Discerniendo cuál es la voluntad de Dios en cuanto a la homosexualidad y al matrimonio
Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.
Comencemos donde nos quedamos el 26 de Junio. Nos habíamos enfocado en Romanos 12:2: “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”.
En aquella ocasión argumenté que la exhortación de Pablo: “no os adaptéis a este mundo”, era solo una parte de la tensión —la paradoja— existente en la vida cristiana; la inconformidad con la época en la que vivimos. La otra parte de esta tensión aparece expresada en textos como: 1ra a los Corintios 9:22: “a todos me he hecho todo, para que por todos los medios salve a algunos”. Y en 1ra a los Corintios 10:32-33: “No seáis motivo de tropiezo ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios; así como también yo procuro agradar a todos en todo, no buscando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos”. Ahí está la tensión de la vida cristiana en nuestra caída cultura norteamericana. No os adaptéis. Pero no sean motivo de tropiezo, procuren agradar, conviértanse en todo para todos a fin de que puedan salvar a algunos.
A estos dos principios de nuestra vida cristiana los llamé el principio peregrino y el principio autóctono (términos que tomé prestados de Andrew Walls). Somos peregrinos (o como nos llama la Biblia, “extranjeros”, “exiliados”), sabemos que no podemos adaptarnos. Este no es nuestro hogar principal. Estamos fuera de tiempo, fuera de sincronización con la cultura. Por otro lado, somos llamados a ser autóctonos, a aceptar, en alguna medida, la cultura en que vivimos. Si simplemente nos adaptáramos a la cultura, no seríamos la sal y la luz de este mundo. Si no nos adaptamos en lo absoluto la sal quedaría dentro del salero y la luz debajo de la cesta.
Resumen De La Vida Cristiana
Y así fue como resumimos la vida Cristiana:
- ¡Sí, somos autóctonos! ¡Pero también somos extranjeros, peregrinos!
- ¡Sí, hay confrontación con el mundo! Pero también hay una adaptación misionera.
- ¡Sí, apartados del mundo! Pero también participando en las diferentes culturas.
- ¡Sí, estamos en el mundo! Pero no pertenecemos al mudo.
- Sí, en cierto sentido y medida nos volvemos todo para todos a fin de poder salvar a algunos. ¡Pero a la misma vez no nos adaptamos a este mundo!
Las Cuatro Argumentos para Explicar Esta Tensión
Y desarrollamos cuatro argumentos para explicar por qué esta tensión —esta paradoja— existe para nosotros los cristianos.
- La Creación pertenece al Señor, mas sin embargo, está caída y necesita redención.
- Cristo fue hecho carne —se hizo autóctono— y sin embargo lo crucificaron como a un peregrino que no es bienvenido.
- La conversión al aceptar a Cristo es para ser justificados solo por fe, sin las obras de la ley, no obstante está seguida por el proceso de la santificación.
- El Reino de Dios ya ha llegado en Jesucristo, pero la consumación final del reino no está aquí todavía.
El Equilibrio Entre La Convicción Y La Compasión
Hoy intentaré aplicar todo lo anterior, a la homosexualidad y a la situación política tan tenso en que nos encontramos. Saben que no puedo decir todo lo que necesito en un solo mensaje. Así que, para ganar ventaja, permítanme asegurarme de que tengan conocimiento de la existencia del sitio web desiringgod.org, porque ahí pueden leer, o escuchar los sermones pasados acerca de la homosexualidad, y pueden leer la declaración oficial de la iglesia, llamada, “Beliefs about Homosexual Behavior and Ministering to Homosexual Persons“ [“Creencias acerca de la conducta homosexual y ministrando a personas homosexuales”]. Creo que esa es una hermosa combinación de convicción bíblica y compasión personal.
