No se cansen de hacer el bien
Gálatas 6:6-10
Probablemente el peor enemigo del entusiasmo es el tiempo. Los seres humanos tenemos una marcada y triste capacidad de cansarnos de cosas maravillosas. Casi todos ustedes se acordarán de algo que los haya entusiasmado recientemente, sin embargo esa alegría ya desapareció. Cuando fueron de vacaciones a la costa, el primer día la puesta de sol les pareció impresionante y los hizo tan felices que hasta podrían haber cantado. Pero, en los últimos días de su estadía, ya casi ni lo notaban. Los que van de vacaciones se cansan de las puestas de sol, los millonarios se cansan del dinero, los niños se cansan de los juguetes y los cristianos se cansan de hacer el bien. Al principio, la emoción de dar clase en la escuela dominical fue fuerte, pero ahora están cansados de hacer cosas buenas. Ya no sienten emoción. Al principio, se sentían puros y fuertes en el Espíritu Santo cuando manejaban la camioneta, enseñaban inglés al laosiano, dirigían pequeños grupos, visitaban a los recién llegados, empezaban la lectura de la Biblia, o trabajaban en el refugio de emergencia . . . pero ahora se cansaron de hacer el bien. La energía interior y la alegría se esfumaron. Les parece una tarea rutinaria. Se sienten desanimados.
La vida eterna y la muerte en una balanza
Gálatas 6:9 (LBLA) dice: “No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos”. Por supuesto, no significa que nunca podamos dejar un trabajo y empezar otro. Si nos preguntamos qué bien es ese que tenemos que hacer, que no nos tenemos que cansar de hacerlo, probablemente la mejor respuesta es el fruto del Espíritu, en Gálatas 5:22: no nos cansemos de ser pacientes, benignos, buenos, fieles, mansos y tener dominio propio. No nos cansemos de manifestar paz y alegría en todos los actos de amor hacia nuestros semejantes, nuestros compañeros, y sus familias. Para resumir, no nos desanimemos de ofrendar nuestro amor, porque si lo hacemos las obras de la carne toman el mando. Y Pablo dice en 5:21: “Los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. O como Pablo dice en 6:8, si dejamos de sembrar para el Espíritu y sembramos para nuestra propia carne, no segaremos la vida eterna, sino la corrupción eterna.
Esto es muy polémico. Dejemos que penetre en nuestra mente. Lo que está en cuestión en este texto es la vida eterna, no simplemente la santificación, sino también la salvación final. El si vamos a ir al cielo o al infierno depende, de alguna manera, de si nos cansamos o no de hacer el bien. El texto va dirigido a la iglesia. Escuchen atentamente y noten como la reflexión va del versículo 8 al versículo 9: “El que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. Y no nos cansemos (¡por tanto!) de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos”. No nos cansemos de hacer el bien, porque en el momento debido cosecharemos, si no nos desanimamos”. Cosecharemos la vida eterna si sembramos para el Espíritu, es decir, si no nos cansamos de hacer el bien. De textos como estos, puedo inferir que mi rol de pastor-maestro no es sólo un medio para la santificación de ustedes, sino también un medio para su salvación. Este texto se escribió para conducir a los santos de Galacia a la salvación final, a la vida eterna. Por consiguiente, un sermón sobre este texto, dirigido a los santos de Bethlehem, también tiene que tener como objetivo llevarlos a la salvación final o la vida eterna.
