¿Cómo hablar del sufrimiento con personas que lo están padeciendo?
El siguiente texto es una transcripción editada del audio.
¿Cómo hablar del sufrimiento con personas que lo están padeciendo?
Cuando te acercas a una persona que está sufriendo, creo que hay que tener un corazón pastoral, sabio, sensible, paciente y discerniente; en especial con aquellas personas que han empezado a sufrir (por ejemplo, ante la muerte reciente de un ser querido, ante el diagnóstico de que cierta persona tiene cáncer, o ante un niño que ha nacido con una grave discapacidad).
Hay situaciones en que la realidad ha aterrizado con tanta fuerza que lo primero que uno necesita es apoyo antes que una explicación. Y para acompañar a la otra persona se necesitan simples frases como "Aquí estoy yo". Como los amigos de Job, siete días y ni una palabra. Esos fueron buenos tiempos para Job. Buenos tiempos para Job. Cuando abrieron la boca y empezaron a ofrecer explicaciones inadecuadas, hicieron sentir culpable a Job y se convirtieron en falsos consoladores.
Estar presentes y ofrecer mucho cariño, oración, consuelo y ayudar a soportar el peso (como preparar la comida, limpiar la casa y hacer las cosas que hay que hacer cuando uno está en el hospital todo el día); esas son las cosas que manifiestan el amor de Dios de una manera poderosa.
Y después intentamos discernir cuándo estarán listos para oír verdades más bíblicas. Tal vez, deberíamos empezar con la verdad más grande: “Dios está para ti. Cree en Él”. Puede ser que no crean en Él, pero tú sigue diciendo la verdad: “Dios está para ti. Cristo murió por ti. El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?” (Romanos 8:32, LBLA). Con el paso del tiempo, es probable que te pregunten por qué ha pasado esto, y ahí puedes contarles otras verdades que, en un principio, pueden ser más difíciles.
Como ya dije hace algún tiempo atrás en una grabación, en nuestra iglesia hay un par de familias que son un bello testimonio que refleja cómo lleva tiempo confiar en la soberanía de Dios en el medio de una gran crisis. Así que hay que brindar tiempo a las personas.
Recuerdo esa frase del libro de Job que habla sobre "las palabras que se las lleva el viento" (Job 6:26). Creo que significa que, a veces, uno dice cosas en el medio de una crisis que nadie debería tomar en serio. Deberían ser sólo "palabras que se lleva el viento".
Supongamos que estás sentado escuchando a alguien que te dice “No creo que Dios me ame y pueda hacer tal cosa”. Si conoces a esa persona y ha caminado con Dios por mucho tiempo, en vez de escuchar tales cosas, quejarte, y hacerte dudar sobre su fe, deja que esas palabras se las lleve el viento. Deberías decirte a ti mismo: “Eso no vino de su corazón. Esas palabras son para que se las lleve el viento. Que se las lleve”. Más tarde se van a arrepentir de haberlas dicho porque, en realidad, no querían decirlas. Pero no encontraban palabras para expresar su dolor, y esas parecían las adecuadas.
Me gusta atraer a las personas lo suficiente para que no digan cosas como esas, pero como pastor no me puedo dar el lujo de dictarle a la gente qué decir. Sólo quiero ser paciente y servicial.
Si una persona no encuentra alivio creyendo que Dios está presente aún en nuestras catástrofes, creo que ayudaría señalar lo contrario para ver si esa ausencia de Dios es más reconfortante que su presencia. Creo que es en ese momento que la gente necesita escuchar: "Si Dios no es lo suficientemente poderoso para detener ese accidente, ¿de qué ayuda podría serte ahora?"
En otras palabras, haz pensar a la gente más allá de las afirmaciones inmediatas de los problemas teológicos que están afrontando, para que las consecuencias de rechazar a un Dios soberano se sientan tan aterradoras, ominosas y terribles como lo son en verdad. Y qué tan preciado es saber que tenemos un Dios de nuestro lado en momentos de crisis que, con su poder, puede resolver todo para nuestro bien; algo que no tendríamos si Él fuera un Dios sin el poder de detener esos accidentes.
Deberíamos tener paciencia con la gente y no asumir que sus palabras son definitivas, sino de esas que se lleva el viento.