¡Esforcémonos por entrar en el reposo de Dios!
Por tanto, temamos, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque en verdad, a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva, como también a ellos; pero la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que oyeron. Porque los que hemos creído entramos en ese reposo, tal como Él ha dicho: Como jure en mi ira: “no entraran en mi reposo”, aunque las obras de Él estaban acabadas desde la fundación del mundo. Porque así ha dicho en cierto lugar acerca del séptimo día: Y Dios reposó en el séptimo día de todas sus obras; y otra vez en este pasaje: no entrarán en mi reposo. Por tanto, puesto que todavía falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes antes se les anunció la buena nueva no entraron por causa de su desobediencia, Dios otra vez fija un día: Hoy. Diciendo por medio de David después de mucho tiempo, como se ha dicho antes: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Porque si Josué les hubiera dado reposo, Dios no habría hablado de otro día después de ése. Queda, por tanto, un reposo sagrado para el pueblo de Dios. Pues el que ha entrado a su reposo, él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las suyas. Por tanto, esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga siguiendo el mismo ejemplo de desobediencia.
Debemos ayudarnos unos a otros a combatir la incredulidad
El capítulo 3 terminó con la advertencia de que fue la incredulidad quien impidió que el pueblo de Israel entrara a la Tierra Prometida y en el reposo que Dios les había prometido allí. Versículo 19: "Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad". El propósito que extrajimos de aquí, hace dos semanas, fue que debemos cuidarnos unos a los otros cada día que tenemos en la vida de los demás, y exhortarnos unos a otros y no permitir que la desconfianza en Dios penetre y destruya nuestras vidas. Obtuvimos esta idea de Hebreos 3:12-13: Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado.
Por tanto, una conclusión que podemos extraer de la advertencia en el 3:19 es que la incredulidad es una tentación tan constante y peligrosa que debemos ayudarnos unos a otros a enfrentarla. La perseverancia hasta el fin, en la fe, es proyecto comunitario. Los grupos pequeños en Bethlehem adoptarán su labor con mucha seriedad, si ustedes creen lo que esto dice. Nos reunimos y formamos relaciones de responsabilidad y amor mutuos porque nuestra fe depende de ello. Y de nuestra fe depende nuestra entrada al reposo de Dios.
Teman a la incredulidad
Ahora, al comienzo del capítulo 4, el escritor llega a otra conclusión de la advertencia de 3:19. Él dice: "Por tanto [esta es la pista que nos muestra que él está exponiendo una conclusión de lo que acabó de decir en 3:19], temamos [la NVI, irresponsablemente, debilita este texto al traducirlo: “cuidémonos"], no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado”. Entonces, ¿cuál es su conclusión del hecho de que Israel no pudo entrar al reposo de Dios a causa de la incredulidad? ¡Su conclusión es que debemos temer!
Pero, ¿temer qué? "Temamos, no sea que. . . alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado [el reposo de Dios, el descanso en el refugio de salvación]". Es decir, teman para que ni siquiera parezcan haber perdido el cielo, porque si continúan de esta forma lo PERDERÁN 3:6, 14, 19, 4:2, etc.). Sí, sí, ese es el resultado del temor: alcanzar el reposo de Dios. Pero, ¿qué debemos temer?
La conexión con el versículo 19 nos dice, ciertamente, que lo que debemos temer es la incredulidad. Versículo 19: "no pudieron entrar [al reposo de Dios] a causa de su incredulidad". Por tanto, teman esa incredulidad, porque ella es quien les impedirá entrar al reposo de Dios, al refugio de salvación de Dios y al cielo de Dios. Teman a la incredulidad Teman desconfiar de Dios.
Si continúan leyendo en el versículo 2 podrán ver la confirmación a esta declaración. Note que el versículo 2 comienza con la palabra "Porque". Ello significa que él está dando una razón para explicar el versículo 1, una razón por la cual ellos deberían temer. "Teman", dice en el versículo 1, "Porque en verdad, a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva, como también a ellos [se les anunció la buena nueva]; pero la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que oyeron”.
