Un mandamiento de Dios: la obediencia de la fe
Y a aquel que es poderoso para afirmaros conforme a mi evangelio y a la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que ha sido mantenido en secreto durante siglos sin fin, 26 pero que ahora ha sido manifestado, y por las Escrituras de los profetas, conforme al mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las naciones para guiarlas a la obediencia de la fe, 27 al único y sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre. Amén.
En este mensaje, quiero enfocarme en una frase y su función en esta doxología, y entonces utilizarla como motivo para revisar algo tremendamente importante en el libro de Romanos. La frase es “la obediencia de la fe” en el verso 26: “...para guiarlas a la obediencia de la fe”. Si la gloria del único y sabio Dios a través de Jesucristo es la meta suprema de todas las cosas en estos versos (según el verso 27), entonces “la obediencia de la fe” debe estar muy relacionada con la meta suprema de todas las cosas en estos versos. Y esto es porque cuando la fe en Jesucristo produce obediencia a Jesucristo, hace que Dios sea glorificado en esas vidas obedientes. Eso es lo que Jesús dijo en Mateo 5:16: “Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
El Evangelio Fortalece Nuestra Fe
Observe cuidadosamente conmigo cómo armoniza “la obediencia de la fe” (al final del verso 26) con estos versos. Pablo comienza su doxología diciendo que una de las razones por las que la gloria pertenece a Dios es que él está dispuesto a fortalecernos. Verso 25): “¡Al que puede fortalecerlos a ustedes […] sea la gloria para siempre...!”. Entre esa declaración inicial de que Dios puede fortalecer nuestra fe y la exclamación final de que Dios es glorioso, Pablo expone el evangelio como aquello que Dios utiliza para fortalecer nuestra fe.
Siga las frases que usa para explicar el evangelio y verá cómo comienza diciendo que el evangelio fortalece nuestra fe y termina diciendo que el evangelio produce la obediencia que viene de la fe.
El verso 25 dice que él nos fortalece “conforme a mi evangelio” (NVI). Así que enfatiza el punto de que este mensaje es “buena noticia”. Esto es lo que evangelio significa. Somos fortalecidos por la buena noticia. Entonces dice que el evangelio es la predicación de Jesucristo. Esto significa que el corazón del evangelio es la buena noticia sobre quien es Jesucristo y lo que hizo al venir, morir y resucitar; no nos lo dice, porque ya lo hizo en los primeros ocho capítulos.
El Evangelio Tiene Raíces en la Eternidad
Entonces (todavía en el verso 25) nos dice que este evangelio que fortalece la fe es “la revelación del misterio que ha sido mantenido en secreto durante siglos sin fin [eternos]”. Esto nos recuerda que el evangelio tiene sus raíces en la eternidad. No es algo que se le haya ocurrido a Dios cuando la creación, cuando la maldad y el pecado entraron en el mundo (vea 2da a Timoteo 1:9). Es por eso que Pablo dice, a mitad del verso 26, que el evangelio era el “mandamiento del Dios eterno”. El Dios eterno (aiōviou) ordenando revelar el misterio; se refiere al misterio oculto por siglos eternos (aiōniois). Pablo hacer todo esto para darnos un mayor sentido de fortaleza y firmeza en este evangelio: por que tiene sus raíces en la eternidad, en la mente de Dios.
El Evangelio Tiene Raíces en la Historia
Después, Pablo dice en el verso 26 que este misterio ha sido manifestado y dado a conocer “por las Escrituras de los profetas”. En otras palabras, los mismos Escritos del Antiguo Testamento que eran difíciles de entender sobre la venida de un evangelio global son utilizados ahora por Pablo y los otros apóstoles para revelar y explicar el evangelio. Esto nos recuerda que la buena noticia está enraizada no solo en la eternidad, también en la historia. Dios ha estado trabajando con este pueblo de Israel preparándolos a ellos y a nosotros para la venida de su Hijo, Jesucristo. Jesús no cayó simplemente desde el cielo sin ninguna preparación. Dos mil años de anticipación y prefiguración prepararon el camino.
El Evangelio Es el Medio de la Fe; la Fe Produce Obediencia
Y ahora, finalmente, en el verso 26, vemos que todo fue diseñado para producir: la obediencia de la fe entre todas las naciones. Fíjese en las dos frases: “...se ha dado a conocer a todas las naciones para guiarlas a la obediencia de la fe”. Si existe algún grupo de personas en el planeta Tierra donde la fe en Jesucristo no está produciendo conformidad con Jesucristo, el propósito de Dios para el evangelio no está completo.
Note ahora cómo lo primero que Pablo dice en el verso 25 y lo último que dice en el verso 26 se relacionan entre sí. Primero, Dios nos fortalece por medio del evangelio –es decir, nos hace fuertes en la fe (vea 1:11-12). Eso es lo que hace el evangelio. Entonces, al final del verso 26, el evangelio está apuntando hacia la obediencia de la fe. Así que el evangelio nos fortalece en fe, para que vivamos vidas obedientes. Esto es llamado “la obediencia de la fe”. El evangelio es el medio para la obediencia porque es el medio de la fe, y la obediencia viene de la fe.
