Nacidos de nuevo por medio de la palabra que vive y permanece
Por tanto, ceñid vuestro entendimiento para la acción; sed sobrios en espíritu, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os traerá en la revelación de Jesucristo. 14 Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, 15 sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO. 17 Y si invocáis como Padre a aquel que imparcialmente juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor durante el tiempo de vuestra peregrinación; 18 sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, 19 sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo. 20 Porque El estaba preparado desde antes de la fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos tiempos por amor a vosotros 21 que por medio de El sois creyentes en Dios, que le resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y esperanza sean en Dios. 22 Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor sincero de hermanos, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro. 23 Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece. 24 Porque: TODA CARNE ES COMO LA HIERBA, Y TODA SU GLORIA COMO LA FLOR DE LA HIERBA. SECASE LA HIERBA, CÁESE LA FLOR, 25 MAS LA PALABRA DEL SEÑOR PERMANECE PARA SIEMPRE.
La Muerte, La Culpa, y la Imposibilidad de Controlar el Nuevo Nacimiento
Una de las verdades más perturbadoras acerca del nuevo nacimiento -que según Jesús todos debemos experimentar para ver el reino de Dios (Juan 3:3)-, es que no lo controlamos. Nosotros no decidimos que ocurra, como tampoco un bebé decide cuándo ocurrirá su nacimiento. O para decirlo con más exactitud: nosotros no decidimos que suceda, como tampoco un hombre puede decidir darse vida a sí mismo. Necesitamos nacer de nuevo porque estamos muertos en nuestros delitos y pecados. Por esta razón necesitamos el nuevo nacimiento, y por esta razón no podemos hacer que suceda. Por ella hablamos de la gracia soberana de Dios. Mejor; esta es una de las razones por la que nos enamoramos de la gracia soberana de Dios.
Antes del nuevo nacimiento, en nuestra condición, atesorábamos tanto el pecado y la auto exaltación que no podíamos atesorar a Cristo en primer lugar. En otras palabras, en el fondo de nuestra naturaleza humana somos tan rebeldes que no podemos encontrar en nosotros mismos la humildad necesaria para ver y deleitarnos en Cristo por encima de todo lo demás. Y somos culpables de ello. Hay una maldad real en nosotros. Somos dignos de culpa por la dureza y muerte espiritual que tenemos. Nuestra consciencia no nos perdona por ser tan resistentes a Cristo que no podemos verle como el ser más atractivo del universo.
Cuando Hay Fuego, Hay Calor
Algo tiene que sucedernos. Jesús dijo que debíamos nacer de nuevo (Juan 3:3). El Espíritu Santo debe obrar un milagro en nuestros corazones y darnos nueva vida espiritual. Estábamos muertos y necesitábamos ser resucitados. Necesitábamos oídos que pudieran escuchar y desear supremamente esta verdad, y necesitábamos ojos que pudieran ver a Cristo y su camino de salvación como la verdad más hermosa. Necesitábamos corazones que fueran sensibles y receptivos a la Palabra de Dios. En pocas palabras, necesitábamos nueva vida. Necesitábamos nacer de nuevo.
Esto sucede (como hemos visto en los primeros siete mensajes de esta serie), cuando el Espíritu de Dios, sobrenaturalmente, nos da nueva vida espiritual al enlazarnos con Jesús por medio de la fe. La nueva vida espiritual que recibimos en el nuevo nacimiento no ocurre sino estamos en Cristo, y no ocurre sin la fe. Cuando Dios, en la riqueza de sus misericordias y la grandeza de su amor, y en la soberanía de su gracia, escoge regenerarnos, nos da nueva vida al unirnos a Cristo. “Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo” (1ra de Juan 5:11). Nuestra primera experiencia en el nuevo nacimiento es la fe en Jesús que recibimos por esta vida.
No hay separación en el tiempo, cuando nacemos de nuevo, creemos, y cuando creemos, sabemos que hemos nacido de nuevo. Cuando hay fuego, hay calor, cuando ocurre el nuevo nacimiento, hay fe.
¿Cómo Nacemos de Nuevo?
Así que hemos dedicado siete mensajes a estas dos preguntas: ¿Qué es el Nuevo Nacimiento?, y, ¿Por qué Necesitamos Nacer de Nuevo? Ahora nos volveremos hacia la tercera pregunta: ¿Cómo Nacemos de Nuevo?, o, ¿De qué manera nacemos de nuevo? Formulo la pregunta desde la perspectiva de Dios, y desde nuestra perspectiva ¿Cómo Dios nos hace nacer de nuevo? ¿Y qué debemos hacer nosotros? ¿Cómo nos regenera Dios? ¿Cuál es nuestro papel en la regeneración?
