Cristo venció el mal con el bien, ¡haga lo mismo!
Domingo de ramos
Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Tanto el hecho de que es Domingo de Ramos y el comienzo de la Semana Santa como que Romanos 12 esta basado en Romanos 1-11 me motivan a titular este mensaje no solo “Vence el Mal con El Bien” como dice el versículo 11, sino “Cristo Venció el Mal con el Bien, ¡Haga lo Mismo!” En otras palabras, quiero subrayar que lo que Cristo Jesús hizo en los últimos días de de su vida en la tierra (durante la Semana Santa) y la manera en que Pablo describe esto en Romanos 1-11 son el fundamento y el modelo de cómo vencemos el mal con el bien.
“Somos los Discípulos de Quien Murió por Sus Enemigos”
Una manera de presentarlo es esta (lo tomo de un magnífico comentario sobre Proverbios de Charles Bridges, p. 478). “Somos los discípulos de Él, que murió por sus enemigos.” ¿Es usted Cristiano? Entonces usted es el seguidor de uno que murió por sus enemigos. ¿Es usted no Cristiano? Entonces está usted siendo buscado por uno que murió por sus enemigos, Jesucristo. De hecho, su presencia aquí es parte de su designio de vencer la enemistad entre usted y Él, y llevarle a usted hacia Él.
El llamada de Pablo a nosotros los Cristianos a amar a nuestros enemigos (en Romanos 12:20), y a que venzamos el mal con el Bien (en Romanos 12:21) está basado en lo que Cristo hizo por nosotros. Cristo amó a sus enemigos (y de esa manera) venció el mal con el bien. Ninguno de nosotros sería un cristiano si Cristo no hubiera amado a sus enemigos y vencido nuestro mal, nuestra insubordinación testarudez y egocentrismo, con su muerte y resurrección.
Romanos 5:10 lo deja claro: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.” Una vez hubo enemistad entre nosotros y Dios. Venía de ambos lados, el nuestro y el Suyo. Nuestros corazones eran obstinados, rebeldes e insubordinados (Romanos 8:7; 5:6,8), y su ira estaba sobre nosotros por causa de nuestra rebelión (Romanos 1:18; Juan 3:36; Efesios 2:3). Él estaba justificadamente enojado con nosotros y nosotros merecíamos su castigo eterno.
Pero entonces llegó aquel viaje a Jerusalén, aquel plan de Dios, aquel rostro lleno de determinación para ir hacia los inevitables, horribles y gloriosos eventos de la Semana Santa designados por Dios. Tres veces Jesús predijo y explicó a sus discípulos porque estaba yendo a Jerusalén- de hecho, el porqué de su venida a la tierra. La tercera vez aparece en Mateo 20 justo antes de la entrada triunfal en Mateo 21. Aquí es donde dice a sus discípulos: “He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; 19y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará.” (Mateo 20:18,19)
Solamente Cristo Puede Proveer Un Rescate Infinito Por Mi Pecado Infinito
Pero ¿por qué? ¿Cuál era el objetivo de todo esto? Jesús responde a esta pregunta unos versículos más tarde. Justo antes de la entrada triunfal a la Semana Santa. El dijo en Mateo 20:28, “El hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” El significado de su muerte, el significado de la Semana Santa, fue el rescate. Ésta no fue una muerte ordinaria. ¡Esta muerte del Hijo del Hombre y del Hijo de Dios fue un rescate! -un pago hecho para liberar a las personas del poder mortífero del pecado. Cristo venció el mal de nuestro pecado con el bien de su propia muerte y resurrección. “siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” .Reconciliados por el pago de un rescate.