Y con esto, Pablo termina su carta con el mismo espíritu con que empezó en Romanos 1:5: “por medio de quien hemos recibido la gracia y el apostolado para promover la obediencia a la fe entre todos los gentiles, por amor a su nombre”. Note tres semejanzas entre el comienzo y el final.
- Su deseo es la obediencia de la fe.
- Es para todos los gentiles [o naciones], no solo para Israel.
- En Romanos 1:5, todo esto es “por amor a su nombre”, y en Romanos 16:27, Pablo llega a la conclusión de su doxología diciendo: “al único y sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre”. Por amor a su nombre, y para la gloria de Dios por medio de Jesucristo, son la misma cosa. Esa es la meta suprema del evangelio: El evangelio despierta y fortalece la fe que nos guía en conformidad con Cristo quien muestra la gloria de Dios.
Así que en el comienzo y final de esta carta, Pablo dice que el evangelio y su apostolado (¡y por implicación, nuestros ministerios y vidas!) tiene esta gran meta: que Jesucristo sea glorificado –magnificado- entre todos los pueblos del mundo por medio de la obediencia de Jesucristo que fluye de la fe que ellos tienen en él.
Y, si usted se pregunta, ¿qué tipo de obediencia Pablo tiene en mente?, él mismo nos lo dice: Solo recuerde algo de Romanos 12:
El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándoos a lo bueno. 10 Sed afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, daos preferencia unos a otros; 11 no seáis perezosos en lo que requiere diligencia; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor, 12 gozándoos en la esperanza, perseverando en el sufrimiento, dedicados a la oración, 13 contribuyendo para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis [...] 21 No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal.
Así es como se ve la obediencia de la fe. Esa es al belleza que todas las naciones del mundo necesitan ver, por amor a su nombre.
La Obediencia de la Fe y la Justificación
Ahora, dije al comienzo que quería enfocarme en esta frase y convertirla en una oportunidad para revisar algo tremendamente importante en el libro de los Romanos. Lo que quiero revisar es la relación entre la obediencia de la fe y la justificación. Hay pocas cosas en la vida que sean más importantes que esto. Acabo de leer en el nuevo libro de Richard Gaffin: ‘Por fe, no por vista’ (Waynesboro, Georgia: Paternoster Press, 2006), page 105: “Ciertamente el desastre será el resultado de negar y oscurecer el papel de la fe como el único instrumento de la justificación, tanto presente como futura”. Creo que eso es cierto. Por favor escuche y procure entender, edifique su vida sobre esta verdad.
Justificados por la Fe en Cristo (Romanos 5:1)
Volvamos a Romanos 5. Comience con el verso 1: “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. “justificados por la fe” es una de las grandes realidades que enseña el libro de Romanos. Todos estamos ante Dios como ante una corte, y él nos justifica o nos condena. Si nos justifica, significa que ha estado a nuestro favor y nos ha declarado justos. Somos hallados inocentes, lo que es una gran sorpresa. La acusación que se nos ha hecho es que todos somos injustos. “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10) y la acusación es cierta. El juez omnisciente considera todos los factores y declara que somos inocentes de los cargos que se nos imputaban, y encima, declara que somos justos, aunque todos en la corte saben que por nuestro comportamiento y actitudes somos pecadores.
¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede Dios justificar al impío y ser todavía un Juez justo? Una manera de describir la respuesta de Pablo es explicándola en tres etapas.
- Primero, confiamos solo en Jesús como el fundamento y la base de nuestra justificación, no en algo de lo que somos, hacemos, o logramos con la ayuda de Dios. Esto es lo que significa Romanos 5:1 cuando dice que hemos sido “justificados por la fe”.
- Segundo, por medio de esta fe puesta solo en Jesús como el fundamento y la base de nuestra justificación, somos unidos a Cristo de tal manera que estamos en él. Tenemos una unión con él. Es por eso que Romanos 8:1 se corresponde a Romanos 5:1: “Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús”. La frase fundamental aquí es “en Cristo Jesús”. No hay condenación en Cristo. Es decir, en Cristo somos justificados. A través de la fe nos unimos a Cristo, y unidos a Cristo tenemos justificación.
- Tercero, “en Cristo·, la justicia de Cristo, o la obediencia de Cristo, o la justicia de Dios en Cristo, nos es imputada. Es tenida como nuestra (vea Romanos 4:6 y 11).
En otras palabras, cuando Dios declara que somos justos, lo hace fundamentándose en la justicia de Cristo. No es una charada. Una cosa es ser perdonado cuando se es injusto (es algo glorioso y costoso, le costó a Dios la vida de su Hijo); pero otra cosa –aun más sorprendente- es que Dios diga que el injusto es justo, esto es escandaloso, ¡y glorioso!