Así continúa, comparando la situación de Israel en el desierto con la situación de los creyentes en sus días. A ellos se les había anunciado la buena nueva, y a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva. ¿Cuál fue la buena nueva que se les predicó a ellos? Bien, entre muchas otras, fue la Palabra de Dios para Israel desde el Monte Sinaí en Éxodo 34:6-7: "Entonces pasó el Señor... proclamó, El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado". Fue una buena nueva de amor y misericordia y perdón para cada tipo de iniquidad y transgresión y pecado. Y fue la buena nueva de la promesa de Dios, de que él les llevaría a una tierra de leche y miel, y estaría con ellos si ellos confiaban en él y no se rebelaban (Números 14:8-9).
Así que este escritor dice que los israelitas habían escuchado el evangelio de la misma forma en que sus lectores. No habían escuchado un evangelio fundamentado en la muerte y resurrección de Cristo, que habían escuchado sus lectores, pero sí habían escuchado la promesa de que Dios es misericordioso y que perdona los pecados y promete reposo y gozo para los que confían en él. Así que hay una situación similar entre Israel y los lectores de esta carta, y el énfasis es: esta buena nueva no fue creída por Israel, y por eso es que no entraron en el reposo de Dios, en el gozo prometido por Dios. Versículo 2: "La palabra que ellos oyeron [= la buena nueva de perdón y de gozo prometido] no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que oyeron”. En otras palabras, no la creyeron. Dudaron de Dios. Desconfiaron de él. No tenían fe en su promesa de darles un mejor futuro que el que tenían en Egipto, y por eso dejaron a Dios y anhelaron la vieja vida.
¿Y cuál fue el resultado de esa incredulidad? El versículo 2 dice que la promesa "no les aprovechó". No fue valiosa para ellos. No les salvó. Como dijo el versículo 3:19, no entraron en el reposo de Dios. Cayeron en el desierto. Dios juró, en su ira, que nunca entrarían en su reposo (una representación del cielo perdido).
Así que el mensaje del versículo 2 es exactamente el mismo del 3:19, es una razón por la cual debiéramos temer la incredulidad. Versículo 19: "Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad". Por tanto (v.1), teman la incredulidad; porque (v.2) cuando la buena nueva a Israel no vino acompañada por la fe, no les aprovechó y perecieron en el desierto. La idea central es: teman que esto les pase a ustedes. Teman escuchar las promesas de Dios y no confiar en ellas. Porque lo mismo les ocurrirá a ustedes como a ellos: sino confiamos en sus promesas, no entraremos en el reposo de Dios, en el cielo de Dios.
Esforcémonos por entrar en el reposo de Dios
Esa es la idea central del párrafo: Teman a la incredulidad En la última oración del párrafo, el escritor dice lo mismo, pero con palabras diferentes. Versículo 11: "Por tanto, esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga siguiendo el mismo ejemplo de desobediencia”. En otras palabras, Israel perdió el gozo prometido por Dios por la desobediencia de la incredulidad. Y lo mismo puede ocurrir a cualquier cristiano profesante. Y para impedir que suceda, y para mostrar que hay algo más que simples cristianos profesantes, dice: "esforcémonos por entrar en el reposo de Dios", en el cielo de Dios. ¡Esforcémonos! Presten mucha mayor atención a lo que han oído (2:1), no descuiden una salvación tan grande (2:3), consideren a Jesús (3:1), no endurezcan sus corazones (3:8), tengan cuidado para que no tengan un corazón de incredulidad (3:12), exhórtense unos a otros cada día contra el engaño del pecado (3:13), y TEMAN a la incredulidad que les impedirá llegar al reposo prometido (4:1).
¿Ve una gran lección aquí? La vida cristiana es una vida de confianza cada día, cada hora, en las promesas de Dios para ayudarnos y guiarnos a tener cuidado de nosotros y perdonarnos y llevarnos hacia un futuro de santidad y gozo que satisfará infinitamente nuestros corazones, más que si le olvidáramos y confiáramos en nosotros mismos o en las promesas de este mundo. Y la confianza de cada día, de cada hora, en las promesas de Dios no es automática. Es el resultado del esfuerzo diario, y es el resultado de un temor adecuado.