Mi deuda con Dios era infinita. Había pecado contra el infinitamente Santo, Bueno y Justo Dios. Para pagar la deuda de esa ofensa me tomaría una eternidad en el infierno. Salmo 49:7-8 (NVI) dice. “Nadie puede salvar a nadie, ni pagarle a Dios rescate por la vida. Tal rescate es muy costoso; ningún pago es suficiente.” Usted no puede redimirse a sí mismo de su pecado, y ningún hombre puede redimirle a usted. Este es el error de todas las religiones del mundo. Todas tratan de encontrar vías para que el hombre se redima a sí mismo. Pero Dios dice que esto es imposible. “Nadie puede salvar a nadie, ni pagarle a Dios rescate por la vida.”
Pero luego en versículo 15 este Salmo dice, “Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, Porque él me tomará consigo.” Un simple hombre nunca podría pagar un rescate infinito. Pero Dios puede. Y ahora sabemos como Dios lo hizo. Lo hizo durante la Semana Santa. Lo hizo al enviar a su Hijo, quien era un hombre –sí, sin duda un hombre- pero ¡oh, mucho mas que un simple hombre! Él era el Dios-Hombre. En Él habitaba corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Colosenses 2:9) Él era el Dios-Hombre. Y por tanto pudo, y lo hizo, pagar el rescate por todos los pecados de todas las personas que le recibirían a Él y su perdón.
Cristo Vence Nuestro Mal Con su Bien en Dos Maneras
Y cuando Cristo murió en rescate por todos los que creen, rompió las cadenas de pecado y muerte que les mantenían cautivos. Él venció el mal con el bien. El derrotó el mal del pecado, la rebelión y la insubordinación, con el bien de Su muerte y Su resurrección. No venció el mal con palabras persuasivas. No habló a la gente para persuadirles a abandonar el pecado. No convencía a la gente para que cambiara. Lo primero no era una transformación moral. Lo primero era una justificación legal. Como Cristo pagó lo que necesitaba ser abonado, el veredicto descendió del juez del universo: ¡En justicia! Toda la deuda pagada. Esta fue una transacción legal entre Dios y el Hijo de Dios que nosotros disfrutamos por fe.
Entonces, y solamente entonces, cuando somos declarados justos gracias a Cristo, la transformación moral comienza. Así Cristo vence nuestro mal con Su bien en dos formas, y estas ocurren en orden y no son lo mismo. Primero, Él vence nuestro mal haciendo por nosotros lo que nunca pudimos hacer por nosotros mismos: Él satisfizo las demandas de Dios en nombre nuestro, pagó nuestro rescate. La vida perfecta, divina-humana ha sido vivida y sacrificada. Es por eso que ahora somos justos ante los ojos de Dios. La deuda esta pagada. Ahora -y solamente ahora- nuestra transformación moral comienza. Esto es también la obra de Cristo. Por su Espíritu Él viene y sobre la base de su sangre comienza a liberarnos del mal de nuestros malos comportamientos y actitudes.
Ese es el fundamento de Romanos 12:20-21. Todo está enraizado en lo sucedido durante la Semana Santa, el clímax y asesinato de la vida perfecta como rescate por sus enemigos. “Somos discípulos de aquel que murió sus enemigos.” Y ahora Dios dice a los discípulos de su Hijo, “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.” (Esa es una cita de Proverbios 25:22) “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.”
Así pues, ahora conocemos que este no es un simple llamado de Dios para que imitemos a Cristo. Es un llamado a que confiemos en Cristo para nuestra propia salvación, y entonces, en la esperanza, fuerza, gozo y seguridad de esa salvación, mostrarla a otros por la manera en que vivimos. Guíeles a Jesús como el único posible rescate por sus pecados -el único que puede pagar su deuda y vencer su mal con el bien de su propia muerte y resurrección.
“No Seas Vencido por el Mal, Sino Vence con el Bien, el Mal”
¿Qué es pues, lo que Pablo quiere decir cuando afirma, “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.”? Viendo el contexto, la frase viene justo después de decir: haz bien a tu enemigo. Creo que él quiere decir “no permitas que la hostilidad de tu enemigo produzca hostilidad en ti. Al contrario, deja que tu amor triunfe sobre su hostilidad”. ‘No seas vencido’ por el mal significa ‘no seas vencido por su mal’. No permitas que el mal de otra persona te haga malvado. ¡Oh!, cuan crucial es eso.
