Pastor John, ¿cuál es la recompensa que recibiremos allí arriba, cuando lleguemos a ver a Cristo cara a cara, al estar con el Amante de nuestra alma, para siempre en la eternidad? ¿No es esa, acaso, una recompensa más que suficiente? ¿O habrá otras recompensas? Si Dios es el evangelio y si Dios es el premio de la eternidad, ¿cómo y por qué las otras coronas y dones nos motivan para llegar al cielo?
Las apreciaciones de Lisa son muy acertadas. Es correcto decir: “¿Acaso no es Cristo suficiente?”. La razón por la que digo que sus apreciaciones son acertadas es porque es la misma apreciación del salmista. Es la misma apreciación de Pablo. El salmista dice: “¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra” (Sal. 73:25). Según veo, es el sentimiento que Lisa expresa. Pablo dice en Filipenses 3:8: “Yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor”. Esta es la idea: Dios sabe mejor que nadie cómo podemos conocer a Cristo de una manera más completa y disfrutar de Él más plenamente.
Todos los indicadores bíblicos nos llevan a creer que Cristo se revela con mayor plenitud no solo cuando se revela inmediatamente a los ojos del corazón por el Espíritu Santo a causa de Sus excelencias morales y espirituales (por ejemplo, ver Efesios 1:18); sino también cuando se revela directamente a través de las cosas que Él ha creado y las cosas que Él ha hecho en la creación: las cosas que experimentamos en nuestros propios cuerpos físicos creados, no sólo en nuestras almas espirituales creadas. Es por ello que Dios creó un universo material y creó la tierra y nos creó con cuerpos y capacidades físicas para experimentar a Dios por medio de nuestra experiencia material creada.
La Biblia dice que tenemos que comer y beber y hacerlo todo con nuestros cuerpos físicos para la gloria de Dios (1 Co. 10:31), lo cual debe querer decir que los placeres de Dios o los placeres que Dios nos ha dado para gustar de la comida no están diseñados para ser competidores con la belleza de Dios, sino como su medio de comunicación. Él nos comunica algo de Sí mismo en las cosas buenas que ha creado. La creación se convierte en una de las maneras en las que “probamos y vemos que el Señor es bueno” (Sal. 34:8). Luego, la Biblia deja bien claro que esto no sólo es cierto ahora, sino que también lo será en la resurrección. De hecho, es por ello que habrá una resurrección del cuerpo y no solamente la inmortalidad del alma.
Jesús se esforzó por persuadir a sus dubitativos discípulos de que no estaban viendo a un fantasma, de que no estaban viendo únicamente a un espíritu. Les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo” (Lc. 24:39). Hoy, Él tiene un cuerpo físico en el cielo. El cuerpo físico ha sido unido con la segunda persona de la Trinidad, una naturaleza humana y divina en una sola persona; casi impresionante, asombroso, increíble.
Luego, Pablo edifica sobre esa realidad enfatizando que nosotros mismos seremos levantados físicamente de entre los muertos, y lo hace diciendo que nuestra resurrección será con un cuerpo que será uno con Jesús. “Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron” (1 Co. 15:20) Esto quiere decir, somos una cosecha física y material: Cristo y nosotros.
Y no es sorprendente que en Filipenses 1:23, Pablo dice que morir y estar con Cristo es “mucho mejor” que cualquier cosa en la tierra. Por tanto, Cristo mismo y el compañerismo con Él es suficiente. Es suficiente, sí. Aún en Filipenses 3, él enfatiza no sólo su gran anhelo de morir y estar con Cristo, sino que también desea resucitar corporalmente de entre los muertos. Él desea “conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte, a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos” (Fil. 3:10-11).
Ahora bien, al unir las dos cosas con Filipenses 1:23, donde dice que morir, dejar su cuerpo y estar con Cristo es mucho mejor, ¿no implicaría que la forma en que experimentamos a Cristo con mayor plenitud después de la muerte es por medio de parecernos a Él en nuestros nuevos cuerpos resucitados con Su cuerpo resucitado? ¿Por qué a Pablo le preocupa tanto ser levantado de entre los muertos si esto no le ayudara a experimentar a Cristo con mayor plenitud? Creo que también implica que el nuevo mundo de la resurrección, el mundo donde vivimos, deberá ser adecuado para los cuerpos resucitados, no sólo para los espíritus eternos. ¿Y no es eso exactamente lo que Pablo señala en Romanos 8:19-23 y Juan en Apocalipsis 21:1-4: que nuestros nuevos cuerpos deberán tener un nuevo cielo y una nueva tierra en la que tendremos nuestra nueva existencia corporal?
Así es como lo dice Pablo y me encanta. ¡Esto es tan sorprendente! “Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad” —sí, lo fue, todo a nuestro alrededor— “no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza”, —¿cuál esperanza?— “de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción” —¿por qué?— “a la libertad de la gloria de los hijos de Dios” (Ro. 8:19-21). Ahora bien, creo que significa que toda la creación se adaptará a ser una perfecta morada para que los hijos de Dios habiten en ella, de modo que funcione perfectamente para revelar a Cristo y para ser el medio por el cual disfrutaremos plenamente de Él.
Aquí va mi respuesta a la pregunta de Lisa. Cristo, en verdad, es nuestra recompensa. Sí, sí, sí, Lisa. Estás en lo cierto. Si crees que no es lo correcto: Cristo es en verdad nuestra recompensa, y todo lo demás, lo moral, espiritual y físico dentro de nosotros y fuera de nosotros en el universo —coronas, estrellas, ciudades, amigos, familia, grandes santos, etc.— todo lo demás con Él aumentará la comunicación de Su Gloria y nuestra felicidad en Él, a través de Él. Ahora bien, si Dios creyese que Cristo pudiera ser conocido de una manera más completa y se disfrutara más plenamente siendo el objeto solitario de nuestra conciencia, sin una realidad creada como medio, no creo que Dios hubiera creado un universo material en primer lugar, sino en almas no materiales. Él no lo hizo de ese modo, y no va a hacerlo así en el futuro. Cristo es nuestra recompensa, y todo lo demás es nuestra recompensa que nos lo revela a Él y nos permite disfrutar de Él con mayor plenitud.