aire del mundo.

El "mundo” que no debemos amar

Pero ahora, ¿qué es este "mundo" al que no debemos amar? El versículo 16 dice que se caracteriza por tres cosas: "pasión de la carne, pasión de los ojos y arrogancia de la vida" La palabra "vida" no se refiere al estado de estar vivo, sino más bien a las cosas en el mundo que hacen posible la vida. Por ejemplo, en 3:17 se traduce como "bienes" - "el que tiene BIENES de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él?" Jesús usa la palabra en Marcos 12:44 cuando dice que la pobre viuda en el templo "todo lo que poseía, todo lo que tenía para VIVIR".

Así que la frase "arrogancia de la vida" significa orgullo de lo que se posee, de las cosas que se tienen. Ahora podemos ver cómo las tres descripciones del mundo se relacionan entre sí. Los dos primeros -deseos de la carne y los deseos de los ojos- se refieren a los deseos de lo que no tenemos. Y el tercero-la arrogancia de la vida-se refiere al orgullo por lo que tenemos. El mundo es conducido por estas dos cosas: la pasión por el placer y el orgullo en las posesiones.

Y la pasión por el placer se describe de dos maneras, porque hay dos grandes clases de placeres: físico y estético. Existe la pasión de la carne (placeres corporales), y la pasión de los ojos (placeres estéticos e intelectuales). Juan no es ingenuo. Él sabe que el mundo no se limita a Hennepin Avenue.

Existe la pasión por la comida basura y la pasión por la gastronomía. Existe la pasión por el Rock duro y la pasión por Rachmaninoff. Existe la pasión por Penthouse, y la pasión por Picasso. Existe la pasión por Orpheum y la pasión por Ordway. Este libro termina con el sonoro mandamiento: "Hijos, guardaos de los ídolos", ya sean crudos o cultivados.

Cualquier cosa en este mundo que no sea Dios puede robar el amor de Dios de tu corazón. Cualquier cosa que no sea Dios puede llevar tu corazón lejos de Dios. Si no la tienes, te puede llenar con pasión para conseguirla. Si la consigues, te puede llenar de orgullo por lo tenerla.

Pero en contra de la soberbia de la vida, el apóstol dice: "¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido? ... El que se gloría, que se gloríe en el Señor" (1 Corintios 4:7; 1:31). Así pues, que no haya jactancia en las posesiones. Todas ellas son dioses.

Y en contra de la pasión de la carne y la de los ojos, el salmista dice: "¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra". Así que, no deseemos nada más que a Dios. No poseamos nada más que a Dios; No persigamos nada más que a Dios.

¿Qué debemos hacer con nuestros deseos?

Pero alguien preguntará, "¿No debería desear una cena? ¿No debería desear un trabajo? ¿No debería desear un cónyuge? ¿No debería desear un niño en mi seno? ¿No debería desear un cuerpo sano y un buen descanso nocturno o el sol de la mañana, o un buen libro o una velada entre amigos? "

Y la respuesta es no, ¡a menos que sea un deseo por Dios! ¿Deseas la cena, porque deseas a Dios? ¿Quieres un trabajo, porque en él descubrirás a Dios y el amor de Dios? ¿Deseas un cónyuge, porque tienes hambre de Dios y la esperanza de verlo y amarlo en tu pareja? ¿Deseas el niño, el cuerpo sano, el buen descanso por la noche, el sol de la mañana, el gran libro y la noche con los amigos por amor a Dios? ¿Ves a Dios en todo lo que deseas? (Ver Colosenses 3:17, 1 Corintios 10:31).

San Agustín capturó el corazón de nuestro texto cuando oró al Padre y le dijo: "Te ama poco el que ama cualquier cosa junto contigo, y no la ama por causa de ti".

Por lo tanto, hermanos y hermanas, no améis al mundo ni las cosas del mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Pero si el amor del Padre está en ti, si amas a Dios con todo tu corazón, entonces todas las habitaciones en las cuales ingreses serán un templo de amor a Dios, todo tu trabajo será un sacrificio de amor a Dios, todas las comidas serán un banquete de amor con Dios, cada canción será una proposición de amor a Dios.

Y si hay algún deseo de la carne o cualquier deseo de los ojos que no sea también un deseo de Dios, entonces vamos a ponerlo fuera de nuestras vidas, de modo que podamos decir con Juan y con el salmista:

¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti?
Y fuera de ti,
nada deseo en la tierra.