Cuando usted permite que su adversario le haga mal, él es el vencedor. Si permite que el pecado de una persona gobierne sus emociones para que su propia ira pecaminosa, amargura, o depresión se deba al mal de esta persona, entonces usted está siendo vencido por el mal. Y Pablo dice: ‘no tienes que ser vencido de esa manera’. Pablo está abordando aquí la completa mentalidad de víctima de nuestros días- gente que siente o hace cosas malas y luego culpa a la maldad de otros. Ellos mismos se permiten ser vencidos por la maldad de otros para hacer mal, y entonces culpar a la otra persona.
Pero Pablo dice, ‘no seas vencido por el Mal’. No permita que el mal de otra persona provoque sus malos pensamientos o malas actitudes o malas obras. No les de ese tipo de poder. Usted no tiene que hacerlo, Cristo es su Rey, Cristo es su líder, su campeón, su tesoro. Cristo gobierna su vida, no quienes hacen el mal. Cuando alguien le hace mal, debería decir, ‘no eres mi Señor. No seré controlado por ti. No tendré mis actitudes, pensamientos y acciones dictados por tu maldad. Cristo determina mis actitudes, pensamientos y acciones.’
¡Oh cuan diferente es esta reacción a la manera en que reacciona la mayoría de la gente! Permitimos que nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestras acciones sean un reflejo de lo que la gente dice y nos hace. Y el resultado natural es que luego podemos culparles por nuestro mal –por nuestro peligro, por nuestra amargura, por nuestro desánimo, por nuestra depresión, por nuestra venganza. No, cuando los cristianos enfrentan el mal, no responden meramente al mal, responden a Cristo quien trata con el mal. Él murió para eso, o, de otra manera, lo castigará en el infierno. Cristo es la realidad dominante en nuestras vidas, no la maldad de otra persona. Por tanto, no sea vencido por el mal, no sea gobernado por el, no permita que la hostilidad de su enemigo le haga hostil.
Mas bien venza con el bien el mal. ¿Qué significa, en el contexto, “triunfe su amor sobre la hostilidad de su enemigo.”? ¿Que si usted le da agua a su enemigo cuando está sediento y comida cuando está hambriento, siempre se va a arrepentir y ser su amigo? No, nosotros sabemos que Pablo no piensa así. No todos los enemigos de Jesús respondieron positivamente a su amor por ellos. Un ladrón en la cruz se arrepintió y el otro le maldijo. Pedro se arrepintió. Judas se ahorcó. El centurión dijo: ‘Éste esa el hijo de Dios.’ Los fariseos dijeron, ‘¡Ya era hora!’ El amor de Cristo no produce arrepentimiento en todo el mundo y amor de usted tampoco.
Pablo dice en el versículo 18, “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.” En otras palabras, usted hará todo lo que deba, y aun así algunos no harán la paces.
“Vence El Mal Con El Bien”
¿Qué significa “vence el mal con el bien”? Significa que usted o bien triunfa a través del arrepentimiento de su enemigo o triunfa a través del juicio de su enemigo. En otras palabras, si aman a su enemigo, y bendicen a quienes les maldicen (v. 14), y no devuelven mal por mal (v. 17), y no toman venganza ustedes mismos (v. 19), serán triunfadores, conquistadores, el vencedores. No importa como sus enemigos respondan. Vemos esto en el versículo 19 “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” y lo vemos nuevamente en el versículo 20 en las palabras: “ascuas de fuego”. “si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza”.