En nuestra Conferencia y en todo el Evangelismo y Fundamentalismo, se rechaza ampliamente esta perspectiva sobre la predicación. El año pasado, recibí una carta de un Pastor de la Conferencia, retirado, que terminaba así: “En conclusión, encontramos que el ministerio de un pastor está limitado a la condición del creyente y no a su posición. Por lo tanto, nuestra seguridad y rescate de las consecuencias penales del pecado, no tienen ninguna relación con la predicación de un pastor”. En oposición a ese criterio de predicación sumamente generalizado, les pido que reflexionen sobre Gálatas 6:8 y 9. Como su pastor-maestro ¿debo comunicarles el mensaje de Pablo? ¿Debo hablarles de la misma manera que el apóstol le hablo a las iglesias de Galacia? ¿No es la “corrupción”, de la que habla el versículo 8, la consecuencia del castigo final por el pecado? ¿No es la “vida eterna”, que expresa el versículo 8, la liberación de esta consecuencia del pecado? De acuerdo a nuestra experiencia, ¿no dependen estas dos cosas de lo que sembremos en el Espíritu y de que no nos cansemos de hacer el bien? Y si es así, ¿no debe creer un pastor que su mensaje, basado en este texto, puede ser un medio designado divinamente, para que lo hijos de Dios perseveren en hacer el bien hasta el final y así heredar la vida eterna?
Mi objetivo en esta vida es ser un maestro fiel a la Palabra de Dios, para bien de su pueblo y gloria de su nombre. No puedo ser un maestro fiel a este texto si no les digo que si se cansan de hacer el bien y se desaniman no segarán la vida eterna. Si abandonan el Espíritu y dependen de la carne, segarán corrupción. (Cf Romanos 8:13).
Soportar la carga financiera de los maestros
Esto es lo que está en cuestión aquí. Sigamos el desarrollo del pensamiento de Pablo que comienza en el versículo 6. Recordarán que en el versículo 2 él dijo: “Llevad los unos las cargas de los otros”. El versículo 6 parece dar otro ejemplo de soportar una carga, es decir, la carga financiera de los maestros cristianos. “Al que se le enseña la palabra, que comparta toda cosa buena con el que le enseña”. Una manera de soportar las cargas de aquellos que tienen la enorme responsabilidad de enseñar en la iglesia es apoyarlos financieramente para que se despreocupen y puedan dedicarse a la oración y al estudio. Evidentemente, había algún problema con esto en Galacia. Tal vez habían tenido un buen comienzo y luego se cansaron de hacer el bien, el bien de sostener a los ancianos que se dedicaban a enseñar en la iglesia. Tal vez algunos argumentaban que eran libres en Cristo y podían usar el dinero para otras cosas. “De todas maneras, ¿quién necesita que le enseñen? Sabemos bastante de la verdad. No hay mucho dinero, son tiempos difíciles”. No sabemos lo que decían, pero sí sabemos que de todas las cargas que Pablo pudo haber mencionado, eligió hablar de la carga material de aquellos que enseñan la Palabra de Dios.
Aprendió este principio de Jesús. Cuando Él envió a los 70 a predicar, les dijo que no llevaran su propia comida porque “El obrero es digno de su salario”. Pablo lo recoge en 1 Timoteo 5:17-18: “Los ancianos que gobiernan bien sean considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza; porque la Escritura dice: ‘No pondrás bozal al buey cuando trilla’, y, ‘El obrero es digno de su salario’”. Probablemente el paralelo más cercano a Gálatas 6:6 es 1 Corintios 9:11 donde Pablo dice: “Si en vosotros sembramos lo espiritual, ¿será demasiado que de vosotros cosechemos lo material?”.
El ministerio de la palabra y de la generosidad
En Gálatas 6:6 se pueden ver cuatro consecuencias que quiero mencionar brevemente. Primera: Enseñar la Palabra de Dios es algo esencial en la iglesia. No podemos conocer al Señor como deberíamos si no tenemos una enseñanza sólida. Los cultos se tornarán superficiales, los sentimientos se volverán frívolos y la obediencia perderá su vigor si no se enseñan las recomendaciones de Dios en su totalidad. Pablo lo consideraba esencial.
Segunda: Aquellos que tienen la importante responsabilidad de enseñar necesitan libertad para estudiar, meditar y orar. Investigar el significado de los textos bíblicos, descubrir la relación de ese significado con la totalidad de la revelación y considerar cómo se relaciona esto con la vida actual, semana tras semana, es tener un llamado glorioso – pero lleva mucho tiempo y esfuerzo. Una de las cosas que me hacen feliz en mi ministerio en Bethlehem es que la mayoría de ustedes lo saben y no se muestran reacios por el tiempo que necesito para estudiar. Para que ustedes lo sepan, en general, los días lunes, martes y miércoles por la mañana me dedico a orar, estudiar y meditar. Luego, durante todo el viernes y el sábado preparo los dos mensajes del domingo. Hay interrupciones inevitables para momentos especiales (¡como las bodas!). Es comprensible. Solo doy gracias a Dios por el apoyo de ustedes a mi rol en esta iglesia.