Ese es el equilibrio que añoro tengamos en el liderazgo y en las personas de la Iglesia Bautista Bethlehem. En las vacaciones escuché este asunto abordado en una iglesia, y me sentí muy triste al ver lo desequilibrado que estaba el mensaje. No quiero que seamos así. Continuaremos para decir lo que el mundo, en general, no creería, específicamente: que es posible describir la conducta homosexual como algo pecaminoso, perverso, anormal y destructivo tanto para las personas como para la cultura; y que sin embargo, al mismo tiempo sea posible que estemos dispuestos a entregar nuestra vidas para salvar personas homosexuales. De hecho, diremos algo aun más radical e increíble para el mundo, específicamente, que para poder amar las personas homosexuales, debemos creer que su conducta es pecaminosa y dañina. Porque Dios nos dice en 1ra a los Corintios13:6, “[El amor] no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad”. Si niegan la verdad de que el comportamiento homosexual es pecado, y en lugar de aceptar la verdad se aprovechan o se regocijan de la injusticia, lo que van a ocasionar en la persona homosexual no será amor —sin importar cuán positivos, amables, o tolerantes sean. Nuestro objetivo es lograr una combinación bíblica de convicción en la Verdad de Dios y compasión por la Creación de Dios.
La Relación Entre Discernir La Voluntad De Dios Y El Valor De Dios
La razón por la que el asunto de la homosexualidad llega hasta este punto en Romanos 12, es una frase que aparece en el versículo 2, “para que verifiquéis”. “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios”. En el idioma original hay una palabra griega, que está detrás de la frase, “para que verifiquéis” (dokimazein), y lo mismo ocurre con anterioridad en Romanos 1:28, dentro del contexto en que Pablo aborda el tema de la homosexualidad. Es por eso que decidí tratar con ese tema justo aquí, después de casi cinco años desde la última vez que tratamos este mismo asunto allá.
Romanos 1:28 dice: “Y así como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen”. Aquí, detrás de la palabra “reconocer” está la misma palabra griega. La idea es, “Y así como ellos no tuvieron a bien verificar cual es la voluntad de Dios, ni reconocieron ni aprobaron a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen”. En otras palabras, uniendo los versículos 12:2 y 1:28, podemos ver que lo fundamental para poder verificar cual es la voluntad de Dios, es apreciar el valor de Dios —lo valioso que es reconocer a Dios. La renovación de mente que ha de ocurrir, a fin de que podamos verificar cual es la voluntad de Dios (en Romanos 12:2), es una renovación que acepte el valor de Dios —que ame tener a Dios como el sol en el sistema solar de sus ideas, valores, decisiones y emociones, a fin de que mientras Dios esté allí, en el centro, todo se mantenga en su debida órbita.
El Intercambio Sexual Es Un Eco Del Intercambio Idolátrico
Y podemos ver acerca de quiénes está hablando Pablo en Romanos 1:28 (cuando dice: “Dios los entregó a una mente depravada”) al leer los versículos 26 y 27: “Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes. Porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío”. En los versículos 26 y 28 Pablo dice que “Dios los entregó” a estas pasiones y conductas degradantes. Pablo se refiere a esta conducta homosexual como a un “cambio” de las relaciones naturales que Dios ordenó, por las relaciones degradantes que van contra la naturaleza.
Lo más importante y profundo que debemos ver en la forma de pensar de Pablo, es que este intercambio —mujeres cambiando a hombres por mujeres, hombres cambiando a mujeres por hombres— es una imagen y una consecuencia del cambio que los hombres han hecho de la gloria de Dios por imágenes corruptibles en forma de hombre. Versículo 23: “y cambiaron [ëllaxan, palabra similar a la del versículo 26, metëllaxan] la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible”. Aquí está de nuevo en el versículo 25: “cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador”. En otras palabras, Pablo trata a ese tipo de relación sexual no natural, como una expresión del intercambio que hizo el hombre al cambian la gloria de Dios por la suya propia. Cuando la gloria de Dios deja de ser nuestro supremo tesoro, esa distorsión será expresada en una distorsión de nuestro placer sexual. Y la homosexualidad es justo una de las distorsiones consecuentes del intercambio que el hombre hizo de la gloria de Dios por la suya propia. No es la única.
La Renovación De Nuestra Mente
Así, concluyo que no adaptarse a este mundo (Romanos 12:2) involucra una mente renovada que revierta el intercambio de la gloria de Dios por la del hombre. Involucra un cambio de mente que abrace a Dios como nuestro Tesoro supremo y nuestra autoridad. Y por esta renovación de mente, y con Dios como nuestro Tesoro y nuestra autoridad, seremos capaces de verificar que las pasiones homosexuales son un trágico desorden de la Creación de Dios, y que la conducta homosexual es una desviación inmoral de la voluntad de Dios —tanto como la lujuria en los heterosexuales, la fornicación y el adulterio.