“Ascuas de Fuego Amontonarás Sobre Su Cabeza”
¿Qué significa esto de “ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza”? Que yo sepa no existe evidencia que sugiera que carbones encendidos amontonados sobre la cabeza sea símbolo de bendición o arrepentimiento (que es la manera en que la mayoría de la gente lo toma). He escuchado a personas hablar de una costumbre en tiempos bíblicos de ir al vecino cuando el fuego se apagaba y pedir prestados carbones encendidos y transportarlos de regreso en un cesto sobre la cabeza para iniciar el fuego nuevamente. No puedo encontrar evidencia alguna de tal práctica en tiempos bíblicos. Me parece que probablemente alguien inventó esto para resolver el problema, tampoco existe algún uso de esa frase para referirse al remordimiento o arrepentimiento.
Por el contrario, todo uso de términos como “ascuas de fuego” en el Antiguo Testamento y fuera del Antiguo Testamento es un símbolo de ira divina, castigo o pasión malvada. La única razón por la que muchos intérpretes dan el significado de arrepentimiento o remordimiento es porque creen que encaja mejor con el contexto. Así que la pregunta es -y puedes responderla como cualquier erudito-¿es cierto eso?
El versículo 14 es claro. Si, nuestro objetivo de amar a nuestro enemigo es bendecirle, no maldecirle. “Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis.” Nuestro primer y más urgente anhelo por nuestros enemigos es que sean bendecidos -que se arrepientan y confíen en Cristo y que su rescate pague todas sus deudas y les dé salvación. Sí, esa es la meta. Es la meta de todo este capítulo. Viva de tal manera que guíe a las personas al disfrute de la misericordia de Dios.
Pero ese no es el cuadro completo. Porque vimos en el versículo 19, “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. Esto significa que cuando ustedes aman a sus enemigos y ellos no se arrepienten y reciben la bendición de vuestro amor, el mal no triunfa, triunfa la justicia de Dios. “Yo pagaré, dice el Señor”. Usted no necesita ser juez. Dios lo será. No necesita ganar en la tierra. Dios ganará por usted en el día final.
Así que cuando llegamos al versículo 20, y escuchamos que amar a nuestros enemigos traerá “ascuas de fuego[...] sobre su cabeza”, se refiere más naturalmente a la realidad de la justicia, no a la realidad de la misericordia.
Aquí está un pasaje que nos ayuda a ver la manera en que el amor opera con juicio, Romanos 2:4-5. Observe el efecto del amor de Dios por sus enemigos cuando es rechazado. El resultado es mucho más que ascuas de fuego.
¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.
Esta es la manera en que el amor de Dios opera por sus enemigos, y es la manera en que nuestro amor opera por nuestros enemigos. Nuestro deseo es que ellos se arrepientan y vengan al conocimiento de la verdad. Pero si no lo hacen, el mismo amor que estamos mostrando incrementa el peso de ira sobre su cabeza. Cuanto más esa gente rechaza la misericordia de Dios, tanto más ira amontonan sobre ellos mismos.
Y así es con usted y los enemigos que ama: cuanta más misericordia rechacen, tanto más ascuas de fuego estarán amontonados sobre su cabeza. Ese no es nuestro deseo u objetivo. Nuestro objetivo está en el versículo 14. “Bendecid, y no maldigáis.” Oren por sus enemigos. Sean como Pablo en Romanos 10:1: “ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios [...], es para salvación.”
Por esto somos capaces de dar nuestras vidas -para que nuestros enemigos sean salvos. Miles de misioneros lo han hecho. Pero lo que el versículo 20 está diciendo es esto: ‘Si, le parece que su amor ha fallado, y en vez de convertir a su enemigo, su enemigo le mata, siéntase seguro de haber vencido el mal. El no le ha vencido. Dios tendrá la última palabra, no su enemigo. Usted será vindicado en la resurrección de los justos. Para esto Cristo murió y resucitó. Es por esta razón que existe una Semana Santa, un Jueves Santo, Viernes Santo y especialmente un Domingo de Resurrección.
Cristianos, sean fuertes. No sean vencidos por el mal. Venzan con el bien, el mal.