¿Vivimos en temor constante de perdernos?
Ahora mediten en este temor un instante junto conmigo. Quizás se están preguntando: "¿Quieres decir que la vida cristiana ideal se vive en constante miedo de perderse?" Ahora, tengan cuidado aquí, para que no me pregunten como si fuera de mi teología de quien dudan. Es Hebreos 4:1, escrito a los "hermanos santos" (3:1), quien ordena: "Por tanto, temamos. . . ". Y Hebreos 4:1 no es un texto único en el Nuevo Testamento. Jesús dijo en Lucas 12:5: "temed al que, después de matar, tiene poder para arrojar al infierno". Pablo dijo, en Filipenses 2:12: "ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor". Dijo en Romanos 11:20: "tú por la fe te mantienes firme. No seas altanero, sino teme".
Tenga cuidado en cómo pregunta por esta verdad. Es la Palabra de Dios, no es mi palabra, quien dice que los cristianos deben temer. Así que, con toda humildad y con la mente abierta, preguntamos a Dios, ¿se supone que debemos vivir nuestras vidas en temor a perder el cielo?
Primero que todo recuerden el 2:15: "[Cristo murió para] librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida". Alto y claro, Cristo murió para liberarnos del temor que esclavizaba; Cristo quiere personas que vivan sin temor. Cristo quiere personas que vivan sin temor en los barrios más peligrosos, quienes vayan a los pueblos inalcanzados, sin temor detrás de las puertas cerradas, quienes hablen, sin temor, acerca de Cristo a sus vecinos. ¿Cómo? Por la fe en sus promesas. La fe en las promesa de Dios les hará valientes ante las amenazas de los hombres (Hebreos 10:34).
Así que solo hay una cosa que debemos temer: la falta de fe. Teman la incredulidad en las promesas de Dios, porque mientras confíen en las promesas de Dios, podrán ser absolutamente valientes al enfrentar cualquier cosa, incluso la muerte, incluso a Dios (vea 4:16).
Ahora, ¿cómo es esto? Nuestros hijos saben cómo es. Cuando ustedes eran pequeños, su padre y madre les decían, muy firmemente, "nunca corran en la calle. Agarren siempre mi mano". ¿Por qué? Porque hay peligro en la calle. Un carro podría matarles. En otras palabras, teman correr en la calle. Pero, ¿ello significaba que no podían divertirse en el patio de la casa, en la acera, y en los parques? No, de hecho, la mayoría del tiempo ustedes ni pensaban en cuán peligrosa era la calle. Solo cuando se acercaban a la calle y quizás cuando la pelota caía rodando en la calle, o quizás cuando alguien les tentaba a correr cruzando la calle cuando no debían hacerlo. Solo entonces sentían ustedes el temor de la calle. El resto del tiempo el temor les mantenía jugando en lugares donde no tenían que sentir temor alguno.
Así es como ocurre con el temor a la incredulidad. Ustedes no viven con constantemente sintiéndose mal. Solo experimentan esa mala sensación cuando aparecen las tentaciones a desconfiar de las promesas de Dios. E incluso entonces, utilizan la mala sensación de temor para correr hacia el patio seguro de la bondad y las promesas de Dios. Así que la vida cristiana normal es consciente del terrible peligro de la incredulidad, pero no vive paralizada o aterrorizada por él. Vive en fe. El temor solo surge cuando la fe comienza a debilitarse. Y solo se manifiesta el tiempo suficiente para hacernos volver a la valentía apacible de la fe.
Había un lugar de reposo para el pueblo de Dios
Ahora, hay algo más que quiero hacer con este texto. Los versículos 3-10 están escritos para apoyar la idea central que hemos visto en los versículo 1 y 11, a saber, esfuércense para entrar en el reposo de Dios, y teman para que no dejen de entrar en él a causa de la incredulidad. Los versículos 3-10 apoyan esta idea central al mostrar que en el Antiguo Testamento había un reposo a dónde entrar, es decir, que Dios tenía un plan para que su pueblo se uniera a él en un maravilloso reposo en el cielo, donde toda carga y trabajo serían quitados. "Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar", dijo Jesús (Mateo 11:28). Los versículos 3-10 están escritos para mostrar que esta promesa está realmente allí en el Antiguo Testamento.