El Papel De Dios En El Nuevo Nacimiento –Y El Nuestro
Quizás usted piensa que yo debía haber dicho que nosotros, como estamos muertos espiritualmente, no desempeñamos un rol en el nuevo nacimiento. Pero los muertos sí desempeñan un rol en su resurrección. Vean este ejemplo: cuando Jesús se paró ante la tumba de Lázaro quien había estado muerto por cuatro días, Lázaro no participó en la impartición de nueva vida. Estaba muerto. Fue Jesús, no Lázaro, quien creó la nueva vida. En Juan 11:43, Jesús dice al Lázaro muerto: “¡Lázaro, ven fuera!”, y el versículo siguiente dice: “Y el que había muerto salió”. Así que Lázaro sí participó en su resurrección. Salió. Cristo le hizo salir, Lázaro salió. Cristo produjo la resurrección, Lázaro participó. Cuando Jesús ordenó levantarse a Lázaro, Lázaro participó levantándose. Cuando Dios da nueva vida, nosotros participamos viviendo.
Es por eso que cuando digo: ¿Cómo nacemos de nuevo?, o, ¿De qué manera nacemos de nuevo?, formulo dos preguntas y no solo una. Quiero decir:
¿Qué hace Dios en nuestro nuevo nacimiento? Desde la perspectiva de Dios: ¿cómo nacemos de nuevo?
Y, ¿Qué papel desempeñamos en nuestro nuevo nacimiento? Desde nuestra perspectiva: ¿cómo nacemos de nuevo?
Y hoy trataré de responder la primera pregunta: Desde la perspectiva de Dios, ¿cómo es que nacemos de nuevo? ¿Cómo es que Dios nos regenera?
¿Cómo Dios nos regenera?
La respuesta es dada en, al menos, tres formas en 1ra de Pedro 1:3-25:
- Primero, el versículo 3 dice que Dios nos hizo nacer de nuevo “mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”.
- Segundo, el versículo 23 dice que Dios nos hizo nacer de nuevo “mediante la palabra de Dios que vive y permanece”. O, como dice el versículo 15, Dios nos llamó.
- Y tercero, el versículo 18 dice que Dios nos redimió de la vana manera de vivir heredada de nuestros padres.
Herencia Incorruptible
Antes de observar estas respuestas con más detalle, notemos algo que estos tres eventos tienen en común en relación con la manera en que Dios opera el nuevo nacimiento. En las tres obras de Dios hay una referencia a la cualidad de ser imperecederos. Versículos 3-4: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, 4 para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros”. La idea es que Dios no solo quiere que tengamos vida con el nuevo nacimiento, sino vida eterna. Versículo 3: “nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva”. El énfasis cae en la esperanza de nuestra nueva vida que no morirá, en una herencia incorruptible. Ese es el énfasis. Nuestra nueva vida en el nuevo nacimiento, es para siempre. Nunca moriremos.
Valor Imperecedero
Vea, entonces, el mismo énfasis en los versículos 18-19: “…sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, 19 sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo”. La sangre de Cristo (versículo 19) es el precio de redención pagado por nuestra vida, y esta sangre es contrastada con el oro y la plata de menor precio. Y el oro y la plata son menos valiosos porque son “perecederas”. Verso 18: “con cosas perecederas como oro o plata”.
Nuevamente, la idea es que la nueva vida que Jesús rescató con su sangre no está en peligro de volver a la cautividad porque el preció que él pagó por nuestra nueva vida (nuestro nuevo nacimiento) es imperecedero. La sangre de Cristo es de un valor infinito, y por tanto, su valor nunca decae. Tiene un valor imperecedero. Así es como somos rescatados. Este es el precio de la nueva vida que recibimos en el nuevo nacimiento. Y Jesús lo pagó por nosotros.
Simiente Incorruptible
Entonces, en tercer lugar, vea en el versículo 23 el mismo énfasis en la incorruptibilidad o cualidad de ser imperecedero: “Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece”. Luego, Pablo cita a Isaías 40:6-8 en los versículos 24-25: “Toda carne es como la hierba, y toda su gloria como la flor de la hierba. Secase la hierba, cáese la flor, 25 mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que os fue predicada”. Es la misma idea que se abordó en el verso 3 en relación a la resurrección y a la redención en el verso 18: La simiente que viene por medio de la Palabra de Dios es incorruptible, y por tanto, la vida que genera y sustenta, es imperecedera.