Los Don de la Justicia de Cristo (Romanos 5:17)
Es por esto que Pablo se mueve hacia el final de Romanos 5 y muestra la razón por la que somos tenidos por justos. Vea el verso 17: “Porque si por la transgresión de uno [Adán], por éste reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de uno, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. En otras palabras, la gracia de Dios reina por medio del don de la justicia para garantizarnos la vida eterna.
Muchos Declarados Justos en Cristo (Romanos 5:19)
¿Cómo pudiéramos pensar en este “don de la justicia”? Considere el verso 19: “Porque así como por la desobediencia de un hombre [Adán] los muchos fueron constituidos [o mejor: declarados] pecadores, así también por la obediencia de uno [Cristo] los muchos serán constituidos [declarados] justos”. En otras palabras, el “don de la justicia” (v.17) que recibimos por gracia es “la obediencia de uno” por la que somos tenidos como justos. Esta es la base de nuestra justificación: Cristo y su obediencia.
La Gracia Reinando por medio de la Justicia de Cristo (Romanos 5:21)
Ahora estamos cerca de ver la forma en que nuestra propia obediencia –“la obediencia de la fe”- se relaciona con la justificación. Vea el verso 21 (el último del capítulo cinco) y su conexión con el capítulo seis. Verso 21: “...para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia [vinculándonos con el verso 17] para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor”. Ahora, ¿qué significa “por medio de la justicia”? ¿Es la justicia de Cristo, la obediencia de Cristo, el don de su justicia (v.17) que nos es imputado (v.17)? ¿O es nuestro comportamiento –una justicia que la gracia de Dios está produciendo en nosotros la obediencia de la fe?
La respuesta viene al preguntar: ¿Cuál de estas da sentido a la pregunta levantada en Romanos 6:1 (el verso siguiente)? Pablo piensa que el verso 21 pudiera hacer que alguien se hiciera esta pregunta: “¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde?”. Si el poder de la gracia en el verso 21 significa que Dios está produciendo un nuevo comportamiento justo en nosotros, y que es por esto que nos lleva a la vida eterna, entonces nadie haría esta pregunta. Usted no dice: “¿continuaremos en pecado?” si alguien acaba de decir: “la gracia es poderosa librándonos del pecado”.
No, usted dice: “¿continuaremos en pecado?” cuando alguien acaba de decir: “la gracia nos imputa el don de la justicia de Cristo y por tanto nos garantiza la vida eterna”. Esa doctrina tan radical promueve este modo de pensar: “bien, pequemos entonces para que la gracia abunde. Si Cristo es mi justicia, entonces no importa lo que yo haga”.
Por tanto, usted puede notar que quien pregunta ha deducido algo que es extremadamente correcto, y algo que es extremadamente incorrecto. Él tiene razón: el hecho de que la gracia reina por medio de la justicia significa que la gracia nos tiene como justos debido a la justicia de Cristo. Pero en la deducción de que nuestra obediencia no importa está totalmente equivocado. Es por esto que Pablo tiene que escribir los capítulos 6-8.
La Obediencia de la Fe es el Fruto de la Justificación
¿Cómo entonces se relaciona nuestra obediencia (“la obediencia de la fe”) con la justificación? La respuesta es: Nuestra obediencia no es el fundamento o la base de nuestra justificación. Ni es parte del instrumento o medio por el que somos unidos a Cristo, quien es el único fundamento y la base de nuestra justificación. Solo la fe nos une a Cristo, y solo Cristo es la base de nuestra justificación. Nuestra obediencia es el fruto de nuestra fe. La fe que justifica es el tipo de fe que nos transforma (Romanos 8:13) por medio del Espíritu Santo. Si su fe en Cristo no le transforma, no tiene la fe que salva. La obediencia, no la perfección, sino una nueva dirección de nuestros pensamientos, sentimientos y conducta- es el fruto que muestra que la fe está viva. Santiago lo expresa de este modo: “Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta” (Santiago 2:17). Solo la fe justifica, pero la fe que justifica nunca está sola. Siempre está acompañada por la “novedad de vida”.
Viva en el Gozo y la Seguridad del Evangelio
Cuando Pablo comienza y termina su carta con la meta de “la obediencia de la fe”, lo hace porque quiere que vivamos en el gozo y la seguridad de los primeros cinco capítulos de los Romanos, donde nos muestra que somos justificados “por la fe aparte de las obras de la ley” (Romanos 3:28). Y entonces, de esa fe, paz, seguridad y valor, emergen una nueva mente y un nuevo hombre, crece el fruto de la obediencia. Y se hace manifiesta la realidad de la fe justificadora.
Oro para que ustedes confíen solo en Cristo como el fundamento y la base de su justificación (presente y futura) ante Dios; y para que esta fe demuestre que es vida y verdad, al producir una pasión por la obediencia a Dios –la obediencia de la fe.
(Vea otros textos relevantes: Romanos 14:23; Gálatas 5:6; 1ra a los Tesalonicenses 1:3; 2da a los Tesalonicenses 1:11; Hebreos 11:4, 7, 8, 17, 24).