Tercera: Se deduce que los maestros pastores han de ser pagados para que no tengan que trabajar en otra cosa para mantenerse. Algunos, como Pablo, podrían renunciar a este derecho, pero aquellos a los que se les enseña la Palabra tienen que sentirse deseosos de aliviar a sus maestros financieramente. ¡Y también les agradezco por eso!
Cuarta: Cuando aportan su dinero para mantener el ministerio de enseñanza, están cumpliendo la ley de Cristo, de acuerdo al versículo 2 (ayudar a sostener las cargas de los maestros) y no se cansan de hacer el bien (de acuerdo al versículo 9) sino que se preparan para la vida eterna. Cuando Pablo dice, en los versículos 9 y 10, que no debemos cansarnos de hacer el bien y que tenemos que hacer el bien con todos, especialmente con los de la familia de la fe, lo que tiene en mente, como mínimo, es que usemos nuestro dinero para mantener a los que enseñan la Palabra de Dios.
De Dios nadie se burla
El versículo 7 refuerza el mandato del versículo 6: “No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará”. Evidentemente los que no querían compartir sus bienes con sus maestros en las iglesias habían sido víctimas de algún engaño y estaban burlándose de Dios con sus actos. Tal vez decían: “Cristo nos liberó para tener libertad. Ustedes que se privan de cosas buenas y pagan para oír la Palabra de Dios – están actuando como legalistas del Antiguo Testamento”. Entonces, en nombre de su libertad habían comenzado a satisfacer su carne (lo contrario de la advertencia de 5:13). Y lo que es peor, estaban tratando la Palabra de Dios con desprecio. Es una burla a Dios cuando se desprecia a sus mensajeros (2 Crónicas 36:15-16).
El texto dice: “De Dios nadie se burla”. ¿Qué significa? Significa lo mismo que cuando un padre le dice a su hijo: “¡A mí no me tienes que hablar en ese tono!”. Es decir, te vas a arrepentir profundamente de haberme hablado así. O como dice Pablo, segaras lo que sembraste. "De Dios nadie se burla" significa: Si ustedes desprecian su Palabra al no contribuir con el ministerio de la Palabra, se van a arrepentir profundamente. Pablo dice: “No os dejéis engañar”. Siempre hay un período entre la siembra y la cosecha. Pueden engañarse a sí mismos por un tiempo, creyendo que sembrar egoísmo realmente les va a producir más gozo que sembrar sacrificios por el bien de la Palabra de Dios. Pero están totalmente equivocados. “¡De Dios nadie se burla!”. La indiferencia hacia su Palabra y el uso de los fondos, que deben ser para Dios, en caprichos personales, se volverán contra ustedes como una avalancha.
“¿Dónde has estado?” le dijo Eliseo a su sirviente Giezi.“¿No corriste tras Naamán para pedirle dinero? ¿No tienes más codicia por llenar tus bolsillos con oro que por glorificar al Dios de Israel? Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes para siempre. De Dios nadie se burla. Tu codicia se ha vuelto contra ti” (Cf 2 Reyes 5: 25-27). Todo lo que un hombre siembre, eso también segará.
“¿Dónde está tu marido, Safira?”, preguntó Pedro. “¿Vendiste el terreno en tanto? ¿Por qué despreciaste el ministerio de la Palabra, maquinaste para tu propia ganancia y conspiraste para engañar al Señor? De Dios nadie se burla. Presta mucha atención, los pies de los que sepultaron a tu marido están a la puerta, y a ti también te sacarán. Tu codicia se ha vuelto contra ti” Todo lo que una mujer siembre, eso también segará.