La Vida Imperecedera del Nuevo Nacimiento
Ahora tenemos un resumen general de los aspectos que Pedro enfatiza en el nuevo nacimiento. Nacemos de nuevo a una esperanza vida. En otras palabras, la vida que Dios crea en el nuevo nacimiento, es vida eterna, vida imperecedera. La nueva naturaleza que es creada en el nuevo nacimiento, no puede morir. Permanece para siempre. Este es el énfasis de Pedro acerca del nuevo nacimiento. En el nuevo nacimiento surge una vida que nunca morirá. Creo que Pedro hace este énfasis porque el contexto general de su carta es el sufrimiento. No debemos sentirnos intimidados por el sufrimiento. Aun si el sufrimiento afecta a nuestra vida física, no podrá afectar la vida que tenemos por el nuevo nacimiento, es incorruptible.
Veamos, solo una vez más, cada una de estas tres obras de Dios. Es hora de ver cómo cada obra es una manera en que Dios produce el nuevo nacimiento. Tomemos una a la vez y pongámosla en el orden en que ocurren: 1) Dios nos redimió por la sangre de Jesús, 2) Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, 3) Dios nos llamó.
1) Dios nos redimió por la sangre de Jesús
Versículos 18-19: “no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, 19 sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo”. La idea, con relación al nuevo nacimiento, es que la nueva vida eterna no es posible para los pecadores esclavizados sin que alguien les haya pagado el rescate. El texto implica que antes, todos estábamos atados o cautivos en pensamientos, emociones y acciones que nos iban a destruir. Estábamos bajo la ira de Dios, quien nos había entregado a estos caminos de vanidad (Romanos 1:21, 24, 26, 28). Si no pudiéramos ser rescatados, la esclavitud a estos caminos de pecado nos hubiera destruido. Dios pagó su redención o rescate al enviar a Cristo para que llevara su propia ira (Romanos 8:3; Gálatas 3:13).
Este es el sólido fundamento de nuestro nuevo nacimiento. Deben existir eventos objetivos, históricos, en la vida de Jesús, el Hijo de Dios, que puedan ser el fundamento a partir del cual Dios pueda unirnos a Cristo, y crear fe, y darnos nueva vida. Jesús dijo en Marcos 10:45: “Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Por esta razón ocurrió el evento histórico de la encarnación. El Hijo del Hombre vino “para dar su vida en rescate por muchos”. Tenía que ocurrir la encarnación para que fuera la base de cada nuevo nacimiento. Y como el nuevo nacimiento no solo es la dádiva de nueva vida, también es la dádiva de vida eterna, el precio de redención debía ser incorruptible –no como el oro o la plata. La sangre de Cristo es infinitamente valiosa y, por tanto, nunca podrá perder su poder redentor. La vida que obtiene, permanece para siempre. Dios hace que ocurra el nuevo nacimiento al pagar un rescate por la vida eterna que el nuevo nacimiento imparte.
2) Dios levantó a Jesús de entre los muertos
El segundo evento objetivo e histórico que debió suceder para que naciéramos de nuevo con vida eterna, fue la resurrección de Jesús de entre los muertos. 1ra de Pedro 1:3-4: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, 4 para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros”. “nos ha hecho nacer de nuevo […] mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”. Dios hace que ocurra el nuevo nacimiento, en segundo lugar, por la resurrección de Jesús de entre los muertos.
El nuevo nacimiento es algo que nos ocurre cuando el Espíritu Santo toma nuestros corazones muertos y nos une a Cristo por medio de la fe y su vida se vuelve nuestra vida. De esta forma, si debemos tener nueva vida en unión con Jesús, es lógico que Jesús deba resucitar de entre los muertos. El nuevo nacimiento ocurre, recuerde, en unión con el Cristo encarnado, no solo con el Hijo de Dios espiritual. La nueva vida que obtenemos en el nuevo nacimiento es la vida del Jesús histórico. Por tanto, si él no se levanta de entre los muertos, no hay nueva vida que entregar. De modo que Dios hace que ocurra el nuevo nacimiento, en segundo lugar, por medio de la resurrección de Jesús de entre los muertos.
3) Dios nos llamó
Ahora, la tercera forma en que Dios hace que nazcamos de nuevo, es llamándonos. Verso 14-15: “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, 15 sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”. Pedro nos exhorta a vivir diferente porque algo nos ocurrió en el pasado. Verso 15: “como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”. Dios nos hace nacer de nuevo por medio del llamado. Él nos rescató con la sangre de Cristo. El resucitó a Cristo de entre los muertos. Y él nos llama a vivir en unión con Cristo.