¿Por qué el Matrimonio no Puede Tener Lugar Entre Dos Hombres o Entre Dos Mujeres?
Esta pregunta nos lleva a la situación política sumamente tensa en que nos encontramos. Tengo en mente la relación entre la homosexualidad y el matrimonio. Hay dos razones bíblicas por las que el matrimonio no puede tener lugar entre dos hombres o entre dos mujeres.
1. La Voluntad De Dios En Cuanto Al Matrimonio Fue Expresada En La Creación
Una razón es que Jesús confirmó la voluntad de Dios en la creación, cuando dijo en Mateo 19:4-6: “¿No habéis leído que aquel que los creó, desde el principio los hizo varón y hembra, y añadió: “Por esta razón el hombre dejara a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”? Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe”. Esa es la enseñanza bíblica desde el principio al fin en Las Escrituras. El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer que se vuelven una sola carne mediante un pacto y mediante la unión sexual.
2. Ante Los Ojos de Dios No Existe el Matrimonio Homosexual
La otra razón bíblica por la que el matrimonio no puede ser entre dos hombres o entre dos mujeres, es que por un lado la Biblia define la conducta homosexual como “degradante”, “vergonzosa” y “contra natural” (Romanos 1:26-27), y por otro lado la Biblia dice que el matrimonio debe ser “honroso en todos” (hebreos 13:4). El matrimonio no produce vergüenza. Y no va contra la naturaleza. Por tanto ante los ojos de Dios no existe el matrimonio homosexual. Y no debería existir ante los ojos del pueblo de Dios —sin importar lo que diga el estado.
La Democracia Constitucional de Estados Unidos
El gobierno bajo el cual vivimos en la actualidad es una democracia constitucional. Por debajo de Dios la ley más elevada en esta tierra es La Constitución. Ella comienza: “Nosotros, el pueblo de Estados Unidos…ordenamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América”. En otras palabras, por debajo de Dios, la ley que rige esta tierra está hecha por el pueblo. Un proceso de representación electoral con una Cámara de Representantes y un Senado, es el medio que hemos creado para establecer las leyes nacionales. Las ramas ejecutivas existen para garantizar que estas leyes se cumplan. Las ramas judiciales existen, para proveer una interpretación final de la constitución en instalaciones afines.
Los Conceptos De Significado Y Verdad Han Cambiado
Lo que ha cambiado dramáticamente en los últimos cincuenta años, son los conceptos de significado y verdad en nuestra cultura. En una época, era responsabilidad de los eruditos de la historia, de los jueces y de los sacerdotes encontrar el significado exacto de un texto (en un ensayo, en la constitución, en la Biblia) y justificar ese significado con argumentos gramaticales e históricos, y después debían explicarlo. Ellos no creaban el significado de los textos; lo encontraban, porque el autor lo había plasmado allí. Los autores tenían intenciones. Y era cuestión de integridad encontrar cuál era la verdadera intención del autor —cuál era el significado del ensayo, de La Constitución, de la Biblia. Todos sabían que si un autor escribía “no” y luego alguien ingeniosamente lo interpretaba como que significaba “si”, entonces había ocurrido algo fraudulento.
Pero nos hemos desviado mucho de aquella antigua integridad. En el estudio de la historia y de la constitución, al igual que en la interpretación de la Biblia, es común decir que el significado de lo escrito es lo que se ve, no lo que el autor dijo ni su intención. Para ir directo al punto, en el presente La Constitución está siendo “enmendada”, nos guste o no. Es decir, la corte está encontrando en ella lo que nunca estuvo en las mentes de ninguno de los autores, específicamente, el derecho al matrimonio entre dos hombre o dos mujeres. Esta mal llamada interpretación, está creando, de la nada, una definición del matrimonio que nunca ha existido. En otras palabras, la cuestión no es si la Constitución será enmendada en cuando al significado del matrimonio y al derecho de los homosexuales a contraer matrimonio; la cuestión es simplemente cómo será enmendada ¿Será modificada por las vías establecidas en la propia Constitución o, por qué la Corte Suprema haya creado un significado para la Constitución, que nunca estuvo presente en lo más recóndito de la imaginación de los autores?
¿Qué pues, debemos hacer los cristianos?