Pablo nos dice en los versículos 6 y 7: Honramos a Dios y a su Palabra cuando aportamos nuestro dinero para el ministerio de la Palabra (en nuestro país o más allá de las fronteras) en vez de usarlo para nuestra comodidad, seguridad y prestigio. Pero si nos engañamos y pensamos que seremos más felices gastando el dinero en nuestros placeres privados, entonces estamos burlándonos de Dios, y nuestra codicia se estrellará contra nosotros. Segaremos lo que sembramos.
Sembrar para la carne y para el Espíritu
Finalmente, el versículo 8 aclara qué es lo que realmente está en juego y nos da esperanza. “El que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. La vida eterna es lo que está en juego por nuestra actitud hacia la enseñanza de la Palabra de Dios y el uso de nuestros bienes. Sé que para algunos esto suena como una vuelta a la salvación por obras que Pablo echó por tierra en esta carta. Pero no lo es. Las obras son las actitudes y las acciones de un corazón que mira hacia sí mismo para el logro de la virtud o el contentamiento, y que espera que se le considere por ese logro. Nadie puede salvarse por tales obras. Pero el amor no es una obra de la carne, sino que es el fruto del Espíritu. No estamos enseñando la salvación por obras cuando decimos que, para entrar a la salvación final, hemos de llevar el fruto del Espíritu. Lo que estamos diciendo es lo que Pablo dice en Romanos 8:14 “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios”. La genuina conversión a Cristo no es el simple acto humano de llamar a Cristo nuestro Salvador (“Muchos me dirán en ese día, ‘Señor, Señor’ . . . pero yo les diré ‘Apartaos de mí, ¡Nunca os conocí!’”). La conversión genuina es un acto divino, por el cual el Espíritu filial habita en nuestros corazones (Romanos 8:15; Gálatas 4:6) y nos hace odiar el pecado, amar la rectitud (Ezequiel 36:27) y tener confianza en la gracia de Cristo. Nos convertimos cuando escuchamos El evangelio, somos movidos a abandonar el pecado y poner nuestra fe en Cristo para ser perdonados y comenzamos a caminar por la fe en sus promesas y su poder. Hay actitudes hacia el dinero y hacia la enseñanza de la Palabra de Dios que no pueden coexistir con la verdadera fe en la suficiencia de Cristo para todo. Por eso, Pablo dice que aunque la salvación es por gracia a través de la fe, aún existen actitudes y actos que pueden destruirnos.
La esperanza, de la que habla el versículo 8, reside en que sólo podremos disfrutar de la vida eterna si sembramos para el Espíritu. “El que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. ¿Qué significa esto? Significa que el Espíritu es el campo en el que trabajamos y del que esperamos producir nuestra cosecha. Si miramos hacia nuestra propia carne para producir la cosecha de plenitud, cosecharemos corrupción. Pero si ponemos nuestra atención en el Espíritu, tendremos vida. Cuando nos levantamos en la mañana ¿sentimos la necesidad del poder del Espíritu y buscamos su llenura en la Palabra y la oración? ¿O cuando nos levantamos, sentimos que no tenemos tiempo de buscar esa plenitud y que, además, es un día normal y no necesitamos mucha ayuda? ¡Una oración en las escaleras es suficiente!
Cuando recibimos el cheque de pago ¿miramos hacia el Espíritu para saber cómo darle a ese dinero el mayor provecho para el reino de Dios, o lo invertimos en el campo de la carne para nuestro uso privado? Sembrar para el Espíritu significa reconocer adonde apunta el Espíritu para producir un exquisito fruto para gloria de Dios y dejar caer allí la semilla de nuestros recursos. Uno de los lugares en donde el Espíritu prometió multiplicar por 30, 60, y 100, es en la enseñanza de la Palabra de Dios. Por lo tanto, sembrar para el Espíritu significa mantener a los pastores, maestros y misioneros con nuestro dinero. Los domingos, ese pequeño sobre blanco viaja más de lo que se imaginan. No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, segaremos (¡vida eterna!), si no nos cansamos,.