Para comprender qué nos sucedió cuando Dios nos llamó a su camino (si hemos nacido de nuevo), sería bueno poder distinguir cuál es el llamado general que va a todos los hombres cuando se predica el evangelio. Vea los versículos 23-25: “Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece”. Vea que la simiente de Dios viene por medio de la Palabra de Dios. El verso 25 dice que esta Palabra de Dios “es la palabra que os fue predicada”. Así que el evangelio es predicado a todas las personas. Pero no todos nacen de nuevo. El llamado general –la palabra de Dios predicada, el evangelio- entra en los oídos de todos los muertos. Pero no todos viven ¿Por qué algunos viven y tienen fe? ¿Por qué hay algunos ciegos que ven y algunos sordos que oyen?
El Evangelio es Predicado a Todos; la Simiente es Plantada en Algunos
La respuesta es expresada de muchas formas diferentes en el Nuevo Testamento. Una de esas respuestas está aquí, en el verso 23. Algunos han “nacido de nuevo, […] de una simiente […] que es incorruptible, es decir, mediante la palabra”. El evangelio es predicado a todos, y la simiente divina es plantada en algunos. Esta es una forma de decirlo. También podemos decir que algunos son llamados. Y este llamado no es el mismo llamado general que todos reciben externamente en la predicación del evangelio. Es el llamado interno efectivo de la Palabra creadora y triunfante de Dios. Es el llamado de Jesús en la tumba de Lázaro. Él le dice a un hombre muerto “¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:43). Y el llamado produce lo que ordena.
Esa es la diferencia entre el llamado externo, general, que todos escuchamos cuando se predica el evangelio, y el llamado interno, efectivo. El llamado interno de Dios es soberano, creativo, es una voz indetenible. Crea lo que ordena. Dios no solo habla al oído y a la mente, habla al corazón. Su llamado interno al corazón abre los ojos del corazón ciego, y abre los oídos del corazón sordo, y hace que Cristo luzca como la persona infinitamente valiosa que es. Así, el corazón podrá abrazar libre y apasionadamente a Cristo como el Tesoro que es. Esto es lo que Dios hace cuando nos llama en el evangelio (vea 1ra de Pedro 2:9 y 5:10).
Viendo A Cristo Por Quien Es
Quizás el texto más claro que aborda el poder único del llamado interno y efectivo de Dios, es 1ra a los Corintios 1:22-24: “Porque en verdad los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles; 24 mas para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios”. Todos escuchan el evangelio –judíos y griegos. Pero algunos judíos y algunos griegos experimentaron algo en el evangelio: dejaron de ver a Cristo como piedra de tropiezo y necedad; ahora le ven como “poder de Dios y sabiduría de Dios” ¿Qué sucedió? “para los llamados […] Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios”. Sus ojos fueron abiertos por el llamado soberano y creativo de Dios; y vieron a Cristo como el poder y la sabiduría que es.
Esta es la tercera forma en que Dios nos hace nacer de nuevo. 1) Nos redimió del pecado y de la ira por medio de la sangre de Cristo y pagó la deuda para que los pecadores tuviéramos vida eterna. 2) Resucitó a Jesús de entre los muertos para que la unión con Jesús produjera una vida eterna que nunca se descomponga. 3) Y nos llamó de las tinieblas a la luz, y de entre los muertos a vida, por medio del evangelio; y nos dio ojos para ver y oídos para oír. Hizo que la luz de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo resplandeciera en nuestros corazones por medio del evangelio. Y creímos y abrazamos a Cristo como el Tesoro que es.
Todas Las Cosas Cooperan Para Bien De Los Que Han Nacido De Nuevo
¡Si cada creyente supiera la gloria de lo que le ha sucedido a usted! ¿Sabe lo que Dios ha hecho por usted y en usted? Usted fue rescatado con la sangre imperecedera de Cristo. Usted resucitó con Cristo de entre los muertos a una esperanza eternamente viva. Usted fue llamado de entre los muertos para vivir como Lázaro, y usted vio a Cristo como el Tesoro que es. Usted ha nacido de nuevo. Y recibió a Jesús y fue salvado. Quizás, por lo que ha visto, la próxima vez que aplique Romanos 8:28 a una dificultad en su vida, el texto tendrá un nuevo poder: “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”. Si es llamado –si ha nacido de nuevo- todas las cosas cooperarán para su bien. Todas las cosas. Y si no ha nacido de nuevo, ¡escuche el llamado! Escuche el llamado de Dios en este evangelio de Cristo y crea. Si recibe a Cristo como quien es, será salvado. Amén.