¿Qué pues, debemos hacer los cristianos? Debo ser bien breve. Debemos mostrar la tensión que tenemos por peregrinos y ser autóctonos. Extranjeros y ciudadanos. Atados por el cielo y llevados por la tierra. Permítanme decir unas palabras sobre cada uno de los extremos de esta tensión.
1. El Extremo Autóctono
Por el lado autóctono debemos involucrarnos en el proceso de legislación. Debemos orar y obrar para moldear nuestra cultura, sus costumbres y leyes, a fin de que refleje la voluntad revelada de Dios, aunque esa reflexión solo sea externa y poco clara, aunque los incrédulos la abracen por motivos erróneos. Así debemos orar y obrar para que el matrimonio sea interpretado y tratado, en nuestra tierra y por nuestro gobierno, como una unión de por vida entre un hombre y una mujer.
Si alguien se pregunta, ¿Por qué imponemos nuestras convicciones religiosas a toda la cultura, la respuesta es: porque todas la leyes imponen convicciones en una cultura. Y toda convicción viene de algún punto de vista. Las convicciones no salen de la nada. Las personas discuten las leyes basándose en ciertas opiniones del mundo. Lo que hace falta mantener bien claro, es que votar por una ley (para que sea prescrita o proscrita) no significa votar por el punto de vista que está detrás de esa ley.
Una persona con un punto de vista ateísta pudiera argumentar, ya que Dios no existe, la vida humana es lo más sagrado que existe y por tanto es horrible matar a los pequeños seres humanos que están en la matriz. O un cristiano pudiera argumentar que, ya que Dios existe, a los humanos, que fueron creados a su imagen y semejanza, no se les debe matar en la matriz. Por tanto, un voto a favor de la vida puede no ser un voto para ninguno de estos puntos de vistas. Lo mismo es cierto para el significado del matrimonio. La forma en que las leyes (y las enmiendas) llegan a existir, en una democracia pluralista como la nuestra, es la convergencia de muchos puntos de vistas diferentes en una misma fórmula para el comportamiento —ocurre cuando suficientes personas, con diferentes puntos de vistas, tienen la misma opinión acerca de cómo debemos comportarnos.
En ese sentido, ser cristianos autóctonos, significa obrar para moldear la cultura, a fin de que su comportamiento refleje la voluntad revelada de Dios, aunque solo sea externamente, poco clara, y aunque sea abrazada por razones muy diferentes a las nuestras.
2. El Extremo Peregrino
Por el lado peregrino de la tensión, damos a conocer con gozo y con el corazón destrozado, nuestro punto de vista que exalta a Cristo, se centra en la cruz y en una Biblia que salva las almas. Con gozo, porque Cristo es realmente el Señor soberano del universo, y establecerá justicia y pureza a su debido tiempo en este mundo caído: “nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:23). Los peregrinos gemimos a una con toda la creación cuando aguardamos nuestro verdadero hogar: El Reino de Jesucristo.
No nos burlamos de la miseria o de los matrimonios llevados a cabo por culturas inmorales. Lloramos. Ser peregrino no significa ser cínico. La sal de la tierra no se mofa de la carne podrida. Donde puede, la sal salva y sazona. Y donde no puede, llora.
El hecho de que seamos peregrinos en la cultura norteamericana no pone fin a nuestra influencia, pone fin a la jactancia. No nos ponemos caprichosos cuando el mal triunfa temporalmente. No lloriqueamos cuando las cosas no salen como queríamos. No nos endurecemos con la ira. Entendemos. Lo que está ocurriendo no es nuevo. Los cristianos de antaño estaban profundamente fuera de lugar en su cultura. Las palabras imperiales de Cristo sonaban en sus oídos: “Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo” (Marcos 13:13). Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen (Mateo 5:44).
Esa era una época, y esta es una época para tener un gozo indómito y lacrimoso, y para tener ministerios de misericordia afirmados. La grandeza de los cristianos peregrinos no está en el éxito, sino en el servicio. Ya sea que ganemos o que perdamos, damos testimonio del camino de la verdad, de la belleza y del gozo. No somos dueños de la cultura, y no la gobernamos. La servimos gozosos, con el corazón partido y con gran sufrimiento y misericordia, por el bien del hombre y por la gloria de Cristo.
Para ese fin, debemos ser transformados en la renovación de nuestras mentes. Debemos ser puros de corazón, y debemos creer en Cristo.