El texto es muy complicado, así que les pediré que me dejen representarles un pequeño bosquejo. El escritor se enfoca en cinco puntos de la historia, para mostrar cómo Dios mantiene abierto su reposo para el pueblo que cree.
Primero, comienza en la creación (Génesis 2:2), y dice en el versículo 4: "Porque así ha dicho en cierto lugar acerca del séptimo día: Y Dios reposo en el séptimo día de todas sus obras". Así que aquí él ve a un Dios soberano, apacible, descansado, quien tiene un reposo y una paz, y un lugar de gozo donde su pueblo puede disfrutar de comunión con él. Él lo llamará el "día de reposo" a causa del séptimo día en que Dios descansó. Pero realmente dura para siempre.
Segundo, se enfoca en el período en que Israel vagaba por el desierto y se rebeló contra Dios. Versículo 5 (citando el Salmo 95): "y otra vez en este pasaje: no entraran en mi reposo”. La Tierra Prometida es una imagen del reposo final de Dios, y su rebelión en incredulidad les excluyó de ella. Lo que da lugar a la pregunta de si permanece un día de reposo sabático para el pueblo de Dios.
El tercer enfoque está en el tiempo de Josué, quien entró al pueblo a la Tierra Prometida. ¿Es ese el último y supremo reposo que Dios tiene en mente para su pueblo? El versículo 8 responde que no: "Porque si Josué les hubiera dado reposo, Dios no habría hablado de otro día después de ése". En otras palabras, aun cuando Josué dio algún alivio al pueblo de Dios en la Tierra Prometida, no era ése el reposo final que Dios tenía preparado para ellos. ¿Cómo lo sabemos? Siglos después, Dios habló de otro día, de otro reposo.
Hoy, todavía hay un lugar de reposo
Esto nos trae al cuarto período de tiempo en que el escritor se enfoca, en el tiempo de David durante el Salmo 95. Versículo 7: "Dios otra vez fija un día: Hoy. Diciendo por medio de David después de mucho tiempo, como se ha dicho antes: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones". En otras palabras, mucho después que el pueblo disfrutó del reposo de la Tierra Prometida, David dice que aun Dios tiene una oferta de un reposo en salvación: No endurezcan sus corazones y disfrutarán del reposo de Dios (referido al final del Salmo 95:11 = Hebreos 3:11 = 4:3).
A partir de aquí el escritor llega a una importantísima conclusión acerca del reposo sabático de la salvación - y este es su quinto período en la historia, a saber, hoy - versículo 9: "Queda, por tanto, un reposo sagrado para el pueblo de Dios". En otras palabras, Hoy, el reposo está aún disponible.
Y ése es el fundamento del mensaje de Dios para ustedes hoy: Hay un reposo disponible para ustedes hoy. Dios ofrece reposo. La puerta no está cerrada. El tiempo no ha terminado. Usted no ha perdido su última oportunidad. Escuche las palabras del versículo 9. "Queda, por tanto, un reposo sagrado para el pueblo de Dios". La puerta está abierta. Ahora es el momento.
¡Ah!, alguien pudiera decir: "Sí, hay un reposo para el pueblo de Dios, pero no para mí". Pero yo respondo, no se limite a sí mismo. Mire el versículo 3, nuestra última palabra "los que hemos creído entramos en ese reposo". Hay una puerta para el reposo seguro, apacible, y feliz de Dios: la puerta de la fe. Cualquiera que ponga su fe en las promesas de Dios compradas para nosotros por la sangre de Jesús, y se esfuerce por no desechar la fe, es parte del pueblo de Dios. Por tanto, en el nombre de Dios, les animo en esta mañana: pongan su confianza en la promesa del reposo de Dios.